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Gaceta Sanitaria

versión impresa ISSN 0213-9111

Gac Sanit vol.21 no.2 Barcelona mar./abr. 2007

 

IMAGINARIO COLECTIVO

 

El perímetro del congreso

The perimeter of the conference

 

 

Miquel Porta

Instituto Municipal de Investigación Médica y Facultad de Medicina, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España.

 

 

Por primera vez desde su inicio hace 5 años, esta sección de GACETA SANITARIA acoge una selección de fragmentos de un libro publicado recientemente por un médico español. Este hecho y la propia naturaleza de la obra propician una introducción. Se trata de El perímetro del congreso1, del catedrático de cirugía de la Universidad Autónoma de Barcelona Antonio Sitges Serra. (Creo que no hay conflicto de intereses pero, puesto que uno nunca sabe con certeza, procedamos a esta púdica disclosure: Sitges y quien suscribe somos compañeros en la unidad docente de la Facultad de Medicina en el Hospital del Mar.) Evidentemente, la reputación internacional de Sitges como cirujano2-7 no sería razón alguna para aparecer en esta marginal sección de epidemiología fringe, valga la redundancia. Más bien al contrario, la verdad. Tampoco lo sería en absoluto el hecho que el profesor Sitges posea, a pesar de su especialidad, sólidos conocimientos de medicina, evidentes en sus publicaciones de toda índole y reconocidos casi siempre por quienes tienen la suerte de compartir a diario su práctica clinicoquirúrgica. Finalmente, tampoco, a mi juicio, la muy coherente, creativa y relevante producción científica de Toni justificaría que esta revista celebrase su libro1.

Y, sin embargo, la dirección de GACETA SANITARIA eligió una celebración, que lo es y por partida doble: recensión más imaginario. Lo decidió a su vez por dos razones nada azarosas. La primera la señala Andreu Segura en la recensión del libro (página 182 de este número): la considerable relevancia que El perímetro1 tiene para -y la diversión que procurará a- los profesionales españoles de la salud pública, de la medicina y de las otras ciencias sociales, de la salud y de la vida. Es más, relevancia y entretenimiento hay también para quienes intentan comprender «lo fundamental, lo natural y lo cultural», en la espléndida conceptualización de Wagensberg8. Con cuyos aforismos8,9 El perímetro1 tiene algunas similitudes; por ejemplo el impagable binomio inteligencia + humor. La segunda razón -Andreu no necesita explicitarla, dada la valentía, la tenacidad y la altura intelectual patentes en su propia trayectoria- es ésta: en el contexto académico médico español, tan aceradamente diseccionado por el libro («meticuloso, incisivo y despiadado», op. cit.1, p. 13), es decir, en un mundo tan miedoso, mojigato, meapilas, mezquino, mentiroso, miope, mediocre y, a veces, mórbido, cuando no más bien injusto, incompetente, cateto, provinciano, presuntuoso, pelota, predemocrático, prevaricador, adocenado y falso (o acaso sea más ajustado a la verdad decir que ocasionalmente iatrógeno, pueblerino, corrupto, reaccionario, analfabeto y miserable), el libro de Toni Sitges brilla -por encima de cualquier otro que podamos recordar en su ámbito- como un bisturí en el quirófano. Ni que decir tiene que al autor no le tiembla el pulso, o que la sangre mana a borbotones. Mucho más a menudo de lo habitual en estos casos, la del cirujano. Tampoco es necesario puntualizar -por supuesto- que los epítetos anteriores no se refieren a la mayoría del mundo académico médico español; sólo al «búnker» de «camisas viejas»10,11.

Mas no es momento de autopsias ni de «tiritas». Hace años, Toni Sitges tenía un manuscrito que ni siquiera quería publicar un conocido suyo con privilegios sobre revista, no fuese a «meterse en problemas». (Durante años publicar a Toni Sitges, incluso tratarle, ha supuesto «significarse». Bien es verdad que él es un sesentayochentista sin recato, «de socarrel» y a mucha honra.) Sitges me lo comentó. De acuerdo con Carlos Álvarez y Esteve Fernández, le propuse lo lógico, y aceptó. El artículo pasó pues «revisión por pares», mejoró, lo publicamos12. Le propusimos incluso publicar las críticas de otros, aceptó con gusto y aceptaron; entre ellos, varios de los gestores a veces genéricamente denostados («la gestión es la auténtica depredadora de nuestros valores morales», op. cit.1, p. 191). El conjunto de artículos12 ilustra una vez más que en nuestro sistema sanitario el debate de altura y la crítica en profundidad son posibles. Idea ésta al parecer poco proclive a o susceptible de aforismo. Quizá por sosa.

¿Somos pues conscientes, pobres de nosotros, incautos, de que El perímetro1 no pasó peer-review convencional? Lo somos. Como lo somos de que no habría superado la depuración durante la dictadura franquista10,11, de que tampoco pasó otras censuras más contemporáneas, y, lo que es mucho más grave, que tampoco escapará a la ira y a la zafiedad de esos personajes que tan afiladamente (di)secciona. Esos para quienes la generosidad, la justicia, el coraje, la audacia, el rigor, la competencia, la creatividad, la coherencia y la brillantez son lujos -¡dios!-, «lujos» que no pueden pagarse13,14.

Dice Sitges que en la mayoría de memorias «la inteligencia raramente supera a la arrogancia» (op. cit.1, pp. 13, 61 y 191). Creo sinceramente que en su obra no es así: en ella la inteligencia casi siempre supera de largo a la arrogancia (op. cit.1, p. 192: ¿«Ser el mejor para saltarse el protocolo»?). Dejando pues de lado los menos afortunados, que los hay, de los diversos fragmentos memorables del libro selecciono algunos que quisiera pensar están en una cierta tradición. Ojalá fuese una tradición de nuevo algún día. No: va siendo... En ella creo se encuentran también, a su manera, gentes como Jorge Wagensberg8,9, Joaquín Nieto15, Jorge Riechmann16, Javier Sampedro17, Javier Echevarría18 y tantos otros19-21... Ah, y desde luego El Roto, el intelectual español más influyente de esta época22-24, como Sitges y tantos otros reconocemos.

Como su sugerente título sugiere, en el libro hay bastante sexo. O acaso fuese más propio decir: «Como su sugerente título susurra, en el libro hay bastante erotismo...» (inténtelo, verá: funciona: «el perímetro del congreso...») (es que habla mucho de los rollos que la gente se monta o imagina en los congresos). También hay excelente literatura, música, filosofía, pintura... Y muchas páginas magníficamente escritas. Asimismo, contiene crónicas, bromas, chistes, chismes, cotilleos (por el hospital se dice que reales), intrigas, puyas... retazos (retazo: «trozo o fragmento de un razonamiento o discurso»), dibujos, caricaturas y retratos de personajes, esbozos de un tratado de sociología de la medicina académica... destellos deslumbrantes, hallazgos no menos deslumbrantes, hallazgos sobrios... serenidad, desazón... humor, ironía, algo de sarcasmo (cinismo no recuerdo)... cutrez, oscuridad, negrura... Y citas, muchísimas citas (es como el canon de Harold Bloom, pero más pop). También hay cabreo, mucho cabreo, afortunadamente; afortunadamente llevado con porte y elegancia, y tratado mediante una aplicación -adrede, non-evidence-based- de ungüentos ancestrales: filosofía, literatura, música... y más sexo.

Comprenderán que para saborear todo ello no hay más que «franquear los límites del congreso» (op. cit.1, p. 15). Aquí ya sólo nos queda espacio para algunas perlas y aforismos, las «perlas y aforismos de la espera» de El perímetro del congreso de Antonio Sitges:

¡Atención!: hay médicos que buscan enfermos [p. 196].

Figuras en ascenso en un mundo de papanatas: el gestor o el científico que crean problemas, que luego resuelven para, después, colgarse una medalla [p. 187]12.

El castellano tiene expresiones con sujeto indeterminado muy socorridas por nuestro pueblo, siempre tan quejoso de la autoridad. «Ahora han inventado el sida. Se ve que el cáncer ya no está de moda y nos meten miedo en el cuerpo con otra enfermedad», me decía hace unos días un taxista [p. 185].

La tecnología se desarrolla impulsada por nuestras necesidades que, a su vez, lo son por nuestros deseos que, a su vez, son modelados por nuestros mitos. La nuestra es una era mito-tecnológica [p. 187]25-27.

Algunos biólogos sostienen que, puesto que pocos genes diferencian al hombre de los chimpancés, deberíamos ser muy parecidos. Más bien deberían relativizar la importancia del genoma que, al fin y al cabo, no explica las inconmensurables diferencias que nos separan de los primates. Acaso teman desacreditar al ADN, sobre cuya apretada espiral tanto se han encumbrado [p. 194]19,25.

Desvalimiento: ¿qué puede hacerse cuando somos víctimas de algunas imágenes? [p. 189]25.

¿Cuál es el umbral de tolerancia de las civilizaciones respecto a sus incertidumbres? [p. 196]9.

En la racionalidad occidental, Hipócrates ocupa un alto pedestal por haber establecido el carácter natural de las enfermedades. Nos ha costado 20 siglos redescubrir su carácter cultural [p. 187]26,27.

Leo en la prensa que el Govern de la Generalitat enviará médicos a los institutos de enseñanza secundaria en un intento desesperado por frenar los embarazos, la drogodependencia y los desarreglos psíquicos de nuestros menores. Me temo que en vez de medicalizar estos problemas deberíamos filosofarlos. Y así tantos otros [p. 196].

Los que más hablan del déficit de la financiación de la sanidad son los que más la agravan. Hay que desparasitar la Sanidad Pública [p. 195]12.

Los médicos siempre hablan de lo malo que resulta tener el colesterol alto. Lo que nunca dicen es lo triste que resulta tenerlo bajo [p. 196].

Edgar Morin: «El reino de los especialistas es el reino de las ideas generales vacías, y la más vacía de todas es que no es necesaria ninguna idea general» [p. 185]8,9.

«Lo barroco de la Naturaleza». Esa frase justifica una vida y los máximos honores. Gracias a Margalef, leemos a Darwin de otra manera. He ahí una respuesta latina a ese utilitarismo sajón tan exasperante [p. 186]17.

Lo que no acierta a explicar adecuadamente el evolucionismo es la generosidad de la naturaleza [p. 197]17.

El único escepticismo razonable y simpático es el que no genera complejo de superioridad. Ése prácticamente no existe [p. 188].

Nietzsche: «Lo que me anonada no es que me hayas mentido, sino que en lo sucesivo ya no podré creerte» [p. 125].

Algunos amores son como laberintos de Las mil y una noches: magníficos mientras no se les busque una salida [p. 189].

Un día se me partirá el corazón. Mejor dicho: se me acabará de partir [p. 193].

El talante democrático lo poseen aquellos escasos políticos que no rehuyen el diálogo con la inteligencia. Depende más de la psicología que de la ideología [p. 192]21.

Una política auténticamente alternativa debería articularse en torno a una triple deconstrucción: de la ciudad, del tráfico automovilístico y de la mitotecnología. Sólo así podremos abandonar la idea decimonónica y cancerosa de progreso [p. 197]16,27.

Nunca volvemos al punto de partida pero sí cerca [p. 194]9.

Nuestra atmósfera está cargada de sexualidad estática [p. 194].

No hay calidad sin presión [p. 198].

Siempre falta algo [p. 193].

 

Bibliografía

1. Sitges Serra A. El perímetro del congreso. Lleida: Milenio; 2006.

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5. Sitges-Serra A, Linares J, Garau J. Catheter sepsis: the clue is the hub. Surgery. 1985;97:355-7.

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9. Wagensberg J. Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? y otros quinientos pensamientos sobre la incertidumbre. Barcelona: Tusquets; 2002.

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17. Sampedro J. Deconstruyendo a Darwin. Los enigmas de la evolución a la luz de la nueva genética. Barcelona: Crítica; 2002.

18. Echevarría J. Ciencia y valores. Barcelona: Destino; 2002.

19. Martos JA. Entrevista a Alfonso Martínez Arias, biólogo. «Una enfermedad no se puede ni se debe reducir a un gen». El País, 27 de diciembre de 2006; p. 41.

20. Zgustova M. La Barcelona de Juan Goytisolo. El País [edición Cataluña], 27 de diciembre de 2006; p. 35.

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