Cecilio Eseverri Chaverri es una persona con una vida dedicada al estudio y la exploración de nuevos itinerarios para su profesión, que ha compartido tanto saber y tanta experiencia, y con tanta generosidad, que los enfermeros y enfermeras de hoy nos sentimos sus deudores. Es por ello que el grupo Oseira de la Fundación Index, dedicado a la Investigación en historia de la Enfermería, que congrega a algunos de sus más apasionadas admiradoras y admiradores, acordó en su último encuentro, celebrado en abril de 2019 en Granada, rendir un homenaje al que sin duda consideramos maestro de historiadores de nuestra profesión.
Hubo que esperar a que discurriera la pandemia para llevarlo a cabo, pero finalmente se hizo realidad gracias al apoyo del Colegio de Enfermería de Granada. Y a un foro y un lugar con tantas significaciones para la profesión enfermera y para el propio Cecilio, el hospital Universitario de San Rafael de Granada, de la orden hospitalaria de San Juan de Dios, en el contexto del II Coloquio sobre San Juan de Dios y la reforma de la Enfermería.
No fue fácil el desplazamiento de Cecilio desde tierras castellanas, debido a su edad, al borde ya de los 92 años, pero finalmente lo tuvimos entre nosotros, en la cuna de su profesión, en el mismo solar que pisaron los pies descalzos de ese enfermero universal que cinco siglos después aún continúa iluminándonos con su ejemplo y enseñanzas (Eseverri Chaverri, 2001). Entre compañeras y compañeros, amigos todos, porque él no sabe relacionarse de otra manera con la gente que le rodea. En el nombre de todos ellos, le dedicamos esta modesta semblanza, que solo quiere expresar lo mucho que le admiramos y le queremos, aunque algunos solo le hayan conocido por sus edificantes escritos.
Es Cecilio Eseverri un navarro de pura cepa, de los que llevan a gala su naturaleza. En su caso de la Buena Villa de Sangüesa, cabeza de la merindad del mismo nombre, y a donde, como buen hijo, vuelve cada año, salvo que ocurra una epidemia. Allí recibió sus primeras enseñanzas como un niño cuya vida estaba destinada a las heredades familiares. Aunque él ya tomaba conciencia de las mudanzas del mundo y la vieja villa navarra comenzó a parecerle pequeña. El caso es que a Cecilio le ocurrió como al joven Juan Ciudad en Montemor-o-Novo, que pasaron por el pueblo unos frailes y acarrearon con él para la ciudad. Y variaron su destino de curador de la tierra a cuidador de hombres y mujeres.
Y se hizo enfermero. Y cuando vio que el cuidado podía expandirse hacia lugares más allá de la asistencia ante la enfermedad, se hizo trabajador social. Y como si no tuviera bastantes estudios, aprovechó los escasos resquicios de su frenética actividad para embarcarse en la teología, no con el ánimo de hacerse cura, sino de aprender a pensar el mundo de una manera más transcendente, y a escribir sobre él (Eseverri Chaverri, 1992).
La dignidad de su cuna la lleva Cecilio en sus genes. Se le nota porque le salen los gestos de los viejos hidalgos, que saben equilibrar grandeza y humildad para mostrar con sencillez toda una vida de heroicas experiencias intelectuales. Porque si hemos de condensar en una sola idea lo que representa la vida de este fraile inquieto y andariego, es precisamente eso, una intensa vida dedicada al estudio y al pensamiento.
Diríamos de Eseverri que es sin duda el perfecto enfermero, pues aúna como nadie los cuatro puntos cardinales que las teóricas asignan al ejercicio de nuestra profesión: asistencia, administración, docencia e investigación.
En la asistencia ha realizado idas y venidas para no olvidar su profesión primera, y es así que comenzó en un hospital infantil, situado entonces en los márgenes de la ciudad, para atender enfermedades que ya solo aparecen en los libros de historia. Una crisis en un periodo duro de gestión le llevó a retirarse, según él mismo ha ironizado, a un albergue de marginados en pleno Barrio Chino de Barcelona, a la entrada del Raval, donde se codeó con “drogatas y borrachos” (Sin autor, 2022), aunque es seguro que estas personas en situación de exclusión social recibieron sus cuidados cualificados como enfermero y como trabajador social.
Como también hizo en el “manicomio” de Palencia en la decena de años que se preocupó por el bienestar de los inocentes. A ellos dedicó una de sus enternecedoras piezas literarias (Eseverri Chaverri y Camina Cancio, 1998). Es en su recurrente labor cuidadora donde Cecilio recupera los ideales de ese Juan de Dios al que tan sabiamente biografió (Eseverri Chaverri, 1995; Amezcua, 2002), en su inclinación a proteger la dignidad de los más débiles, de las personas socialmente más frágiles y vulnerables.
Especialmente destacable ha sido su labor en la gestión de instituciones sanitarias, que inicia de una forma muy temprana, casi desde los comienzos de su actividad asistencial, cuando se trasladó con su primer hospital a una nueva sede, inaugurando tanto el edificio como un novedoso modelo de gestión enfermera que conducirá al hospital a ser un referente nacional por aquel entonces. Desde la Dirección de Enfermería del Hospital San Juan de Dios de Barcelona planificó y diseñó tanto procesos como perfiles de enfermería basados en lo que entendió como máxima profesionalidad, y seleccionó y formó personalmente a todos ellos para construir el mejor equipo capaz de ofrecer la máxima calidad en los cuidados. De su aprendizaje y experiencia resultó una obra de referencia para la gestión enfermera: “Organización y Dirección de Enfermería” (Eseverri Chaverri, 1975).
En su faceta de líder aparecen no pocos hitos de nuestra historia reciente, como el ser fundador de diversas revistas, entre ellas la imprescindible “Todo hospital”, director de la Revista Internacional de Enfermería del CIE, Coordinador de la Comisión Deontológica Nacional, fundador de la ONG “Juan Ciudad”, o el haber sido vocal del Consejo General de Enfermería de España.
Como docente, diríamos de Cecilio que es un catedrático sin cátedra, porque su encomiable actividad académica la ha situado casi siempre en entornos liminales de la universidad. Fue pionero en la formación de los profesionales de enfermería en atención a pacientes de VIH cuando en España aún no se conocía mucho sobre la enfermedad. Promocionó la pedagogía hospitalaria avanzándose con creatividad y sólida formación a las necesidades psicoemocionales de los niños hospitalizados, propuestas que le valieron para recibir de la ciudad de Manresa en 1964 el premio extraordinario Jocs Florals Pedagògics.
En su actividad educadora destaca su participación en la puesta en marcha de los estudios de Gestión de Hospitales en colaboración con la Universidad de Comillas, la puesta en marcha de la Escuela de Enfermería del Hospital San Juan de Dios de Barcelona, o la fundación de la Escuela de Dirección de Enfermería en la Universidad Central de Barcelona, única en España. Además, son incontables los cursos de postgrado y conferencias impartidas por España, Andorra, Portugal, Francia, Alemania, Italia y México, siempre en temas de filosofía, historia y gestión de Enfermería.
Pero si en algo deslumbra la figura de Cecilio Eseverri es en su prolífica actividad investigadora de la historia de la Enfermería, hoy condensada en decenas de libros y centenares de artículos. Un universo de las letras donde parece sentirse cómodo, quizá porque, como diría el maestro de novicios Agustín de Victoria, él prefiere expresarse a través de la pluma, consciente de la universalidad de la palabra impresa.
Cecilio ha reconstruido la historia profesional siguiendo el clásico modelo de ratón de biblioteca, explorando con impertinencia los archivos históricos generales y locales, siempre a la búsqueda y captura de ese dato clarificador que pusiera orden en el caos de un pasado profesional distorsionado por falsos mitos y falacias, que tanto daño continúan produciendo en la identidad de nuestra noble profesión. Eseverri se inscribe como uno de los precursores de la nueva historia de la Enfermería, que se activa en la década de los 80 del pasado siglo, al tiempo de instaurarse la titulación de Enfermería en España como diplomatura universitaria (Amezcua, 1993). Su “Historia de la Enfermería Española e Hispanoamericana”, con varias ediciones, es sin duda el texto más rompedor y clarificador de nuestro pasado profesional y por ello debería reeditarse como texto de referencia para la enseñanza de la historia de la profesión en las Universidades (Eseverri Chaverri, 1984). En algunas ya lo viene siendo, de manera que puede contarse entre las obras de referencia más referenciadas en su área de conocimiento.
Pero la actividad investigadora de Cecilio Eseverri no se ha paralizado con la edad, como bien podemos comprobar con sus más recientes escritos (https://dialnet.unirioja.es/servlet/ autor?codigo=1660036). Los años le dotan de una fineza en sus análisis que hoy produce asombro y gozo a todos los que tenemos el privilegio de leerle o escucharle.
En un universo que adolece de referentes que estimulen a la construcción de ese “mundo mejor”, la figura de Cecilio Eseverri se manifiesta como baluarte de una humanidad que se orienta hacia el bien, la verdad y la belleza, estimulando a los que comparten con él algún tiempo, a seguir trabajando por preservar ese legado que nos ofrece con tanto amor y entrega.
Enfermero, trabajador social, filósofo, historiador, escritor, editor, gestor, profesor, líder, fraile, voluntario…, un humanista, todo un friso completo y complejo que configura este ser único y excepcional que es Cecilio Eseverri Chaverri.
En alguna ocasión ha afirmado: “a lo largo de mi vida profesional, social, humana: debemos opinar, asegurar, que después de cada vigilia o esfuerzo, la vida es bella”. Gracias Cecilio por mostrarnos la belleza de una vida entregada a la Enfermería, gracias por tanta generosidad al compartir tanta sabiduría, gracias por señalarnos el camino de la honestidad intelectual como opción de crecimiento personal, gracias por revelarnos que se pueden cumplir muchos años sin que caduquen las energías para el estudio y el conocimiento, y gracias por acceder a acompañarnos en un día tan especial para todos: el día en que la enfermería te rinde un más que merecido homenaje.