En su propuesta para la investigación epidemiológica, el reconocido especialista cubano Dr. J.A. Betancourt [1] plantea que en la formación de recursos humanos que se desempeñan en el sector de la salud ha predominado un carácter disciplinario y fragmentado, con influencia en el diseño de las investigaciones y, por tanto, en la producción científica. Para satisfacer el modelo transdisciplinario para la investigación en salud pública, la formación universitaria del profesional debe transitar de la 'disciplinariedad' hacia la 'transdisciplinariedad'. Si por 'disciplinariedad'se entiende el marco teórico conceptual-metodológico de una ciencia o disciplina en particular, la 'transdisciplinariedad'se refiere entonces a la cooperación entre disciplinas a un nivel superior de asociación, dando lugar a una 'macrodisciplina'. Se ha preferido el uso del término 'interdisciplinariedad' como sinónimo de 'transdisciplinariedad' por su empleo generalizado en la enseñanza superior.
Las profesiones sanitarias tienen en las ciencias biomédicas (anatomía, biología celular y molecular, bioquímica clínica, embriología, fisiología e histología) una formación básica común que en Cuba se aplica para satisfacer la máxima 'la verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave' [2]. Entonces, el diagnóstico que verdaderamente salva vidas no es el que identifica una enfermedad, sino el que reconoce alteraciones de las homeostasis asociadas a factores de riesgo de esa patología.
En Cuba, en los últimos años, las enfermedades que constituyen las principales causas de muerte han sido las cardiovasculares y las tumorales, concretamente los cánceres de pulmón, laringe, boca, faringe, esófago, riñones, vejiga urinaria y próstata. Los factores de riesgo principales de estos tipos de cáncer y de la aterosclerosis (que preludia la patología cardiovascular) son el tabaquismo y el alcoholismo, adicciones que alteran las homeostasis mineral y vitamínica y se asocian a la manifestación de un evento patológico común, el estrés oxidativo, de acuerdo con recientes estudios realizados por investigadores estadounidenses y cubanos [3-8]. Entonces, la actuación de los profesionales de la atención primaria de salud debe encaminarse a lograr disminuir las tasas de morbilidad y de mortalidad debidas a tales enfermedades mediante el diagnóstico preventivo. Así, deben reorientarse las capacidades cognitivas que provee cada ciencia biomédica básica de manera tal que, en la actividad clínica, los estudiantes de medicina de primer y segundo año puedan identificar las manifestaciones de estrés oxidativo en los pacientes. Para ello, los profesores de los dos primeros cursos de medicina deben familiarizarse con el proceso que Chevallard denomina 'transposición didáctica', que técnicamente puede conceptualizarse como 'el «trabajo» que transforma un objeto de saber a enseñar en un objeto de enseñanza' [9]. En consecuencia, la Facultad de Medicina n.º 1 de Santiago de Cuba propone como estrategia una docencia médica superior básica integrada a manera de macrodisciplina docente morfofisiológica y estructurada en relación con el estrés oxidativo como núcleo conceptual interdisciplinario, con todos los saberes científicos esenciales vinculantes de las ciencias biomédicas transpuestos didácticamente, o sea, transformados en saberes posibles de ser enseñados, y que junto con los propios generales de cada disciplina transpuestos didácticamente, puedan aprenderse y aplicarse clínicamente en detectar la presencia o no de manifestaciones de estrés oxidativo en los pacientes.