El de la zambomba. Frans Hals, 1618-1622
Me pregunto si hay algo en esta vida que defina mejor a un niño que su innata capacidad para la jerigonza. O, dicho en lenguaje llano: para sonreír. Los niños sonríen amplificadamente, y puede que sea esta capacidad el móvil universal del buen humor. Esta afirmación, dicho sea de paso, no la puedo fundamentar con pruebas científicas. Pero la intuyo así.
Fran Hals (1582-1666) tuvo el acierto precoz de representar un ramillete infantil que disfruta, que goza, que se parte en dos; en definitiva, que se lo pasa chipén, mientras escucha un concierto de zambomba. Instrumento este que arranca sonidos poco estéticos, retumbantes, primos hermanos de la flatulencia.