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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq.  no.79 Madrid jul./sep. 2001

 

HISTORIA

 

La bisexualidad del ser humano1

 

 

Georg Groddeck

 

 

En el estudio de lo inconsciente hay dos fenómenos originarios de lo humano que se ponen de manifiesto enseguida: su esencia infantil y su bisexualidad. El movimiento psicoanalítico tuvo que ocuparse en primer lugar del hecho de que el ser humano sigue siendo un niño durante toda su vida; la bisexualidad del ser humano, aunque en absoluto sea desconocida, sigue sin recibir toda la atención que se merece. Es tanto más curioso cuanto que en las comunicaciones escritas u orales de la ciencia psicoanalítica se puede mostrar la presencia y actualidad del carácter bisexual del investigador tras el velo de los razonamientos. Pero es un hecho que se evita como algo aterrador y así se estudia al hombre y a la mujer de forma aislada, como si lo humano pudiera existir de otra forma que no fuese la de lo masculino-mujer o la de lo femenino-hombre. La distinción entre hombre y mujer sólo es legítima en ciertas circunstancias particulares. Para aclarar lo que entiendo por circunstancias particulares se puede decir que también distinguimos entre piernas torcidas y derechas pero que incluso la pierna más torcida sigue siendo una pierna; de la misma forma incluso el hombre más viril o la mujer más femenina sigue siendo un ser humano, un ser masculino-femenino, un ser bisexual.

Al constatar que el fenómeno originario de la bisexualidad parece descuidarse no queremos decir sin embargo que no juegue un papel importante en la teoría analítica; simplemente que no se reconoce como fenómeno originario, como punto focal de todo estudio de la vida y de toda manifestación vital. Es cierto que hace tiempo que se habla de la bisexualidad; y tanto el deseo de la mujer de poseer los atributos sexuales del hombre, de comportarse en el dominio sexual y en otros como un hombre, como la aspiración del hombre de ser mujer, de concebir, de estar encinta, de parir, constituyen importantes campos teóricos y prácticos para el intérprete de la vida inconsciente. Pero no pasa de ahí, el hombre es un hombre y la mujer una mujer. El extraño pensamiento de que lo femenino no correspondería propiamente al hombre ni lo masculino a la mujer se insinúa en los razonamientos y hace pensar que es algo inconveniente que podría y debería superarse. Así se reprime la realidad efectiva -actualidad-, es decir que nunca puede haber hombre separado de mujer pues el ser humano es mujer-hombre y hombre-mujer.

La historia universal ofrece un ejemplo formidable de tal represión en la circuncisión de los judíos; a este respecto hay que señalar algo a lo que raramente se presta atención: las represiones a menudo, en realidad la mayoría de las veces, son tan útiles como perjudiciales, y esto es así independientemente de que tengan éxito o fracasen, lo cual también se ve en el ejemplo de la circuncisión judía.

Los judíos han dado a la circuncisión una importancia particular pues les distingue de los demás seres humanos y les da la convicción de que observan el pacto con la divinidad cuya validez reposa en la circuncisión, pueden sentirse superiores a quienes no son judíos: su divinidad, que es la más poderosa, los protege. La circuncisión es una costumbre muy extendida, aunque otros pueblos no la toman como un signo del pacto con Dios, así que el rito de la circuncisión debe poseer para los judíos un sentido más profundo, del que quizás no sean conscientes.

En nuestra época se siguen encontrando estrechas relaciones entre la circuncisión y la representación de la divinidad en los pueblos primitivos; pero en estos la circuncisión del prepucio se acompaña de otra ceremonia, la subincisión, división de la parte inferior del miembro viril. El sentido de esa hendidura es dar al hombre también el carácter sexual femenino, hacerle también exteriormente un ser humano, un ser bisexual, un hombre-mujer, a imagen de Dios, a quien el ser humano no ha podido representarse jamás de otra forma que bisexual; sus usos culturales le prohíben expresamente representar a la divinidad en forma humana, pero aunque no hubiera sido así en nuestros días tampoco le sería posible representárselo de otra forma que bisexual. Así como se hiende el pene para otorgar al hombre la parte sexual femenina, se cercena el prepucio para eliminar todo rasgo femenino del emblema de la masculinidad; pues el prepucio es femenino, es la vaina en la que se mete el glande masculino. Dejamos de lado La bisexualidad del ser humanointencionadamente la propiedad del glande de ser el niño en el cuerpo materno del prepucio; en compensación tenemos que señalar aquí que prepucio y glande son mujer y hombre efectivamente reales y no símbolos elaborados o convencionales. En los judíos la cosa es diferente: se cercena el prepucio pero se omite la subincisión correspondiente del pene, eliminan así la bisexualidad del hombre, quitan a lo masculino el carácter femenino. Renuncian así, en favor de la divinidad bisexual, a su similitud divina innata; mediante la circuncisión el judío se convierte sólo en hombre. Consideremos la particularidad del pueblo judío: no hay pueblo sobre la tierra que sea tan manifiestamente masculino. La represión de lo femenino ha ido tan lejos que los judíos se representarían a su divinidad sólo de sexo masculino si el hecho mismo de representarla no les estuviese prohibido. Es evidente que con la expresión "masculino" no nos referimos al ideal de héroe que apelando a la vanidad masculina y a la aspiración de amor femenino se ha convertido en un prototipo aun a pesar de su inverosimilitud; el hombre es héroe sólo en los breves instantes de su excitación, en los momentos de erección de su physis o de su psique, es decir sólo en determinados momentos; por lo general es un hombre-niño, lo infantil predomina con mucho sobre lo masculino heroico. Si tomamos al hombre por lo que es, un ser necesitado de acción, que no es libre, encadenado permanentemente por lo cotidiano, que sólo de tanto en tanto es capaz de elevarse, y sólo en el breve instante de la excitación, cuya fuerza permanente no reside en la excitación sino en su sujeción a lo legal, se llega entonces a la conclusión de que los judíos han reprimido lo femenino en la medida en que les ha sido posible. Pero no es más que una represión, los judíos son tan hombre-mujer como los demás; y sus características agradables y desagradables son una consecuencia de su represión y no se deben a una diferencia esencial.

La represión de su bisexualidad de lo consciente a lo inconsciente, ejercida durante milenios e impuesta por ley divina, es una de las razones por las que el gran problema de lo masculino-femenino en el ser humano ha quedado en segundo plano en el psicoanálisis y en la vida cotidiana, pues es un hecho patente que toda la civilización europea desde la doctrina moral de las confesiones cristianas hasta los pensamientos, los hechos, los gestos cotidianos, está enraizada en esa represión judía a favor de la unisexualidad del hombre. Pero como el psicoanálisis a, la larga no podrá dejar de lado el fenóméno originario de la bisexualidad puede suponerse que el estudio de lo inconsciente podría ser fatal para lo judaico. Sin embargo el futuro no está escrito.

Si el ser humano es efectivamente bisexual -y los pocos conocimientos que tenemos de la fecundación y del crecimiento bastan para justificar científicamente esta antigua creencia presente en todos los mitos-, entonces todos los procesos de la vida humana deben verse influidos de una u otra forma por la bisexualidad; y la bisexualidad humana debe poderse demostrar siempre y en cualquier lado, no sólo en lo que se acostumbra a llamar la vida pulsional, en lo presuntamente psíquico o lo presuntamente mental, sino en todas las manifestaciones de la vida humana, también en las que constituyen el campo de trabajo de las disciplinas anatómicas, fisiológicas y patológicas.

El objetivo de estas observaciones es simplemente poner de manifiesto cuestiones reprimidas; abordar la importancia que tendría la disolución del contenido reprimido superaría los limites del tema que nos hemos propuesto. Sin embargo se hace necesario mostrar mediante un ejemplo cómo hay que concebir la acción de la bisexualidad. Y al hacerlo hay que tener presente que la influencia de la bisexualidad jamás se manifiesta puramente sino que se halla determinada y transformada por las mismas fuerzas que el Ello desarrolla en cualquier otra acción. y de hecho es relativamente raro que el Ello utilice lo inconsciente; se sirve más bien de vías oscuras a las que el análisis no tiene acceso. Como hay bastante material sobre la influencia de la bisexualidad en los procesos psíquicos -material que bastaría con considerarlo desde el punto de vista de lo masculino-femenino-, podemos volvernos sin más hacia los procesos que generalmente se conciben fuera del dominio de la psique; lo que no significa que tal concepción tenga más legitimidad que la de hacer posible una clasificación.

Es tan habitual encontrar particularidades corporales de lo femenino en el hombre y de lo masculino en la mujer que casi no merece la pena abordar este punto. Basta observar atentamente a un individuo cualquiera para advertir enseguida el fenómeno del hombre-mujer o de la mujer-hombre, ya sea en la piel o en la osamenta o en la musculatura, en la talla del cuerpo, en la forma de los miembros o en cualquier otra cosa. En cambio apenas se sabe nada de la bisexualidad de los órganos internos; incluso se puede decir que la investigación aún no se ha ocupado seriamente de este asunto. Las cuestiones que aquí se abordan se sitúan en otro dominio; no se refieren a individuos particulares; se proponen descubrir si el ser humano como tal está edificado bisexualmente. No sólo el psicoanálisis trabaja con cosas que se llaman símbolos, el entendimiento humano también lo hace. Se dice así que la boca es un símbolo femenino; la nariz un símbolo masculino. Así se supone manifiestamente que debido a ciertas similitudes se han hecho conscientemente ciertas comparaciones; o, siendo más prudentes, se sitúa esta actividad comparativa en las regiones de lo inconsciente o del Ello; sin embargo la comparación sigue siendo lo esencial. A este respecto debemos señalar sin embargo que el símbolo no habla de una comparación sino de lo efectivo, de la actualidad. La boca es actualmente -no real sino efectivamente, pues estos dos términos significan algo diferente, casi opuesto-, la boca es actualmente de sexo femenino en estado de reposo pero muestra enseguida su bisexualidad en cuanto se habla; y esta bisexualidad también se manifiesta continuamente en la respiración; la nariz por su forma es de sexo masculino aunque sus agujeros dan cuenta de lo femenino. Esta bisexualidad efectiva encuentra una confrrmación en la oposición de las lenguas francesa y alemana -hay muchas cosas que frente a nuestra razón adoctrinada se manifiestan con toda claridad en el lenguaje: la bouche -der Mund, le nez - die Nase-.La parte superior del rostro es hombre, la parte inferior mujer; pero no podemos quedarnos en el hecho de que signifiquen hombre y mujer; son actualmente hombre y mujer; y hay que entender la palabra actualmente como lo que es capaz de actuar.

Hay órganos, como el oído, que al principio dan la impresión de ser mujer y nada más que mujer; el sonido fecunda el tímpano, que en relación con el conducto auditivo es mujer-esto aparece claramente en el mito de la Inmaculada Concepción de María-, pero esta mujer despierta enseguida en el oído medio el martillo, el yunque, el estribo, el hombre en el oído; en cuanto al oído interno su forma de caracol relVela ya su bisexualidad. Es un error concebir los órganos de los sentidos como receptores, también fecundan, son creadores. En lo que atañe alojo, por ejemplo, se sabe -y se sabía mucho antes del estudio metódico de lo inconsciente-que es símbolo de la madre; pero lo que recibe la retina no se ve sin más; el nervio óptico crea la imagen en el cerebro; el proceso de la vista es bisexual. Si los seres humanos tuviesen más clara esta bisexualidad de la vista -lo cual se podría esperar al menos por parte de los psicoanalistas-no se apresurarían a ponerse gafas quienes no ven bien pues éstas les convierten en seres humanos que ven en falso sin saberlo, seres humanos que se engañan a sí mismos, y sin saberlo a los demás. Así nos daríamos cuenta de que en la mayoría de la gente que ve mal no se trata de un defecto de la vista sino de una represión de lo qué se ha visto. Ver es reprimir, y si reprimir es demasiado complicado el Ello suscita la miopía; ésta suministra el medio deseado para reprimir de forma aún más fácil gracias al defecto de la estructura del ojo. Es un hecho que incluso los grandes miopes ven mil veces mejor de lo que creen, y de lo que los demás creemos.

En la primera leyenda de la creación del ser humano se dice que ha sido creado "a Su imagen, a la imagen de Dios"; el ser humano como hombre y mujer, como bisexual; para designar a Dios se elige el plural Elohim, lo que es fácil de explicar si se supone que la leyenda concebía a Dios como bisexual, como un ser con los dos sexos. Atendiendo a la leyenda de Lilith, originalmente el ser humano también tenía los dos sexos; hombre y mujer se separaron más tarde debido a la intervención de Dios. A la fuerza creadora de Dios se la llama el "Verbo"; pero el "Verbo" sólo puede constituirse mediante el soplo, y el soplo de Dios también se menciona expresamente en la creación del ser humano: Y el soplo, la respiración, es absolutamente bisexual: recibe -concibe-en la inspiración, da -eyacula-en la espiración. La respiración, bisexual, es propiedad de Dios. El mito de Cristo lo confirma en la representación del pneuma hagion,del sanctus spiritus,que curiosamente se ha traducido por Espíritu Santo. Ahora bien, en cuanto se reconoce que la respiración es bisexual, que actúa bisexualmente, se abre una nueva perspectiva para la observación de todos los procesos físicos, psíquicos y morbosos en el ser humano. y de ahí no hay más que un paso para reconocer la bisexualidad del corazón, de los riñones, de los órganos y de los procesos de la nutrición; se abren nuevas perspectivas para todo: no sólo para las relaciones psíquicas sino también para lo orgánico -en una publicación anterior del autor, Determinación psíquica y tratamiento psicoanalítico de las afecciones orgánicas2,ya se hablaba de la relación entre las formaciones tumorales y la bisexualidad del ser humano-. En el contexto actual señalaremos que la disciplina favorita del médico, la cirugía, sería inconcebible sin la bisexualidad del ser humano, y que la influencia de esta bisexualidad puede observarse hasta en los menores detalles de las operaciones.

Como ya hemos dicho, se podrían examinar todas las manifestaciones vitales del ser humano desde el punto de vista de la bisexualidad, y así será algún día. Nos basta con haberlo sugerido y estaríamos muy satisfechos sólo con que lográsemos que el análisis se ocupase un poco más detenidamente del concepto de símbolo para estudiar si el símbolo no es algo más que un juego de ideas: a saber, la realidad intrínseca -la actualidad- de la vida.

 


Notas

1 Se trata de la traducción de Das Zwiegeschlecht des Menschen, un texto de Georg Groddeck publicado por primera vez en Psychoanalytische Bewegungen 1931. Traducción de Angel Cagigas.
2 Psychische Bedingtheit und psychoanalytische Behandlung organischer Leiden. Hirzel, Leipzig, 1917. Hay versión española en Groddeck, G. Escritos.Ediciones del lunar, Jaén, 1998.

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