Introducción
En Uruguay, el personal vinculado al cuidado de personas mayores es cada vez más demandado como consecuencia del envejecimiento poblacional, con especial incremento de los mayores de 80 años, cambios en la estructura familiar y el aumento de la cronicidad de patologías que producen mayor dependencia1,2.
En este contexto, los establecimientos de larga estancia para personas mayores (ELEPEM) son una de las soluciones, tanto habitacionales como de prestación de cuidados, más extendidas en Uruguay, cuya población en un 57,4% tiene algún nivel de dependencia3 que les imposibilita mantener una vida independiente, o que, por la complejidad del cuidado necesario, no se puede garantizar por sus familiares en el marco del hogar.
Las tareas de cuidado dan cuenta de las actividades que otros asumen para que las personas cuya capacidad intrínseca ha sufrido pérdidas o tiene riesgo de hacerlo, puedan mantener su capacidad funcional. El cuidado actualmente se concibe desde una perspectiva centrada en la persona, lo que implica defensa de derechos humanos, promoción de la autonomía y toma de decisiones, con un fuerte foco en la dignidad y humanización del trato4.
El cuidado se da en un espacio micropolítico5, ya que dentro del binomio cuidador-receptor se producen significaciones singulares, racionalidades que van más allá de aplicar técnicas, constituyéndose en un hecho sociocultural. Por lo tanto, los saberes, los preconceptos, las ideas respecto a lo que implica el proceso salud-enfermedad y la tarea de cuidados en sí misma, en las prácticas se ven reflejadas en la forma particular de realizar las interacciones o los procedimientos técnicos6.
Las tareas de cuidado cotidiano en el marco de los ELEPEM recaen en los cuidadores formales, que en el contexto uruguayo se caracterizan por bajos niveles de capacitación y conocimiento sobre las características de las personas mayores, lo que puede repercutir en mayor presencia de estereotipos e influir en desajustes durante el ejercicio del rol profesional.
Los estereotipos se consideran creencias, atributos y comportamientos, en general negativos, que están asociados a un cierto grupo social, basados en características falsas, infundadas o excepcionales y que muestran alta resistencia al cambio, ya que incluso cuando la persona encuentra información contraria que los contradice, no desaparecen, sino que se plantea el caso como excepción7,8.
Los estereotipos acerca de la vejez conocidos como viejismos o edaísmo, concepto establecido por Butler9, se pueden definir como creencias sociales que describen y prescriben roles y comportamientos de las personas mayores, solo en función de su edad, con una perspectiva homogeneizante y predominantemente negativa, que no contemplan al individuo en su trayectoria de vida ni su situación actual.
Esto genera limitaciones en la construcción identitaria, ya que al instalarse un deber sujeto a características específicas, predecibles y únicas, de corte netamente reduccionista, no se contempla la diversidad funcional y de trayectoria vital del colectivo de las personas mayores, lo que atenta contra su salud y sus posibilidades de transitar un envejecimiento activo4.
Los principales estereotipos y prejuicios acerca de la vejez equiparan a la etapa con características tales como enfermedad, asexualidad, deterioro cognitivo, inutilidad, inactividad, improductividad, soledad, depresión, rigidez del pensamiento, aislamiento social o, en el extremo opuesto, sabiduría y experiencia.
Estos preconceptos de fuerte arraigo en el imaginario social se traducen en actitudes negativas hacia las personas mayores, prácticas discriminatorias e incluso en políticas públicas que refuerzan el estereotipo.
Desde la Convención Interamericana de Derechos de las Personas Mayores de la Organización de Estados Americanos10 se considera que estos estereotipos conducen a la discriminación por edad y, por lo tanto, atentan contra los derechos y libertades de este colectivo tanto en la esfera pública como privada. Las prácticas discriminatorias que los mayores enfrentan cotidianamente dan cuenta de violencia generacional hacia los mayores, entendida como una forma de dominación naturalizada, que refleja los desequilibrios de poder en las relaciones intergeneracionales11.
Se ha comprobado que cuidadores con menor nivel educativo y económico tienden a un mayor autoritarismo en el trato, a rasgos de personalidad que procuran un mayor control de la situación y a mostrar mayores niveles de prejuicio12. Esto se refleja en actitudes paternalistas y de sobreprotección, en las que predomina una percepción de las personas mayores que los sitúa en la categoría de calidez desde lo relacional, pero incompetencia desde lo funcional, lo que propicia el síndrome de desuso y la pérdida de funcionalidad13,14.
En función de lo planteado y teniendo en cuenta el creciente número de personas mayores dependientes, el hecho de que el Sistema Nacional de Cuidados de Uruguay15 considere en sus líneas programáticas la formación de los cuidadores y el aumento en número de los establecimientos de larga estancia para personas mayores, es por lo que se plantea este estudio.
Objetivos
Evaluar el nivel de estereotipos negativos acerca de la vejez en cuidadores formales que trabajan en ELEPEM de Montevideo y sus posibles relaciones con variables sociolaborales.
Se partió de la hipótesis de que se confirmaría la presencia de un alto nivel de estereotipo en la muestra, considerando que si bien son escasos los antecedentes que analicen esta variable en cuidadores formales de personas mayores, los encontrados con cuidadores informales o estudiantes universitarios reflejan esta tendencia.
Metodología
Unidad de estudio
A través de un muestreo por conveniencia, se contactaron 213 cuidadores formales que ejercían labores directas de cuidado pertenecientes a 80 establecimientos de Montevideo de distintos contextos socioeconómicos y laborales. La recogida de información se realizó entre noviembre de 2017 y mayo de 2018. Se excluyeron los que ejercían tareas de gestión administrativa o mantenimiento de planta física dentro de dichas residencias, por considerarse que sus funciones no son compatibles con los objetivos del presente estudio.
Variables del estudio e instrumentos
Para conocer el perfil sociodemográfico se aplicó un cuestionario ad hoc de datos sociodemográficos y laborales para la caracterización de la muestra con información vinculada a sexo, edad, núcleo familiar, nivel de estudios, condiciones de contratación, tipos de tareas y perspectivas de futuro laboral.
La variable estereotipos acerca de la vejez se midió a través del cuestionario de estereotipos negativos acerca de la vejez (CENVE) desarrollado por Sánchez12. Se trata de una escala de 15 ítems, que permite evaluar la presencia de creencias vinculadas a la vejez sobre la base de 3 factores, con 5 ítems cada uno: salud, motivación-social y carácter-personalidad. El sistema de puntuación se realizó mediante una escala Likert de 4 puntos, que va desde muy en desacuerdo a totalmente de acuerdo.
Según este criterio, los puntos de corte para el test total serían16,17: a) de 15 a 28 puntos: muy bajo nivel de estereotipo; b) de 29 a 39: bajo; c) de 40 a 50: alto, y d) de 51 a 60: muy alto. Para cada subescala, puntuaciones superiores a 12,5 puntos indicarían la alta presencia de estereotipo18.
El alfa de Cronbach fue de 0,87 para el test total y de 0,76, 0,71 y 0,67 para las escalas salud, motivación-social y carácter-personalidad, respectivamente, siendo valores muy similares a los planteados por quienes validaron el test inicialmente19.
Método de análisis de datos
El análisis estadístico fue descriptivo, comparativo y correlacional, y se realizó con el paquete informático SPSS Statistics 25. Para todas las pruebas se utilizó un nivel de confianza del 95% (nivel de significación a = 0,05).
Aspectos éticos
Se siguieron las directrices establecidos en el Decreto de Ley 379/008 de Uruguay, respecto a la investigación con seres humanos, relevándose a los cuidadores que accedieron voluntariamente previa lectura y firma de consentimiento informado. El estudio contó con el aval del Comité de Ética de la Universidad Católica del Uruguay y se declaró de interés por la Secretaría Nacional de Cuidados, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de Uruguay.
Resultados
De los 213 cuidadores contactados, la totalidad cumplimentó el cuestionario sociolaboral y 211 el CENVE.
De los datos sociodemográficos y familiares destaca que el perfil de quienes cuidan se caracteriza por un 95,3% de mujeres, con un promedio de 40 años, el 50,3% vive en pareja y el 65,3% con hijos a cargo. El nivel educativo corresponde, en el sistema educativo formal, a medio-bajo: el 28,2% tiene solo primaria y el 38% alcanza el primer ciclo de secundaria, en tanto que el 55,4% de la población declara no haber accedido a ningún tipo de formación específica en cuidados.
A nivel laboral, el promedio es de 8 años de experiencia en tareas de cuidados, con alta carga horaria de 48 h o más semanales en el 78,4% de los casos. Prevalecen las tareas de cuidado sociosanitario, en particular actividades de higiene, bienestar y alimentación, todas con más del 85% de menciones, por encima de las psicosociales como estimulación cognitiva o motora, que en ningún caso superan el 15%. El 68,5% quiere seguir vinculado a tareas de cuidado los próximos 5 años, pero en los mayores de 40 años, el porcentaje sube al 83,3%, en cambio entre los menores de 40 años desciende al 55%.
El 26,3% señala que no requiere capacitarse para la tarea, y dentro de quienes sí muestran interés, los principales intereses aluden a primeros auxilios y cuidados enfermeros.
Respecto al CENVE para el test total, la media fue de 44,36 (desviación estándar de 8,79), por lo que prevalece un alto nivel de estereotipo entre quienes fueron encuestados. Un 68,8% presenta niveles altos o muy altos de estereotipos. En la Tabla 1 se observa que los niveles alto o muy alto de estereotipo para el subfactor salud representan el 76,3%, para motivación-social es del 59,2% y para carácter-personalidad es del 84,8%.
CENVE total | Subescala salud | Subescala motivacional-social | Subescala carácter-personalidad | |||||
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n | % | n | % | n | % | n | % | |
Muy bajo nivel de estereotipo | 8 | 3,8 | 5 | 2,4 | 20 | 9,5 | 3 | 1,4 |
Bajo nivel de estereotipo | 58 | 27,4 | 45 | 21,3 | 66 | 31,3 | 29 | 13,8 |
Alto nivel de estereotipo | 86 | 40,8 | 94 | 44,5 | 89 | 42,1 | 113 | 53,5 |
Muy alto nivel de estereotipo | 59 | 28 | 67 | 31,8 | 36 | 17,1 | 66 | 31,3 |
Total | 211 | 100 | 211 | 100 | 211 | 100 | 211 | 100 |
CENVE: Cuestionario de estereotipos negativos acerca de la vejez.
N = 211.
En los resultados por ítem (Tabla 2), salvo el reactivo “las personas mayores tienen menos amigos que las más jóvenes”, todos tienen medias superiores a 2,5, lo que muestra un predominio de respuestas que indican presencia de estereotipo alto en la población. Destacan entre los de media más elevada las afirmaciones “los mayores son como niños”, que pertenece al subfactor carácter-personalidad, y “el deterioro cognitivo es inevitable en la vejez”, del subfactor salud. Los ítems con menor nivel de estereotipo negativo son todos los vinculados al subfactor motivación-social.
Subescala salud | Media | DE | Subescala motivacional-social | Media | DE | Subescala carácter-personalidad | Media | DE |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Ítem 1 | 2,92 | 1,053 | Ítem 2 | 2,67 | 1,057 | Ítem 3 | 3,09 | 0,956 |
Ítem 4 | 3,01 | 0,938 | Ítem 5 | 2,49 | 1,160 | Ítem 6 | 3,27 | 0,897 |
Ítem 7 | 2,86 | 0,985 | Ítem 8 | 2,63 | 1,094 | Ítem 9 | 3,67 | 0,650 |
Ítem 10 | 3,13 | 0,921 | Ítem 11 | 3,07 | 0,939 | Ítem 12 | 3,03 | 1,011 |
Ítem 13 | 3,29 | 0,914 | Ítem 14 | 2,53 | 1,088 | Ítem 15 | 2,73 | 1,081 |
DE: desviación estándar; CENVE: Cuestionario de estereotipos negativos acerca de la vejez.
N = 211.
Respecto al sexo se encuentra diferencia estadísticamente significativa (c2 [1; n = 211] = 7,322; p < 0,05), lo que indica que los varones muestran bajos niveles de estereotipo con un 70% del total (7 casos de 10), porcentaje que solo alcanza un 29,4% de las mujeres (59 casos de 201).
En la franja de 40-49 años es donde se encuentra el mayor porcentaje de personas con alto nivel de estereotipo, con un 78,4%, y en la de 60 años o más se constata un menor nivel, con un 53,8%. En la única dimensión y franja de edad en que el porcentaje de bajo nivel de estereotipo supera al alto es en la dimensión motivación-social dentro del grupo de cuidadores mayores de 60 años.
Aunque sin significación estadística, se evidenció una leve tendencia a menor nivel de estereotipo entre los cuidadores de mayor nivel formativo.
Discusión
Se identificaron altos niveles de estereotipos relacionados con la vejez en los cuidadores formales. Varios estudios reportan una mayoría de las personas entrevistadas con estereotipo negativo, al igual que en nuestro trabajo, tanto con estudiantes de enfermería como con profesionales vinculados al cuidado en el ámbito hospitalario, con porcentajes que oscilan entre el 50 y el 65%8,16,20.
Los 44,36 puntos de media reflejan un nivel muy superior de estereotipos en relación con otros estudios con estudiantes y profesionales de fisioterapia y terapia ocupacional españoles, en los que la media fue de 31,27 y 30,3117, respectivamente, u otro realizado con jóvenes y adultos de varios países latinoamericanos, en el que la media fue de 33,97, con un porcentaje del 26,6% de los encuestados, por encima de los 40 puntos y muy inferior al 68,8% de este trabajo21.
Tanto en este como en otros estudios, la edad no explica la variabilidad de las respuestas y se evidenció que las mujeres presentan mayor nivel de estereotipos negativos que los hombres, en nuestro caso con significación estadística a pesar de la pequeña muestra de varones21.
Un estudio realizado en Latinoamérica, incluido Uruguay, con personas mayores sin afectación funcional, evidencia que la media de todos los subfactores es menor que en nuestro trabajo, con medias que oscilan entre 10 y 11 puntos en las 3 subescalas, muy por debajo de los 13 a 16 de este estudio22. Esto indica que en todas las subescalas es mayor la presencia de estereotipos entre los que brindan cuidados en comparación con los potenciales receptores. Tratándose de estudios con personas mayores sin afectación funcional, se podría hipotetizar una autoevaluación del estado de salud positiva, lo que repercute en una menor presencia de estereotipo.
La presencia de estereotipo alto para los diferentes subfactores es mayor que en los estudios consultados, lo que puede explicarse por el hecho de que estos se realizaron con profesionales de la salud o estudiantes, por lo que la formación y el nivel educativo alcanzado podría ser un factor que permita deconstruir a estos y, por ende, bajar su presencia17,18,23,24.
Dentro del subfactor salud, destacan que los ítems que se refieren a la perdida cognitiva y de memoria, a enfermedad mental y a dependencia tienen altas puntuaciones coincidiendo con resultados de estudios españoles y argentinos que se realizaron con estudiantes23-26. Esto resulta un factor de riesgo, ya que muchos estudios han establecido una relación entre el condicionamiento y la falta de estimulación social al que se pueden ver sometidos los mayores y la mayor presencia de discapacidad, lo que reafirma la visión negativa19. Los estereotipos respecto a la dimensión salud tienen una influencia cultural vinculada a la visión social de la vejez muy importante y un alto grado de naturalización, lo que conduce a que incluso la formación profesional encuentre dificultades para generar su cambio20.
En este estudio se evidencia, al igual que en casi todos los anteriores, que es la dimensión motivación social la de menor presencia de estereotipo negativo. Esto refleja una tendencia a considerar que las personas mayores tienen altos niveles de sociabilidad, ya que el ítem que implica a las amistades en la vejez es el mejor valorado pero que tendrían bajo nivel de competencia funcional y capacidad de adaptación, que se reflejan en el alto estereotipo negativo de las otras 2 dimensiones27. En este estudio, esto sucede incluso dentro del propio grupo de las personas mayores, ya que en estudios que incluyen dicha población es la dimensión con más bajo nivel de estereotipo entre los mayores de 60 años19,22, lo que se confirma en nuestro estudio, en el que la única dimensión y franja de edad donde el porcentaje de bajo nivel de estereotipo supera al alto es motivación-social en cuidadores de más de 60 años.
En la subescala de carácter-personalidad, el ítem que iguala vejez y niñez y el que plantea la rigidez e inflexibilidad presentan muy altas puntuaciones de media, lo que guarda una relación directa con la suposición de afectación cognitiva que se mencionó en el subfactor salud. Las creencias en relación con la rigidez del carácter y la pérdida de facultades cognitivas que muestran los cuidadores también pueden relacionarse con el contacto y cuidado cotidiano de personas mayores en situación de dependencia por la presencia de trastornos psicopatológicos, por diversos tipos de demencia, etc. En este sentido, se considera que los efectos de la institucionalización en las personas mayores también influyen negativamente sobre la percepción global de la vejez que tienen los cuidadores, aspecto a indagar en futuros estudios.
Un ambiente que no promueve un uso gratificante ni útil de la gran cantidad de tiempo libre disponible por parte de los residentes, el contacto cotidiano con personas con alto grado de enfermedad o dependencia y la posible falta de contraste entre esta realidad cotidiana y otras posibles, hace que los cuidadores validen los estereotipos, lo que explicaría las altas puntuaciones obtenidas. Estos se perpetúan tanto en el cuidado de la persona en situación de dependencia, reforzando la espiral de pérdida de autonomía y capacidad de decisión, y se hacen extensivos en el cuidado de personas autosuficientes o incluso frágiles, que tendrían una capacidad de decisión y acción muy superior a la que los cuidadores y la organización del centro les permiten. Equiparar su situación a la de un niño, pero del que tampoco se espera el desarrollo de nuevos aprendizajes, a partir del estereotipo de la incapacidad creciente e inevitable, genera que el cuidador ostente el poder y lo ejerza a través de la práctica cotidiana del cuidado.
Conclusiones
La alta presencia de estereotipos negativos que se visualizó en los cuidadores formales de los ELEPEM tiene el potencial de generar una peor calidad de la atención, legitimando y perpetuando comportamientos y actitudes paternalistas e infantilizadoras que limitan el pleno ejercicio de derechos por parte de los usuarios. Los estereotipos con mayor presencia en el trabajo homogenizan al colectivo asociándolo a la presencia de enfermedad, deterioro cognitivo, poca creatividad, tendencia al aislamiento e inflexibilidad de carácter.
La escasa capacitación del personal se impone a los conocimientos científicos sobre dicha población, perpetuando creencias y actitudes que colocan a la persona mayor en situación de pasividad y dependencia.
A nivel de la formación en cuidados que se da en Uruguay, se hace necesario profundizar el análisis crítico de prácticas cotidianas que, de forma explícita o implícita, podrían estar perpetuando estereotipos negativos a la vez que atentando contra los derechos de los mayores. La literatura consultada indica que la formación podría actuar como un factor protector para minimizar comportamientos basados en estereotipos, evitar la sobrecarga y humanizar los cuidados, previniendo el maltrato institucional. El uso del CENVE como instrumento, se considera de utilidad para evaluar los efectos de una capacitación que ha de contemplar aspectos de la atención centrada en la persona, gerontológicos y geriátricos, para disminuir la presencia de un modelo unidimensional de cuidado y del edaísmo.