SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.31 número4Dializar un corazón: el papel de la diálisis peritoneal en la calidad de vida del paciente cardiorrenalLa Covid-19 desde la academia: trocar el miedo por el cuidado índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.31 no.4 Granada oct./dic. 2022  Epub 17-Abr-2023

https://dx.doi.org/10.58807/indexenferm20225414 

Diario de Campo

La importancia de un silencio

Andrea López-Nozal1 

1Hospital de Cabueñes. Gijón (Asturias), España

Cuando conocí a Micaela, ella ya sabía que no había latido. Era un turno de noche en el hospital y había ingresado por la mañana, derivada de la consulta de la matrona por dificultades para encontrar el latido fetal. Cuando llegó a urgencias y comprobaron por ecografía, le dijeron lo que nadie quiere oír: "No hay latido". Mikel iba a ser su tercer bebé. Como ya eran 22 semanas de gestación, había que provocarle el parto para que Mikel naciera sin vida. Qué contradictorio, ¿no? Nacer y morir sin haber vivido.

La noche en partos pintaba llena de trabajo, había cuatro mujeres y éramos dos matronas. Micaela estaba ingresada en la planta, esperando a que la medicación que le habían puesto vía vaginal hiciera efecto y lograse tener contracciones, que desencadenasen el parto y así finalizar el embarazo. Mi compañera estaba en el quirófano, en una cesárea urgente, y yo estaba al cargo de las tres mujeres que había en partos. En ese momento me llamaron de la planta, Micaela tenía dolor.

Cuando mi compañera salió del quirófano, fui hasta la planta de maternidad. Micaela había avisado a las enfermeras cuando comenzó a tener dolor intenso. Fui hasta su habitación para valorar el progreso y la vi muy afectada. Estaba sola, su marido estaba con sus otros dos hijos, no tenían con quien dejarlos. Solo me dijo que el dolor había empezado hacía poco, pero que era insoportable, "quizás también por el dolor emocional -me decía- no quiero sentirlo así". "¿Así como?", le pregunté. "No te lo puedo explicar, es un dolor diferente al de mis otros partos, no hay recompensa final", me contestó.

Volví a partos y avisé a mi compañera de que Micaela pasaría con nosotras para control del dolor, deseaba analgesia epidural. Cuando colgué el teléfono para darle aviso al celador para que trajera en la cama a Micaela, me llamaron de la planta de hospitalización. "La del tercero va a parir ya". Fui corriendo hasta su habitación y, cuando llegué, Micaela estaba acompañada de la enfermera, Mikel ya había nacido y lo tenía en contacto piel con piel sobre su pecho, y no podía dejar de llorar. "Es muy guapo, y tan pequeño". Mi primera reacción fue arrodillarme al lado de la cama y esperar, en silencio. Tapamos a Mikel con una manta, le pusimos un gorro y nos fuimos para partos. Iba abrazándolo.

Una vez allí, Micaela me dijo que si la podía dejar a solas con su bebé unos minutos, que estaba bien, solamente necesitaba disfrutar de esos primeros y últimos momentos con Mikel.

Salí de la habitación y lo primero que sentí fue admiración, un sentimiento que no me esperaba en un momento así. Podría esperarme pena, tristeza, impotencia… pero admiración era lo último que esperaba sentir.

Admiraba la entereza con la que esta mujer estaba recibiendo y despidiendo al mismo tiempo a su hijo de 22 semanas. Admiraba su tranquilidad, su valor para vivirlo sola, asumiendo que su marido no podía estar con ella por el bienestar de sus otros dos hijos.

A los 20 minutos, Micaela llamó al timbre y cuando entré en la habitación me dijo que, si por favor podía sacarle una foto con su bebé, así, piel con piel, con el cordón umbilical unido a la placenta, aún intacto. "Es para que los niños conozcan a su hermano", esa frase también me hizo aprender. Las matronas y en general el personal que tratamos con mujeres embarazadas y a veces nos toca vivir estos momentos, sabemos mucha teoría de lo que se "debe" hacer, frases que no debemos decir, cosas que tenemos que ofrecer, las recomendaciones, las no recomendaciones. Pero considero que cada momento es distinto y cada historia es diferente, y por eso aprendes a medida que lo vas viviendo.

En este caso, Micaela quiso sacarse muchas fotos con su bebé, quiso vestirlo, quiso darle cariño, besos, caricias, durante las dos horas que se quedó en el servicio de partos, "como si hubiese tenido latido" me decía. Solo quería estar con su bebé, que nada les molestara.

Tras dos horas, cuando se tuvieron que despedir, Micaela me dio las gracias: "gracias por haberme dejado vivir todo el tiempo posible al lado de Mikel en silencio, es muy importante para mí, es mi pequeño." A mí solamente me salió un "Gracias a ti", que fue muy real. Me estaba dando las gracias simplemente por dejarle intimidad en un momento tan íntimo, como es el nacimiento de un bebé.

A los ocho meses, más o menos, mi contrato cambió, estaba en una consulta de atención primaria y vi su nombre en la agenda, la tenía citada para hoy. Micaela estaba embarazada de nuevo, de ocho semanas, era su primera visita de embarazo y cuando salí a llamarla para que pasara a la consulta y me vio, no me dijo nada, simplemente me dio un abrazo. Una vez dentro de la consulta, me contó que su postparto había sido muy muy duro, que una de las partes más duras era haber tenido que explicarles a sus hijos pequeños de 4 y 6 años, que el hermano que esperaban no iba a llegar, es más, que había llegado y se había ido sin conocerlos. Y una de las cosas que me dijo, me hizo reflexionar muy mucho, volvió a repetirme una frase similar a la que me dijo aquella noche: "Gracias por el silencio y el respeto, me sentí muy acompañada y eso me ayudó a superarlo".

Desde la noche en la que sucedió la historia de Micaela, soy más consciente de la trascendencia de nuestros actos como profesionales. Actos que pueden ser, simplemente, dejar ser, dejar intimidad, no intervenir, saber tener tu lugar sin interferir en el momento que está ocurriendo. Siempre intentaba darle la importancia que cada momento precisaba, pero a raíz de Micaela, intento transmitirles a las mujeres con las que trato en el hospital, que cada momento que viven es único y no se va a volver a repetir, y que los momentos pueden vivirse de manera positiva, haya latido o no.

Dirección para correspondencia: andreagijon25@gmail.com

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons