Comiendo uvas. Joaquín Sorolla, 1898
Viendo a este chaval, imagino a mi padre, que fue niño yuntero y trabajó en el campo en su infancia remota, como el protagonista del retrato. Al que, por cierto, si estuviese en el siglo XXI aconsejaríamos que se aplicase un buen filtro solar, porque el eritema facial que tiene no es para trivializar.
La tentación infantil de las uvas, que ya en su día retrató Bartolomé Esteban Murillo, es mucha. Su sabor dulce, su forma redondeada que invita al cobijo en la boca, su dimensión pequeña, hacen que sean una de las frutas preferidas por los niños. Bienvenidas sean, por tanto, que la fibra es digna del máximo elogio nutricional.