La alimentación es un derecho de todos, reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos de 19481. Durante la Cumbre Mundial de la Alimentación del año 1996, se reafirmó este derecho mediante el compromiso de eliminar el hambre y la malnutrición y garantizar la seguridad alimentaria sostenible a través del acceso universal, físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos, y así satisfacer las necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar a cabo una vida activa y sana2.
Asegurar la seguridad alimentaria es una responsabilidad del Estado, por lo que requiere esfuerzos coordinados de distintos sectores de la sociedad. Las dimensiones de la seguridad alimentaria son: disponibilidad, acceso, estabilidad y utilización3.
La seguridad alimentaria implica disponer de alimentos de calidad en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de la población, así como contar con los recursos necesarios para mantener una alimentación adecuada y saludable de forma estable4. Todo ello depende de la forma de organización política y social que permite la obtención de los alimentos5, es decir, de la organización del sistema alimentario (Figura 1).
El sistema alimentario engloba una serie de actividades y actores, desde la producción agrícola hasta el consumo de los alimentos. En las últimas décadas, este sistema ha pasado por diversos cambios. Los avances de la ciencia, el incremento de la tecnología y la apertura de grandes mercados han favorecido la construcción de un sistema alimentario industrial y globalizado. Se intensificó la industrialización de la agricultura (producción intensiva, aumento en el uso de pesticidas y de máquinas) y también del procesamiento de los alimentos (externalización de las cocinas, aumento en la producción y disponibilidad de alimentos listos para el consumo). Al mismo tiempo, se ha incrementado el transporte de alimentos en largas distancias, favoreciendo la importación y exportación de alimentos.
Este modelo ha logrado aumentar la producción de alimentos en el mundo, aunque el impacto negativo que se está generando también es notable, con importantes consecuencias ambientales, sociales y en la salud poblacional.
Respecto al medio rural, se evidencia un proceso de desvalorización de la agricultura, concentración de tierras, pérdida de biodiversidad y contaminación de aguas subterráneas, entre otros factores. Por otra parte, el comercio internacional de alimentos ha aumentado la contaminación ambiental derivada del transporte y puede comprometer la supervivencia de los pequeños productores y comerciantes de la región. Además, el aumento en la producción, disponibilidad y consumo de alimentos ultraprocesados, de bajo coste y con elevadas cantidades de grasas saturadas y trans, azúcares añadidos y sodio, favorece el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles7-8. Como consecuencia, se mantiene un elevado número de personas en situación de inseguridad alimentaria en el mundo, a la vez que se incrementa de forma importante la prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la alimentación9-10.
Este contexto pone de manifiesto la necesidad de cambios en el sistema alimentario de cara a impulsar formas de producción y consumo de alimentos más sostenibles y saludables. Esta preocupación está presente en la agenda política internacional, para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible11, aunque también es un asunto de discusión central en el debate científico12-13.
Proporcionar la seguridad alimentaria de la población demanda esfuerzos para cambiar el sistema alimentario, desde la producción hasta el consumo, prestando especial atención a la sostenibilidad. Por ello, es necesario promocionar patrones alimentarios saludables, que hayan demostrado un bajo impacto ambiental e incremento en el índice de sostenibilidad14, así como proporcionar estilos de vida saludables para las presentes y futuras generaciones12-13.
Teniendo en cuenta la relación del sistema alimentario y la salud individual y colectiva, es pertinente incorporar esta perspectiva en la agenda pública. Motivo por el cual, desde la Revista Española de Nutrición Humana y Dietética, animamos a nuestros lectores a enviar contribuciones en esta temática colaborando así en el desarrollo de mayor evidencia científica con el fin de que los tomadores de decisiones puedan desarrollar políticas que fortalezcan sistemas alimentarios más sostenibles y saludables.