INTRODUCCIÓN
La infección por SARS-CoV-2 puede producir diferentes manifestaciones clínicas, siendo las más frecuentes la fiebre y los síntomas respiratorios. Asimismo, se han registrado casos con anosmia, ageusia, clínica digestiva y manifestaciones cutáneas1. Según un estudio realizado en Lombardía, 18 de los 88 pacientes incluidos (20,4 %) presentaron lesiones cutáneas2.
Actualmente, los datos publicados en diferentes estudios, tanto a nivel nacional como internacional, muestran en la práctica clínica la presencia de diferentes manifestaciones cutáneas muy variadas e inespecíficas, siendo las más frecuentes la erupción maculopapular (rash eritematoso inespecífico), la urticaria aguda, la erupción variceliforme y las lesiones cutáneas acrales3. Hasta este momento, no se ha demostrado que se relacionen con el pronóstico de la enfermedad, pudiendo aparecer en cualquier fase de ella1,2.
Por todo ello, describimos el caso clínico de una paciente con infección por SARS-CoV-2 seguida en la consulta de Medicina de Familia.
CASO CLÍNICO
Presentamos el caso de una mujer de 25 años de edad, con antecedentes de dermatitis atópica y crisis de hiperreactividad bronquial en la infancia. La paciente acude a la consulta de Medicina de Familia por tos persistente de días de evolución y aparición posterior de un exantema generalizado, levemente pruriginoso, de unas horas de evolución. Como antecedente social y epidemiológico cabe destacar que la paciente es profesional sanitario y que un familiar con el que convive tuvo una PCR SARS-CoV-2 positiva.
Durante la primera semana, la paciente presentó disnea, tos, y fiebre de hasta 38,5ºC de cinco días de duración, acompañándose de cefalea intermitente, astenia y ageusia. En dicho momento, se le realizó una PCR SARS-CoV-2, que fue positiva, y una radiografía de tórax, en la que presentaba un patrón intersticial bibasal. Al cabo de diez días de la sintomatología respiratoria, y coincidiendo con su mejoría, se objetivó la presencia de lesiones papulosas en el tronco (Figura 1), seguidas de pequeñas lesiones maculosas en los miembros superiores e inferiores (Figura 2) y que, posteriormente, se extendieron hacia la región facial (Figura 3). Las lesiones eran levemente pruriginosas, no dolorosas y sin presencia de vesículas ni habones. En el momento de la erupción no estaba en tratamiento con ningún fármaco que justificase la aparición de dichas lesiones. Estas manifestaciones dermatológicas persistieron durante 12 días. Tras una semana de la desaparición casi total del exantema cutáneo, comenzó con deposiciones líquidas con presencia de pequeñas hebras de sangre, coincidiendo, además, con el tercer día de tratamiento con hidroxicloroquina, realizándose un coprocultivo que fue negativo.
El tratamiento que se pautó para la erupción cutánea fue sintomático, utilizando ebastina y desloratadina, así como hidratación de la piel. Posteriormente, ante la persistencia de la sintomatología, también fue valorada en Medicina Interna, pautando tratamiento con azitromizina (500 mg / 24 h el primer día y posteriormente 250 mg / 24h durante 4 días), hidroxicloroquina (400 mg / 12 h el primer día y, posteriormente, 200 mg / 12 h durante 5 días), paracetamol (1 g a demanda) e inhaladores de salbutamol y budesonida cada 12 horas.
Tras un mes y medio con diversa sintomatología, predominando en cuanto a duración la afectación de la piel, la paciente experimentó una mejora progresiva hasta encontrarse asintomática en la actualidad.
DISCUSIÓN
Desde el inicio del brote de COVID-19 en Wuhan (China) en diciembre 2019, se han registrado más de 3 millones de casos en todo el mundo, de los cuales más de 230.000 han fallecido4. La infección por SARS-CoV-2 cursa de forma habitual con clínica respiratoria y fiebre. De forma menos frecuente puede cursar con anosmia, ageusia, rinorrea y diarrea1.
Respecto a las manifestaciones cutáneas, suelen aparecen con menor frecuencia, planteándose, al inicio, la posibilidad de que pudieran ser secundarias a los fármacos utilizados para el tratamiento de dicha enfermedad5. Sin embargo, en una revisión de 88 casos realizada en Lombardía (Italia), observaron que el 20,4 % presentaba manifestaciones cutáneas2. Dichas manifestaciones podían aparecer como lesiones urticariformes, erupción maculopapular (como en el caso de nuestra paciente), erupción variceliforme y lesiones cutáneas acrales. Asimismo, como ya se ha comentado con anterioridad, no se ha demostrado que la aparición de esta sintomatología cutánea esté relacionada con la gravedad de la enfermedad, pudiendo detectarse en cualquier fase de ella3.
El diagnóstico de estas lesiones es fundamentalmente clínico, especialmente considerando la situación epidemiológica en la que nos encontramos actualmente. La exploración física exhaustiva y la anamnesis detallada son básicas. En el estudio inicial no está indicada la realización de pruebas complementarias si el paciente no presenta otra clínica que implique criterios de gravedad6.
Asimismo, hemos de realizar el diagnóstico diferencial con reacciones medicamentosas, otro tipo de viriasis, enfermedades que cursen con vasculitis, así como complicaciones o empeoramiento de enfermedades dermatológicas previas.
El tratamiento de las lesiones cutáneas es sintomático, tal y como hemos visto en este caso clínico, pudiendo utilizarse antihistamínicos orales y corticoides tópicos. El pronóstico es habitualmente bueno, sin evidencia de que aumente la morbimortalidad del COVID-19, y su evolución es autolimitada en el tiempo.
Ante la gran variabilidad de síntomas que presentan los pacientes con enfermedad por SARSCoV-2, es importante identificar dichos síntomas desde nuestras consultas de Medicina de Familia, así como reconocer las manifestaciones cutáneas relacionadas con esta enfermedad, realizando una anamnesis y exploración física detalladas. Además, deberemos plantear un diagnóstico diferencial con diversas patologías que puedan producir lesiones cutáneas. Una vez identificadas las manifestaciones, y ante la correspondiente sospecha de infección por SARS-CoV-2, se deberá realizar aislamiento domiciliario, así como el seguimiento habitual de estos pacientes desde las consultas de Atención Primaria.