INTRODUCCIÓN
Durante la pandemia de COVID-19, a nivel global se aplicaron medidas de control como el aislamiento a través de cuarentenas con la finalidad de reducir la interacción social y la propagación de la enfermedad (1,2). En Chile, el comienzo de las cuarentenas fue declarado por el Ministerio de Salud en marzo de 2020 (3). Una de las principales consecuencias posteriores a las cuarentenas fue el cierre masivo de los establecimientos educacionales, para luego virtualizar la totalidad de las actividades académicas de todos los niveles educativos con el objetivo de reducir el impacto educativo y financiero (4).
El efecto sobre la salud general vinculado a la pandemia y la inestabilidad económica afectaron fuertemente a familias de todo el mundo (5). Sin embargo, algunos grupos vulnerables experimentaron de manera aún más intensa el impacto de la pandemia, como es el caso de niños y niñas que dependen de los servicios escolares para cubrir sus necesidades nutricionales (6,7). Cabe mencionar que una alimentación suficiente, adecuada y de calidad es fundamental para asegurar el desarrollo de todas las potencialidades de niños y niñas durante el curso de la vida, sobre todo en las etapas preescolar y escolar que determinan su salud futura (7). En este contexto, la calidad de la alimentación, es entendida como el conjunto de atributos nutricionales consumidos regularmente que pueden condicionar positiva o negativamente la salud de los individuos. Para evaluarla es necesario ponderar la frecuencia de consumo tanto de alimentos saludables como no saludables, además de la regularidad de los tiempos de comida (8).
En este marco, es necesario mencionar que el último informe del Mapa Nutricional de 2020 (9) reportó un aumento de la prevalencia de obesidad, obesidad severa y obesidad total, además del aumento de la prevalencia de desnutrición y retraso de la talla. El sobrepeso y la obesidad alcanzaron el 54 % en todos los niveles, donde las cifras más alarmantes se encontraron en los niveles de quinto básico (64,0 %), primero básico (53,7 %), kínder (53,5 %) y prekínder (51,2 %). Por otra parte, respecto a la malnutrición por déficit, se destacó el aumento de estudiantes con desnutrición en todos los niveles, excepto quinto básico, donde en el año 2019 la prevalencia era de un 1,8 % y en 2020 alcanzó el 2,6 % (9).
Previamente al inicio de la pandemia, la última Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA) 2016-2017 (10) reportó que solo el 5,3 % de la población chilena total alcanzó la categoría de alimentación saludable; la categoría intermedia, que requiere cambios, obtuvo la mayor proporción, con un 86,9 %; y la alimentación poco saludable, un 7,8 %. En el mismo contexto, la macrozona sur, áreas rurales y niveles socioeconómicos bajos y medios-bajos presentaron la mayor proporción de alimentación poco saludable.
Si bien la evidencia disponible sobre calidad de la alimentación en pandemia es escasa, existen algunos antecedentes. En abril de 2020, pocos meses después del inicio de la pandemia, se detectó que el 35 % de los hogares con niños y niñas menores de 18 años sufrían de inseguridad alimentaria, con una disminución en su calidad de la alimentación en comparación con el año 2018 (11). Por otra parte, se reportaron aumentos significativos en la calidad de los alimentos y en la cantidad de los mismos durante la pandemia, sobre todo en estudiantes de ingresos altos y familias pequeñas (12). En Chile, se experimentó un aumento de los patrones disfuncionales de la ingesta alimentaria cuando aumentaron los índices de sintomatología ansiosa y mayor presencia de alimentación emocional en mujeres (13).
Considerando que el impacto de la pandemia sobre la alimentación y salud de las personas se proyecta a largo plazo (14), la insuficiente evidencia disponible y la contrariedad de la existente, el objetivo de la presente investigación fue analizar la calidad global de la alimentación de preescolares y escolares en Chile durante la pandemia de COVID-19. En este contexto, la hipótesis sostuvo que la categoría intermedia de calidad de alimentación (necesita cambios) sería la predominante, con altos niveles de incumplimiento de recomendaciones según guías alimentarias a nivel específico por grupos de alimentos.
MÉTODO
PARTICIPANTES
La muestra total estuvo compuesta por 551 niños (22,5 %) y niñas (77,5 %) residentes en cinco ciudades del Chile distribuidas por zonas. De la zona norte participaron niños y niñas de las ciudades de Antofagasta y la Serena, en representación de la zona centro se consideraron las ciudades de Santiago y Viña del Mar y de la zona sur se consideró la ciudad de Valdivia. Cabe mencionar que los participantes residían tanto en zonas urbanas como rurales del país. Para el presente estudio se consideraron los niveles de transición menor y transición mayor, además de los niveles correspondientes a primer ciclo escolar (primero a cuarto básico). El detalle de los antecedentes sociodemográficos se muestra en la tabla I.
INSTRUMENTOS
Índice de calidad global de la alimentación
El instrumento está diseñado para categorizar cuán saludable es el patrón de alimentación (8). Está compuesto de 12 ítems distribuidos en tres dimensiones que integran las siguientes características: alimentos saludables (frutas, verduras, legumbres, lácteos), alimentos no saludables (pasteles, galletas y dulces) y tiempos de comidas (desayuno, almuerzo y cena); los resultados se clasifican en saludable, necesita cambios y alimentación poco saludable. Para el procesamiento de la encuesta se asignó un puntaje, siendo el máximo de 10 puntos el ideal según recomendaciones de guías alimentarias y 1 punto para cuantificar lo menos saludable. El puntaje máximo para las 12 variables es de 120 puntos. Los puntos de cortes que definieron las categorías fueron los siguientes: saludable: 90-120 puntos; necesita cambios: 60-89 puntos; y poco saludable: < 60 puntos.
PROCEDIMIENTO
Esta investigación fue revisada y aprobada por el Comité de Ética Científico de la Universidad Santo Tomás bajo la resolución n.o 3/2020. El reclutamiento de los participantes se realizó a través de un muestreo por conveniencia combinado con bola de nieve (15) en escuelas domiciliadas en las cinco ciudades incluidas en esta investigación. Cabe destacar que la recolección de los datos se realizó durante el periodo de confinamiento y, por ende, la batería de cuestionarios se diseñó digitalmente y fue distribuida a los apoderados por medio de los profesores. Antes de completar los cuestionarios, los participantes debían aceptar su participación por medio del consentimiento informado.
ANÁLISIS ESTADÍSTICOS
Los datos fueron analizados por medio del programa estadístico IBM SPSS V24. Se realizaron análisis descriptivos de la totalidad de las variables sociodemográficas y relativas a la calidad de la alimentación. Posteriormente, se realizaron pruebas de diferencias de proporciones para observar si existían diferencias significativas entre grupos de contraste. Para ello se utilizó la prueba de Chi-cuadrado mediante tablas cruzadas para frecuencias absolutas mayores a 5; en caso de frecuencias absolutas menores de 5 se utilizó la prueba exacta de Fisher.
RESULTADOS
En primer lugar, en la tabla I se describen las características sociodemográficas de la muestra total y por sexo.
Respecto de la calidad global de la alimentación (CGA) en la muestra total, un 7,3 % de los participantes tuvo una alimentación poco saludable, un 65,7 % necesita cambios y un 27,0 % obtuvo la categoría saludable. De acuerdo con el análisis de diferencia de proporciones según la CGA contrastada con variables sociodemográficas (Tabla II), se observaron diferencias estadísticamente significativas respecto de la zona de residencia, donde preescolares y escolares de zonas rurales presentaron una mayor proporción en la categoría de poco saludable y una menor proporción en la categoría saludable (Chi-cuadrado = 10,714, p = ,005). Respecto de la edad de la madre, también se reportaron diferencias significativas (prueba exacta de Fisher = 15,760, p = ,034), donde escolares y preescolares de madres de entre 20 y 25 años presentaron la mayor proporción de alimentación saludable. Por otra parte, no se observaron diferencias estadísticamente significativas de acuerdo al sexo, nivel, regiones, ingreso económico familiar, composición familiar, edad del padre y número de personas en el hogar.
Posteriormente, se contrastó la CGA con algunas variables específicas sobre hábitos alimentarios puntuales (Tabla III). Respecto al aumento, mantención o disminución del consumo de alimentos en pandemia, fue posible evidenciar diferencias significativas (prueba exacta de Fisher = 19,429, p = ,013). En la pregunta de si niños y niñas se saltan comidas, se observaron diferencias significativas, las cuales se acentuaron en las categorías de poco saludable y saludable (Chi-cuadrado = 28,340, p = ,000). Respecto al tipo de comida consumida regularmente, se observó una mayor proporción de consumo de comida casera con respecto a la comida rápida (prueba exacta de Fisher = 13,561, p = ,001). Finalmente, frente a la pregunta de con quién come regularmente su hijo, se observaron diferencias estadísticamente significativas en favor de aquellos preescolares y escolares que comen junto a toda la familia (prueba exacta de Fisher = 29,614, p = ,002).
En la tabla IV se exponen los porcentajes de cumplimiento de las recomendaciones basadas en las guías alimentarias para población chilena. Cabe destacar que, de los 12 puntos evaluados, las mujeres presentan un mejor porcentaje de cumplimientos en nueve de ellos. Por su parte, los hombres solo tuvieron un mejor porcentaje de cumplimiento en lo que respecta a las recomendaciones de consumo de leche y derivados lácteos, legumbres y pescados.
DISCUSIÓN
Se analizó la calidad global de la alimentación de preescolares y escolares en Chile durante la pandemia de COVID-19. La hipótesis sostuvo que la categoría intermedia de calidad de alimentación (necesita cambios) sería la predominante, con altos niveles de incumplimiento de recomendaciones según las guías alimentarias a nivel específico por grupos de alimentos.
Respecto a la calidad de la alimentación, la categoría de necesita cambios fue la de mayor proporción tanto en hombres como en mujeres, lo que se corresponde con los resultados de la ENCA previos a la pandemia (10). Sin embargo, se presentaron diferencias en ambos extremos, donde hubo una mayor proporción en las categorías de alimentación saludable y poco saludable respecto de la ENCA. Esto podría estar dado por la agudización de una alimentación poco saludable e insuficiente en aquellos niños y niñas de sectores vulnerables que reciben diariamente alimentación en sus escuelas (11). Por su parte, el aumento de la categoría saludable podría responder, en parte, a las ayudas económicas desplegadas por el Gobierno para cubrir las necesidades básicas de las familias (16) y a la posibilidad de un mayor control sobre la alimentación de niños y niñas por parte de sus cuidadores al encontrarse en confinamiento (17). Cabe mencionar que un aumento del índice de alimentación saludable en pandemia ya ha sido reportado en niños y niñas (12).
Respecto al cruce entre la calidad de la alimentación y las variables sociodemográficas, solo se reportaron diferencias significativas entre las zonas de residencia urbana-rural. En contraste con la ENCA, la principal diferencia se da en zonas urbanas, donde se presentó una disminución en alimentación poco saludable y la proporción de alimentación saludable fue más del triple del valor reportado en la ENCA. Esto podría deberse, en parte, a un mayor control respecto de la alimentación de niños y niñas, además de una mayor accesibilidad a diversos alimentos si se comparan con zonas rurales que poseen desventajas estructurales en cuanto al acceso de servicios sanitarios y alimentarios (18). Cabe mencionar que la evidencia previa destacó un aumento considerable de preparaciones caseras durante el confinamiento (12).
Por su parte, la edad materna, específicamente el rango de 20 a 25 años, tuvo promedio de alimentación saludable de casi 20 puntos superior al resto, lo que podría estar dado por la mayor adherencia de estas madres a los programas de intervención en estilos de vida saludable que se realizaron durante la pandemia en los establecimientos educacionales vía remota. Esto se sustenta en la evidencia que nos señala que la participación previa de los padres en una intervención de estilo de vida para niños protege contra el incremento de peso (19,20). También, en estudios en lactantes se ha encontrado que la edad de la madre tiene un impacto positivo en la nutrición de los niños (21). Además, otras variables de la madre como el menor índice de masa corporal (IMC), un mayor nivel educativo e ingresos mensuales del hogar durante la pandemia están asociados con una menor tendencia a obesidad en los niños y niñas (22). Es así como aquellos hogares resilientes en los que los padres tenían una vivienda y empleos seguros pudieron adaptarse mejor a los desafíos de la pandemia, con menor inseguridad alimentaria y mejores prácticas de alimentación (23).
A un nivel más específico, cuando se consultó a cuidadores sobre si niños y niñas comieron igual, más o menos en comparación con el periodo prepandemia, aquellos que reportaron tener una alimentación igual tuvieron una mayor proporción de alimentación saludable. En cambio, cuando la alimentación varió significativamente a cualquier extremo (mucho más o mucho menos que antes), la calidad de la alimentación disminuyó. En este sentido, las variaciones en la ingesta de alimentos producto del entorno altamente estresante se tornaron un factor de riesgo para la ingesta de alimentos de baja calidad nutricional (24,25). Por otra parte, el hecho de que se pudiese mantener la alimentación de niños y niñas en forma similar que previo a la pandemia da cuenta de la intencionalidad de promover estilos de alimentación saludable por parte de los cuidadores, lo que se torna un factor protector para la salud de niños y niñas (26).
Del mismo modo, el hecho de comer en familia, con preparaciones caseras, y sin saltarse comidas se relacionó significativamente con una mayor proporción de alimentación saludable, lo que refuerza la necesidad de estilos de alimentación directivos por parte de los cuidadores (27) desde edades tempranas (17).
Con respecto al cumplimiento del consumo de alimentos, existen variaciones por grupos en relación a la ENCA; para el caso de frutas y verduras, el cumplimiento reportado fue menor en comparación con la prepandemia. El cumplimiento de lácteos fue menor en comparación con preescolares, pero mayor que en escolares. En el caso de las legumbres, el consumo reportado fue levemente menor en comparación con la ENCA. En cuanto a los pescados, el consumo fue similar en escolares, pero menor en preescolares. Esto podría explicarse porque la muestra corresponde a niños y niñas pertenecientes a establecimientos municipales y particulares subvencionados, beneficiarios del programa de alimentación escolar, donde existe una estructura de minuta que garantiza una frecuencia semanal de estos alimentos por minuta establecida. Asimismo, a nivel internacional, durante la pandemia se observó que los padres ofrecieron menos del 50 % de la porción recomendada para verduras y proteínas. Cenar en familia, planificar la comida y preparar comida casera se asociaron con una mayor oferta de proteínas, verduras, lácteos, agua y cereales refinados (28).
Con respecto a las limitaciones, dadas las circunstancias en las cuales se encontraban preescolares y escolares durante la pandemia, se optó por un muestreo no probabilístico por conveniencia. Del mismo modo, al no poder recolectar los antecedentes de forma presencial, no fue posible obtener datos antropométricos como peso, talla y circunferencia de cintura, que hubiesen sido fundamentales para un análisis más robusto de la salud alimentaria y nutricional de niños y niñas. Del mismo modo, en algunas zonas rurales poseen problemas de conectividad que les impidió participar en el estudio.
Sin embargo, a pesar de las limitaciones, se considera que los resultados expuestos en la investigación son de suma utilidad para contar con puntos de referencia a fin de analizar el impacto de la pandemia sobre la alimentación y salud de niños y niñas. Asimismo, ofrece antecedentes que permiten elaborar recomendaciones alimentarias y nutricionales con el objetivo de mitigar el efecto a largo plazo sobre la salud preescolar y escolar.
Se requieren más investigaciones sobre los cambios de ingesta dietética y calidad de la alimentación de los niños y niñas y sus familias durante la pandemia. Esto permitirá analizar el impacto de la pandemia en la conducta alimentaria y sus posibles consecuencias.