INTRODUCCIÓN
A diario, en nuestras consultas podemos encontrar lesiones que no encajan con el relato facilitado por nuestro paciente o sus padres… La inocencia e ignorancia presentes a esta edad los hace manipulables, y se dejan llevar por corrientes adictivas que, lejos de favorecer la comunicación entre iguales, incitan a practicar conductas arriesgadas o autolesivas.
Por otro lado, el gregarismo o necesidad de formar parte de un grupo, de buscar referentes fuera de la familia, la disconformidad con la personalidad adquirida, la preocupación por su aspecto, la opinión que tienen los demás de otro individuo y la propia sexualidad, se convierten en una necesidad y parte esencial de su identidad personal y social.
CASO CLÍNICO
Paciente varón de 11 años que acude a consulta por dos lesiones dérmicas profundas, ovaladas, de unos 3 × 4 cm de diámetro en la cara anterior del tercio medio de ambas piernas, sangrado activo en sabana, con tejido de granulación en los bordes, no infectada, en proceso de curación, de cinco días de evolución (Fig. 1 ). Al consultar la causa, cuenta una caída con la bicicleta y los padres, al estar trabajando fuera de casa, han creído el relato del paciente y su primo. El tipo de lesiones presentadas y la manera de comunicarlo nos hace dudar del origen, por lo que instamos al paciente a que cuente realmente lo ocurrido. Es así como descubrimos que se había autolesionado con la ayuda de su primo, con desodorante y un mechero, para obtener una marca en la piel. Al quedarnos a solas con ambos menores, descubrimos que este hecho forma parte de una especie de juego en la que ellos y muchos otros amigos participan. Consiste en superar una serie de retos, distribuidos en un listado mediante redes sociales y cuyo fundamento es la autoagresión. Tras conocer este hecho, decidimos hacer una consulta programada familiar para poner en conocimiento de los padres el “juego de desafío” en el que se han comprometido, así como, a nivel facultativo, nos vemos obligados a investigar y actualizar nuestros conocimientos en este tema, nuevo en nuestra práctica profesional. Un año más tarde, nuestro paciente nos visita por otro motivo y visualizamos la cicatriz atrófica que quedó en ambas piernas a consecuencia de la lesión (Fig. 2 ).
DISCUSIÓN
Etiopatogenia psicosocial. En la época premoderna se consideraba el cuerpo como una parte inherente de la persona, englobada con el alma para formar el ser. En la actualidad, el cuerpo se considera un conjunto de estructuras independientes que pueden estudiarse y en cierto modo, controlarse de manera aislada. Marcar la piel ha sido una costumbre muy extendida entre muchas culturas, llegando a ser socialmente aceptada. Una función básica de estas marcas corporales era la iniciación de los adolescentes en la edad adulta1,2 .
El nuevo cuerpo del adolescente condiciona un sentimiento de extrañeza y es esencial para él la mirada que el otro le devuelve. La búsqueda de la identidad “el saber quién soy”, ocurre con mucha intensidad en esta etapa. A veces, querer fabricar una imagen propia puede pasar por el decorado de su propio cuerpo para captar fácilmente la mirada de los demás como una forma de socialización3 .
Existen marcajes aceptados socialmente, como es el caso de tatuajes y piercings; otros, lejos de buscar una estética concreta, certifican la adherencia a grupos y por último, existen marcajes de naturaleza agresiva cuyo objetivo es producir daño y conseguir manipulación psicológica, tema que hoy traemos a colación4 .
Algunas de las prácticas de desafío distribuidas por las redes y que proponen la autolesión y marcado de la piel son las siguientes5,6:
El reto de la ballena azul: originado en Rusia, creado por un autodenominado “curador” y definido por él mismo como “limpieza social”. Un administrador se pone en contacto con sus víctimas a través de Internet, para ordenar la realización de un listado de 50 pruebas que componen “el reto de la ballena azul”; la última de ellas es nada más y nada menos que el suicidio.
Goti-Goti: consiste en quemar un extremo del palo de un chupa-chups, pegándolo en una superficie y dejándolo en paralelo al suelo. A continuación, se prende fuego el otro extremo. Los jóvenes sitúan la mano bajo el extremo ardiendo del palo, aguantando el máximo tiempo posible bajo él. “Gana” el que más aguanta sin quitar la mano, sin quemarse y quedar marcada su piel.
Happy: marcar la piel con un mechero Clipper tras calentar las zonas metálicas dejando encendido el propio mechero.
CONCLUSIÓN
Los padres, educadores, pediatras y médicos de familia deben estar al día en cuanto a rede sociales y actividades promovidas por estas para poder realmente proteger los enores y reconocer un mal uso con posibles consecuencias graves oara a salud.
¿Deben los padres supervisar la actividad en Internet de sus hijos?: distintas sentencias judiciales en los últimos años avalan que, ante la sospecha de que un menor sufre acoso o puede ser víctima de algún delito en redes solciales, los progenitores tienen el deber de defender, velar y educar a sus hijos, prevaleciendo el bien del menor sobre el derecho a la intimidad.
Ante cualquier lesión dérmica de características peculiares, tanto de origen como de forma, debemos estar alerta y descartar que nuestro paciente no esté inmerso en jugeos de manipulación psicológica de cuyas consecuencuas finales, por lo general, no es consciente en absoluto.