Introducción
Si hasta el siglo XXI, la desnutrición constituía uno de los principales problemas de salud a nivel mundial, actualmente, con una estimación del 30 % de la población mundial, el sobrepeso y la obesidad superan en número a las personas desnutridas (Min et al., 2017). Desde 1975 la prevalencia se ha triplicado (Giampaoli y Vannucchi, 2016), y se prevé que en el 2030 afectará al 50 % de la población (Andolfi y Fisichella, 2018). En el caso particular de la obesidad, en los últimos 30 años, se ha duplicado la cifra de adultos y niños –6-11 años– afectados y se ha triplicado entre los adolescentes –12-19 años– (Stevens, 2017). Cifras que han valido a la OMS para alertar de que se han alcanzado proporciones epidémicas (Jaacks et al., 2019).
Más de 30 patologías medicas diferentes (cardiovasculares, endocrinas, metabólicas…) se correlacionan con la obesidad (Apovian, 2016), posicionándose, con 2.8 millones de muertes al año, como la tercera causa de muerte en las sociedades occidentales (Shekar y Popkin, 2020). En el 2013, la Asociación Médica Americana reconoció la obesidad como un estado de enfermedad, que debía de ser tratado como tal (Upadhyay et al., 2018).
El principal instrumento de medición que se emplea para determinar el grado de obesidad, es el índice de masa corporal (IMC). Parámetro antropométrico que relaciona el peso y la estatura (kg/m2) de una persona, obteniendo una estimación ajustada, generalmente, de la grasa corporal. Mientras que un IMC de entre 18.5 a 24.9 se considera normopeso y 25-29.9 sobrepeso, a partir de 30-39.9 se habla de obesidad, y se asocia con una reducción de entre 2-4 años de la esperanza de vida, la cual llega a disminuir incluso 8-10 años en el caso de la obesidad mórbida (IMC ≥ 40; Jura y Kozak, 2016).
Dada su alta prevalencia y la amplia lista de enfermedades comórbidas, la obesidad ha provocado el aumento exponencial de la atención médica necesaria. En España, el sobrecoste asciende a 2800 millones de euros anuales, representando el 7 % del gasto sanitario nacional. El 70 % de los hombres y 50 % de las mujeres en edad adulta, tienen exceso de peso, y el 18 % y 17 %, respectivamente, son obesos. Ello supone el aumento del 20 % del gasto sanitario per capita, pues el coste sanitario de una persona con obesidad se triplica. Mientras que el absentismo laboral asociado, provoca pérdidas que ascienden a 140000 millones de euros (La Razón, 2019).
Aunque parecen ser múltiples los factores que contribuyen al desarrollo de la obesidad –genéticos, ambientales, conductuales…– (Davis et al., 2017), en última instancia, es el desequilibrio entre un exceso en el consumo de energía (ingesta dietética) en relación con el gasto energético (energía utilizada en actividad metabólica y física), lo que mantenido en el tiempo provoca el exceso de adiposidad (Funk et al., 2016).
Sin embargo, abordar el tratamiento de la obesidad exclusivamente desde esta óptica, puede conducir a asumir de manera reduccionista, que se trata de un problema de «fuerza de voluntad», en tanto a la incapacidad de mantener un estilo de vida saludable. Muchos profesionales, mantienen esta visión estigmatizada (Puhl et al., 2020) a pesar del aumento sustancial de los ratios de obesidad. En consecuencia, el tratamiento prescrito se ha limitado a una dieta hipocalórica, ejercicio físico y/o fármacos (Tsai, 2019).
No obstante, las tasas de abandono frente a este tratamiento son altas (Fitzpatrick et al., 2016) y sólo entre el 20-30% de los pacientes que bajan de peso logran mantenerlo (Robert et al., 2019).
Ante los casos más graves y persistentes, de pacientes con un IMC ≥ 40kg/m2 o superior a 35kg/m2, pero con comorbilidades físicas, se opta por la cirugía bariátrica (De Luca et al., 2016). La eficacia de este procedimiento ha sido ampliamente probada tanto para la obtención de una reducción del peso significativa (de hasta un 80 %) mantenida en el tiempo, como en la mejora de los problemas de salud comórbidos (Moris et al., 2018). Lo que le ha valido para ser señalada como el tratamiento más eficaz (Panteliou y Miras, 2017).
Aun así, el 20-30 % de los pacientes intervenidos recuperan una parte sustancial (sino todo) del peso inicial, aproximadamente 2 años después (Ghaferi y Varban, 2018), y aunque se produce una mejora significativa en la calidad de vida tras la intervención (Mazer et al., 2017), hay cada vez más pruebas que sugieren la presencia de malestar psicológico a largo plazo (Griauzde et al., 2018). Lo que sugiere que posiblemente sean factores psicológicos, los que determinan en última instancia el éxito postoperatorio.
Actualmente, en ausencia de predictores psicológicos, la única medida preventiva es la exclusión de pacientes que presenten otros trastornos psicopatológicos comórbidos (Sogg et al., 2016). Sin embargo, las investigaciones al respecto, no han encontrado una clara asociación entre la pérdida de peso postoperatoria y las condiciones de salud mental previas (Sarwer y Heinberg, 2020).
Respecto a la direccionalidad de esta relación, tampoco se sabe aún si la obesidad propicia sufrir otras alteraciones psicopatológicas, o si por el contrario es la consecuencia. Posiblemente ambas relaciones coexistan, de manera que sea la reconstrucción de la historia de vida del paciente lo que permita diseñar un abordaje personalizado (Wadden y Bray, 2018).
Carr y Epstein (2020) identificaron en niños con sobrepeso, que las vías neurales de recompensa estaban alteradas y eran responsables de que consumiesen porciones más grandes y de alimentos más calóricos. Pero, estas conductas desadaptativas no pueden entenderse de manera aislada, pues se enmarcan dentro del sistema familiar.
En línea con esta idea, la Teoría del Apego especula que la calidad de las experiencias tempranas de los niños con sus cuidadores, determinan la regulación emocional y conductual posterior que tendrá el sujeto, incluyendo la conducta alimentaria (Kong et al., 2019). Entre los cuatro estilos de apego que diferenció Bolwby (1982), el apego inseguro parece correlacionar claramente con la obesidad, donde la inconsistencia de la figura de apego en su disponibilidad física y emocional, provoca un empobrecimiento de la regulación emocional –siendo lo opuesto al apego seguro– (Saltzman et al., 2017). La comida gracias a su disponibilidad y carácter hedónico, se convierte en un mecanismo para interrumpir del afecto negativo (Herle et al., 2018), provocando además alteraciones en el circuito mesolímbico similares a las de los trastornos adictivos (Burrows et al., 2017).
Ante esta explicación del desarrollo de la obesidad, cabría pensar que la existencia de factores protectores como el apoyo social, considerado uno de los principales determinantes de la salud física y mental, podrían evitar estas conductas desadaptativas (Altan-Atalay, 2019). Pero en el caso de los sujetos con un estilo de apego inseguro, se observa que tienden a percibir de manera sesgada e incluso negativa, el apoyo social del que disponen (Gökdağ, 2021) y aun cuando es percibido positivamente, no es eficaz ni suficiente para reducir el malestar, pues los mecanismos subyacentes son fisiológicos (Lewczuk et al., 2018).
Generalmente el estilo de apego se mantiene estable en la edad adulta y se perpetua transgeneracionalmente (Booth-LaForce y Roisman, 2019). La aparición de sobrepeso en la infancia que supone un riesgo para el bienestar y desarrollo normativo, compromete el ajuste psicosocial y académico (Jackson, 2016) y facilita un efecto halo estigmatizante, en el que el entorno del niño atribuye al mismo otras cualidades poco deseables (Small y Aplasca, 2016).
La suma de experiencias de rechazo, refuerzan el apego inseguro, propiciando el desarrollo de relaciones de dependencia emocional, o de evitación (Simpson y Rholes, 2017). Además, las investigaciones muestran que se elige, de manera más o menos inconsciente a parejas que confirman las expectativas del sistema de apego (Beeney et al., 2019). De modo que, aquellos con apego inseguro tenderán a elegir parejas que confirmen la inconsistencia en su disponibilidad. Asimismo, el apego influye en la dinámica de pareja, y el estilo inseguro, parece predisponer a la intensificación de enfrentamientos y dificultad en la resolución (Feeney y Karantzas, 2017). Esto, unido a la incapacidad para percibir a la pareja como fuente de seguridad, convierten las relaciones de pareja en un potencial estresor y factor de riesgo (Simpson y Rholes, 2017).
En definitiva, la situación problemática en la que se enmarca la obesidad, hace necesario determinar qué variables psicosociales inciden en la patología, a fin de poder diseñar programas de intervención que aborden las raíces psicológicas y dinámicas de la patología, entendiéndose así la obesidad como síntoma de un cuadro más complejo.
Así pues, el presente estudio tiene el objetivo de contribuir a la descripción del perfil psicológico del paciente bariátrico, explorar la posible relación entre la obesidad y: el estilo de apego, la historia de obesidad infantil y el nivel de satisfacción de la relación de pareja. Considerándose en todos los casos, el posible efecto modulador de la variable sexo.
La elección de estas variables se justifica en el hecho de que, el estilo de apego inseguro, es un factor de riesgo para la obesidad, en tanto que predispone a la obesidad infantil e incide en la calidad de las relaciones de pareja. Siendo, además, estas dos últimas variables (obesidad infantil y satisfacción de la relación de pareja) relevantes por sí mismas en la descripción psicológica de los pacientes con obesidad mórbida.
La hipótesis previa al respecto es que, en el grupo clínico, candidato a cirugía bariátrica (aptos/no aptos), habrá una mayor proporción de participantes con historias de obesidad infantil, apego inseguro, y con una menor satisfacción en sus relaciones de pareja, en comparación al grupo control. Siendo, además, más acusada dicha tendencia en el grupo clínico de «no aptos» para la cirugía bariátrica, y aún más notable en el caso de las mujeres.
Método
Participantes
La muestra se compuso de 441 participantes, residentes en la localidad de Sevilla, que fueron seleccionados mediante un muestreo no probabilístico por conveniencia.
Gracias a un acuerdo preexistente con el Hospital Virgen del Rocío se accedió, en primer lugar, a los 259 pacientes con obesidad mórbida (IMC > 40kg/m2) que en ese momento eran candidatos a cirugía bariátrica, y que conformaron el grupo clínico. Tras la exploración de sus características demográficas, se creó un grupo control formado por 152 sujetos de la población general con normopeso (IMC < 30kg/m2), que se presentaron voluntarios y que fueron seleccionados de acuerdo a sus semejanzas sociodemográficas (a excepción del peso) con el grupo clínico. Tanto la distribución de la muestra como las características sociodemográficas exploradas se representan en la Tabla 1.
Apto | No Apto | Control | Total | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Edad (media) | 22-63 años | 20-60 años | 20-27 años | ||||||
Peso (medio) | 129.21kg | 130.76kg | 69.43kg | ||||||
f | % | f | % | f | % | f | % | ||
Sexo | Hombre | 56 | 31.5% | 22 | 27.2% | 49 | 30.6% | 127 | 30.3% |
Mujer | 122 | 68.5% | 59 | 72.8% | 111 | 38.0% | 292 | 69.7% | |
Nivel | Primarios | 72 | 45.9% | 42 | 55.3% | 51 | 32.7% | 165 | 42.4% |
Estudios | Medios | 53 | 33.8% | 22 | 28.9% | 57 | 36.5% | 132 | 33.9% |
Superiores | 27 | 17.2% | 11 | 14.5% | 46 | 29.5% | 84 | 21.6% | |
Sin estudios | 5 | 3.2% | 1 | 1.3% | 2 | 1.3% | 8 | 2.1% |
El grupo clínico, se subdividió a su vez en dos grupos, de acuerdo a la aptitud para la cirugía: 178 participantes fueron considerados aptos y 81 participantes como no aptos. Los criterios de exclusión para ser intervenidos quirúrgicamente fueron la presencia de otras comorbilidades médicas o psicopatológicas que pudiesen afectar negativamente a la operación.
Instrumentos de evaluación
Historias clínicas (Apéndice C). Treinta y cuatro ítems que recogen información de carácter: clínico (IMC, antecedentes psicopatológicos, obesidad infantil…); sociodemográfico y otros datos de interés como el apoyo familiar percibido. El test se completaba en 5-10 minutos de manera autoadministrada, obteniéndose así la información referida a la variable «historia de obesidad en la infancia».
Cuestionario de Apego Adulto (Melero y Cantero, 2008) –ver Apéndices D y E–. Permite establecer el estilo de apego del sujeto. Consta de 40 ítems agrupados en cuatro factores que miden las diferentes dimensiones del apego. La escala de respuesta es de tipo Likert de 6 puntos, donde 1 corresponde con «nada de acuerdo» y 6 con «muy de acuerdo». De carácter autoadministrable, se completa en 5-10 minutos. Permite diferenciar cuatro estilos de apego: seguro (puntuación muy alta en la escala 3 y muy bajas en el resto); inseguro-temeroso (puntuación alta/muy alta en las escalas 1, 2 y 4 y baja en la escala 3); inseguro-preocupado (puntuación muy elevada en la escala 1 y moderadas en el resto); e inseguro-alejado (con altas puntuaciones en la escala 4 y bajas-moderadas en el resto). Los factores tienen un índice de fiabilidad de .86, .80, .68 y .77 respectivamente, según la evaluación del coeficiente «alpha de Cronbach». Mientras que, la validez del instrumento, correlaciona positivamente con el CR (Cuestionario de Relación).
Escala de Satisfacción de la Relación de Pareja
(Apéndice F). Escala Likert, elaborada ad hoc, mediante la que se recoge el grado de felicidad que el sujeto experimenta en cuanto a su relación de pareja, donde 1 es muy desgraciada y 7 radiante.
Procedimiento
Para la recogida de datos de este estudio exploratorio, se planteó un diseño no-experimental o correlacional ex post facto y de carácter transversal.
De acuerdo a la ley de protección de datos (Artículo 7, de la Ley 41/2002 [BOE, 2002]), los facultativos del Hospital se encargaron de suministrar los instrumentos entre los pacientes del grupo clínico y de diferenciar posteriormente aquellos pacientes «aptos» y «no aptos» para someterse a la cirugía.
Previamente a la administración de los instrumentos, todos los participantes fueron informados sobre las condiciones de la investigación y derechos de confidencialidad y protección de datos, recogidos por escrito en los Apéndices A y B.
Los sujetos del grupo control fueron elegidos mediante un muestreo no probabilístico intencional, en base a las variables sociodemográficas exploradas (sexo, edad y nivel de estudios) en el grupo clínico, de modo que se distribuyeran de forma similar, y se pudiese asegurar el balanceo entre los mismos, para controlar el posible efecto de variables extrañas. Además, la administración de los cuestionarios y la recogida de datos fue llevada a cabo por un grupo de investigadores entrenados pero ajenos al presente estudio.
Análisis de datos
El procesamiento de los datos se efectuó mediante el programa IBM SPSS Stadistics versión 22.0 para Windows, especificando un nivel de significación de 0.05. Para el análisis de la potencia estadística, se usó el programa G*Power 3, considerándose como parámetro un mínimo del 80 % (1-β =.80) de potencia estadística, tal y cómo se recomienda, a fin de evitar cometer un error de Tipo II (Marino, 2018).
Se calcularon los estadísticos descriptivos de la muestra y se analizaron las propiedades psicométricas del test, específicamente, la normalidad y homocedasticidad de las variables, mediante las pruebas Kolmogorov y Levene, respectivamente. Dado que las variables evaluadas, no se distribuían normalmente, se decidió utilizar estadística no paramétrica para responder a las hipótesis. Para contrastar las hipótesis indicadas, se comprobó si había diferencias entre los pacientes bariátricos “aptos” y los “no aptos” en todas las variables anteriormente mencionadas y si había diferencias de género.
Para analizar la relación entre la historia de obesidad infantil y la orientación diagnóstica se empleó la prueba Chi Cuadrado de manera doble y separada diferenciando así entre hombres y mujeres. Para considerar significativas las diferencias, se tomó p < 0.05. Mientras que el tamaño del efecto, fue medido a través del coeficiente de contingencia de Pearson (1909).
De igual manera, a través de las pruebas de Chi Cuadrado (separando hombres y mujeres) y el coeficiente de contingencia de Pearson, se estudió la relación entre el estilo de apego de los sujetos y su orientación diagnóstica.
En ambos casos, tanto en el análisis de la obesidad en la infancia como en el estudio del estilo de apego, tras llevar a cabo las pruebas de Chi Cuadrado, se procedió a calcular los valores z corregidos, con el fin de proveer un análisis más completo.
Finalmente, se llevó a cabo un ANOVA para estudiar la relación entre la satisfacción en la relación sentimental y la orientación diagnóstica. El grupo control fue omitido al no disponerse de los datos suficientes. Las diferencias en las relaciones fueron consideradas significativas cuando p < 0.05. Eta parcial al cuadrado (ηp2) fue usado como medida del índice de tamaño de efecto.
Resultados
Relación entre la historia de obesidad infantil y la orientación diagnóstica
Los resultados mostraron una relación estadísticamente significativa entre la obesidad infantil y la orientación diagnóstica tanto en hombres como en mujeres, con un tamano de efecto en ambos casos medio-alto. La proporción de sujetos con historias de obesidad infantil fue mayor en los pacientes del grupo clínico, en comparación al grupo control (Tabla 2) respaldada por una potencia estadística de 1 - β = .991. Para un análisis más completo se calculó los valores z corregidos (Tabla 3).
Obesidad en la infancia | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|
Sí | No | Total | |||||
Candidatos a cirugía | f | % | f | % | f | % | |
Hombre | Apto | 31 | 55.4 % | 25 | 44.6 % | 56 | 100 % |
No Apto | 11 | 52.4 % | 10 | 47.6 % | 21 | 100 % | |
Control | 5 | 10.4 % | 43 | 89.6 % | 48 | 100 % | |
Mujer | Apto | 68 | 55.7 % | 54 | 44.3 % | 122 | 100 % |
No Apto | 35 | 59.3 % | 24 | 40.7 % | 59 | 100 % | |
Control | 8 | 7.2 % | 103 | 92.8 % | 111 | 100 % |
Obesidad en la infancia | |||
---|---|---|---|
Candidatos a cirugía | Sí | No | |
Hombre | Apto | 3.7 | -3.7 |
No Apto | 1.5 | -1.5 | |
Control | -5.0 | -5.0 | |
Mujer | Apto | 5.3 | -5.3 |
No Apto | 3.8 | -3.8 | |
Control | -8.5 | 8.5 |
Las Figuras 1 y 2 muestran gráficamente la distribución de la variable.
Mujeres
El valor obtenido mediante la prueba de Chi Cuadrado fue Χ2(2,N=292) = 72.340, p < .001 con una potencia estadística de C =.446. A través del cálculo de los valores z corregidos, se pudo comprobar que, en el grupo no apto, era notablemente superior la proporción de mujeres con obesidad en la infancia (zr = ±3.8).
Hombres
En el caso de los hombres, el valor que se obtuvo mediante el Chi Cuadrado fue Χ2(2,N=I25) = 24.599, p < .001 con una potencia estadística de C = .406. Al calcular los valores z corregidos se halló que la proporción de hombres con y sin obesidad en la infancia no difería de los distintos subgrupos clínicos -aptos/no aptos- (zr = ± 1.5).
Relación entre el estilo de apego y la orientación diagnóstica
Tras realizar la prueba de Chi Cuadrado a los hombres del grupo clínico y control y paralelamente a las mujeres de los mismos grupos, se hallaron diferencias. El tamaño del efecto fue medio-bajo en el caso de las mujeres y bajo en los hombres, con una potencia estadística suficiente (1 - β = .965). En ambos sexos la proporción de sujetos con apego inseguro fue superior en el grupo clínico "no apto", en comparación al resto de condiciones (Tabla 4). Las Figuras 3 y 4 muestran gráficamente la distribución de la variable.
Estilo de Apego | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|
Seguro | Inseguro | Total | |||||
Candidatos a cirugía | f | % | f | % | f | % | |
Hombre | Apto | 30 | 58.8 % | 21 | 41.2% | 51 | 100% |
No Apto | 8 | 42.1 % | 11 | 57.9 % | 19 | 100% | |
Control | 24 | 55.8 % | 19 | 44.2 % | 43 | 100% | |
Mujer | Apto | 52 | 50.0 % | 52 | 50.0 % | 104 | 100% |
No Apto | 14 | 26.9 % | 38 | 73.1 % | 52 | 100% | |
Control | 65 | 63.7 % | 37 | 36.3 % | 102 | 100% |
Mujeres
La relación entre la orientación diagnóstica y el estilo de apego fue significativa Χ2(2,N=258) = 18.706, p = .001, con una potencia estadística de C =.260.
En cuanto al estilo de apego seguro, tan sólo en el grupo control fue mayor la proporción de sujetos con dicho apego, mientras que, en el grupo clínico apto, las proporciones entre el estilo de apego seguro e inseguro estaban equiparadas.
Hombres
En el caso de los hombres, no se halló significancia estadística en el análisis de la relación entre el estilo de apego y la orientación diagnóstica χ2(2,N=113) =1.588, p =.452 con una potencia estadística C =.118.
En cuanto al apego seguro, la proporción de sujetos fue superior tanto en el grupo clínico apto como en el control, distribuyéndose la variable de forma similar.
Relación entre la satisfacción con la relación de pareja y la orientación diagnóstica
Los sujetos del grupo clínico apto mostraron una mayor satisfacción en sus relaciones de pareja, en comparación a los sujetos no aptos, siendo además mayor en el caso de los hombres, en ambos grupos diagnósticos (Tabla 5).
Candidatos a cirugía | ||||
---|---|---|---|---|
Satisfacción | Apto | No apto | ||
Hombre | 5.47 | 0.861 | 5.00 | 1.477 |
Mujer | 5.08 | 1.319 | 4.65 | 1.562 |
En cuanto a la influencia de las variables (orientación diagnóstica y sexo) sobre la satisfacción de la pareja, los resultados del ANOVA, mostraron diferencias estadísticamente significativas y con un tamaño de efecto alto. Significancia que, sin embargo, no fue encontrada cuando se ponía en relación la orientación diagnóstica y la satisfacción de la relación de pareja mediada por la variable “sexo”.
Discusión
El presente estudio se planteó como objeto contribuir a la descripción del perfil psicológico del paciente bariátrico, explorando la posible relación entre la obesidad y: el estilo de apego, una historia de obesidad infantil y el nivel de satisfacción de la relación de pareja. Considerándose en todos los casos, el posible efecto modulador de la variable sexo.
Se partía de la hipótesis de que, en el grupo clínico, candidato a cirugía bariátrica, habría una mayor proporción de participantes con historias de obesidad infantil, apego inseguro, y con una menor satisfacción en sus relaciones de pareja, en comparación al grupo control. Siendo, además, más acusada dicha tendencia en el grupo clínico de “no aptos” para la cirugía bariátrica, y aún más notable en el caso de las mujeres.
Los resultados obtenidos confirmaron algunas de las hipótesis planteadas. Así, los sujetos del grupo clínico, mostraron una mayor prevalencia en cuanto a haber tenido obesidad en la infancia, tener un estilo de apego inseguro y niveles más bajos de satisfacción en sus relaciones de pareja.
En cuanto a la relación entre la obesidad infantil y la orientación diagnóstica, tal y como se había hipotetizado, el grupo clínico, mostró una mayor proporción de sujetos que habían padecido en la infancia obesidad. Siendo más notable, entre las mujeres del subgrupo clínico de “no aptos”. En el caso de los hombres, por el contrario, no hubo diferencias entre los subgrupos clínicos (aptos/no aptos) donde en ambos casos predominaba el padecimiento de obesidad en la infancia.
Esta distinción podría considerarse una evidencia más de las consecuencias estigmatizantes que sufren en mayor medida las mujeres obesas (Puhl et al., 2020), quienes, debido a la mayor presión estética hacia las mujeres, se enfrentan a un peor ajuste psicosocial que facilita además el desarrollo de trastornos de carácter psicopatológico.
Además, los resultados obtenidos, apoyan las conclusiones de Faienza et al. (2016) que señalan que la obesidad en la infancia, predispone a ser un adulto obeso, ya que impacta negativamente en el desarrollo psicosocial y académico, así como dificulta la adquisición conductas adaptativas para la regulación de estados emocionales negativos (Herle et al., 2018), con un mayor riesgo de recurrir a la comida para inhibir el afecto negativo (Burrows et al., 2017).
En cuanto a la relación entre el estilo de apego y la orientación diagnóstica, como ya se anticipaba y se había hipotetizado, se encontró una mayor proporción pacientes con apego inseguro en el subgrupo clínico de “no aptos”, siendo además más notable en el caso de las mujeres.
Sin embargo, en cuanto al subgrupo clínico de “aptos”, inesperadamente, los hombres mostraron predominantemente un estilo de apego seguro, mientras que, en el caso de las mujeres, los estilos de apego seguro e inseguro se distribuyeron a partes iguales. Esto, podría sugerir que existen diferencias cualitativas en cuanto al estilo de apego inseguro de las candidatas consideradas aptas, frente a las no aptas. De modo que, la alta comorbilidad hallada entre la obesidad y los trastornos psicopatológicos, podría estar mediado por un estilo de apego inseguro específico.
Estos resultados concuerdan con la literatura existente sobre como el peor ajuste social observado en las mujeres con obesidad favorece el desarrollo y/o mantenimiento de estilos de apego inseguro (Simpson y Rholes, 2017). El cual, se relaciona con una menor consciencia de los propios estados emocionales y una pobre gestión emocional (Herle et al., 2018). Todo ello predispone al uso de estrategias subóptimas, de base psicobiológica, para la regulación emocional, mediante conductas orientadas a la disociación de los estados internos (como el abuso de sustancias o de alimentos palatables).
Por otra parte, al estudiar el nivel de satisfacción de las relaciones de pareja en los distintos grupos clínicos, se confirmó la hipótesis de que, el nivel de satisfacción de los participantes se veía influenciado tanto por la orientación diagnóstica como el sexo, aunque sólo cuando dichas relaciones se estudiaron por separado (no se halló ninguna relación de interacción significativa).
De este modo, se observó que los sujetos del grupo clínico apto, mostraban niveles de satisfacción en sus relaciones de pareja, mayores, con respecto a los sujetos no aptos. Reflejando, los hombres, niveles de satisfacción mayores que las mujeres, tal y como se esperaba.
Estos datos, se muestran en línea con las investigaciones existentes sobre la calidad de las relaciones de pareja en sujetos de apego inseguro, para quienes las dificultades de percibir apoyo social facilitan que, en vez de ser un factor protector, estas relaciones supongan fuentes de conflicto que active los mecanismos propios del estilo de apego inseguro y lleve al sujeto a un empeoramiento de su bienestar psicosocial (Simpson y Rholes, 2017).
Limitaciones del estudio
Puesto que todos los sujetos clínicos del estudio proceden del mismo hospital, los datos aun siendo significativos, no pueden ser generalizados. Por otro lado, al no disponerse de los datos necesarios, el nivel de satisfacción de la relación de pareja, no pudo ser contrastada con el grupo control.
En cuanto al análisis del estilo de apego, la corrección del cuestionario de Apego Adulto (Melero y Cantero 2008), obligó a reducir de 4 a 2 (seguro/inseguro) los posibles estilos, pues muchos sujetos no coincidían con los criterios de corrección.
Conclusiones
Por tanto, se concluye que padecer obesidad en la infancia, el estilo de apego y la satisfacción de la relación de la pareja, son aspectos relevantes en el desarrollo y/o mantenimiento de la obesidad y para la evaluación de aptitud para la cirugía bariátrica. Obteniéndose relaciones significativas para ambos sexos, con la excepción de la variable estilo de apego, en la que no se encontraron diferencias relevantes entre los hombres.
Cumpliéndose las hipótesis planteadas, los sujetos no aptos, presentaron en mayor medida historias de obesidad infantil, un estilo de apego inseguro y un menor nivel de satisfacción en su relación de pareja, siendo más notable en el caso de las mujeres.
Puesto que en las ocasiones en las que se analizaron los candidatos a la cirugía bariátrica entre sí, y se desestimó al grupo control, los resultados fueron menos concluyentes, se hace necesario que se contrasten los resultados obtenidos en distintas muestras poblacionales, a fin de poder garantizar la generalización de las hipótesis planteadas.
Futuras investigaciones
Tras todos los datos expuestos, parece necesario seguir investigando qué variables psicosociales influyen en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad. Particularmente, sería relevante la exploración de los distintos tipos de apego inseguro en personas obesas, a fin de intentar comprender qué mecanismos de acción concretos están implicados en la patología, y si existen diferencias de género, como sugiere el presente estudio, qué variables psicológicas específicas influyen en ambos casos. De modo que fuesen tomados en cuenta para trabajar en la prevención y tratamiento de la obesidad de manera más efectiva.
Implicaciones prácticas
Atendiendo a los datos obtenidos sobre la obesidad infantil, resultaría beneficioso desarrollar programas de intervención a edades tempranas que incluyesen competencias relacionadas con la inteligencia emocional como la identificación, comprensión y gestión emocional.
Por otro lado, dada la importancia de la presencia de un estilo de apego seguro, como factor de protección y base para un adecuado desarrollo y bienestar psicosocial, seria de utilidad estructurar intervenciones que fomenten dinámicas intrafamiliares enfocadas a la creación de estilos de apego seguro. De manera que se pudiesen proporcionar herramientas a las familias para prevenir el mantenimiento de estilos inseguros y se propicie el desarrollo de adultos emocional y físicamente más adaptados.