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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.14 no.51 Granada mar. 2005

 

MISCELÁNEA


RETABLO DE LAS MARAVILLAS

 

La enfermera en el monumento madrileño 
(1908–1936)

Mª Teresa Miralles-Sangro y Marta Durán Escribano1

 

 

1Profesoras del Departamento de Enfermería de la Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares, 
Madrid, España

CORRESPONDENCIA: Mª Teresa Miralles Sangro, teresa.miralles@uah.es

 

Manuscrito recibido el 20. 04. 2005

Manuscrito aceptado el 16.09. 2005

Index Enferm (Gran) 2005;51:65-69

Resumen Abstract

La entrada de España en la Edad Contemporánea fechada en 1.808 se caracterizó por grandes cambios, conflictos sociopolíticos, económicos y culturales que se mantuvieron a lo largo de todo el siglo XIX alargándose en el tiempo hasta completar el primer tercio del siguiente, del siglo XX. En este periodo analizamos la influencia de la enfermera a través de su presencia en el monumento público o privado, como señal de reconocimiento social. El objetivo será examinar los monumentos femeninos de Madrid, tratando de descubrir aquellos que representan la imagen de la enfermera.

Elegimos este marco cronológico por dos aspectos: por un lado, porque es en el siglo XIX donde arranca la enfermería como profesión y por otro lado, porque se considera en esta misma época, la aparición del monumento, como elemento figurativo de las ciudades. Como resultado de nuestra investigación, se describe el monumento a la Duquesa de la Victoria (datación, procedencia y estilo artístico), con quien se identificó el cuerpo de enfermeras de la Cruz Roja y en la que se destacó la labor llevada a cabo junto a "los soldados heridos y enfermos en la campaña de Marruecos". Realizando así el análisis iconográfico de un monumento relacionado con los cuidados de enfermería;  identificación del tema iconográfico, contextualización histórica e interpretación iconológica.

Puede servirnos como conclusión la idea de que pocas eran las posibilidades que las enfermeras tenían en aquellos años para poder sobresalir en el entramado social, pero que se supo aprovechar el momento haciéndose merecedoras del reconocimiento social que posteriormente daría paso a la estructura y desarrollo de una educación regulada y con reconocimiento universitario.

THE NURSE IN MADRID`S MONUMENTS (1908 – 1936)

The Contemporary Era saw its beginnings in Spain in 1808. This brought great changes and socio-political, economical and cultural conflicts. These lasted through the XIXth Century and did not see their end until the first third into the XXth Century. We will be analysing nursing influence in its social context. As well, we will striving to discover its presence in the public/private monuments as social recognition. The aim will be to look at Madrid's female images and select those representing the nursing profession.

We chose this chronological frame due to the fact that, on the one hand, nursing as a profession started in the XIXth Century and, on the other one, it was in this same period that this type of monument started to appear in cities. In our research we came across the monument to the Duchess of ‘la Victoria’, its origin, date and artistic style. The Red Cross identified its nurses with it. It illustrated their work with the ‘injured soldiers in the Morocco’s campaign’ and achieved the iconographic analysis of a monument related to nursing care identifying its iconographic theme, historic context and iconological interpretation.

Our conclusion is that nurses had little possibility of recognition in the social scheme at the time but, they excelled in their care and professionalism and through this they gained social acknowledgement.

 

 Introducción

La imagen de la enfermera ha venido siendo abordada, muy especialmente en el periodo que nos proponemos estudiar a través de la literatura, de la historia y más escasamente en el campo del Arte, siendo ésta la razón que nos llevó a buscar y analizar su presencia en el monumento, público o privado, de la ciudad de Madrid.  El objeto de nuestro trabajo es analizar los monumentos femeninos de Madrid, tratando de descubrir aquellos que representan la imagen enfermera.

El marco cronológico que nos señalamos abarca el tiempo que transcurre durante el siglo XIX y hasta el primer tercio del XX. Nos decidimos por este periodo al ser, por un lado, el siglo XIX el referente que da significado a la enfermería como profesión, considerando que la Real Escuela de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría en 1896, es la primera Escuela de nuestro país, y la Real Orden de 7 de mayo de 1915, la primera reglamentación profesional de la enfermería. Por otro lado, porque el monumento como tal surge en las ciudades a lo largo, también, del siglo XIX. Pensamos que el lapsus de tiempo estudiado es suficientemente relevante para darnos una visión de la evolución acertada de la presencia de la enfermera en relación con la sociedad madrileña.

La enfermera en el monumento

¿Qué es un Monumento? En su sentido más primitivo un monumento es una obra realizada por la mano humana y creada con el fin específico de mantener siempre viva las hazañas o destinos individuales en la conciencia de las generaciones venideras. Actualmente, el vocabulario general admite que, un monumento es una realización artística hecha por el hombre, pudiéndose distinguir dos características: la primera es una cierta tendencia a perpetuar las representaciones mediante signos y símbolos en sentido magnificado y colosal y la segunda es una evidente intención de pervivencia secular, mundana y profana, de los hechos y personas significadas por sus referencias históricas.  El monumento surge en las ciudades durante el siglo XIX como un nuevo elemento urbano, que rápidamente se hace indispensable en toda ciudad que se precie, con dos funciones; una adoctrinadora o educativa, y otra ornamental, que al igual que la escultura decorativa, desempeñará una función lúdica en el paisaje urbano1. No es raro que en los monumentos construidos a lo largo del siglo XIX y durante los primeros años del XX, se encuentre patente el culto de los valores vinculados con la identidad nacional, rememorando personajes y hechos del pasado. Tampoco es infrecuente que para apoyar una cierta idea de respaldo popular se iniciaran suscripciones populares2.  

Para centrar un primer recorrido elegimos en el año 1808, fecha que marca un hito en nuestra historia, el alzamiento del pueblo español contra los invasores franceses. Este hecho es recogido desde diferentes ópticas por historiadores y artistas y resulta de una relevancia tal para la sociedad decimonónica que se repite en todas sus vertientes, inclusive en los monumentos, de una y de diferentes ciudades. En Madrid, coincidiendo en la misma época con la reconstrucción de la ciudad, comienza con vehemencia la construcción de monumentos urbanos.  El padre Cesare Ripa3 recoge esta cuestión ampliamente y nos acerca a un tipo de representaciones donde la figura femenina se convierte en alegoría de las virtudes, que generalmente acompañan a personajes ilustres, hombres por regla general, a través de las cuales se exalta su personalidad.  

Es en el monumento dedicado a los Héroes del Dos de Mayo, donde la figura femenina aparece por primera vez representada en nuestra estatuaria pública, es la Victoria, que se convierte en fiel aliada de nuestros héroes y al mismo tiempo es la Mujer como tal, quien se verá representada en su significado como parte del pueblo y en su caso como heroína de guerra. Continuando nuestro interesado paseo por la ciudad descubrimos la imagen de la Fama que acompaña a Calderón (1878, plaza de Santa Ana) y a Cánovas (1900, plaza de la Marina Española), identificamos a la Historia que recoge los acontecimientos notables sucedidos durante la regencia de Dña. Mª Cristina de Borbón (1893, calle de Felipe IV), encontramos a la Mujer-Madre y a la Paz que guardan el monumento a Alfonso XII, en el parque de El Retiro,  y en los monumentos dedicados a los doctores Federico Rubio y Gali (1906, Parque del Oeste) y Tolosa Latour (1925, Retiro)  encarnando a la Humanidad y a la Gratitud.

La mujer del pueblo aparece ampliamente representada en las corrientes del romanticismo literario del momento, autores como Valera, Pereda, Galdós, Palacio Valdés y la Condesa de Pardo Bazán, entre otros, nos van haciendo un retrato de la mujer y de su significado en la sociedad de esos años. Una mujer subordinada al hombre y dedicada fundamentalmente a encontrar marido, consagrada a las labores del hogar, si es que ésta pertenecía a la clase media o baja o por el contrario, se describe a la mujer de estratos sociales acomodados en la clase dirigente o en la aristocracia, como explica Gómez-Ferrer, como un “factor indispensable para el mantenimiento de unas relaciones sociales que tienen por marco el salón, la tertulia, la comida, el paseo y el teatro”4. Esta imagen de la mujer irá conformando una manera particular de interpretar el cuidado del hogar y su representación en la sociedad.

En un sentido más abstracto, encontramos a la mujer en la alegoría de la Sátira, la Poesía, la Prosa en el monumento a Quevedo (1902, plaza de Quevedo), la Sabiduría a Santiago Ramón y Cajal (1926, Retiro), la Industria, la Agricultura, las Artes, las Ciencias, la Libertad entre otras alegorías en el monumento de Alfonso XII (Retiro), la Elocuencia marca la vida del ilustre político Emilio Castelar (1908, Paseo Castellana).

Sin embargo, y a pesar de todo lo anteriormente recogido, la figura de la mujer no sólo sirvió para destacar las virtudes o hazañas de otros sino que por el reconocimiento a su propia valía o por el papel que le tocó vivir en la historia, ha llegado a convertirse en verdadera protagonista de algunos de estos monumentos, es el caso de la reina Isabel II “reina castiza” (1850, pl. Isabel II), y al que siguió el de su homónima Isabel I “la Católica”  (1883, Pº Castellana),  en 1887 el de Doña Bárbara de Braganza  (pl. de la Villa de París),  poco después Mª  Cristina de Borbón representada en su papel de “Reina Gobernadora”  (1893, Felipe IV).  

Aparecen en esta época otro perfil de mujeres que destacaron tanto por su formación como por su  coraje en defensa de la mujer, es el caso de Doña Concepción Arenal, eminente jurista valedora de la mujer y de la cuestión obrera (1934, Parque del Oeste) o el de su coterránea la Condesa de Pardo Bazán (1926, calle de la Princesa). Recogemos por último el monumento a la Duquesa de la Victoria5 (1925, Av. de la Reina Victoria 24. Cruz Roja), con quien se identificó al cuerpo de enfermeras de la Cruz Roja y en la que se destacó la labor llevada a cabo junto a “los soldados heridos y enfermos por la campaña de Marruecos” como reza la inscripción de su monumento6. Una vez más la mujer aparece como ayuda y consuelo del hombre; ciertamente mereció su monumento, pero junto a diferentes soldados.

 

El Monumento a la Duquesa de la Victoria, Enfermera

El monumento fue construido en el año 1925, no está firmado, pero de acuerdo a las fuentes consultadas7, su autor es el escultor de origen asturiano y natural de Oviedo, Julio González Pola y García (1865-1929).  La ubicación del monumento es el frente de la fachada entre las dos arcadas que conforman la puerta principal del Hospital de San José y Santa Adela, en la avenida de la Reina Victoria, de Madrid.

El Hospital Central de la Cruz Roja, llamado de San José y Santa Adela, fue construido entre 1924 y 1928 por el arquitecto Manuel de Cárdenas Pastor, sobre unos terrenos propiedad de la Compañía Urbanizadora Metropolitana que fueron donados a la Cruz Roja. Se levanta sobre una planta en forma de “U” estructurada en torno a un jardín abierto a la avenida de la Reina Victoria que se costeó con los fondos obtenidos de un sorteo especial de la Lotería Nacional. La Dirección General de Beneficencia cedió a la Asamblea Suprema de la Cruz Roja, el Patronato del Hospital, conocido más tarde como Hospital de San José y Santa Adela.

Hospital de San José y Santa Adela visto desde la Avenida Reina Victoria. Madrid, 1918.

 

Oficialmente, el Hospital fue entregado mediante Real Decreto del Ministerio de la Gobernación, de fecha 12 de diciembre de 1918. La escritura de cesión fue otorgada el 11 de diciembre. Su primer director fue el doctor Víctor Manuel Nogueras, quien lo inauguró oficialmente el 16 de diciembre de 1918. En esa época contaba con 72 camas y con todos los adelantos posibles en el momento, además de estar dotado de una residencia para las alumnas que se formaban en la enfermería8.

La justificación del monumento es conmemorativa y de exaltación. Su carácter emblemático se proyectará a lo largo del tiempo. Se trata de resaltar la actuación de una persona en particular, la Duquesa de la Victoria, que se exhibirá entonces en representación de la enfermera y en la que luego nosotros veremos a toda la profesión, destacando el papel edificante de la enfermera, como benefactora social. Recoge el aspecto de reconocimiento social del monumento la crónica que firma el Barón de Lhys en la Revista de Cruz Roja Española en junio de 1925: “en estas placas monumentales, González Pola, ha conseguido perpetuar de la manera más armónica y exacta el propósito de este homenaje nacional: los representantes del ejército peninsular, del Tercio y de las tropas indígenas, contemplan admirados y agradecidos a la Institución de la Cruz Roja que, bajo los auspicios egregios de V.M., secundada eficacísimamente por la Duquesa de la Victoria y demás insignes enfermeras, acude en socorro y cuidado del combatiente caído por el plomo enemigo o por las penalidades y sufrimientos de la campaña”.

El momento histórico se centra entre 1918 y 1923, fue entonces cuando la contienda de Marruecos alcanzó su máxima tensión como consecuencia de los tratados anteriores y se procedió a la ocupación militar de la zona del Protectorado español en Marruecos. Se concentró la atención en dos zonas, la de Yebala defendida por El Raisuni, y la zona del Rif que estaba en poder de Ab-El-Krim. En 1921 el general Fernández Silvestre emprendió precipitadamente y sin suficiente preparación técnica las operaciones en el Rif, que terminaron en una derrota militar y gran catástrofe de bajas humanas. Se derrumbó todo el frente de operaciones entre el Rif y Melilla, siendo conquistadas las plazas de Anual y Monte Arruit por Ab-el-Krim, poniendo en peligro Melilla9. Estos sucesos provocaron en la península una oleada de indignación contra los responsables de la catástrofe. El Gobierno dispuso el traslado de tropas para sostener la situación y recuperar el territorio perdido. La Cruz Roja envió un grupo de enfermeras a cuyo frente iba la duquesa de la Victoria, con el fin de instalar hospitales de sangre en las zonas en conflicto, de Melilla y Larache.

En cuanto a su tamaño, el monumento no es de grandes dimensiones ni tiene un énfasis grandilocuente. Un pedestal hace visible la escultura, que precisa una distancia no demasiado larga para su contemplación. El monumento puede leerse en tres cuerpos o líneas horizontales. La primera bancada o cuerpo inferior, está apoyado sobre el suelo y sirve de base al monumento,  es una piedra rectangular de alrededor de un metro de alto por  tres de largo, que incluye una inscripción que reza:

A LA DUQUESA DE LA VICTORIA INSIGNE BIENHECHORA DE LOS SOLDADOS 
HERIDOS Y ENFERMOS POR LA CAMPAÑA DE MARRUECOS LA NACIÓN AGRADECIDA

Es la protagonista, a la que está dedicado el monumento, se trata de Doña Carmen de Angoloti y Mesa, Excma. Sra. Duquesa de la Victoria, Vocal Presidenta de Distrito de la Asamblea central de Señoras de la Cruz Roja Española, cuya biografía resalta su labor humanitaria y pionera en el campo de la enfermería moderna española10.

El cuerpo central del monumento que se caracteriza por un fuerte sentido escénico.  El grupo, de tamaño natural, lo componen la figura tallada de una enfermera, que arrodillada atiende al soldado herido en la batalla. La Duquesa de la Victoria es la enfermera. Llama la atención la fidelidad de la fisonomía en su representación, guedejas asomando por debajo de la toca. Viste el uniforme de invierno adoptado por el Cuerpo de Enfermeras de la Cruz Roja. Con capa larga sobre los hombros, sujeta mediante los tirantes cruzados sobre el delantal, que adivinamos blanco, tapando la bata también blanca.

Recoge la enfermera con su brazo derecho, la cabeza sin cubrir del soldado caído. Mirando y percibiendo la expresión de dolor en sus ojos cerrados, sujeta con su izquierda la mano del herido tratando de confortarle. El soldado, caído en tierra al lado de su fusil, con la canana desprendida y la guerrera abierta (de la que prende condecoración de la Cruz Roja), y que apoyado en su petate busca en la enfermera la ayuda que puede salvar su vida. Cerrando los extremos horizontales de la bancada dos cruces griegas, símbolo que distingue a la Institución que comisiona el monumento.

Arranca la tercera bancada del monumento, de una gran cenefa de hojas de palma, símbolo de martirio, sobre la que se levanta una gran cruz roja superpuesta en campo blanco, en la que se puede leer:

Este monumento fue inaugurado el 29 de junio de 1926 por S.M. la reina doña Victoria Eugenia bajo cuyo alto patrocinio alentados por su augusto ejemplo realizaron su piadosa y patriótica obra los hospitales de la cruz roja de toda España.

A los lados de la gran cruz, cuatro figuras individuales -en pie- dos a cada lado. Son los soldados pertenecientes a los distintos regimientos que participaron en la batalla; tropas indígenas y oficial de regulares en el extremo izquierdo, legionario y oficial del Tercio de Marruecos en el extremo derecho.

Desde su parte posterior, consolida el grupo la gran corona de laurel, símbolo del heroísmo, en la que reposa una recreación heráldica. Destaca el escudo nacional sobre cartela simulando roleos vueltos hacia fuera, que deja ver el collar de la orden del Toisón de oro, y sobre el todo la corona Real.

A la derecha del escudo nacional el emblema del Tercio de Marruecos. Para encontrar los cimientos de este Tercio hemos de remontarnos a los tiempos de su fundación.  Fue por Real Decreto de 1920, que el rey Alfonso XIII dispusiera “Con la denominación de Tercio de Extranjeros se creará una Unidad Militar Armada”. Más tarde, por Real Decreto de 1925 cambia su denominación por Tercio de Marruecos, momento en que se construye el monumento, y no es hasta el año 1937, cuando este cuerpo del ejército pasa a denominarse La Legión, cuyo nombre perdura hasta la actualidad11.

En el lado izquierdo del principal, la corona ducal que timbra el escudo nos hace pensar que se representa el de la casa de la Duquesa de la Victoria. El texto de la leyenda, inscrito en placa de mármol rosa que reposa sobre el emblema de la Institución, hace alusión a la reina Doña Victoria Eugenia, persona clave para la Cruz Roja Española. Desde el Palacio de Oriente supo impulsar con entusiasmo la organización y desarrollo de la nueva Institución.

La Duquesa de la Victoria con uniforme de enfermera.

La Duquesa de la Victoria y la enfermería española

Doña Carmen de Angoloti y Mesa, Excma. Duquesa de la Victoria, nació en Madrid el 7 de septiembre de 1875 y falleció el 4 de noviembre de 1959 también en Madrid. Realizó sus estudios de Dama Enfermera de la Cruz Roja en los años 1918-1920, obteniendo el número uno de su promoción e inmediatamente empezó a prestar sus servicios en el hospital de San José y Santa Adela, de Madrid. El 16 de enero de 1916 se había promulgado una Real Orden en la que se dictaban las bases para la reorganización de la Cruz Roja Española, una de las cuales disponía que la autoridad suprema en la Institución la ejercería el Rey y, por su delegación la Reina, quién en tiempo de guerra asumiría la referida autoridad. La Reina presidiría la llamada Sección de Señoras.

El primer acto de la Reina fue la creación del Cuerpo de Enfermeras Profesionales y el de Damas Voluntarias Enfermeras, cuya constitución fue aprobada por Real Orden en febrero de 1917, así como el correspondiente programa de estudios.  Poco después, el 4 de abril del mismo año, se creaba la Medalla-Insignia distintiva de las Damas Enfermeras.

A mediados de 1921 sucede en África una de las más grandes derrotas del ejército español, el denominado “desastre de Annual”. Abandonados por sus oficiales, sin armas, aterrorizados, masas de soldados van afluyendo a Melilla12. La Cruz Roja envió un grupo de enfermeras a cuyo frente iba la Duquesa de la Victoria, con el fin de instalar hospitales de sangre en las zonas en conflicto, de Melilla y Larache. La Duquesa de la Victoria permaneció en África hasta la pacificación del territorio, en el año 1925. Su actuación fue abnegada, tratando con esmero a los heridos, llegando su celo y dedicación en bastantes ocasiones al punto de afeitar y asear con sus propias manos los cadáveres de los soldados fallecidos.  Una vez terminada la campaña se reintegró a su puesto, hasta el año 1931, en el hospital de San José y Santa Adela13.  

Carmen Angoloti, Duquesa de la Victoria, fue la mano derecha, además de estrecha colaboradora, de la reina Victoria Eugenia en la fundación de la red hospitalaria de la Cruz Roja española, así como la impulsora de los estudios y de las Escuelas de Enfermeras14. Resulta significativa la actividad desarrollada por la Reina al producirse el levantamiento de las cabilas rifeñas, en julio de 1921. Su dinamismo y presteza resultaron definitivos para movilizar todos los medios de que disponía la Institución, no sólo en la península, sino también en Marruecos, a cuyo servicio puso las Damas Enfermeras, dirigidas por su auténtico brazo derecho, la duquesa de la Victoria15.

A la reina, a petición de la Asamblea Central de Señoras, le fue otorgada la Gran Placa de Honor y Mérito de la Cruz Roja Española, costeada por suscripción entre todas sus Damas Enfermeras. En un solemne acto que se celebró en el Salón de Columnas del Palacio de Oriente, la Reina madre Doña María Cristina, impuso la condecoración a Doña Victoria Eugenia, que tanto se preocupó y trabajó por la Cruz Roja Española.

El 9 de febrero de 1968 es una fecha que hay que anotar como altamente emotiva. Ese día la reina doña Victoria Eugenia rindió su última visita al hospital de la Institución en Madrid. Doña Victoria Eugenia había regresado a España con motivo del bautizo de don Felipe de Borbón y su primer salida oficial fue la de visitar el Hospital que ella misma fundó en los años 20.  Ese día, la Asamblea Suprema en pleno recibió a la egregia visitante a la entrada del edificio principal. Voluntarios de la 1ª Brigada de Socorro formaron en el patio del Hospital, con banderas y banda de música, así como enfermeras, religiosas y las 190 alumnas de los tres cursos de la escuela.

Es indudable que el regreso a la patria y la visita a “su Cruz Roja” debieron haber hecho vibrar las cuerdas más sensibles de la Reina.  No en vano dedicó a la Institución sus amores y afanes, precisamente en unos tiempos en que por la guerra los servicios de las enfermeras se adivinaban capaces de mejorar la situación de los soldados heridos en los frentes de batalla.  

Puede servirnos como conclusión la idea de que pocas eran las posibilidades que las enfermeras tenían en aquellos años para poder sobresalir en el entramado social, pero aprovecharon su momento, y prestando ayuda profesional, destacaron tanto de forma individual como en representación del grupo o cuerpo, haciéndose merecedoras del reconocimiento social.

Es por lo que pensamos que esta corta historia de la presencia de la enfermera española en el monumento, casi carente de datos relevantes, debe figurar, aunque modestamente, entre los temas de la historia de la enfermería de nuestro país.

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