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Gaceta Sanitaria

versión impresa ISSN 0213-9111

Gac Sanit vol.26 no.5 Barcelona sep./oct. 2012

https://dx.doi.org/10.1016/j.gaceta.2012.03.008 

CARTAS A LA DIRECTORA

 

El copago y su contribución a la equidad: implicaciones para los servicios de urgencias

Copayment and its contribution to equity: implications for emergency services

 

 

Sra. directora:

He leído con atención los dos interesantes artículos de Rodríguez et al.1 y de Benach et al.2 publicados en Gaceta Sanitaria: Por qué no hay que temer al copago y El copago sanitario y la desigualdad: ciencia y política. Muchas de las afirmaciones vertidas por unos y otros autores pueden ser susceptibles de matizaciones y de controversia. Desde la vivencia diaria en un servicio de urgencias hospitalario (SUH) frecuentemente saturado3, somos muchos los que consideramos que la universalidad de la atención sanitaria, la gratuidad total y la conciencia generalizada de posesión de múltiples derechos, sin recordar los deberes como pacientes que tenemos, hacen que pueda realizarse un mal uso o abuso (por parte de un sector de la población) de los recursos sanitarios. La solución a este desajuste entre recursos y demanda de la ciudadanía tiene tres puntos clave: la asistencia al SUH, la eficacia-eficiencia del propio servicio y su personal, y el flujo de salida de pacientes desde él (ingresos no demorados, traslados y altas adecuadas y precoces)4. Es decir, que todos «tenemos que arrimar el hombro»: los/las políticos/as y nuestros/as gestores/as que deben garantizar la cobertura y las prestaciones a toda la población; los/las profesionales de la sanidad que debemos trabajar más horas y cobrar menos, reciclarnos y actualizarnos en nuestro tiempo libre y con nuestro dinero; y también, aunque no resulte políticamente correcto, los/las ciudadanos/as haciendo un buen uso de los recursos públicos.

En el artículo de Benach et al.2 se recuerda que «el copago reduce el uso de servicios sanitarios». Efectivamente así ocurre, y es conocido en los SUH5; de manera muy significativa (15% de las visitas) y curiosamente las que han sido calificadas como leves o no susceptibles de haber acudido a un SUH, sin resentirse las calificadas como emergentes o urgentes (que sí tienen una justificación para acudir o ser remitidas al SUH). Así, es discutible la afirmación de que las personas más enfermas o las más graves puedan salir perjudicadas. Además, hay múltiples soluciones para que el copago lo realice quien no debería haber utilizado el SUH al disponer de otros niveles asistenciales, y que tampoco sea adjudicado a quien no tiene posibilidades económicas ni al considerado enfermo urgente o emergente (perfectamente tipificable por los sistemas de triaje y otros indicadores). Sólo hace falta querer hacerlo. Por otro lado, también resulta llamativo que «la afirmación de abuso del sistema sanitario no es un dato claramente constatable» y que «culpabilizar al enfermo diluye las responsabilidades de las autoridades y de los profesionales sanitarios, ya que serían ellos los que generarían al menos en parte el exceso de visitas». Todo lo contrario: en realidad, es constatable que algunos/as ciudadanos/as hacen un mal uso del SUH, y lo que es inimaginable para cualquiera que trabaje en un SUH es que el profesional genere visitas a este servicio. Algunos datos de nuestro SUH pueden resultar significativos: en el año 2011 se atendieron 153.977 urgencias, el 59,7% a petición propia del/de la ciudadano/a. Los/las pacientes podían haber acudido a su centro de salud previamente, o a urgencias de su centro de salud. Los más cercanos al hospital, urbanos y en menos de 20km, son con diferencia (8 a 56 veces más que los que distan más de 20km) los lugares de procedencia de la mayoría de los pacientes que acuden a petición propia, y además los que son calificados con los grados de urgencia más bajos (según niveles de triaje), de la misma manera que son los que tienen menor tasa de ingresos (6 a 10 veces). Esto quiere decir que cuanto más accesible, más se acude al SUH sin acudir al centro de salud por patología no urgente y que no requiere ingreso. Durante 7 días, aleatoriamente, se preguntó en el área de admisión del SUH a 500 pacientes que acudieron por petición propia por qué no habían ido antes a su centro de salud. En la Tabla 1 se muestran algunas de las respuestas.

En vista de lo comentado, estamos de acuerdo con Rodríguez et al.1 en recomendar que, con equidad y justicia según la renta y el motivo de visita al SUH, se instaure un copago moderador que serviría para adecuar las visitas no justificadas. Esto no significa que «se culpabilice a la mayoría de los pacientes» ni que no se deba defender la sanidad pública.

 

Contribuciones de autoría

A. Julián-Jiménez es el único responsable en cuanto a la concepción y el diseño final del manuscrito y su escritura, y se hace responsable y aprueba la versión final.

 

Financiación

Ninguna.

 

Conflictos de intereses

Ninguno.

 

Agustín Julián-Jiménez
Servicio de Urgencias, Hospital Virgen de la Salud, Toledo, España
Correo electrónico: agustinj@sescam.jccm.es

 

Bibliografía

1. Rodríguez M, Puig-Junoy J. Por qué no hay que temer al copago. Gac Sanit. 2012; 26:78-9.         [ Links ]

2. Benach J, Tarafa G, Muntaner C. El copago sanitario y la desigualdad: ciencia y política. Gac Sanit. 2012; 26:80-2.         [ Links ]

3. Flores CR. La saturación de los servicios de urgencias: una llamada a la unidad. Emergencias. 2011; 23:59-64.         [ Links ]

4. Ovens H. Saturación de los servicios de urgencias. Una propuesta desde el sistema para un problema del sistema. Emergencias. 2010; 22:244-6.         [ Links ]

5. Selby JV, Fireman BH, Swain BE. Effect of a copayment on use of the emergency department in a health maintenance organization. N Engl J Med. 1996; 334:635-41.         [ Links ]

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