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FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

versión On-line ISSN 2014-9840versión impresa ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.19 no.3 Barcelona jun. 2016

 

EDITORIAL

 

Bolonia en las facultades de medicina españolas, seis años después: algunas preguntas para la reflexión

Bologna in Spanish faculties of medicine, six years on: some food for thought

 

 

Jordi Palés-Argullós

Fundación Educación Médica. Universitat de Barcelona. E-mail: jpales@ub.edu

 

 

En el año 2009, la gran mayoría de las facultades de medicina españolas ponían en marcha sus nuevos planes de estudios, adaptados a lo que hemos venido denominando Espacio Europeo de Educación Superior o proceso de Bolonia. Algunas facultades lo hicieron un año o dos más tarde. Seis años después han egresado las primeras promociones de graduados de la mayoría de nuestras facultades y en los dos próximos años lo harán las del resto. Así mismo, este año se ha iniciado el proceso de renovación de la acreditación de la mayoría de nuestros centros a cargo de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) y de las agencias de calidad autonómicas. Por tanto, parece un buen momento para revisar qué ha pasado y reflexionar sobre ello. En este editorial, quisiera proponer algunas preguntas con el objetivo de ayudar a esta reflexión.

Uno de los aspectos clave del proceso de Bolonia es la formación basada en competencias. Y a partir de aquí nos podemos plantear diferentes cuestiones para la reflexión: ¿hemos definido correctamente las competencias finales que un graduado de medicina ha de adquirir en los seis años de formación?, ¿se adecuan estas competencias a las que deberán aprender y desarrollar posteriormente en la formación especializada?, ¿se ha adecuado la formación de grado a la nueva estructura de la formación especializada que se avecina?

Nuestros graduados en formación ejercerán en el primer tercio del siglo XXI, en un contexto social muy cambiado y cambiante respecto a la del siglo pasado: la medicina ha variado en sus propios fines (curar/prevenir); la demografía no ha seguido los patrones previstos; observamos permanentemente cambios epidemiológicos con la aparición, reaparición o desaparición de enfermedades; las instituciones sanitarias requieren nuevos tipos de organización; la tecnología nos sorprende cada día con innovaciones inimaginables; la medicina 2.0 está aquí; la crisis económica pone en evidencia que los recursos siempre son limitados; las relaciones entre los profesionales médicos y entre éstos y los de otras ciencias de la salud modifican los roles de unos y otros... Todo ello exigirá a los profesionales de la medicina unas competencias tremendamente diferentes de las del siglo XX. Por ello, ¿hemos tenido en cuenta estas nuevas competencias o seguimos con los mismos patrones desde el siglo pasado?, ¿hemos modificado adecuadamente los contenidos para que sean acordes con las competencias definidas?, ¿hemos eliminado contenidos no relevantes para las competencias previstas o seguimos con contenidos hipertrofiados y muchos de ellos poco útiles?

Más preguntas: ¿estamos considerando adecuadamente las denominadas competencias transversales o nos hemos limitado a enunciarlas en nuestros planes de estudio sin contemplar actividades de aprendizaje ni formas de evaluarlas? Y entre ellas, ¿hemos considerado de forma adecuada el profesionalismo, la bioética, el trabajo en equipo, la formación en metodología de la investigación, el razonamiento clínico, la formación para el aprendizaje a lo largo de la vida, la economía de la salud, etc.?

¿Hemos sido conscientes de que un currículo basado en competencias es por definición un currículo integrado y hemos procedido de acuerdo con ello? Es decir, ¿hemos establecido no sólo una integración horizontal, sino una integración vertical en la que la tradicional división entre las materias preclínicas y clínicas haya desaparecido, permitiendo que las ciencias básicas estén representadas explícitamente a lo largo de todo el currículo, en los entornos clínicos, al mismo tiempo que los aspectos clínicos aparezcan precozmente en los primeros años? La estructura adoptada finalmente para los estudios de medicina en nuestro país, grado-máster integrado, lo permitía perfectamente, ofreciendo una buena oportunidad para hacerlo. Otra cosa es que se haya hecho.

En cualquier currículo basado en competencias hay un aspecto clave, la evaluación de éstas. ¿Estamos evaluando correctamente dichas competencias y con los instrumentos adecuados? La adquisición de las competencias es un proceso continuo. De acuerdo con ello, ¿hemos establecido programas integrados y progresivos de evaluación de las competencias o seguimos evaluando desde nuestros compartimentos estancos? ¿Estamos seguros de que una evaluación clínica objetiva estructurada al final de las prácticas tuteladas asegura de forma inequívoca que los graduados han adquirido de manera satisfactoria todas las competencias previstas?

En cuanto a las estrategias educativas empleadas, ¿hemos optado por metodologías activas o hemos seguido con actividades tradicionales basadas fundamentalmente en la mera transmisión de información y conocimientos teóricos? Y con respecto a las actividades prácticas clínicas, ¿hemos potenciado la participación activa de los estudiantes en ellas?

Y como estas preguntas, podríamos proponer muchas más. En el año 2005, la Sociedad Española de Educación Médica, con la colaboración de todas las sociedades de educación médica del país y de expertos reconocidos en el campo, publicó un documento [1] en el que se abordaban estas y otras cuestiones. Creo muy adecuado releer dicho documento, que detallaba acciones recomendadas a poner en marcha ante el proceso que entonces se iniciaba, y analizar si han sido seguidas o no por las facultades de medicina.

No pretendo responder aquí y ahora a las preguntas planteadas ni expresar mis propias opiniones porque ello excedería la extensión de un editorial. Eso lo dejo para los lectores y, muy especialmente, para las facultades de medicina, es decir, sus profesores, sus estudiantes y sus equipos de gobierno. Estas preguntas sólo pretenden ser un guión para un proceso colectivo de autorreflexión y de crítica rigurosa y constructiva, exento de autocomplacencia, que a partir de sus resultados permita obrar en consecuencia, modificando todo aquello que sea necesario. Cualquier currículo, y sobre todo uno basado en competencias, no es inmutable. Debe evaluarse, revisarse y modificarse continuamente de acuerdo con los resultados obtenidos, en el contexto de un proceso inexcusable de evaluación de su calidad, para ajustarlo a las nuevas realidades. Todas las facultades de medicina están obligadas a hacerlo por responsabilidad social.

 

Bibliografía

1. Sociedad Española de Educación Médica (SEDEM), Associació Catalana d'Educació Mèdica (ACEM), Sociedad de Educación Médica de Euskadi (SEMDE) y Sociedad Aragonesa de Educación Médica (SADEM). Recomendaciones para un nuevo proceso de reforma curricular en las facultades de medicina españolas. Educ Med 2005; 8: 3-7.         [ Links ]