Introducción
Actualmente el déficit en el área socio-emocional es uno de los criterios necesarios para diagnosticar un Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), siendo el primer bloque sintomático junto a las alteraciones en la comunicación en el DSM 5 (DSM-5; APA, 2013).
Diversos estudios han demostrado la existencia de un déficit específico en el reconocimiento y comprensión de emociones en personas con autismo (Blain, Peterman y Park, 2017; García-Villamisar y Polaino-Lorente, 2000; García-Villamisar, Rojahn, Zaja y Jodra, 2010; Uljarevic y Hamilton, 2013). Algunas investigaciones limitan el déficit al reconocimiento de emociones muy concretas tales como el miedo (De Jong, van Engelund y Kemner, 2008; Pelphrey et al., 2002), la tristeza (Boraston, Blakemore, Chilvers y Skuse, 2007), las emociones de «valencia positiva» (Herpers et al., 2019) o las emociones «negativas» (Ashwin, Chapman, Colle y Baron-Cohen, 2006; Humphreys, Minshew, Leonard y Behrmann, 2007; Ioannou et al., 2017), mostrando en líneas generales menos atención a las mismas (Baron-Cohen et al., 2000). También se ha observado cierta falta de interés por parte de las personas con autismo hacia las emociones de los demás (Begeer et al., 2006; Pelphrey et al., 2002; Weeks y Hobson, 1987), y una atención deficitaria ante estímulos sociales (Chevallier, Huguet, Happé, George y Conty, 2013; Mathersul, McDonald y Rushby, 2013a). Otras investigaciones han observado un patrón diferente de atención ante estímulos emocionales, comprobando en personas con TEA una mayor atención a estímulos amenazantes (Ghosn et al., 2019). Además, se ha detectado menos expresividad en las interacciones sociales cuando se les compara con personas con desarrollo típico o discapacidad intelectual sin TEA (Czapinski y Bryson, 2003; Kasari, Sigman, Mundy y Yirmiya, 1990; Stagg, Slavny, Hand, Cardoso y Smith, 2014; Yirmiya, Kasari, Sigman y Mundy, 1989). En personas con discapacidad intelectual y autismo se detectó menos activación ante la dirección de la mirada de otra persona (Kylliäinen y Hietanen, 2006) o ante situaciones de peligro (Corona, Dissanayake, Arbelle, Wellington y Sigman, 1998). Algunas investigaciones resaltan la existencia de dificultades significativas cuando la percepción emocional se hace a través de rostros (Walsh, Creighton y Rutherford, 2016; Harms, Martin y Wallace, 2010).
Una de las teorías que ha intentado explicar estos patrones de respuesta atípicos en el TEA defiende que ante los estímulos sociales las personas con autismo responden con distintos niveles de activación o arousal (Kaartinen, Puura, Himanen, Nevalainen y Hietanen, 2016; Kylliäinen et al., 2012; Riby, Whittle y Doherty-Sneddon, 2012). El modelo de hiperexcitación sugiere que el sistema nervioso autónomo de los individuos con TEA es «elevado», están constantemente en una alerta máxima (Bal et al., 2010; Hirstein, Iversen y Ramachandran, 2001). En cambio, el modelo de hipoexcitación, defiende que las personas con TEA experimentar menos excitación o recompensa cuando atienden a los estímulos sociales (Mathersul, McDonald y Rushby, 2013b).
Los estudios realizados con el IAPS (International Affective Picture System; Lang et al., 1995), demostraron que la inducción de emociones influye tanto en variables fisiológicas como la respuesta galvánica o tasa cardiaca (Choi et al., 2017; Lang, Greenwald, Bradley y Hamm, 1993, Zangróniz, Martínez-Rodrigo, Pastor, López y Fernández-Caballero, 2017), como en estructuras cerebrales como la amígdala, el hipocampo, el cortex frontal ventromedial y el cortex visual (Britton, Taylor, Sudheimer y Liberzon, 2006), activando distintas zonas dependiendo de si las imágenes son de valencia positiva o negativa (Nielen et al., 2009).
Algunas investigaciones han podido comprobar como la exposición a imágenes de valencia negativa tiene efectos en el reconocimiento posterior de emociones. Se ha observado un reconocimiento más rápido cuando las imágenes son negativas o positivas (Gordillo et al., 2010; Redondo y Fernández-Rey, 2010), un efecto positivo en el rendimiento en tareas de memoria de trabajo después de visualizar emociones «negativas» a través del rostro (Schechtman Belham et al., 2017; Machinskaya, Rozovskaya, Kurgansky y Pechenkova, 2016), o un mejor reconocimiento de la «sorpresa» y un déficit en cuanto al «disgusto» en sujetos expuestos a un estímulo que provocan ansiedad social (Daudelin-Peltier, Forget, Blais, Deschênes y Fiset, 2017).
Existe cierta relación entre la sintomatología ansiosa y depresiva (humor negativo) y la predisposición a reconocer los estímulos como negativos (Dowens y Calvo, 2003; Powell y Hemsley, 1984), un rendimiento menor en tareas de reconocimiento (Surguladze et., 2004) o, por otro lado, una insensibilidad ante las emociones (Rottenberg, Joormann, Brozovich y Gotlib, 2005). Estos estudios también se han llevado a cabo con personas sin depresión o ansiedad, a las que se induce humor positivo y negativo. Los resultados muestran una predisposición mayor de los sujetos con humor negativo por la identificación de los estímulos como negativos (Bouhuys, Bloem y Groothuis, 1995; Niedenthal, Halberstadt y Margolin, 2000; Schmidt y Mast, 2010; Yi, Murry y Gentzler, 2016) y un mayor rendimiento en este tipo de tareas en las personas con humor positivo (Ovsyannikova, 2016). También han relacionado estas variables con la edad, comprobando una predisposición mayor a percibir estímulos negativos cuando se inducen emociones negativas y la persona tiene mayor edad (Lawrie, Jackson y Phillips, 2018).
En el caso de personas con TEA, existen pocos estudios acerca de la inducción o permeabilidad emocional. Aunque sí se ha observado una reacción fisiológica alterada ante la inducción emocional con el IAPS, a través de la presión arterial y la tasa cardíaca (Bölte, FeineisMatthews y Poustka, 2008; Kaartinen et al., 2012; Kylliäinen et al., 2012; Mathersul et al., 2013b). Stagg, Davis y Heaton (2013) detectaron una relación entre la baja respuesta galvánica ante estímulos sociales, como la dirección de la mirada, y el retraso en el desarrollo del lenguaje. Por el contrario, otros estudios no han podido comprobar estas diferencias (Louwerse et al., 2014).
En síntesis, los estudios revisados ponen de relieve que las personas con autismo tienen dificultades en el área socioemocional y estas pueden estar causadas por una hipoexcitación o hiperexcitación ante estímulos de este tipo. Los indicios acerca de la posible «impermeabilidad emocional» ante los estímulos que les rodean, podrían relacionarse con estas dificultades.
Por ello, el objetivo de esta investigación fue averiguar si las personas adultas con autismo y discapacidad intelectual se ven afectadas, ante la inducción de emociones de valencia negativa, en la realización de tareas de reconocimiento de emociones a través del rostro. Se planteó la siguiente hipótesis: las personas con TEA serán impermeables a la inducción de emociones y, por lo tanto, no existirán diferencias significativas entre la primera (antes de inducir emociones negativas) y segunda aplicación de las tareas de reconocimiento emocional (después de la inducción emocional)..
Método
Participantes
La muestra seleccionada para realizar la presente investigación consta de 31 personas adultas con discapacidad intelectual y TEA, de los cuales 19 son varones (61.2 %) y 12 mujeres (38.7 %). Los participantes han sido seleccionados en una institución sin ánimo de lucro dedicada a la atención de personas adultas con autismo de la Comunidad de Madrid. Todos han sido diagnosticados por especialistas en la evaluación de Trastornos del Espectro del Autismo, según los criterios diagnósticos de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV; APA, 1994).
El único criterio de exclusión fue que ningún participante se estuviera medicando con fármacos que pudiesen perjudicar al desarrollo de tareas cognitivas (tratamientos con psicotrópicos o corticoesteroides). La selección de la muestra se realizó contando con todas las personas que cumplían con este criterio en la asociación donde se acudió, no resultando excluido ninguno de los usuarios de la entidad.
Los datos demográficos se pueden observar en la Tabla 1, donde se aprecian las medias correspondientes a la edad mental y las puntuaciones en distintas áreas del desarrollo (socialización, habilidades de la vida diaria y comunicación), medidas a través del Vineland Adaptive Behavior Scales (VABS; Sparrow, Balla y Cicchetti, 1984). Igualmente se incluye la distribución en función del sexo, expresada en porcentajes.
TEA N = 31 | ||
---|---|---|
M | DT | |
Edad cronológica | 35.76 | 3.33 |
Edad mental no verbal VABS | 4.74 | 2.30 |
Socialización | 39.03 | 25.32 |
Comunicación | 51.03 | 29.11 |
Habilidades de la vida diaria | 70.70 | 29.11 |
Sexo | (%) | |
Varones | 61.2 | |
Mujeres | 38.7 |
Nota:. VABS = Vineland Adaptive Behavior Scales (Sparrow, Balla y Cicchetti, 1984).
Instrumentos de evaluación
Variable dependiente: reconocimiento de emociones a través del rostro
El reconocimiento de emociones a través del rostro se evaluó a través de la batería Facial Discrimination Battery (FDB; Rojahn et al., 2006; García-Villamisar et al., 2010). Consta de cuatro pruebas emocionales y dos pruebas no emocionales. Se contabilizaron las respuestas correctas e incorrectas de los participantes y se calculó el porcentaje de respuestas correctas para cada subtest. Las tareas emocionales son las siguientes:
1. Tarea de Discriminación Facial (emocional). Compuesta por 36 ítems: 12 de tristeza, 12 de felicidad y 12 con expresiones faciales neutrales. En cada diapositiva aparece un rostro y se pregunta a los participantes qué emoción expresa. Primero se muestran unos ítems de práctica para valorar si la persona es capaz de seguir las instrucciones y realizar el test.
2. Tarea de Reconocimiento Facial. Esta tarea contiene 21 ítems, cada uno de ellos compuesto por cinco rostros. El nombre de una emoción aparece en cada diapositiva (feliz, neutral o triste) y se tiene que identificar el rostro que me jor la representa (Figura 1).
3. Tarea de Identificación. Esta tarea contiene 20 ítems con un breve enunciado que narra lo que le ha ocurrido al pro tagonista y tres fotos que representan distintas emociones de la misma persona. Se pregunta qué imagen representa mejor lo que le ha ocurrido al protagonista (Figura 1).
Emparejar con la Muestra (Tarea Emocional). Esta tarea consta de 20 ítems con un rostro de muestra que se localiza centrado en la parte superior de la pantalla, y otros cinco rostros en la parte inferior de la diapositiva. Se pregunta al participante; “Mira a esta persona. ¿Cómo se siente? (imagen superior). Ahora mira a estas cinco personas de abajo y señala a la persona que se siente igual que la de arriba”. Primero se enseñan unos ítems de práctica y después comienza el test.
La batería también consta de dos pruebas control que no tienen contenido emocional:
Tarea de Discriminación Facial según la Edad. Compuesta por 24 rostros de distintas edades (9 jóvenes, 10 de mediana edad y cinco de la 3º edad), 12 mujeres y 12 hombres. En cada ítem aparece un solo rostro y se debe clasificar según una de las tres franjas de edad. Después de visualizar los primeros ítems de práctica, comienza el test.
Emparejar con la Muestra (Tarea de Identidad). Esta prueba esta compuesta por 10 diapositivas con el mismo formato que las de la Tarea Emocional de Emparejar con la Muestra. Se pide que se encuentre el rostro de la misma persona que la imagen de muestra.Cinco ítems tienen a actores masculinos y cinco a actrices femeninas.
Variable independiente: inducción de emociones negativas
El International Affective Picture System (IAPS; Lang et al., 1995) es una batería con 900 diapositivas en color clasificadas en diferentes categorías emocionales. Forma parte de una colección de estímulos emocionales, junto con el ANEW (Affective Lexicon of English Words) y el IADS (International Affective Digitized Sound System), desarrollada en la Universidad de Florida por el NIMH Center for Emotion and Attention (CSEA).
El IAPS clasifica sus imágenes en tres dimensiones emocionales: agradable / desagradable; calma / excitación (arousal) y descontrol / control.
Procedimiento
El proceso de evaluación se inició tras haber obtenido consentimiento informado de todos los tutores legales de los participantes en este estudio. Todas las tareas se aplicaron de manera individual y con un único profesional como responsable. La tarea de inducción emocional ha requerido la utilización de un ordenador y una pizarra digital, donde se les mostraban a los participantes las imágenes para la posterior realización de las pruebas.
Las imágenes del IAPS utilizadas en este estudio se seleccionaron después de consultar las medias y desviaciones típicas en la población general (Lang et al., 2005) y compartir el método de selección de las mismas con los autores de la batería.
Como imágenes «agradables» se escogieron aquellas que tienen una media entre 8 y 9, «desagradables» entre 1 y 2, «excitantes» entre 7 y 9, «calmantes» entre 1 y 3, que producen «descontrol» entre 1 y 3 y como imágenes que producen «control» las que tienen una media entre 7 y 9. Por último, las imágenes que tienen una media entre 4.5 y 5.5 en las tres dimensiones emocionales fueron escogidas como imágenes neutras.
El objetivo principal de esta investigación fue comprobar si las personas con TEA experimentan desagrado, excitación y descontrol ante el visionado de estas imágenes. Para ello, se dividieron aleatoriamente en dos subgrupos, a uno de ellos se le presentaron 40 imágenes «neutras» y al otro 33 imágenes con contenido emocional.
La Batería de Emociones de Rojahn se aplicó a ambos grupos antes y después de la inducción experimental.
Análisis estadístico
El análisis estadístico llevado a cabo fue un ANOVA de medidas repetidas, mediante un modelo de dos factores con medidas repetidas de un factor. La variable dependiente fue el rendimiento emocional antes y después de la inducción y la variable intersujetos fue la inducción de emociones (negativas o neutras). Todos estos análisis se realizaron mediante el programa IBM SPSS Statistics 22 para Windows.
Resultados
En la Tabla 2 se pueden observar los resultados del ANOVA de medidas repetidas. Los contrastes intrasujetos revelan como el tiempo de medida (primera o segunda aplicación de las tareas), influye significativamente en el rendimiento emocional (F (7,15) = 3.60, p = .01, ƞ2 = .62).
1º aplicación | 2º aplicación | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|
M | DT | M | DT | F | ƞ2 | sig. | |
RO1 | 8.43 | 4.77 | 8.45 | 4.13 | F(1, 21) = .01 | .00 | .92 |
RO2 | 11.04 | 3.98 | 7.43 | 1.75 | F(1, 21) = .47 | .02 | .49 |
RO3 | 17.56 | 6.76 | 15.38 | 7.48 | F(1, 21) = .18 | .00 | .67 |
RO4 | 7.82 | 3.45 | 7.55 | 4.09 | F(1, 21) = .51 | .02 | .48 |
RO5 | 5.91 | 2.50 | 3.71 | 1.64 | F(1, 21) = .05 | .00 | .81 |
RO6 | 6.13 | 4.13 | 4.00 | 2.23 | F(1, 21) = 1.42 | .06 | .24 |
Nota:. RO1= Tarea de Reconocimiento de la Batería de Emociones de Rojahn; RO2= Tarea de Identificación de la Batería de Emociones de Rojahn; RO3= Tarea de Discriminación Facial Emocional de la Batería de Emociones de Rojahn; RO4= Tarea de Discriminación Facial según la Edad de la Batería de Emociones de Rojahn; RO5= Tarea de Identidad de Emparejamiento a la Muestra de la Batería de Emociones de Rojahn; RO6= Tarea Emocional de Emparejamiento a la Muestra de la Batería de Emociones de Rojahn.
Por el contrario, ni la inducción de emociones (F(7,15) = 1.42, p = .26, ƞ2 = .39) ni la interacción (momento de medida*inducción emocional) (F(7,15) = .75, p = .63, ƞ2 = .26), tuvieron una influencia significativa en el rendimiento en las tareas emocionales. Por lo tanto, las diferencias significativas entre la primera y la segunda aplicación no se pueden explicar por la inducción de emociones.
En cuanto a la inducción o no de emociones neutras, el efecto del factor intersujetos no es significativo para ninguna de las tareas del estudio: la tarea de reconocimiento (F(1,21) = .01, p = .92, ƞ2 = .00), la tarea de identificación (F(1,21) = .47, p = .49, ƞ2 = .02), la tarea de discriminación facial emocional (F(1,21) = .18, p = .67, ƞ2 = .00), la tarea de discriminación facial según la edad (F (1,21) = .51; p = .48, ƞ2 = .02), la tarea de identidad de emparejamiento a la muestra (F(1,21) = .05, p = .81, ƞ2 = .00) y la tarea emocional de emparejamiento a la muestra de la Batería de Emociones de Rojahn (F(1,21) = 1.42, p = .24, ƞ2 = .06). Además, el tamaño del efecto está por debajo de .10 (ƞ2) en todas las medidas.
Discusión
A través de los resultados obtenidos en este estudio se demuestra la existencia de cierta «impermeabilidad» emocional en personas adultas con autismo y discapacidad intelectual. El tiempo de medida (primera o segunda aplicación de las tareas) influye significativamente en el rendimiento emocional, en cambio la inducción de emociones no mostró una influencia significativa en el rendimiento en las tareas emocionales. Las diferencias significativas, entre la primera y la segunda aplicación de las tareas emocionales, no las puede explicar la inducción emocional. Por lo tanto, el rendimiento menor en la segunda aplicación puede deberse a otras variables como pérdida de atención o cansancio, pero no al proceso de inducción.
Estos resultados son contrarios a lo que se observa en población sin TEA, ya que cuando se visionan imágenes de valencia negativa se modifica el reconocimiento posterior de emociones (Daudelin-Peltier et al., 2017; Gordillo et al., 2010; Redondo y Fernández-Rey, 2010; Schechtman Belham et al., 2017). Además, al tratarse de población adulta se comprueba una diferencia más respecto a la población adulta sin TEA, ya que se ha detectado mayor predisposición para percibir estímulos negativos cuando se inducen emociones negativas y la persona tiene mayor edad (Lawrie et al., 2018).
El perfil socioemocional de las personas con TEA apunta a la existencia de cierta impermeabilidad a la hora de percibir y expresar emociones, tal como indican los resultados de esta investigación, que también son coherentes con el modelo de hipoexcitación que defiende que las personas con TEA experimentan menos excitación o recompensa cuando atienden a los estímulos sociales.
La literatura encontrada que puede preceder estos hallazgos, son estudios acerca de la capacidad de responder a las emociones de las personas con autismo. Entre estas investigaciones se encuentran aquellas que defienden la existencia de un déficit específico en el reconocimiento y comprensión de emociones (Ashwin et al., 2006; Blain et al., 2017; Boraston et al., 2007; De Jong et al., 2008; García-Villamisar y Polaino-Lorente, 2000; García-Villamisar et al., 2010; Humphreys et al., 2007; Ioannou et al., 2017; Pelphrey et al., 2002; Uljarevic y Hamilton, 2013). Este déficit está acompañado de cierta falta de interés por parte de las personas con autismo hacia las emociones de los demás (Begeer et al., 2007; Pelphrey et al., 2002; Weeks y Hobson, 1987), y una menor atención a estímulos sociales (Chevallier et al., 2013; Mathersul et al., 2013a). Además, las personas con TEA parecen menos expresivas en las interacciones sociales, mostrándose más neutrales que personas con discapacidad intelectual y desarrollo típico sin TEA (Czapinski y Bryson, 2003; Kasari et al., 1990; Stagg et al., 2014; Yirmiya el al., 1989). Sus respuestas suelen ser menos empáticas y se han detectado menos pulsaciones cuando responden a las emociones de otras personas (Corona et al., 1998). En personas con discapacidad intelectual y autismo se detectó menos excitación o atención ante situaciones de peligro (Corona et al., 1998) o la dirección de la mirada de otra persona (Kylliäinem y Hietanen, 2006).
Por último, se ha observado una reacción fisiológica alterada ante la inducción emocional con el IAPS, a través de la presión arterial y tasa cardiaca (Bölte et al., 2008; Kaartinen et al., 2012; Kylliäinen et al., 2012), o correlaciones significativas entre la respuesta galvánica ante estímulos sociales y el retraso en el desarrollo del lenguaje (Stagg et al., 2013). Estos hallazgos también se pueden analizar desde esta posible «impermeabilidad» emocional que produciría estos patrones atípicos de respuestas fisiológicas.
Desde la perspectiva de las implicaciones prácticas, estos resultados muestran una cierta especificidad en la percepción de los estímulos emocionales en las personas con TEA. Se observa una «impermeabilidad» ante estímulos emocionales que se debería tener en cuenta a la hora de desarrollar intervenciones terapéuticas adaptadas a estas características.
Limitaciones
Los resultados del presente estudio apuntan a la existencia de cierta impermeabilidad emocional en personas adultas con TEA y discapacidad intelectual. En futuros estudios sería recomendable tener en cuenta las respuestas fisiológicas, como respuesta galvánica o tasa cardiaca, ya que complementaría la información acerca de la inducción emocional en esta población. También se debería tomar como población a personas con distintos perfiles, con y sin discapacidad intelectual.
Una de los síntomas principales de los TEA son las dificultades en el área de la comunicación y alguno de los participantes en este estudio carecía de lenguaje oral. Dentro de las tareas desarrolladas, alguna no estaba adaptada a esta característica y se ha intentado subsanar utilizando lengua de signos o pictogramas. Esta problemática ha podido ocasionar que algún resultado obtenido esté por debajo del desarrollo real de la persona, debido a una escasa adaptación de los instrumentos de evaluación existentes a las diversidades funcionales que se dan en los TEA.
Por último, el número de participantes puede restringir el poder para detectar relaciones causales entre variables. Esta limitación, aunque debe ser tenida en cuenta, queda atenuada si tenemos en cuenta que otros estudios han presentado un tamaño muestral igual o incluso inferior.