1. INTRODUCCIÓN
Cada vez son más las personas que eliminan los productos de origen animal de su consumo apelando al sufrimiento y respeto hacia los demás animales, a motivos ambientalistas 1 o, bien, al cuidado de la propia salud.2 No obstante, la gran mayoría de la población sigue consumiendo tales productos sin preguntarse por qué lo hace. Si bien el consumo de animales, en la actualidad, es una elección social y no una cuestión biológica, el hecho de que el ser humano siempre haya consumido animales ha provocado que muchas personas vean dicho consumo como algo natural y necesario. Aunque utilicemos etiquetas como veganismo o vegetarianismo para nombrar a los sistemas de creencias que engloban a las personas que no consumen productos de origen animal, esto no quiere decir que las personas que sí los comen, denominadas carnistas por Melanie Joy (2013), no estén influenciadas también por un sistema de ideas específico.3
¿Por qué ideas son influenciadas las personas carnistas? ¿Qué razones son las que llevan a estas personas a consumir algunas especies de animales, mientras aman y cuidan a otras a las que denominamos mascotas?
Para atender a tales cuestiones, nuestra investigación requiere abordarse desde una aproximación cualitativa con la finalidad de alcanzar unas dimensiones profundas, simbólicas y discursivas. De modo que, a través de la realización de nueve entrevistas en profundidad a estudiantes de la Universidad de Alicante4, que convivan con alguna mascota5 en sus hogares, trataremos de comprender la esencia de las acciones sociales que son llevadas a cabo por los individuos y que les permiten justificar el consumo y uso de animales para fines humanos. En este sentido, seguimos la línea metodológica habitual de las investigaciones cualitativas realizadas desde enfoques propios de la sociología fenomenológica.
Asimismo, al ser éste un estudio cualitativo, buscamos una representatividad tipológica, no estadística. Y nueve entrevistas, en este caso concreto, han sido suficientes para que se produzca una saturación de la información. Primero, porque el universo escogido es muy específico y limitado. Y segundo, porque el hecho de que la normalización del consumo de animales esté tan extendida provoca un discurso bastante homogéneo y repetitivo entre las distintas personas entrevistadas, exceptuando matices. Además, como explica Luis Enrique Alonso (2003, p.106), "añadir indiscriminadamente unidades de análisis a la muestra no aumenta la calidad de la información, sino que muchas veces es redundante e incluso contraproducente." 6
Aclarado esto, el primer paso para comprender cuáles son las justificaciones que utilizan los individuos para legitimar el carnismo, se hace necesario el entendimiento de tal concepto.
El término carnismo fue acuñado por la psicóloga estadounidense Melanie Joy para referirse al sistema de creencias que engloba a las personas que se alimentan de productos de origen animal. El mero concepto de "consumidor/a de carne" no es suficiente, dado que tal concepto inhibe el hecho de que las personas que consumen carne están influenciadas por un conjunto de ideas específico. Y los términos carnívora/o y/o omnívora/o "describen situaciones biológicas, no opciones filosóficas personales", por lo que tampoco son suficientes.7
El hecho de que muchas personas hayan consumido productos de origen animal desde la infancia y ya lo vean como una razón de ser intrínseca a la condición humana, no quiere decir que no haya un sistema de creencias que nos induzca a llevar a cabo dichas prácticas alimenticias. Y ese sistema de creencias, denominado carnismo, está influenciado por actitudes especistas.8 Es decir, por la idea de que unas especies (en concreto, la humana) son más importantes que otras.
El especismo no dista mucho de otras formas de discriminación como el sexismo o el racismo dado que se basa en la misma idea jerarquizadora bajo la cual se legitima el sometimiento de un grupo bajo los intereses de otro. 9 Atendiendo a la obra de Martha Nussbaum, Sara Blanco (2012) explica que estas tres formas de exclusión tienen en común el hecho de que la explotación de las víctimas se basa en algo que éstas no pueden decidir: su nacimiento. Los animales, tanto humanos como no humanos, no eligen la apariencia que van a tener. Por tanto, el trato desigual que se deriva de este hecho requiere una urgencia de justicia.10
En cuanto a la legitimación se refiere, cabe decir que nos basamos en el concepto de Peter Berger y Thomas Luckmann de su libro, La construcción social de la realidad (1966). Estos autores hacen referencia al uso de los razonamientos que emplean los individuos para justificar ciertas creencias y comportamientos, dotando así de dignidad normativa a las diversas prácticas que llevan a cabo en su entorno social.
2. JUSTIFICACIONES SOBRE EL CONSUMO DE ANIMALES
Melanie Joy destaca tres grandes justificaciones que respaldan el carnismo a las que ella denomina las tres N de la justificación: comer carne es normal, natural y necesario. Las personas se olvidan de que dichas justificaciones son opiniones generalizadas y tratan a las mismas como verdades absolutas que no se cuestionan.11
Al realizar el análisis cualitativo de las entrevistas, encontramos que la primera justificación que aportan las personas entrevistadas para legitimar el consumo de productos de origen animal está relacionada con la necesidad. Las entrevistadas consideran que los productos de origen animal son necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo humano y que, por tanto, utilizar a los animales para nuestro beneficio se basa en una cuestión de supervivencia. El hecho de que comer carne se considere necesario hace más difícil su replanteamiento dado que dejar de comerla conllevaría "un suicidio colectivo".12 La cuestión de la necesidad es expresada por una de las entrevistadas en la siguiente cita:
Yo creo que es supervivencia. Yo soy carnívora al cien por cien y, a ver, me da pena porque ves a las vaquitas y tal pero bueno, sino, ¿qué hacemos? Tenemos que comer. Supervivencia, no hay otra palabra.
(Mujer, 22 años, estudiante de Geología).
Aunque es un discurso muy minoritario respecto al conjunto de las entrevistas, algunas personas no solamente afirman que es necesario el consumo de animales, sino también su utilización para otros fines. Recalcan que la matanza de animales conlleva sufrimiento no para denunciarla, sino para ponerla en comparación con otro tipo de actividades relacionadas con el uso de animales como la tauromaquia y, de paso, justificarlas también. Así lo hace el siguiente entrevistado:
Soy taurino. Es una cosa a la que me gusta ir. Como al que le gusta ir a ver un partido de fútbol. Y pues, tal vez, sí que hay razón de que el animal sufre un poco en la plaza. Lo que pasa es que esos animales han estado tres años viviendo como reyes y es criticable pero también es criticable la gente que critica esto y decirles: oye y los pollos, o las gallinas, o las vacas que te comes han convivido mucho peor y mueren (...). Comer vaca es necesario, pero es que la tauromaquia, ¿no es necesaria? Pues como tampoco es necesario tener un centro comercial y contamina. Tienen razón en que comer vaca es necesario, pero, ¿a qué precio comemos la vaca? O sea, la vaca, ¿en qué condiciones está? Entonces, claro... Yo creo que los toros sí que tienen una vida mejor que las vacas.
(Hombre, 21 años, estudiante de Economía).
No obstante, lo interesante es que nueve de las diez personas entrevistadas, según avanzan en sus discursos, también afirman considerar que sí se puede vivir sin ingerir productos de origen animal pero que consumirlos resulta más fácil y cómodo. Por tanto, se producen contradicciones en el discurso ya que en el momento en que alegan que sí se puede "sobrevivir" sin consumir productos de origen animal, su afirmación de que el consumo de tales productos es necesario tambalea. Esto puede deberse a que comemos lo que nos han enseñado a comer sin plantearnos si esa forma de comer es la correcta o no.
Este hecho ya ha sido tratado por el antropólogo Marvin Harris (1988), quien resaltó que la circunstancia de que unas culturas adoren un tipo de comida al mismo tiempo que otras la aborrecen explica que los distintos hábitos alimenticios no obedecen a pautas biológicas, sino más bien a pautas culturales. No comemos lo que comemos porque sea lo mejor, lo más sano o lo más práctico, sino porque es lo que nos han enseñado a comer y a lo que nos hemos habituado. La venta de leche de fórmula es un claro ejemplo de que la economía prima por encima de la nutrición porque no hay mejor leche que ofrecer a un bebé que la de su propia madre.13
Así vemos que, las personas entrevistadas piensan que la carne es necesaria debido a que es lo que les han enseñado desde la infancia, pero también son conscientes de que quizás puedan estar equivocadas. El hecho de matar a los animales para conseguir su carne no les parece bien, pero justifican ese acto mediante la necesidad mencionada. Este dilema entre la necesidad y la moralidad se presenta en varias entrevistadas y también se compara con la tauromaquia, tal y como se expresa en la siguiente cita:
Vas a matar al toro delante de ti y le vas a aplaudir al que lo esté matando. Entonces, el hecho de comer, es eso. Si yo supiera, que lo sé también y me estoy contradiciendo un poco, que puedo mantenerme sin ello, no lo haría. Si lo hago es por facilidad (...). Hay distinciones más que nada en cuanto a lo que padece el animal. No es que el toro sufra más en la plaza, sino que el padecimiento es diferente. Al toro lo están matando delante de tu cara. Y entonces a lo mejor lo otro, por razones culturales, pues no lo veo igual. Se habla del matadero y sabes que existe, pero nunca lo ves, no ves como matan a la vaca delante de ti. Te lo comes sin pensar. Entonces, no es que sea mejor, sino que tú no visualizas el proceso en un primer momento. Pero bueno es que me está pareciendo todo fatal, vamos. Me voy a hacer vegetariana después de esto, ja, ja.
(Mujer, 20 años, estudiante de Arquitectura).
El hecho de no conocer de primera mano los procedimientos a los que son sometidos los animales considerados de granja posibilita un distanciamiento hacia éstos. Es más fácil sentir empatía por alguien a quién vemos. Y a un animal dedicado al consumo no solamente se le invisibiliza, sino que se le convierte en objeto en vez de sujeto, en carne en vez de animal, en algo en vez de alguien. Carol Adams (2016, p.42) ha acuñado el término del "referente ausente" para referenciar este hecho, señalando que "el referente ausente es lo que separa a quien come carne del animal y al animal del producto final".14
Otra de las justificaciones que se utilizan para legitimar el consumo de productos de origen animal es la referida al gusto por este tipo de productos. Tal es así que, muchas veces, prima más el gusto que la necesidad. De las nueve personas entrevistadas, ocho han afirmado que su producto alimenticio favorito es un derivado lácteo, como el queso, la mantequilla o la propia leche de vaca. Esto no es de extrañar puesto que un estudio científico reciente señala que los productos lácteos liberan una sustancia, denominada casomorfina, que provoca adicción.15 Vemos que la mayoría tiene un gusto mayor por los productos de origen animal que por la carne de los animales en sí. Y, en este caso concreto, son conscientes de que el queso, así como los demás derivados lácteos, son perjudiciales para la salud, pero los comen en gran abundancia porque les gusta mucho su sabor y se han vuelto adictas a estos productos. Esta situación la vemos con la siguiente entrevistada:
Me encanta el queso. Lo antepongo incluso a las carnes. El queso. Aunque no es muy sano pero me encanta. Todo tipo de quesos. Es el producto que más me gusta. El queso. Es más, lo he tenido que dejar un tiempo por el colesterol.
(Mujer, 21 años, estudiante de Educación Primaria).
Una tercera justificación está relacionada con la economía. Las personas entrevistadas consideran que una dieta equilibrada que combine productos de origen animal y vegetal es más barata que una dieta basada únicamente en productos vegetales. Así como también afirman que siempre es más fácil encontrar productos de origen animal en oferta. Además, creen que si todo el mundo dejase de consumir productos de origen animal sería un grave problema para el sistema económico dado que todas las personas que trabajan en empresas relacionadas con la producción y venta de animales se quedarían sin trabajo. Alegando este hecho, justifican también el consumo de productos de origen animal basándose en la riqueza que ofrece a los países que la consumen y los puestos de trabajo que genera.
Aparte de la necesidad, el gusto y la economía, existen otras dos justificaciones que las personas entrevistadas utilizan para legitimar el consumo de productos de origen animal que, curiosamente, se contradicen entre sí. Por una parte, están las personas que piensan que si no comiéramos productos de origen animal los animales se extinguirían porque nadie cuidaría de ellos. A la vez que, en la postura contraria, se encuentran las que consideran que si no comiésemos productos de origen animal se produciría una superpoblación de animales, lo cual sería un problema, según las personas entrevistadas, por varias razones. Esta postura la expresa otro entrevistado de la siguiente manera:
De pasar a comer un montón de animales a no comerte ninguno yo creo que la población de los animales se dispararía. Y yo creo que eso sería un problema en sí. Ahora más o menos hay un control. Ahora hacen falta bosques y tal, pues imagínate si hubiera más animales de los que hay (...). Yo creo que tampoco tendríamos en tanta alta estima a los animales. Los veríamos más como una cosa ajena a nosotros. Ya que no estarían en nuestra vida diaria de comérnoslos, los deshumanizaríamos. Y además dirías: ¿qué puta mierda hace ese cerdo ahí? Si no te lo vas a comer y no vas a hacer nada con él y todo se llena de cerdos, conejos... Pensarías: qué molesto. Está todo lleno de mierda de conejos. Y claro como no le vas a sacar ninguna utilidad, ni le ves ningún futuro a eso, ¿qué más te daría que se cargaran a cien o a doscientos?
(Hombre, 21 años, estudiante de Óptica y Optometría).
Leyendo el testimonio anterior nos damos cuenta que muchas de las personas entrevistadas hablan de los animales en términos de utilidad hacia el ser humano, dominadas por una visión antropocéntrica del mundo. No ven a los demás animales como un fin en sí, sino que se centran en cómo pueden servir al beneficio humano. Y cuando piensan en una hipotética sociedad en la que no se consumieran y explotaran animales no se dan cuenta de que para llegar a tal sociedad los seres humanos deberíamos haber aprendido a respetar a las demás especies que conviven con nosotros.
Sin embargo, también hay personas que no encuentran ninguna justificación para legitimar el consumo de productos de origen animal, y a las que les gustaría adoptar una dieta basada únicamente en productos de origen vegetal, pero que siguen consumiéndolos por falta de alternativas, recursos o medios. La siguiente cita expresa este caso:
No me lo justifico. Soy plenamente consciente de que está mal. A mí me encantaría no comer carne lo que pasa es que yo sé que tengo unas dificultades tremendas, que tendría que acabar metiéndome suplementos... Si me dices que, en un futuro, tengo un trabajo y tengo más a mano una serie de sustitutivos que no me compliquen tanto, sí que lo haría, por supuesto. De hecho, mi intención algún día es poder hacerlo.
(Mujer, 21 años, estudiante de Derecho).
También hay personas que lo han intentado por un tiempo pero que han vuelto a consumir productos de origen animal debilitadas ante el hecho de no recibir ningún apoyo por parte de sus familiares y/o amigas/os.
Las personas solemos justificar nuestras acciones para poder llevarlas a cabo. Pero estas justificaciones no siempre se corresponden con las verdaderas razones de nuestros actos. Aunque las personas entrevistadas, en un primer momento, apelan a la necesidad de comer carne, el gusto o la economía para justificar su consumo, en muchas ocasiones, es el distanciamiento y la consecuente falta de empatía hacia los animales lo que les permite consumir carne en sociedades industrializadas y occidentales en las que ya no es realmente necesario.
3. ANIMALES COMO MASCOTAS Y ANIMALES COMO COMIDA
Indagando en las razones que se utilizan para trazar una fuerte distinción entre los animales considerados comida y los considerados de compañía, podemos entender mejor la importancia de la falta de empatía para el consumo de animales. Todas las personas entrevistadas, sin distinción, han reiterado la importancia que supone su mascota para el hogar.
Recalcado esto, existen dos clases de pensamiento a la hora de distinguir entre ambos tipos de animales. Todas las personas entrevistadas están de acuerdo en que el hecho de que comamos unos animales y no otros está condicionado por los hábitos, las costumbres y la cultura. Situación que es comprendida debido a su nivel educativo pero que quizás no observaríamos en otros grupos sociales.
Sin embargo, hay personas que podrían comer animales que no comen actualmente si viajaran a otros países donde sí se comen, mientras que hay otras que no podrían comer esos animales de ninguna de las maneras. Las personas de la segunda postura, más que diferenciar entre animales como comida y animales como mascota, diferencian entre los animales que conocen y los que no. De manera que jamás se comerían un animal al que han conocido previamente pero sí que podrían comerse a otro animal distinto de esa misma especie y raza si no lo conocieran, ni hubiesen tratado nunca con él. Esta posición la expresa un entrevistado de la siguiente manera:
Si te digo la verdad no le tengo cariño a un cerdo porque no es mío. Si tuviese un cerdo en mí casa no me comería al cerdo, ¿sabes? Bueno, no me comería a ese cerdo. A otros sí. No sé. También he pensado tener un cerdito de estos vietnamitas que hay. No me lo comería, si fuese mío. Es que a tus animales los quieres mucho y lo que nos hace comer carne es porque no conocemos a esos animales. Es igual que si se muere una persona que no tiene nada que ver contigo, puf, pues te da igual, ¿sabes? Es eso. Es porque le coges cariño a tus seres queridos y los otros pues como que te dan un poco igual.
(Hombre, 21 años, estudiante de Ingeniería Informática).
Este tipo de personas únicamente muestran empatía por los animales, tanto humanos como no humanos, con los que mantienen una relación directa y frecuente. Se preocupan por los animales por los que sienten amor pero no consideran que los seres humanos debamos respetar los intereses de todos los demás animales per se.
Tanto las personas de la primera postura como las de la segunda no podrían comer un animal al que han conocido previamente y con el que han establecido algún tipo de relación. Hay
personas que han sido protagonistas de una situación así y personas que no, pero todas coinciden en que no serían capaces de comer un animal con el que se han relacionado. Este hecho ha sido recientemente tratado por Jonas Kunst y Sigrid Hohle (2016), quienes afirman que nos gusta comer carne, pero no la idea de comer animales. De modo que hemos creado una distancia emocional entre nosotras/os (las/os consumidoras/es) y los animales consumidos, que es reforzada por la sustitución de términos como vaca o cerdo por "bistec" o "jamón".16
A continuación, citamos el testimonio de una entrevistada que describe cómo se sintió al intentar comer un animal al que había conocido personalmente:
El otro día estábamos cenando dos parejas e hicimos pata de cordero. Y era un cordero que habían criado en una caseta mi novio y unos amigos. Y al conocerlo, yo le pegué un bocado y a mí me vino su imagen a la cabeza y tuve que dejar de comer porque me daba pena. Sí, está bueno y todo lo que tú quieras, pero me daba pena de haberlo conocido. Que con un cabrito no vas a tener contacto, pero yo qué sé. Lo he visto saltar. Es como que los recuerdos me invaden y entonces ya por poco contacto que haya tenido con el animal... Que no es algo general porque si no, no podría comer ningún animal. Yo ahora a otro cordero me lo podría comer. Pero a ese no.
(Mujer, 21 años, estudiante de Educación Primaria).
Estas situaciones se dan porque tenemos tan interiorizado que comer carne es normal que nunca nos replanteamos nada, ni pensamos en que la carne de nuestro plato ha sido alguien en vez de algo. Sin embargo, cuando conoces al animal que vas a comerte es prácticamente imposible no pensar en él. En ese momento es cuando llega el malestar y la incapacidad para comer un tipo de carne que de otra manera habríamos comido sin problema. Un entrevistado explica, a continuación, esta situación:
Cuando llega en casa la bandeja no ves el animal como un individuo que tenga corazón, sentimientos y todo eso. Ves sólo la carne y piensas en comida. Pero si ves al animal pues te vas a acercar, lo vas a mirar, lo vas a tocar. Vas a tener una pequeña... no sé, un contacto con él. Y pues ya dices, pues no sé. Vemos la comida como un producto porque nos han dicho que es así. Y si te paras a pensar, pues sí está mal porque te estás comiendo un animal que no estás viendo pero que sí que luego te lo comes. Es que es un poco hipócrita, pero, no sé, así es cómo es.
(Hombre, 22 años, estudiante de Matemáticas).
Hay personas a las que no les haría falta mantener ningún tipo de contacto con el animal para no comérselo, sino que simplemente con verlo entero, ya sea vivo o muerto, les pararía el apetito, como es el caso de una de las entrevistadas:
Creo que el hecho de no ver lo que te vas a comer, ayuda mucho. A ver me da mucha pena pero en el momento en el que estás comiendo, si está bueno, no lo piensas. Y es que es hipócrita. Es cierto pero es así. Antes y después sí que pienso que pena, de verdad que lo pienso. Pero es que la comida del Foster's está muy buena. Las costillas con miel, puf. Sí que lo pienso, pero te la comes porque está muy buena. Pero en el momento en que estás comiendo pues claro, en ese momento exacto no lo pienso porque si no, no me la comería (...). El pescado cuando lo vas a servir y se ve la cabeza, aunque sea pescado y la gente piense que no es carne pero es que el pescado es carne. Y veo la cabeza, con el ojito y a mí ya me da cosa. Me dice, no me mates. Prefiero no ver lo que estoy comiendo.
(Mujer, 24 años, estudiante de Estudios Ingleses).
Este tipo de personas, que muestran un nivel de empatía mayor, son las mismas que se han replanteado, o intentado, dejar de lado los productos de origen animal. En el caso concreto de esta investigación, han sido tres y las tres mujeres.
Por otra parte, viendo cómo reaccionan las personas entrevistadas ante la idea de comer un animal al que han conocido previamente resulta bastante evidente que muchas de ellas no podrían encargarse de matar personalmente a los animales que se comen. Muchas creen que acabarían adoptando una dieta vegetariana si tuviesen que encargarse de ello. Y las pocas que sí podrían piensan que les costaría bastante hacerlo, que su consumo de carne bajaría considerablemente y que deberían justificarse muy bien que hacer eso es lo correcto. Cabe resaltar que las personas que afirman que sí podrían matar a algún animal (hombres, en este caso) ya han protagonizado alguna experiencia parecida, como la visión de una matanza.
En varias entrevistas se afirma que debe ser duro y bastante difícil el trabajo de un/a matarife y que para poder realizarlo deben borrar cualquier tipo de empatía o sentimiento hacia los animales que van a tener que matar. Sin embargo, pretenden que personas que deben matar un número considerable de animales al día los traten de manera agradable y los maten sin hacerles sufrir, si es que tal cosa existe o es posible. Por ello, al pensar que cabe la posibilidad de matar a los animales de granjas sin sufrimiento justifican su consumo diciendo que ellas no son responsables de la manera en que sean tratados los animales antes y durante la matanza. Observando este hecho comprobamos que lo único que les parece reprochable a las personas que consumen animales es cómo sean tratados éstos y no el hecho de que se les robe la posibilidad de vivir. De esta manera, las personas están tranquilas y no tienen cargos de conciencia porque la única cosa que les parece mal no depende de ellas y utilizan este hecho como otra justificación para seguir consumiendo animales. Esto se puede entender mejor con el siguiente testimonio:
Sé que hay formas de matar a los animales que me parecen bastante bárbaras como dejar que se desangre el animal. Y si, por ejemplo, el animal muriese sin sentir nada (...) no me parecería reprochable. Pero si se hace que el animal sufra para alimentarnos (...) eso no me hace sentir mal a mí porque, realmente, es una persona que ha decidido ser cruel con el animal para luego venderlo (...). No me hace sentir culpable, ni nada, porque creo que simplemente una persona ha decidido ser cruel y otra persona puede haber decidido que el animal muera sin sufrimiento.
(Hombre, 21 años, estudiante de Matemáticas).
Por esta razón, muchas personas eligen deliberadamente desconocer el trato que los animales reciben en las granjas y mataderos para no tener cargos de conciencia y poder seguir disfrutando de su carne. Esta es la respuesta que nos ofreció el mismo entrevistado al preguntarle si sabía cómo se trataban a los animales en las granjas:
No. Lo desconozco adrede. Quiero no saberlo.
(Hombre, 21 años, estudiante de Matemáticas).
La falta de empatía que se da entre muchos seres humanos hacia los demás animales ayuda a perpetuar el encierro y maltrato animal. Esa falta de capacidad para ponerse en la piel del otro está fomentada por la pasividad y la falta de atención hacia las condiciones en las que están expuestos los demás animales. Los humanos no solemos responsabilizarnos de tales condiciones, aunque las promovamos mediante nuestro consumo. Solemos delegar dicha responsabilidad en las organizaciones encargadas de ello suponiendo que tomarán las decisiones correctas. Además, esa falta de empatía está promovida por las circunstancias, dado que edificios como las granjas industriales o los mataderos suelen estar en lugares periféricos y distanciados del bullicio. Y para empatizar con alguien hace falta verle o conocer su historia.17
4. CONCLUSIÓN
El trabajo presentado explica los modos en los que las personas entrevistadas justifican el consumo de productos de origen animal mediante razones de necesidad, gusto, economía y comodidad. A la vez que advierte de que las diferencias que se dan entre los animales considerados mascotas y los considerados "de consumo" se basan en costumbres y tradiciones culturales.
No obstante, lo que verdaderamente permite, en las sociedades actuales, el consumo de animales es el distanciamiento entre "ellos" y "nosotros". Esto es, la falta de empatía hacia quienes forman parte de nuestro plato. Como apunta Alexandra Navarro (2016, p.107) "para sostenerse, el sistema carnista requiere de ciertas estrategias que no permitan a los sujetos conectar carne con animales, y animales con sintiencia, es decir, pensar en ellos desde un lugar de empatía".18
Muchas personas entrevistadas han reconocido que es la falta de empatía hacia los animales de granja lo que les permite consumirlos. Al no tener relación con ellos en su día a día no piensan en los productos que surgen de su matanza como en el cadáver de un animal que ha tenido que morir para que ellas se alimenten, sino que simplemente ven un trozo de carne comestible. Esto ha provocado que actualmente muchas personas coman innumerables productos de origen animal en su día a día, pero sean incapaces de matar a un solo animal.
Comer se ha convertido en un acto social. Ya no comemos cuando lo necesitamos. Comemos sin tener hambre. Y no sólo eso, sino que muchas veces la comida se convierte en el eje principal de la socialización entre personas. Podemos citar comidas de empresas, de fin de curso, de navidades, de despedida, de boda, de cumpleaños, y un largo etcétera. Ni siquiera podemos salir a pasear sin caer en la tentación de parar a tomar un tentempié. Y en todas esas ocasiones, pocas veces si no ninguna, las personas piensan en el sufrimiento que es causado a miles y millones de animales para que ellas puedan disfrutar del sabor de una comida.
Miles de personas realizan numerosas acciones diarias que financian la explotación animal y tal hecho está tan arraigado en la sociedad y tan velado por los medios de comunicación y la industria cárnica que hace que el público ni siquiera se plantee las consecuencias de sus actos. Por ello, con el presente artículo hemos tratado de hacer visibles algunas de las incongruencias querespaldan al sistema carnista, así como también hacer reflexionar sobre el aspecto ético y moral del consumo de productos de origen animal en las sociedades modernas.