Introducción
La Organización Mundial de la Salud estima que entre 2015-2020 la población de adultos mayores en el mundo transitará de 900 a 2000 millones, tendencia demográfica que plantea retos importantes en los ámbitos económicos, políticos y sociales por el fuerte impacto que origina en los sistemas sociales que apoyan el desarrollo de la vejez.1 Por tanto, los Gobiernos han de centrar sus esfuerzos en la formulación e implementación de políticas públicas que involucren mecanismos de prevención efectivos y promoción de estilos de vida saludables para el ejercicio de una vejez activa que minimice los efectos inevitables de la senectud.2
Por otro lado, el envejecimiento de la población se circunscribe a dos factores esenciales: el incremento de los índices de supervivencia a edades menores y el desarrollo socio-económico en los últimos 50 años,3 que confirman una contribución importante en el corto plazo de la carga y costos de morbilidad por cuenta de los adultos mayores. Esta circunstancia abre el debate sobre la necesidad de desplegar proyectos intersectoriales que aborden el cuidado de la salud desde diferentes perspectivas para que desde la institucionalidad se trate el asunto más allá de cifras y estadísticas poblacionales. En este contexto el incremento de la longevidad que se observa en Colombia, y en el departamento de Córdoba, escenario donde se desarrolló el presente estudio, es similar a la tendencia que se registra en el resto del mundo, verificándose un incremento de la población mayor de edad con relación a la población infantil y adolescente del país que se triplicó, al pasar de 10 a 34 años por cada 100 personas menores de 15 años entre 1964-2010,4 en tanto que a nivel departamental estas cifras de adultos mayores corresponden al 8.38% con tendencia creciente proyectada al año 2020 de 38.8% aproximadamente.5
Esta situación representa uno de los mayores retos para el Departamento de Córdoba, que no solo enfrenta el crecimiento de su población, sino que debe responder a los altos índices de pobreza, desempleo, violencia y desigualdad social, estos condicionantes limitan la efectividad de la Política Pública de Envejecimiento y Vejez.6 Pese a contemplar una serie de estrategias orientadas a mejorar los niveles de bienestar para la población adulta, no se alcanza a satisfacer las necesidades de este grupo de edad, que presenta particularidades afines con el sexo, edad, etnia, salud, nivel educativo e ingresos, entre otros. Son estas las circunstancias que justifican la realización de estudios específicos a nivel local y regional que den cuenta no solo de las necesidades básicas insatisfechas de las personas, familias y comunidades, sino que, además, contribuyan a conocer la percepción integral que tienen estas personas acerca de su bienestar subjetivo. Ya no es suficiente con medir el aumento de las rentas personales, ni los efectos de los procesos de industrialización, avances tecnológicos y modernización en la vida del sujeto, sino que se hace necesario conocer si las personas cuentan con las oportunidades y opciones requeridas para elegir libremente lo que desean o aspiran y alcanzar su desarrollo.7
La población longeva se concibe como un grupo de edad de gran importancia en la sociedad dado que se encuentra en una etapa del curso de vida donde se han adquirido una serie de vivencias y consolidado algunas virtudes personales. Virtudes que actúan de forma significativa en la adopción de actitudes que potencian la dimensión de felicidad y permiten reconstruir el significado de salud en la vejez como un proceso activo y saludable. O también pueden actuar como dispositivos que atenten contra el desarrollo integral de los gerontes. Algunos autores señalan la importancia que frente a la necesidad de conocer de antemano las virtudes personales de los sujetos,8 o el potencial humano9 como insumos esenciales en la identificación de las fortalezas y capacidades que tienen las personas para experimentar la felicidad y establecer conclusiones cognitivas y afectivas más certeras en torno a la efectividad o ineficacia de las políticas públicas o de programas de atención en salud. El presente estudio trata de hacer una aproximación al significado de felicidad a partir de la percepción que un grupo de adultos mayores de un sector urbano de la ciudad de Montería (Colombia) tienen al respecto.
Metodología
Estudio descriptivo y transversal, cuantitativo y cualitativo, desarrollado durante el período comprendido desde enero a junio de 2017. El universo de estudio fue de 150 adultos mayores de los cuales se seleccionaron 75 bajo un muestreo por conveniencia. Los criterios de inclusión fueron: ser mayor de 60 años, ser residente del Barrio Mocarí ubicado en la comuna nueve de ciudad de Montería-Córdoba, pertenecer al Proyecto de Extensión de Ancianos de la Universidad de XX-Colombia, no poseer limitaciones físicas incapacitantes ni enfermedades mentales que impidieran el proceso comunicativo, y haber declarado el consentimiento informado.
Fase de diseño. Correspondió al diseño de los instrumentos de recolección de datos, para lo cual se seleccionó la Escala General de la Felicidad de Mahecha Matsudo y Araujo, docentes del Centro Universitario das Facultades Metropolitanas Unidas de São Paulo Brasil, posteriormente validada en la zona y población sujeto.10 La estructura de la escala comprende cuatro afirmaciones que valoran el nivel de felicidad de las personas a partir de la formulación de interrogantes: en general me considero, en comparación con la mayoría de amigos me considero, algunas personas son muy felices y algunas personas generalmente no son muy felices, sin embargo no están deprimidos, nunca parecen tan felices como podrían estar. Se tomó como parámetro los grados de felicidad que evalúa cada factor de la siguiente manera: Muy feliz (23- 28 puntos); Feliz (22-16 puntos); Ligeramente feliz (15-9 puntos); Infeliz (9- 4 puntos).
El estudio cualitativo se realizó mediante entrevista semi-estructurada, para lo cual se marcaron pautas flexibles alrededor de cuatro dimensiones: a) sentido de la vida, b) significado de la felicidad, c) aspectos que me hacen feliz, y d) realización personal.
Fase de trabajo de campo. Se elaboró una lista de familias inscritas en el Proyecto de Extensión Solidaria de Ancianos, cuyo censo inicial correspondió a 150 adultos mayores, al aplicarse los criterios de inclusión se obtuvo una muestra de 75 participantes a quienes se les informó verbalmente los objetivos del estudio, y una vez leído y aceptado el consentimiento informado se procedió a la aplicación de la Escala General de Felicidad.
Para el estudio cualitativo se seleccionaron informantes claves, prefiriendo aquellos participantes de mayor permanencia en el Proyecto de extensión. El número de entrevistas fue de 22, el cual fue determinado por los principios de saturación teórica. Las técnicas empleadas se efectuaron en los hogares de los adultos mayores bajo un ambiente de intimidad y familiarización de los mismos. La duración aproximada de cada intervención osciló de 1 a 2 horas.
Sistematización de hallazgos. Se aplicaron técnicas de organización y sistematización acordes a la naturaleza de la información, empleándose para los datos obtenidos en la Escala la estadística descriptiva presentada en gráficos y tablas de frecuencia con ayuda del software SPSS versión 19. La sistematización de la información cualitativa se inició con la transcripción de las entrevistas que fueron codificadas y organizadas para la construcción de categorías significativas.
El material de texto fue segmentado extrayéndose el contenido temático que se asociaba directamente con las dimensiones apriorísticas de la guía aplicada. Cada dimensión identificada en los fragmentos se le asignó códigos asociados a los temas genéricos del estudio al igual que aquellos que emergieron en el proceso de interacción con los participantes. Posteriormente, se organizaron diagramas comparativos entre las teorías y los significados que los adultos mayores asignan a las dimensiones establecidas.
La postura ética se enmarcó en los lineamientos de la Resolución 8430 de 1993, inscribiéndose en los parámetros de una investigación sin riesgos, la cual fue aprobada por el Comité de ética en Investigación de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de XX.
Resultados
La población estudiada tiene una edad que oscila entre 60 y 87 años, con promedio de 70 años, con una moda de 73. La mayor concentración de la población (36.33%) presenta edades comprendidas entre 67 a 73 años, con predominio del sexo femenino en 57.58%, la condición de viudez fue de 36.33%, de los cuales el 27.27% pertenece al sexo femenino.
Las características socio-familiares dan cuenta que el 42.42% son analfabetas, seguidos del 33.33% que refirieron primaria incompleta. Además, el 54.55% conviven con un número de 3 a 5 personas y el 24.24% cohabita con 6 a 8 en la misma casa, siendo las mujeres (57,57%) las que tienden a vivir con más personas. En lo que respecta al número de hijos, el 36,33% manifestaron tener entre 4 a 5, seguidos del 27,27% que afirma ser padre o madre de 6 a 7 hijos.
Percepción general de felicidad. Los datos obtenidos señalan que no se encontró diferencias significativas entre edad y felicidad, es decir, independientemente del rango de edad donde se encuentren los participantes estas personas refieren ser felices.
El sexo femenino presenta mayores niveles de satisfacción que el masculino. Los casados y en unión libre de ambos sexos (con pareja) refieren mayores niveles de felicidad que aquellos codificados en la noción de sin pareja. Condición similar con aquellos que tienen algún grado de escolaridad (primaria o primaria incompleta) frente a los que no tienen ningún grado de escolaridad (analfabetas) (ver tabla 1).
Felicidad vs Género | Mujeres % | Hombres % |
---|---|---|
Muy feliz | 30 | 10 |
Feliz | 25 | 10 |
Ligeramente feliz | 3 | 22 |
Infeliz | 0 | 0 |
| ||
Felicidad vs Estado civil | Con pareja | Sin pareja |
| ||
Muy feliz | 22 | 9 |
Feliz | 15 | 13 |
Ligeramente feliz | 23 | 18 |
Infeliz | 0 | 0 |
Felicidad vs Escolaridad | Algún grado de escolaridad | Sin ningún nivel de escolaridad |
Muy feliz | 18 | 11 |
Feliz | 14 | 13 |
Ligeramente feliz | 27 | 17 |
Infeliz | 0 | 0 |
Fuente: Elaboración de la tabla con datos propios
Percepción frente al disfrute de la vida, ser y felicidad personal vs felicidad de los amigos. Los resultados de este estudio arrojaron que el sexo femenino posee mejores niveles de percepción frente al disfrute de la vida. Ante la respuesta obtenida de nivel de felicidad en función de lo que son o tienen, se obtuvo que independiente de sus condiciones de vida los participantes se sienten satisfechos con los logros personales obtenidos y la vida que tienen. Al revisar la dimensión de contraste entre la felicidad personal y la de sus amigos, se obtuvo que la mayoría consideran que su felicidad es igual o ligeramente menor que la de sus amigos (ver tabla 2).
Percepción general de felicidad | Mujer | Hombre |
---|---|---|
Disfrute de la vida | ||
Disfruto mucho | 25 | 11 |
Disfruto | 18 | 11 |
Disfruto leve | 10 | 20 |
No disfruto | 5 | |
Ser | ||
Muy feliz | 28 | 20 |
Feliz | 12 | 8 |
Ligeramente feliz | 12 | 14 |
Infeliz | 6 | |
Felicidad personal vs felicidad de los amigos | ||
Más felices | 25 | 20 |
En igual proporción | 17 | 14 |
Ligeramente menor | 13 | 10 |
Mucho menor | 1 |
Fuente: Elaboración de la tabla con datos propios
Hallazgos cualitativos: la felicidad desde la mirada del adulto mayor. La caracterización del perfil sociodemográfico de los 22 informantes claves que fueron seleccionados para la aplicación de la entrevista registra la participación de 18 mujeres y 4 hombres con edades entre los 60 y 82 años, la mayoría (15) reportó en el nivel educativo la primaria incompleta. En cuanto a la afiliación al sistema de salud, el 100% pertenecen al régimen subsidiado y en igual proporción declaran no tener pensión ni ingresos propios. Los adultos mayores que formaron parte de esta fase de la investigación refieren permanencia en el Proyecto de extensión superior a los tres años y otorgan un significado a la felicidad que claramente permite establecer la conexión entre las dimensiones afectivas, las potencialidades humanas y las valoraciones cognitivas que realizan frente a la satisfacción con la vida.
Las respuestas de los participantes indican que la felicidad es sinónimo de estar bien consigo mismo, pero también es un estado emocional que actúa como elemento diferenciador en las valoraciones que las personas realizan sobre el nivel de satisfacción con la vida que tienen y que aspiran vivir. No hay respuestas únicas frente a la categoría felicidad, porque cada quien le otorga un sentido distinto acorde al momento, condiciones externas y percepciones subjetivas que se tenga sobre el constructo.
La construcción de la felicidad como una experiencia temporal estuvo representada por el disfrute de poder compartir con la familia, los amigos y la sensación agradable que produce el poder contar con los elementos para satisfacer los ideales personales. Además, la familia cobra especial interés en el significado que los adultos mayores le asignan a la felicidad, especialmente en el sexo femenino, porque los niveles de felicidad varían en la medida en que el sujeto cuenta con apoyo familiar y social que les permite sentir y percibir el disfrute de la vida.
El sentido que los adultos mayores le asignan a poder compartir con amigos y pertenecer al Proyecto de extensión de la Universidad de XX se expresa en el apoyo autopercibido de los participantes, por cuanto el hecho de contar con redes sociales les ha permitido conocer y ampliar su grupo de amigos, contar con personas que les brindan cariño y confianza: “he aumentado mis conocimientos en salud, bailar, conocer otros lugares”(María); “este programa nos hace ser más felices y sentirnos más sanos”(Ofelia).
La felicidad emocional está presente en las mujeres ancianas cuando disfrutan cosas simples y cotidianas como es la convivencia con sus seres queridos. “Ya no me preocupan las cosas materiales, solo me interesa estar con mi familia” (Luisa). También sentirse útiles frente al cuidado de los nietos y oficios del hogar: “me hace feliz poder ayudarles a mis hijas en los quehaceres de la casa” (María);“me siento realizada cuando mis hijos confían en mí el cuidado de mis nietos”(Diana). O recibir afecto de su núcleo familiar: “Nada se puede comparar con la alegría de recibir un beso de mis nietos”(Sara). Por otra parte, el sentido de la vida de los participantes se identificó en función de poder cuidar de su familia: “Nada es más importante que tener una familia sana” (Ofelia).
En contraste, los varones atribuyen su felicidad al hecho de poder contar con satisfacciones para sentirse plenos y realizados, tanto en el aspecto físico como en el social. Ser feliz es estar sanos: “a esta edad solo se necesita salud para ser feliz”(Manuel). No depender de nadie para la realización de sus tareas: “lo más triste de la vejez es tener que depender de los otros” (Tulio); “me siento feliz cuando puedo tomar mis propias decisiones” (Jacinto). Y ser proveedor económico del hogar: “me hace feliz seguir aportando dinero para los gastos del hogar, aunque sea mínimo el aporte, pero algo cuenta” (Marcos).
Una tercera línea de relatos da cuentan de la necesidad de trascender del apego de lo material por aquellos sentimientos de aceptación consigo mismo y con las condiciones de vida, resaltándose la importancia de las redes sociales de apoyo en el bienestar y salud de las personas: “la felicidad no es poseer bienes materiales, es estar bien consigo mismo, con las demás personas y con Dios” (Manuel); “para ser feliz uno debe ser positivo sin importar las adversidades” (Sara); “contar con amigos en esta etapa es muy importante”(Darío).
Discusión
La relación entre la felicidad y las variables demográficas señalan que las mujeres que conviven con sus parejas e hijos, con algún grado de escolaridad y partícipes de programas integrales de salud dentro de un grupo en particular, son más felices que aquellos adultos mayores del género masculino, viudos, analfabetos con escasa o nula participación en actividades de promoción de la salud.
Las mujeres ancianas le otorgan un significado a la felicidad que se inscribe en parámetros eudomonistas11 cuando se aceptan a sí mismas, experimentan mayor disfrute con el apoyo familiar y la realización plena la alcanzan cuando quedan al cuidado de los nietos y asumen responsabilidades del hogar. En contraparte, el disfrute masculino se relaciona con la vertiente hedónica12 al percibir la felicidad como un sentimiento de bienestar y valoración de la satisfacción con la vida cuando tienen independencia económica, poseen una buena salud y son funcionales al momento de realizar sus actividades cotidianas.
La interpretación más razonable de estos hallazgos se debe en gran medida a factores culturales referidos a la estructura del poder patriarcal que permanece vigente en esta región del país que, aun cuando se evidencia el debilitamiento de estas dinámicas familiares tras el reconocimiento de los derechos,13 cambios en los roles14 y el acceso al mercado laboral de la mujer,15 estas prácticas siguen vigentes en el imaginario de los adultos mayores incidiendo en la percepción que tienen acerca de la felicidad, envejecimiento y de otras dimensiones que incluyen la salud. Por tanto, es necesario que las investigaciones acerca de la felicidad tomen en cuenta las valoraciones objetivas y subjetivas del bienestar sin dejar de lado en el análisis los enfoques territoriales que revelen la identificación oportuna de los determinantes sociales y de los factores culturales como elementos claves en la comprensión de la felicidad y su relación con la salud.16
Como pudo evidenciarse, los hombres construyen su felicidad y le dan sentido a la vida a partir de perpetuar la carga cultural que los asigna como proveedores económicos del hogar con funciones definidas por fuera de la esfera doméstica, además de sentirse sanos, funcionales y libres para la toma de decisiones, aspectos que permiten la auto percepción favorable en los índices de función física, dolor y función social.17 Sin embargo, las mujeres resignifican su sensación de placer al continuar ejerciendo su labor de cuidadoras del hogar sin que esto implique mejores niveles de autocuidado cuando afirman: “no importa cuán cansada me sienta, lo importante es la salud de mi familia”(Sara).
Estos hallazgos invitan a replantearse las estrategias de autocuidado que contemplan los programas de promoción de la salud y prevención de las enfermedades, dado que se ha de implementar una pedagogía del cuidado con criterios de género que ofrezca elementos educativos dirigidos a mujeres que reafirmen el papel de las mismas como cuidadoras por excelencia, pero que haciendo énfasis en las estrategias de autocuidado. Sin dejar de lado la promoción de la autonomía y funcionalidad masculina, por constituirse en los sentimientos de mayor valía de este grupo de edad.
Por otro lado, las redes familiares y sociales se constituyen en una vértebra fundamental que permite la consolidación de mejores estados de ánimo que repercuten en el bienestar del adulto mayor y por ende en su salud. Luego entonces, sin importar la disciplina y el enfoque que aborde la conexión relaciones humanas-felicidad, se da por hecho que el apoyo familiar y social de forma permanente constituye una fuente invaluable para alcanzar la felicidad.18 Por tanto, fortalecer las redes de apoyo social en los adultos mayores aumenta los entornos saludables, potencia su desarrollo como sujetos de derechos y mejora su calidad de vida,19,20 además de constituirse en la génesis del bienestar21 y coadyuvar a la consolidación de actitudes positivas hacia la vejez22 que determinan el significado que los adultos tienen de su salud.
Conclusiones
Los adultos mayores de esta localidad perciben la felicidad de formas diversas con énfasis en las diferencias socio-culturales al identificarse que las mujeres en el ejercicio pleno de los roles que le han sido conferidos históricamente como cuidadoras por excelencia del hogar experimentan mayores niveles de felicidad desde la plenitud del ser. En contraste, los hombres son menos felices que las mujeres, especialmente aquellos con baja escolaridad, viudos y con escasa participación social, dado que su felicidad la construyen desde la oportunidad que tengan para satisfacer las necesidades, equiparando el bienestar con la capacidad de funcionalidad y la independencia económica que les permita continuar asumiendo el rol de proveedor.
Las políticas públicas que direccionan los programas de salud de los adultos mayores han de diseñarse a partir del reconocimiento de las condiciones de vida, las potencialidades humanas y las particularidades culturales que existen en cada región, por lo tanto es vital que se realicen estudios que logren interrelacionar metodologías cuantitativas y cualitativas para obtener datos significativos que den cuenta de la integralidad de los fenómenos sociales que rodean el hecho de envejecer como base para construir pedagogías del cuidado, que optimice las diferencias de género, percepciones acerca de la felicidad y la salud, y el apoyo familiar y social como elementos claves en un contexto social justo y digno para que las personas mayores desarrollen su bienestar.