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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología

versión impresa ISSN 0365-6691

Arch Soc Esp Oftalmol vol.80 no.6  jun. 2005

 

SECCIÓN HISTÓRICA


EL TRATADO ELEMENTAL DE LAS ENFERMEDADES 
DE LOS OJOS DE LORENZO BARÓ (1899) (II)

LÓPEZ DE LETONA C1

En la segunda parte de la obra que estamos comentando el autor estudia toda la patología ocular siguiendo las diversas estructuras anatómicas (conjuntiva, córnea, esclerótica, etc.), pero viene precedido de dos apartados consagrados a la terapéutica ocular en general y a los vendajes.

De todo lo que expone uno de los apartados más largos es el dedicado a la patología de la conjuntiva y de los párpados, vamos a considerar ambos no sin antes referirnos a las ya señaladas nociones de terapéutica y vendajes.

Comienza el primero de ellos por referirse a la «Asepsis y antisepsis» que por entonces ya se conocía aunque su difusión no debía estar extendida del todo. Tal como se explica en más del 60% de las intervenciones oculares se producían supuraciones que muchas veces acarreaban el fracaso del acto quirúrgico y la ceguera.

El maestro del autor, es decir Louis de Wecker había sido de los primeros en introducir el yodo para el lavado de la zona a interveniar así como para las manos del operador.

Recoge también las opiniones de Pasteur que al parecer habían recibido al principio algunas críticas por parte de determinado grupo de médicos españoles.

En cuanto a otras medidas terapéuticas cita la existencia de diversos preparados farmacéuticos, entre ellos las lociones, sobre todo las de ácido bórico para limpiar el globo ocular. También compresas frías de líquidos antisépticos o si hubiese ulceraciones éstas serían calientes.

Para los flemones recomienda las cataplasmas, prefieriendo, ante una conjuntivitis la aplicación de una ducha de vapor a la cauterización.

No podía faltar la referencia genérica a los colirios (a los que define como toda medicación que se pueda instilar en el ojo), pomadas, etc.

Para los vendajes cita tres clases distintas: los protectores, es decir los que mitigan la intensidad lumínica aunque él particularmente prefiere el uso de las gafas ahumadas, también el contentivo que se usaba ante la aparición de úlceras, viene a utilizarse un trozo de algodon empapado en líquido antiséptico. Preconiza su utilización en los casos de pequeñas intervenciones quirúrgicas.

Para las de mayor envergadura recomienda el vendaje compresivo immovilizador.

El apartado más extenso de la segunda parte es, como dijimos antes el dedicado a la patología de la conjutiva, comienza por definir esta estructura anatomica (...«Es una membrana mucosa que une el globo ocular a los párpados»), para fijarse luego en sus tres capas: Epitelium, túnica propia y tejido celular subconjuntival.

En cuanto a la afección más comun de la conjuntiva, es decir las conjuntivitis describe hasta nueve variantes: catarral, purulenta de los recién nacidos, blenorrágica, membranosa, diftérica, flictenular o primaveral, granulosa y folicular.

Comentaremos dos de las más importantes: las de los recién nacidos y la granulosa. La primera de ellas era la causante de casi el 40% de los casos de ceguera; comenzaba en los recién nacidos al tercer día de nacimiento con síntomas coincidentes con un catarro conjuntival agudo, si bien al poco tiempo se infiltraban las conjuntivas edematizándose los párpados superiores, saliendo con frecuencia material purulento por la hendidura palpebral.

Su etiología era evidentemente el paso de la cabeza fetal por el canal blando del parto, lugar de frecuente asiento de toda clase de germenes nocivos. Las medidas profilácticas se basaban en la clásica profilaxis de Credé, usada casi hasta el presente. Como es sabido se instilaba al nacer una gota de nitrato argentico al 1% en cada ojo.

Una vez declarada la enfermedad, se podían efectuar toques del mismo nitrato argéntico a una concentración algo más alta (3%), pasando después un pincel con una solución de cloruro sódico a fin de eliminar el exceso cáustico. Podía usarse también el salicilato de eserina (cinco centigramos de dicho producto en diez gramos de agua destilada). No es partidario de usar soluciones de sublimado corrosivo ya que puede producir opacificaciones corneales difusas de tratamiento complejo.

La conjuntivitis granulosa, se identifica fácilmente con el tracoma, es una afección conocida de antiguo. Sus síntomas son la sensación de cuerpo extraño debajo de los párpados, con escozor y pesadez de los mismos. Al invertirlos son de advertir granulaciones de pequeño tamaño de aspecto amarillo rojizo.

En una fase posterior se vasculariza la conjuntiva, con exfoliaciones epiteliales, úlceras, etc. con todo lo cual queda la visión muy comprometida.

El tratamiento puede ser variado, como en el caso anterior los cáusticos pueden resultar inutiles, si bien en 1882 Louis de Wecker había descubierto la existencia del Jequirity (derivado del Abrus Precatorius), cuyo modo de actuar resultada algo curioso ya que se espolvoreaba la zona afectada con polvos de esta especia produciéndose una tumefacción palpebral a base de una falsa membraba que posteriormente caía. La inflamación subsiguiente desparacecía y con ella la afeccion en cuestión.

Finalizaba este apartado refiriéndose al tratamiento de las complicaciones, entre ellas las úlceras corneales para las que debe administrarse una solución de salicilato de eserina.

Como impresión general de todo lo dicho podemos afirmar que la obra analizada puede resultarnos muy menor dentro del contexto de la escasa literatura oftalmológica de la época, es posible incluso que su autor fuese un simple médico práctico interesado en asuntos oftalmológico, pero no por ello debemos dejar de hacer el comentario de la misma.


1 IOBA. Valladolid. 
E-mail: berta@ioba.med.uva.es

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