INTRODUCCIÓN
En 2016 se vio que la esperanza de vida en España se encuentra entre las más altas de Europa y el mundo, siendo de 85,8 años en mujeres y de 80,3 años en hombres1.
Este envejecimiento de la población se asocia a una mayor prevalencia de problemas nutricionales en este colectivo. Envejecer implica una serie de cambios que influyen directamente en el estado nutricional de los ancianos, por lo que este es un grupo vulnerable con un riesgo elevado de sufrir déficits nutricionales. La desnutrición, según el profesor Elia, “se trata de un estado de nutrición en el que una deficiencia de energía, proteínas y otros nutrientes causa efectos adversos medibles en la composición y función de los tejidos/órganos y en el resultado clínico”.
Se distinguen cinco tipos de desnutrición2:
Calórica, tipo marasmo, que se desarrolla cuando existe una deficiencia crónica de energía y proteínas, y se caracteriza por la pérdida de las reservas corporales de masa magra y especialmente de grasa.
Proteica, tipo kwashiorkor, que se presenta en individuos con dieta baja en proteínas y cuyo aporte energético viene principalmente de los cereales.
Mixta, que agrupa los dos tipos de desnutrición anteriormente descritos y es el tipo de desnutrición más común.
Mixta con predominio de aporte proteico, igual a la anterior, pero en esta se ven más afectados los parámetros bioquímicos proteicos al igual que algunos parámetros antropométricos, como la circunferencia muscular del brazo (CMB).
Desnutrición mixta con predominio de aporte calórico, en la que, a diferencia de la proteica, la parte más afectada es la masa grasa, que se puede observar en el pliegue cutáneo tricipital (PCT).
Por otro lado, se consideran factores de riesgo de desnutrición tanto la pérdida del gusto y/u olfato como la anorexia asociada a factores psicosociales, problemas masticatorios y de deglución, trastornos neurodegenerativos, enfermedades como el cáncer o cambios en la composición corporal. La desnutrición conlleva una disminución del estado funcional general, un aumento del riesgo de mortalidad, un incremento del número de caídas y fracturas (disminución de la masa ósea), mayor número de infecciones, disminución de la calidad de vida y un agravamiento de las enfermedades agudas y/o crónicas subyacentes3,4.
Otro factor de riesgo relacionado con la desnutrición es la demencia, pues a los factores citados anteriormente se le suma la presencia de apraxia, agnosia, trastornos de la conducta alimentaria o lesiones hipotalámicas que pueden afectar a los centros reguladores del apetito y, como consecuencia, al control del peso corporal. Estudios recientes demuestran que el estado nutricional de los pacientes con demencia institucionalizados es peor que aquellos que presentan la misma edad con un estado cognitivo normal o un deterioro cognitivo leve5.
Además, la desnutrición se hace más evidente cuanto más avanzada es la edad, ya que la disfagia, la inmovilidad o determinadas complicaciones cambian sus requerimientos nutricionales como es el caso de las úlceras por presión (UPP) y de las infecciones que aparecen reiteradamente y que se presentan como consecuencia del propio proceso degenerativo, comprometiendo aún más el estado nutricional del paciente6. Se han encontrado distintos trabajos que relacionan diferentes variables con la desnutrición, como pueden ser el deterioro cognitivo7, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) 8) y la dependencia a la hora de comer9. También se ha encontrado relación positiva y notable entre enfermedades crónicas o agudas y la presencia de desnutrición10. Sin embargo, se cree que la desnutrición normalmente se debe a múltiples factores, como las alteraciones en la homeostasis, ya que el envejecimiento se asocia con una disminución fisiológica de la ingesta de alimentos y reducción de los mecanismos homeostáticos. También se ven implicados los factores fisiológicos, como pueden ser la sarcopenia, la alteración del gusto y del olfato, la alteración de los mecanismos intestinales (llenado gástrico lento y retraso en el vaciamiento gástrico), mecanismos neuroendocrinos y anorexia (muy común en la población senil debido, por ejemplo, a una disminución en los requerimientos energéticos). En cuanto a las causas no fisiológicas, estas pueden ser extrínsecas e intrínsecas. Con respecto a las intrínsecas, cabe destacar la salud bucal, causas gastrointestinales, neurológicas, psicológicas y endocrinas. Dentro de las causas no fisiológicas extrínsecas se encuentra el consumo de fármacos y factores sociales tales como pobreza, falta de ayuda social y dificultades a la hora de alimentarse11.
Una de las consecuencias de la desnutrición es el deterioro funcional del residente, al promover el deterioro del músculo esquelético (sarcopenia y osteopenia), causar inmunosupresión y disminuir la capacidad cardiorrespiratoria. El aparato digestivo también se ve deteriorado, produciéndose malabsorción que conllevará una mayor morbimortalidad.
En este sentido, una intervención nutricional adecuada puede mejorar la calidad de vida del residente con demencia, prevenir y retrasar la aparición de las comorbilidades citadas. El diagnóstico de riesgo de desnutrición o desnutrición en sí podría contribuir al desarrollo de estrategias de intervención nutricional personalizadas y tempranas, prevenir y tratar la desnutrición y retrasar la aparición de comorbilidades asociadas que comprometan el estado de salud y la calidad de vida del residente6.
Por esta razón, el objetivo del estudio fue, por un lado, describir el estado nutricional de una residencia asistida de 136 plazas y, por otro, la búsqueda de asociación entre desnutrición (o riesgo de ella) y variables como la edad, la existencia de determinadas enfermedades (agudas o no) y el tipo de dieta que siguen.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se trata de un estudio descriptivo, comparativo, relacional y transversal, sobre la población de una residencia asistida. Participaron 113 residentes; el resto, 23, eran ingresados temporales, fallecieron o no dieron su consentimiento para participar en el estudio.
De la base de datos del centro (ResiPlus) se recogieron variables epidemiológicas; edad, sexo y existencia de patologías que pudieran tener incidencia en el estado nutricional; ictus, fibrilación auricular, EPOC, insuficiencia renal, cáncer, UPP, fractura de cadera y diabetes. Para estas variables solo se tuvo en cuenta su presencia o no en el momento de la medición, no se tuvo en cuenta la gravedad.
Además, se recogió la presencia de deterioro cognitivo. Para determinar su gravedad, se utilizó la escala de Lobo (Mini-Examen Cognoscitivo, MEC) 12, que consta de 13 preguntas con una puntuación máxima de 35 puntos. De 30 a 35 puntos determina un estado cognitivo normal; de 25 a 29, un ligero déficit cognitivo; de 20 a 24, un deterioro cognitivo leve; de 15 a 19, un signo de demencia o de deterioro cognitivo moderado, y de 0 a 14, un deterioro cognitivo grave.
Para cribar el estado nutricional de los residentes se utilizó el test de cribado nutricional NRS (Nutritional Risk Screening) 13. En caso de que la puntuación fuera igual o mayor que 3 (riesgo de desnutrición), se procedió a realizar un cuestionario más detallado, el MNA (Mini Nutritional Assessment) 14. Con este test, los residentes en riesgo se distinguieron en residentes con desnutrición (puntuación MNA menor de 17) y residentes con riesgo de desnutrición (puntuación MNA entre 17 y 23,5). Ambos cuestionarios fueron heteroadministrados.
Para valorar el estado de desnutrición y tipo se utilizó el test de valoración del estado nutricional de Gasull15) que clasifica en seis los estados: normonutrido (bien nutrido) y cinco tipos de desnutrición (kwashiorkor, desnutrición mixta, desnutrición mixta con necesidad extra de aporte proteico o calórico y marasmo) en función de los valores obtenidos en las medidas antropométricas que se describen a continuación: PCT y CMB.
Para obtener una visión general de la composición corporal del residente, en las visitas se tomaron las medidas antropométricas; índice de masa corporal (IMC), PCT y CMB. Para llevar a cabo estas medidas, se utilizaron un plicómetro y una cinta métrica; en lo que respecta al peso corporal, este se midió con diferentes básculas dependiendo de la movilidad de cada paciente. PCT y CMB solo se recogieron en los casos en que la puntuación del NRS fuera mayor o igual a 3. Para el cálculo del IMC se utilizó el índice de Quetelet (basado en el peso y la talla mediante la fórmula de Chumlea o distancia talón-rodilla).
Por otro lado, también se recogieron datos sobre la alimentación de los residentes; tipo de dieta que seguían (blanda, basal/diabética, túrmix sin espesante y túrmix con espesante), presencia de tratamiento nutricional en la dieta (en forma de suplementos o en forma de módulos o preparados constituidos normalmente por un solo nutriente), disfagia (si presentaban o no impedimentos para una correcta deglución), existencia o no de anorexia, y dependencia en la alimentación (ayuda para comer o no).
Análisis estadísticos: Se realizaron análisis descriptivos para describir las características de la muestra, la presencia de patologías o síntomas y las variables relacionadas con la alimentación. Para comparar medias de variables cuantitativas (como la edad y el IMC) entre distintos grupos (los formados por variables categóricas), se utilizó la prueba de la t de Student para muestras independientes. Por último, se compararon las proporciones mediante tablas de contingencia y ꭕ2 de Pearson, en el caso de que ambas fueran variables categóricas (como la presencia de desnutrición según Gasull, las distintas enfermedades o síntomas, la dependencia en la comida y el tipo de dieta).
RESULTADOS
Características de la muestra
De los 113 residentes estudiados, 25 (22%) eran hombres y 88 (78%), mujeres, con una media de edad de 86,68 (desviación típica [DT] = 6,743; mín. = 68 y máx. = 103).
Respecto a la valoración nutricional, el parámetro antropométrico IMC obtuvo una media de 25,54 (DT = 4,99), el PCT de 15,7 (DT = 7,93) y la CMB de 18,17 (DT 2,57).
Los resultados del NRS revelaron que un 31% (35) de los residentes presentaba un posible riesgo de desnutrición. En el MNA, el resultado medio fue 13,63 (DT = 3,69; máx. = 21,5 y mín. = 6). De ellos, 28 residentes (el 25% de los residentes totales) presentaban desnutrición y 7 (6%) estaban en riesgo de padecerla.
Según Gasull, se encontró que 25 residentes (22%) presentaban desnutrición, de ellos 9 (8%) tipo kwashiorkor (tabla 1).
Presencia de patologías o síntomas
EL 92% (104) de los participantes del estudio presentaban algún síntoma o patología. En la tabla 2 se desglosan los datos recogidos.
EPOC: enfermedad pulmonar obstructiva crónica; FA: fibrilación auricular; IC: insuficiencia cardíaca; UPP: úlcera por presión.
Respecto al deterioro cognitivo, solamente 18 (15,9%) personas no lo padecían, 30 (26,5%) personas padecían deterioro cognitivo leve, 16 (14,2%), deterioro cognitivo moderado y 49 (43,4%), deterioro cognitivo grave.
Variables relacionadas con la alimentación
El 65,5% (74) seguía una dieta basal/diabética, el 5,3% (6) tenía una dieta túrmix con espesante, el 16,8% (19) seguía una dieta túrmix sin espesante y el 12,4% (14) tenía una dieta blanda. En lo que respecta a su dependencia en la alimentación, el 64,6% (73) comía solo sin necesidad de ayuda y el 35,4% (48) necesitaba ayuda para comer.
El número de casos de disfagia no coincide con el número de personas que siguen una dieta túrmix con espesante debido a que en el momento de la valoración se detectaron dos nuevos casos de disfagia para los cuales no se habían tramitado los informes de espesantes.
Diferencias de medias y proporciones
En la comparación de proporciones, se encontró asociación entre desnutrición según Gasull y deterioro cognitivo moderado o grave (ꭕ2 con 1 grado de libertad = 6,638; p = 0,01). Los residuos tipificados corregidos (2,6 > 1,96) permitieron afirmar que, entre las personas del grupo de deterioro cognitivo moderado o grave existe una mayor proporción de desnutrición y menor proporción de normonutrición (-2,6 < -1,96) (fig. 1). Así mismo, entre las personas del grupo sin deterioro cognitivo y deterioro cognitivo leve hay menor proporción de desnutrición (-2,6 < -1,96) y mayor normonutrición (2,6 > 1,96).
Respecto al resto de enfermedades, se analizaron de manera individual y en su conjunto para encontrar posibles relaciones con desnutrición (según Gasull) y con presencia de anorexia sin encontrar ningún resultado estadísticamente significativo. Tampoco se encontraron evidencias para afirmar que la anorexia tuviera relación con la dependencia en la comida ni con el tipo de dieta.
Se encontró una diferencia de medias estadísticamente significativa (p < 0,05) en IMC entre los dos grupos formados por la variable MNA (tabla 3).
También se encontró asociación entre el tipo de dieta terapéutica (basal/diabética frente a túrmix, espesante, blanda o nutrición por sonda) y desnutrición según Gasull, ya que la diferencia de proporciones fue significativa (ꭕ2 = 4,343, gl = 1; p = 0,037). Los residuos tipificados corregidos permitieron afirmar que, entre las personas del grupo de dieta especial hay más desnutrición de la esperada (2,1 > 1,96) y menos normonutrición de la esperada (-2,1 < -1,96) (fig. 2). Y entre las personas de dieta basal/diabética hay menos desnutrición de la esperada (-2,1 < -1,96) y más normonutrición de la esperada (2,1 > 1,96).
No se encontraron diferencias de medias en la edad entre los residentes en función de la desnutrición, ni tampoco asociación entre desnutrición según Gasull y sexo.
DISCUSIÓN
El objetivo del estudio fue, por un lado, describir el estado nutricional de los residentes y, por otro, analizar la relación entre desnutrición y otras variables como la edad, la existencia de determinadas enfermedades o síntomas y el tipo de dieta que siguen.
Cabe destacar que, entre los 113 residentes estudiados, en el momento de las mediciones no se encontró ningún caso de marasmo16) y solamente se hallaron 25 casos de desnutrición según Gasull, siendo el tipo de desnutrición más frecuente, la desnutrición mixta. No se pueden establecer comparaciones con otros estudios en cuanto a la incidencia de desnutrición en este centro, ya que el estado de salud de las distintas poblaciones es muy diverso, no solo por la variedad de las enfermedades, sino también por la gravedad de estas en este estudio17,18.
Al ser un número pequeño (solamente 25 casos de desnutrición), fue difícil determinar su relación con otras variables; no se encontró ninguna relación entre la presencia de desnutrición y el resto de las patologías estudiadas (ictus, disfagia, cáncer, EPOC, insuficiencia cardíaca, fibrilación auricular, insuficiencia renal, diabetes y UPP).
En este trabajo, como en otros10, se evidencia que entre los residentes que tienen un deterioro cognitivo moderado-grave, sin llegar a ser elevada, existe una mayor proporción de desnutrición. Esto, normalmente se debe a que las personas que padecen deterioro cognitivo y alguna otra patología asociada, como problemas de deglución, están limitados a la hora de ingerir los alimentos, por lo que muchas veces comen menos de lo que nutricionalmente requieren7.
Sin embargo, a pesar de que está descrito que la dependencia en la alimentación afecta a la desnutrición en el anciano11, tampoco esta relación se ha obtenido en esta muestra. Podría ser por la falta de potencia estadística, pero también por la atención especial que se dispensa a estos residentes. De la misma manera, aunque el número de residentes que presentaban anorexia en el momento de la valoración resultó considerable, tampoco se ha evidenciado su relación con la dependencia a la hora de comer, posiblemente porque todos los casos en los que había dependencia estaban asistidos, y la cantidad consumida finalmente era igual a aquellos que se podían alimentar solos. Y, aunque podría deberse a un trastorno de adaptación, problemas en la masticación y/o deglución, presencia de alguna enfermedad o el propio deterioro cognitivo, esta relación no se encontró.
Al igual que en otros estudios, la relación entre enfermedades aisladas y la edad con desnutrición no ha quedado del todo clara8, apoyando que más bien se asocia a múltiples factores11. En este sentido, cabe destacar que, aunque la mayoría sigue una dieta basal/diabética, entre las personas que necesitaban una dieta con textura modificada (o terapéutica), entre ellos sí que se encontró mayor proporción de desnutrición (según Gasull). Podría ser debido a que, como se describe en otros estudios, las propiedades organolépticas del alimento cambian junto con la apetencia del residente19.
La falta de asociación entre las variables de nuestro estudio probablemente se deba a la baja tasa de desnutrición en el centro y a la asistencia de calidad, sobre todo en los casos en riesgo de desnutrición. Aun así, en este estudio se ha encontrado evidencia para determinar que el deterioro cognitivo moderado/grave y la desnutrición podrían estar relacionados. Concluyendo, el estado nutricional de la residencia se puede relacionar, por un lado, con la mayor complejidad que presentan los residentes (alto porcentaje de ellos con deterioro cognitivo moderado y grave y/u otras patologías) y, por otro, con la calidad en la asistencia, pero no con la edad, ni con el tipo de dieta. Como se señaló anteriormente, hay un escaso número de personas con desnutrición según Gasull y la falta de asociación de esta desnutrición con el resto de las variables analizadas nos lleva a apoyar la hipótesis de que son múltiples factores los que interfieren en el estado nutricional de los adultos mayores.