Sr. Editor:
Hemos leído la publicación de García-Robles y colaboradores, quienes nos plantean que la presencia del alelo G en el polimorfismo rs266729 del gen ADIPOQ (Adiponectin, C1Q And Collagen Domain Containing) constituye un factor de riesgo para la aparición del síndrome metabólico (SM) en la población mexicana. Según la información presente en dicho estudio, el homocigoto de riesgo G|G estaría presente en un 16,9 % de quienes presentan SM y solo en un 5,7 % de quienes no lo presentan (1). Otras investigaciones han asociado el alelo G de este polimorfismo con el desarrollo de diabetes de tipo 2 (DM2) (2) y diabetes gestacional (DG) (3,4). Un aspecto relevante sobre él es el hecho de que existiría un posible factor étnico asociado; así, por ejemplo, las poblaciones asiáticas y europea presentarían mayor riesgo de desarrollar DM2 que la estadounidense ante la presencia del alelo G en este polimorfismo (4).
Si utilizamos la información de la base de datos 1000 Genomas (www.internationalgenome.org) y analizamos la distribución de los alelos del rs266729 en las 5 macropoblaciones principales (Tabla I), se observa que la población africana presenta diferencias significativas en relación con su distribución (p = 0,0001), donde el homocigoto G|G representa solo un 1,21 %. Si se comparan solo las 4 poblaciones que conforman el grupo de América Latina, estas no presentan diferencias significativas (p = 0,0548), aunque se observan algunas tendencias interesantes de analizar, como el hecho de que el homocigoto G|G estaría presente en un 12,50 % de la población mexicana (Tabla I), valor muy cercano al que se puede calcular a partir de los datos de la investigación de García-Robles y colaboradores, que es de un 12,28 % (considerando el total de sujetos), lo que respaldaría sus hallazgos. Colombia y Puerto Rico, por su parte, presentan los porcentajes más bajos del homocigoto de riesgo G|G. Aquí es posible pensar que el factor étnico-africano podría ser una explicación ya que, a mediados del 1800, la población afrodescendiente en dichos países representaba entre un 40 y un 50 %, por lo que sería esperable ver su influencia genética en la población actual (5,6). La migración asiática en Perú y la europea en México podrían también explicar la mayor frecuencia del alelo de riesgo G en estos grupos. Estas diferencias nos hacen preguntar: ¿Qué pasará en poblaciones como la argentina, que tuvo una migración principalmente italiana, o la chilena, que tuvo una fuerte inmigración alemana en el sur del país y española en la zona centro norte en cuanto a la distribución de los alelos de riesgo de este polimorfismo? Por otro lado está la interrogante de cómo las poblaciones autóctonas pudieron influir en la distribución de los alelos del rs266729. El análisis de este polimorfismo es sin duda un área de estudio de interés que podría ayudar a entender las influencias de la ancestralidad genética dentro del desarrollo de la DM2, la DG y el SM en la población latinoamericana, y a la vez aportar información para el establecimiento de planes de salud más acordes a las características genéticas de la población.