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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología

versión impresa ISSN 0365-6691

Arch Soc Esp Oftalmol vol.79 no.5  may. 2004

 

SECCIÓN HISTÓRICA


ABADIE - LAGRANGE
CINCO LUSTROS DE GUERRA VERBAL

ARRUGA A1

Los dos eran del Midi: Lagrange gascón, Abadie pirenaico. Los dos sobresalieron como clínicos, ingeniosos innovadores, hábiles cirujanos y maestros excepcionales. Pero más, si cabe —como atestiguaron muchos contemporáneos— por su afabilidad, ternura con la desgracia ajena, sensibilidad por los desheredados, infinita paciencia con los enfermos, amor por los que sufren y extraordinaria generosidad con sus discípulos.

Abadie, recién establecido ya se hizo famoso por su maravillosa habilidad operatoria. Hacía falta una destreza excepcional para practicar con éxito extracciones de cataratas antes de la introducción de la anestesia cocaínica (su primer uso como anestésico local tuvo lugar en Viena, en 1844, por Carl Koller). En el París de la época circulaba el dicho: «Si una operación de catarata acabó en desastre, hay que acudir a Abadie para que opere el segundo ojo».


Charles Abadie (1842-1932).

Pierre Féliz Lagrange (1857-1928).

 

En 1876 Abadie publicó un tratado, excelente compendio de los conocimientos oftalmológicos de la época. Pero el «avant-goût» de las pugnas que harían época fueron sus comunicaciones de 1897 sobre el rol del simpático en el glaucoma crónico simple, la extirpación del ganglio cervical superior y la ciclotomía.

Su pasión por lo relativo al glaucoma nunca decayó: pocos meses antes de su jubilación dio a conocer su «ciliarotomía», basada en el supuesto aumento de la tensión por la irritación del plexo nervioso que cubre la zona ciliar por detrás de la inserción del iris.

El 8 de junio de 1905, Lagrange presentó, ante la Sociedad de Medicina de Burdeos, un paciente afecto de glaucoma crónico al que había practicado una iridectomía seguida por una esclerostomía subconjuntival y límbica, es decir en la región del canal del Schlem. Aunque Lagrange publicó sobre casi todo en oftalmología, este método cambió radicalmente el pronóstico del glaucoma crónico.

Abadie le llevaba a Lagrange quince años; casi tantos como en centímetros le excedía en estatura Lagrange a Abadie. La relación fue siempre correcta, afable incluso... fuera del «cuadrilátero» de congresos y sesiones científicas. Allí Abadie, con su elegante y fácil elocuencia, alta voz acompasada con un eco de su provincia natal; su ademán vivo con el que recalcaba su fuerte personalidad, exponía vigorosamente sus razones. Y en la controversia se enardecía: su palabra, ardiente como sus convicciones, se elevaba de tono hasta la violencia para rechazar los argumentos contrarios a su opinión y ratificarse en sus ideas para hacerlas triunfar.

Mas, terminado el temporal, ningún rencor. Con cordial sonrisa abordaba Abadie a sus adversarios con un caluroso apretón de manos. La buena camaradería no se había alterado.

Los contragolpes de Lagrange no eran mancos, aunque menos vehementes. Y, concluida la refriega, correspondía con igual afabilidad.

El primer «asalto» tuvo lugar en 1910: para Abadie el tratamiento del glaucoma debía dirigirse a la causa etiológica, el simpático; no al ojo. Idea rebatida por Lagrange entre otros.

En el segundo round el tema no fue el glaucoma. Abadie (en 1902) refirió varios casos curados por él de una afección que denominó «oftalmía simpática infecciosa crónica». A diferencia de la clásica, consecutiva a herida perforante del ojo opuesto, obedecería a una infección a nivel de una cicatriz defectuosa desprovista de epitelio protector en un ojo operado por catarata. Abadie manifestaba haber conseguido la curación mediante escarificación del área afectada y su recubrimiento conjuntival. Lagrange se insurgió ante la idea de una «simpática curable en elevado porcentaje de casos» (¿Presagio de una impetuosa polémica casi medio siglo más tarde?).

Desde 1905 los rounds con el glaucoma como tema se suceden casi anualmente. En 1909 aparecieron dos artículos envenenados uno por Abadie y uno por Lagrange, cáusticas arremetidas sin disfraz contra las ideas del rival.

Aunque en 1912 Abadie había interrumpido su práctica privada, pese a que jubilado, asistía asiduamente a sesiones clínicas y conferencias.

En 1926, con motivo de la última disertación por Lagrange, Abadie (a la sazón 84 años) repantigado en la parte alta del anfiteatro (y hasta entonces desapercibido por la mayoría) se irguió al concluir el conferenciante (69 años) agitando su bastón y exclamó: «¿pero han oído ustedes lo que acaba de decir ese muchacho?».


1 Oftalmólogo. Sant Just Desvern. España.

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