Sr. Editor,
La lectura del número monográfico de abril de 2018 dedicado por la REED a la sedación en endoscopia digestiva me sugiere las siguientes reflexiones:
Casi todos sus trabajos (editorial, originales, artículo especial y cartas al editor) demuestran que la rivalidad endoscopista/anestesiólogo sigue centrando la cuestión desde el ya casi olvidado editorial de la REED de enero de 2005 1. Si bien este antagonismo ha tenido, entre otros, el efecto de disparar la implantación de la sedación "endoscópica" en las unidades españolas, un beneficio generalizable a la población de pacientes, es indudable que puede comprometer el resultado de una endoscopia en un paciente en un centro y un momento particulares.
De forma más o menos explícita, los artículos originales 2,3,4,5 tienen como objetivo fundamental o exclusivo demostrar la seguridad del propofol administrado por el endoscopista. El empeño en acumular este dato, aunque es siempre favorable para los endoscopistas, no deja de resultar sorprendente ya que significa jugar el partido en el terreno de los anestesiólogos, cuya estrategia siempre ha sido cuestionarla.
Los prejuicios y, sobre todo, los posjuicios (la experiencia particular no cuantificable ni analizable) inclinan en buena medida la balanza de cada endoscopista a favor o en contra de la sedación "anestésica".
Es muy difícil encontrar visos de solución debido a que ambos colectivos enfrentados legítima pero quizá erróneamente sostienen, independientemente de los datos acumulados, que su posición es la más beneficiosa para los pacientes, sin contemplar que los dos pueden estar equivocados y que la colaboración activa e integrada entre ambos puede proporcionar el máximo beneficio a cada paciente.
El objetivo de toda intervención médica es triple y jerarquizado: a) prevenir y/o curar la enfermedad y/o sus complicaciones (= eficacia); b) disminuir las complicaciones clínicas (= seguridad) sin comprometer el punto a); y c) disminuir el gasto económico (= eficiencia) sin comprometer los puntos a) y b). En el campo de la sedación en endoscopia, sin embargo, la mentalidad generalizada no parece respetar este orden universal de prioridades (solo cuestionable en casos especiales) primando la seguridad sobre la eficacia. En el siglo XXI no es el único terreno endoscópico en el que parece seguir imperando el simplista primum non nocere. Otro ejemplo, sin salir del campo de la sedación, es el de la endoscopia alta terapéutica urgente, donde el riesgo de broncoaspiración "contraindica" la sedación en detrimento del éxito de la hemostasia endoscópica, la extracción de cuerpos extraños o la resolución de impactaciones alimentarias.
La estrategia anestesiológica de centrar el conflicto en la seguridad ha sido parcialmente contrapesada por los endoscopistas con el argumento jerárquicamente inferior de la eficiencia, pero ¿por qué no trasladar la batalla al campo de la eficacia? Probablemente, porque los anestesiólogos dan por hecho y los endoscopistas han asumido que la posesión del título oficial garantiza la competencia plena en todos los aspectos y situaciones que engloba la especialidad acreditada. ¡Nada más lejos de la realidad! No es necesario acumular mucha experiencia para ser consciente de la dispersión que existe entre el colectivo de anestesiólogos respecto a su actitud y aptitud para la sedación en endoscopia, lo que ineludiblemente lleva al endoscopista a considerar que hay anestesiólogos "mejores" y "peores". Lo entrecomillo para resaltar que los criterios de calificación son en gran medida subjetivos y, entre paréntesis, diré que una cualidad que personalmente considero necesaria para encuadrar a un anestesiólogo entre los "mejores" es su capacidad de entender que existen endoscopistas "mejores" y "peores" e integrar esa variable entre las muchas que deben dirigir sus decisiones y actos. Es lógico que repetidas experiencias con anestesiólogos cuya actitud y/o aptitud para sedar a sus pacientes sea "peor" genere en el endoscopista el rechazo de la sedación "anestésica" y lo empuje hacia la sedación "endoscópica". Pero también es lógica la reacción opuesta en las circunstancias contrarias.
En mi opinión, la solución definitiva no está ahora en nuestras manos, sino en las de los anestesiólogos. En primer lugar deberían asumir la realidad (no solo la demostrada eficacia, seguridad y eficiencia sino también la legalidad y la legitimidad deontológica) de la sedación "endoscópica" y, en lugar de oponerse a ella, contribuir activamente en su implantación y optimización. Después, deberían promover entre ellos mismos (durante la formación MIR y después) la adquisición de la capacitación necesaria para administrar la sedación al paciente que va a someterse a una endoscopia de acuerdo a los máximos estándares de calidad y en todas las circunstancias clínicas que puedan concurrir. Por supuesto, contarían con nuestra contribución activa facilitando su rotación en nuestras unidades. Solo tras ello sería posible determinar, anestesiólogos y endoscopistas juntos, el papel para la sedación "anestésica" que sin duda todavía existe.