Introducción
El burnout puede considerarse un tipo de estrés que abarca una serie de manifestaciones, tanto físicas como psicológicas, que surgen como consecuencia de la presión que sufren los profesionales que trabajan en relación directa con personas y que se encuentran sometidos a estresores, dentro del contexto laboral.1 Se ha descrito el burnout definiéndolo como un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y reducción del logro personal que puede darse entre las personas que trabajan en contacto con otras personas, pudiendo conducir al deterioro de la calidad de la atención o del servicio prestado.2 Maslach y Jackson postularon una tridimensionalidad del síndrome: (1) agotamiento emocional, o pérdida de recursos emocionales para enfrentarse al trabajo; (2) despersonalización, o desarrollo de actitudes negativas, de insensibilidad y cinismo hacia los receptores del servicio prestado; y (3) falta de realización personal en el trabajo, como la tendencia a evaluar el propio trabajo de forma negativa, con baja autoestima profesional, que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas.3 El burnout es un fenómeno que ha sido muy estudiado en las profesiones consideradas de ayuda y cuidados. En este sentido, en España se han publicado numerosas investigaciones respecto a profesionales de medicina,4 de enfermería5 o al cuerpo de docentes.6 Igual que en estos colectivos profesionales, el burnout también se ha analizado respecto a la población de trabajadoras sociales, aunque en menor medida que en otras ocupaciones.
El Trabajo Social nació como profesión específica a finales del siglo XIX cuando las acciones de ayuda social realizadas por buena voluntad se profesionalizan. Desde los inicios del Trabajo Social sus profesionales intervienen socialmente en el ámbito de la pobreza, la exclusión social o la justicia juvenil, pero también en el ámbito de la salud, con quien mantienen una relación estrecha por sus mecanismos de coordinación.7
En términos generales y de modo similar a la estructura organizativa del sistema nacional de salud, los servicios sociales de atención primaria o comunitarios son los receptores y la puerta de entrada al sistema público de servicios sociales, desde donde se procede a la derivación a servicios sociales especializados, cuando la intervención así lo requiere. El primer nivel sería competencia de la administración local y el especializado de la administración autonómica, puesto que este segundo nivel exige una mayor cualificación de sus recursos humanos, técnicos y materiales.8 El profesional de referencia en el sistema, especialmente en el nivel comunitario, es la trabajadora social.
La mayor parte de los profesionales del Trabajo Social desarrollan su labor en el sistema de servicios sociales.9 Los datos aportados por el III Informe sobre los servicios sociales en España identifican que al menos un 62,5 % de los mismos lo hace en los servicios sociales de atención primaria.10
Es un hecho que el Trabajo Social, al igual que otros colectivos profesionales como los ya mencionados, se encuentra ante escenarios complejos y estresantes. Situaciones estas que pueden devenir del lugar de trabajo, de condiciones laborales deficitarias y de las propias características de la población destinataria de la intervención. A ello se sumarían factores intrínsecos como las propias características individuales: expectativas, cualificación, formación y la forma de afrontar situaciones de dificultad laboral.11 Sobre estos factores ordinarios es necesario considerar el impacto sufrido por la crisis estructural de 2008 y las políticas gubernamentales de austeridad que le siguieron y que han afectado al sistema y al empeoramiento en las condiciones laborales de sus trabajadores, incrementando situaciones particularmente complejas y desasosegantes.12,13
Además de algunas variables del contexto laboral, como las ya descritas, es necesario destacar algunas variables de aspecto sociodemográfico que impactan en el colectivo de profesionales del Trabajo Social. Así, al igual que otros técnicos de la salud como el de las enfermeras, el Trabajo Social también es ejercido por una población mayoritariamente feminizada. Según los últimos datos recabados en el tercer informe realizado a nivel estatal, las mujeres suponen el 88,9 % de las personas colegiadas. Este dato es relevante, puesto que supone un nuevo incremento respecto de los dos informes nacionales anteriores.10
En línea con el modelo de cuidados de corte mediterráneo, las mujeres continúan ejerciendo principalmente las labores de cuidados de niños y niñas, así como de personas mayores o familiares con diversidad funcional. La última encuesta sobre discapacidades del Instituto Nacional de Estadística establece que un 70% de las personas en situación de dependencia son atendidas únicamente con ayuda informal.14 Esto supone que se le dediquen un número de horas elevadas a sus cuidados, lo que puede suponer que aumenten las posibilidades de padecer sobrecarga,15 así como de la aparición de problemas físicos o psicológicos que deterioran su salud.16
En una de las primeras investigaciones en España que focaliza su atención en las trabajadoras sociales de servicios sociales comunitarios, ya se evidenciaban índices de burnout elevados en este colectivo profesional concreto.17 Recientemente, a través de una investigación en la que se encuestaron a 1774 profesionales (una de las que analiza una muestra más elevada a nivel internacional) se ha identificado que el burnout entre las trabajadoras sociales sigue siendo un problema relevante, ya que puede conducir a problemas de salud personal, deterioro del servicio y rotación profesional en servicios sociales.18
En base a la fundamentación expuesta, el objetivo de la presente investigación consiste en determinar la prevalencia del burnout, así como los factores demográficos asociados, entre los profesionales del Trabajo Social que desarrollan su actividad en el Sistema de servicios sociales. Asimismo, se pretende determinar si el nivel de burnout en este colectivo es diferente al de otras profesiones, especialmente el colectivo de enfermeras, utilizando datos obtenidos en otras investigaciones realizadas en contextos profesionales próximos.
Método
Este estudio utiliza un diseño de prevalencia, descriptivo y transversal realizado en las cuatro provincias de la Comunidad Autónoma de Galicia (noroeste de España). La población objeto de estudio está constituida por profesionales del Trabajo Social que desarrollan su actividad en servicios sociales comunitarios, dentro del Sistema Gallego de Servicios Sociales. Además del nivel asistencial al que se ha hecho referencia, dado que el cuestionario se distribuyó a través de su entidad colegial de referencia, el segundo criterio de inclusión definido (además de la pertenencia a la organización) fue que las profesionales estuviesen colegiadas. Se realizó un muestreo no probabilístico por conveniencia para mejorar la accesibilidad en la participación.
Para la recogida de los datos se han empleado dos cuestionarios auto-administrados. Un cuestionario breve, de elaboración propia, donde se han recogido diferentes variables de tipo sociodemográfico (sexo, estado civil y nº de hijos), laboral (tipo de contrato, años de antigüedad en la profesión, variación del nº de demandas en el último año, satisfacción con su profesión) y formativo (titulación más alta alcanzada).
Para evaluar la presencia de síndrome de burnout se utilizó la versión española del cuestionario Maslach Burnout Inventory, versión Human Services Survey (MBI-HSS), que está orientada a profesionales de la salud,2 existiendo otra versión para profesionales educativos y otra genérica, no exclusivo para profesionales cuyo objeto de trabajo sean personas. El instrumento consta de 22 ítems redactados en forma de afirmaciones y que han de valorarse en una escala tipo Likert. No existe un consenso unificado de las dimensiones del instrumento, si bien de la mayoría de análisis psicométricos de la escala se desprenden 3 factores denominados: 1) Agotamiento o cansancio emocional (AE), con puntuación máxima de 54 puntos; 2) Despersonalización (D), con puntuación máxima de 30 puntos; y 3) Realización personal en el trabajo (RP) con puntuación máxima de 48 puntos. Para la versión en español, los valores de fiabilidad de las escalas según alfa de Cronbach son de ,87 para la dimensión AE, de ,57 para D y de ,72 para RP.19
Existe cierto consenso en que el burnout es una variable continua que se puede manifestar en grado bajo (puntuaciones bajas en AE y D, pero altas en RP), moderado (puntuaciones medias en las tres subescalas) o alto (puntuaciones altas en AE y D, pero bajas en RP).6 En base a estas consideraciones pueden estimarse rangos en las puntuaciones, derivados de diferentes estudios e investigaciones. Acostumbran a considerarse los siguientes:17
Asimismo, también hay estudios que postulan combinar las puntuaciones para obtener una nota de corte a partir de la cual considerar clínicamente el síndrome. De este modo, determinan que existe síndrome de agotamiento profesional si la persona evaluada obtiene algunas de las siguientes puntuaciones: más de 18 puntos en la escala que mide agotamiento emocional; más de 5 puntos en la escala que mide despersonalización; menos de 40 puntos en la escala que mide realización personal en el trabajo.20 Como vemos, los límites para el diagnóstico incluyen el riesgo alto y moderado (ver Tabla 1).
Agotamiento emocional (AE) | Despersonalización (D) | Realización personal (RP) | |
---|---|---|---|
Alto | ≥ 27 | ≥ 10 | ≤ 33 |
Moderado | 19-26 | 6-9 | 34-39 |
Bajo | ≤ 18 | ≤ 5 | ≥ 40 |
La recogida de datos se realizó en diciembre de 2018 y enero de 2019, a través de una aplicación de encuestas on-line, entre las trabajadoras sociales colegiadas en el Colegio Oficial de Trabajo Social de Galicia, organismo a través del cual se publicitó y distribuyó la encuesta. Durante la recogida de la información, así como durante todo el procedimiento de recogida de datos, se mantuvo la voluntariedad en la participación. Todos los cuestionarios recabados se identificaron como completos. No se ha tenido que retirar cuestionarios.
El análisis de la información se corresponde con resultados de carácter cuantitativo, transversal y descriptivo a partir de análisis de frecuencias y tablas de contingencia. Para su realización se ha utilizado el programa informático SPSS V.23.
Previamente a que se realizase el cuestionario se informó a las participantes sobre el anonimato de sus respuestas, presentando su consentimiento informado y respetando lo dispuesto en la Ley Orgánica del 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de datos personales y garantía de los derechos digitales. Además, se solicitó autorización para realizar la investigación al Comité de Ética de la Universidad del autor de correspondencia, cuyo informe fue positivo. La investigación ha respetado los principios establecidos en la Declaración de Helsinki.
Resultados
La muestra final resultante la conforman 209 profesionales del Trabajo Social, de los cuales 194 eran mujeres (92,8 %) y 15 hombres (7,2 %). Sus edades están comprendidas entre los 23 y los 64 años (M=41,67; DS=8,3). Todas ellas trabajan en las diferentes administraciones locales que conforman el nivel de servicios sociales comunitarios de la región de Galicia (ver Tabla 2).
Variable | Categorías | n | % |
---|---|---|---|
Sexo | Mujer | 194 | 92,8 |
Hombre | 15 | 7,2 | |
| |||
Estado civil | Casado o en pareja | 137 | 65,6 |
Divorciado | 17 | 8,1 | |
Soltero | 52 | 24,9 | |
Viudo | 3 | 1,4 | |
| |||
Número de hijos o hijas | Ninguno | 88 | 42,1 |
Uno | 48 | 23,0 | |
Dos | 63 | 30,1 | |
Tres | 9 | 4,3 | |
Más de tres | 1 | 0,5 | |
| |||
Tipo de contrato | Eventual | 33 | 15,8 |
Interino | 46 | 22,0 | |
Fijo | 130 | 62,2 | |
| |||
Años de antigüedad en la profesión | Menos de 2 años | 10 | 4,8 |
De 2 a 5 años | 15 | 7,2 | |
De 6 a 10 años | 35 | 16,7 | |
De 11 a 15 años | 51 | 24,4 | |
De 16 a 20 años | 32 | 15,3 | |
Más de 20 años | 66 | 31,6 | |
| |||
Titulación más alta alcanzada | Asistente social | 4 | 1,9 |
Diplomatura | 114 | 54,5 | |
Licenciatura | 21 | 10,0 | |
Grado | 33 | 15,8 | |
Máster | 35 | 16,7 | |
Doctorado | 2 | 1,0 |
Respecto al estado civil, más de la mitad de las participantes está casada o convive en pareja de forma estable (65,6 %) frente al porcentaje del 24,9 % que se encuentran solteras. Un 57,9 % tiene, al menos, un hijo a su cargo.
Atendiendo a las variables laborales analizadas se observa un alto grado de estabilidad contractual de las participantes. Así, casi dos de cada tres (62,2 %) indican disponer de un contrato de tipo fijo. Este dato es congruente con los años de antigüedad en la profesión. De este modo, una de cada tres participantes (31,6 %) lleva desarrollando su actividad profesional desde hace más de 20 años.
Ya, por último, si atendemos al nivel de estudios, observamos que más de la mitad de las participantes (56,4 %) solo disponen de la titulación básica que las habilita para su actividad profesional (título de asistencia social o diplomatura en Trabajo Social). Sin embargo, también puede analizarse desde el enfoque opuesto, esto es, un 43,6 % de las profesionales realizaron un proceso de formación continua, ampliando su titulación inicial con estudios superiores de licenciatura, grado, máster o doctorado.
Carga asistencial en el último año. Los resultados obtenidos respecto a la valoración de su carga asistencial son elevados (ver Tabla 3). Así, un 78,0% de las participantes considera que el número de demandas atendidas ha sufrido un aumento en el último año. Asimismo, cuantifican su carga de trabajo como “elevada” o “muy elevada” un total del 87,5% de la población objeto de estudio. Sin embargo, a pesar de estas limitaciones en el contexto organizativo y laboral, más de la mitad de la muestra (64,1%) asegura estar satisfecha (“mucho” o “bastante”) con su profesión.
Variable | Categorías | n | % |
---|---|---|---|
Variación del nº de demandas en el último año | Han aumentado mucho | 112 | 53,6 |
Han aumentado un poco | 51 | 24,4 | |
Más o menos me parecen igual | 43 | 20,6 | |
Han disminuido un poco | 2 | 1,0 | |
Han disminuido bastante | 1 | 0,5 | |
| |||
Valoración de la carga de trabajo en el último año | Muy elevada | 115 | 55,0 |
Elevada | 68 | 32,5 | |
Normal | 22 | 10,5 | |
Baja | 3 | 1,4 | |
Muy baja | 1 | 0,5 | |
| |||
Satisfacción con su profesión | Mucho | 28 | 13,4 |
Bastante | 106 | 50,7 | |
Algo | 66 | 31,6 | |
Nada | 9 | 4,3 |
Datos de prevalencia del síndrome de burnout en profesionales del Trabajo Social. En este apartado se muestran los estadísticos descriptivos relativos a media, desviación estándar, máximos y mínimos de cada una de las escalas teóricas del MBI-HSS para los n=209 casos analizados (ver Tabla 4). En la dimensión AE la puntuación media para la población objeto de estudio es de 32,4. Atendiendo al punto de corte (ver Tabla 1), esta puntuación global de la dimensión se situaría en un grado alto. La dimensión D alcanza una puntuación global media de 9,6, dato que sitúa esta dimensión como grado moderado (pero muy próximo al límite de 10 que ya se considera riesgo alto). La dimensión RP, que alcanza una puntuación global media de 34,0, también se sitúa en grado moderado. En todo caso, si analizamos las puntuaciones globales de las tres subescalas, observamos que se verifican los tres indicadores necesarios que postula Grajales para considerar que existe agotamiento profesional.20
Escalas | M | DS | Min | Máx. |
---|---|---|---|---|
Agotamiento emocional (AE) | 32,4 | 11,4 | 5 | 52 |
Despersonalización (D) | 9,6 | 5,8 | 0 | 27 |
Realización personal (RP) | 34,0 | 6,5 | 9 | 47 |
Los datos de prevalencia del estudio arrojan unos resultados elevados, especialmente en la dimensión de AE donde un 67,0 % de la población objeto de estudio presenta una puntuación considerada alta. Igualmente, en las dimensiones de D y RP, las correspondientes puntuaciones (prevalencia alta del 45,9 % y 47,4 %, respectivamente) sitúan a la población estudiada en unas cifras consideradas de riesgo elevado (ver Tabla 5). Para un cálculo global de prevalencia de cada uno de los factores podría considerarse también los niveles moderados que incrementarían, claramente, los datos anteriormente destacados.
Discusión
Los resultados que se acaban de exponer constatan que las trabajadoras sociales del Sistema Gallego de Servicios Sociales presentan índices elevados de burnout, alcanzando puntuaciones de alto riesgo. Los datos, superan con creces (en las tres dimensiones, al menos 14 puntos porcentuales) el único estudio que se había realizado con el mismo grupo de profesionales en el mismo marco territorial, si bien era con una muestra notoriamente reducida (15 casos).17 Los resultados obtenidos son coincidentes con otros estudios recientes que han analizado los niveles de burnout en el colectivo concreto de trabajadoras sociales de servicios sociales comunitarios,12 o en otros ámbitos como el sanitario.21 De todos ellos, la muestra del presente estudio es la más elevada.
Respecto de las dificultades vinculadas a la aparición del burnout en Trabajo Social se han identificado las siguientes aserciones: la estructura jerárquica organizacional y el sistema burocrático; la posible tensión entre los propios ideales y la función asignada; burocratización orientada a la fragmentación y la desprofesionalización; restricciones presupuestarias en los recursos; el conflicto de rol debido a expectativas contradictorias; la relación entre desgaste profesional y contacto con los receptores de la acción profesional.22 En esta línea argumental, el presente estudio apuntala la idea de problemas organizativos respecto de las demandas atendidas y de la carga asistencial soportada que ya señalaban otras investigaciones.10,13 A pesar de no haberse analizado todas estas variables, sí ha podido constarse un aumento considerable del número de demandas respecto del último año (78 %), valorándose la carga asistencial como elevada o muy elevada (87,5 %). Por el contrario, se mantiene vigente el grado de satisfacción con la profesión escogida (64,1 %).
Como se ha destacado, la población objeto de estudio tiene una edad intermedia (41,67 años) que se sitúa entre el inicio más precoz del ejercicio profesional (21-22 años) y la edad de jubilación ordinaria (65 o más dependiendo del tiempo de cotización previo). En relación a esta variable, se ha demostrado que es un predictor significativo de agotamiento, si bien se correlaciona de forma negativa, afectando principalmente a los profesionales más nóveles.23 En este sentido, y para abordar el burnout, se deben desarrollar competencias en la etapa formativa, constituyendo un elemento importante para la prevención y para el cuidado de las trabajadoras sociales.24 Es destacable, además, el alto grado de feminización de la población objeto de estudio, superando los datos recogidos en investigaciones recientes a nivel estatal.10
A pesar de la concordancia entre las distintas investigaciones sobre el desarrollo de burnout en Trabajo Social, hasta el momento se ha prestado poca atención para su control y prevención.25 Una de las soluciones que genera mayor consenso, en diferentes disciplinas, es la formación en competencias emocionales y habilidades resilientes que permitan una mejor adaptación a los diferentes contextos.26,27
Como se ha apuntado previamente, uno de los colectivos profesionales donde más se ha analizado la prevalencia del burnout es el de Enfermería. Respecto a este colectivo, que comparte múltiples espacios laborales con las trabajadoras sociales, existen numerosos estudios en España realizados en diferentes tipologías de servicios.5,28,29 Sin embargo, es destacable señalar una gran heterogeneidad en los resultados. A este respecto, y dentro del colectivo de enfermeras, se apuntaba que el apoyo social, la resiliencia y las estrategias de afrontamiento de compromiso y de apoyo (adaptativas) constituyen tres herramientas para hacer frente el burnout.30 Como se observa, muchas de estas variables también se consideraban factores protectores o mediadores para el colectivo de trabajadoras sociales. Asimismo, también se postula que los altos niveles de burnout determinados deben guiar a las instituciones para realizar esfuerzos de gestión hacia la prevención y reducción de estos síntomas de agotamiento.31
Como limitación más significativa de esta investigación es necesario destacar el hecho de no poder acceder al total de la población de trabajadoras sociales (tanto colegiadas como no colegiadas) y que ejerzan concretamente en este nivel asistencial, todo ello por no disponer de datos objetivos que posibiliten el contacto. A modo de prospectiva, también sería de interés realizar análisis comparativos de las puntuaciones directas en burnout en otras categorías profesionales que desarrollen su actividad profesional dentro de la misma organización.
Finalmente, destacar que, si atendemos a los factores sociodemográficos asociados, se evidencia que los profesionales del Trabajo Social que desarrollan su actividad en el nivel asistencial de servicios sociales comunitarios son mayoritariamente mujeres, por lo que se identifica una feminización que ha supuesto una constante a lo largo de la historia. Asimismo, de entre las características de su perfil laboral destaca el número de años de antigüedad en la profesión y, por tanto, la falta de incorporación a este sistema de población joven recientemente titulada.
Respecto al nivel de agotamiento laboral, se constata que el síndrome de burnout se encuentra presente en un porcentaje elevado de trabajadoras sociales del Sistema de servicios sociales de Galicia. De entre las dimensiones que componen este constructo, la dimensión de Agotamiento emocional es la que arroja unos resultados más elevados. Al igual que en otros colectivos profesionales en los que también se manifiestan relaciones de ayuda, las trabajadoras sociales de servicios sociales comunitarios presentan índices elevados en la medición de este constructo. Entre los factores explicativos se apunta al aumento en el número de demandas y a la elevada carga asistencial. Los datos obtenidos en este estudio sugieren la necesidad de desarrollar estrategias de mejora organizativa y prevención en este ámbito.