Retrato de María Federica Van Reede-Athlone a los siete años de edad. Jean-Étienne Liotard, 1755-1756
De este cuadro podría destacar la virtuosa representación de la pequeña protagonista, pero no lo voy a hacer. Y miren que, en justicia, sería elogiable, pues la técnica del pastel se me antoja especialmente compleja. Pero lo que me fascina de la imagen es el perro. Un perro negro, fisgón, indiscreto, que nos mira con curiosidad cotilla. Y que acaba poniendo un contrapunto espontáneo a la pose mayestática y forzada de la niña que da título al cuadro.
El coloso del rococó, Jean Etienne Liotard (1702-1789), tuvo posaderas errantes: nació en Suiza, se formó en Italia, emigró a París, se fue de aventuras a Constantinopla, triunfó en Viena y acabó muriendo en el punto de partida. Con tanto vaivén uno se pregunta: ¿acaso fue un hiperactivo antes de que ese término se acuñase?