1. Introducción
El primer caso documentado en el que una persona gesta para terceras mediante una técnica de reproducción asistida data de 1976; se trató de un abogado de Michigan, Noel Keane, quien creó una agencia para contactar a parejas con problemas de fertilidad con mujeres dispuestas a desarrollar el embarazo. Una década más tarde aconteció el caso conocido como Baby M., también en EE. UU., en el que una mujer, Mary Beth Whitehead, gestó para una pareja que la contrató y después del nacimiento, se mostró arrepentida. Como la técnica utilizada fue la inseminación artificial, la niña fue hija genética de la mujer contratada y del varón de la pareja. El tribunal de Nueva Jersey dictaminó que el acuerdo de subrogación era nulo, reconoció a Mary Beth Whitehead como la madre legal de la niña y ordenó que el Tribunal de la Familia determinase cuál de los progenitores biológicos debía tener la custodia legal. El tribunal concedió la custodia al matrimonio Stern y los derechos de visita a Whitehead, apelando al mejor interés del menor. A partir de la utilización de la fertilización in vitro en los contratos de subrogación el panorama sufrió cambios importantes, buscando otra clase de soluciones a este tipo conflictos.
En este escrito me dedicaré a revisar críticamente los términos utilizados en lengua castellana para referir a esta práctica poniendo el foco en su aspecto relacional. Aludir a las partes involucradas constituye un importante desafío porque los significantes escogidos también están cargados de valoraciones. Es común que, por ejemplo, se utilice "contratantes" para nombrar a las personas que buscan tener un bebé. Es claro que de este modo se busca hacer énfasis en la idea de acuerdo. De modo análogo, la persona que desarrolla el embarazo ha sido referida como "madre sustituta" o, actualmente, "mujer gestante" e incluso "útero subrogado" con el fin de resaltar el carácter meramente cooperativo de su rol. El objetivo de este trabajo es poner en evidencia cómo la elección y la utilización de significantes colaboran de modo protagónico en la construcción de sentidos. En virtud de ello, es importante aclarar que en este artículo utilizaré, en lo general, el término "persona gestante" o alguna variante ya que mi intención no es aludir a la/s elección/es de género/s sino a la persona con capacidad biológica de gestar1. En algunos casos, también uso "mujer gestante" atendiendo, no obstante, a las aclaraciones precedentes.2
En la actualidad, se observan diversas relaciones posibles entre quien lleva adelante el embarazo y quienes criarán al bebé. Usualmente se utilizan los gametos de las personas contratantes y/o de proveedores, aunque también es posible (en algunos contextos y regulaciones) que la persona gestante aporte su material genético (GIRE, 2017: 9). En la mayoría de los casos, el "acuerdo" es remunerado; en otros, o bien se sostiene que la gestación constituye un "regalo" que, de modo altruista, no puede (ni debe) ser compensado económicamente, o bien se establece una contraprestación baja con el propósito de desincentivar la profesionalización. No obstante, en el 98% de los casos se trataría de acuerdos comerciales (Blanco, 2017), con independencia del nombre utilizado.3
Las personas contratantes pueden ser ciudadanas del país en el que se realiza la práctica; también pueden ser extranjeros/as provenientes de lugares donde esté prohibida, parejas (heterosexuales u homosexuales) que buscan formar una familia o personas solteras (de cualquier identidad de género) con un propósito similar. Las personas gestantes pueden ser casadas, solteras con o sin hijos, nativas del país en cuestión o extranjeras, familiares o desconocidas, de quienes contratan. En general, se les exige haber transitado un embarazo y un parto para asegurar que tienen conciencia del proceso al cual se someten.
Como se puede observar, se trata de una práctica con múltiples posibilidades dependiendo de factores sociales, legales o migratorios. En lo que sigue me interesará centrarme en cómo el lenguaje utilizado para referirlas, a menudo, no es transparente y contribuye a configurar imaginarios tendientes a legitimarlas.
2. El uso del lenguaje en reproducción asistida
Se denominan Técnicas de Reproducción Asistida (TRA) a diversos procedimientos que reemplazan o colaboran, en mayor o menor grado, con uno o más pasos que faciliten o permitan la reproducción humana (Luna y Salles, 1995: 229). Pueden dividirse en dos tipos: de baja complejidad y de alta complejidad. Las primeras son aquellas que se realizan en el útero de la mujer, in vivo4. Las segundas se realizan fuera del útero, in vitro.5
En el vasto campo de las TRA es usual encontrar que algunas prácticas comunes son denominadas con términos poco transparentes. Por ejemplo, a los abortos selectivos frecuentemente se los refiere como reducciones embrionarias. De esta manera se edulcora un procedimiento utilizado a menudo, pero pocas veces mostrado como tal. Sobre todo, teniendo en cuenta que estas técnicas también se implementan en contextos donde el aborto es ilegal o donde se existen restricciones importantes. Florencia Luna subraya el peso que tiene la terminología que se utiliza en este campo en tanto implica una determinada manera de interpretar los hechos y se detiene en lo que ocurre en Latinoamérica respecto de la "donación de embriones" y su actual alusión como "adopción prenatal". La bioeticista explicita que "no se trata de un término neutral, menos aún en una región en la que el embrión muchas veces está más protegido que la mujer." (2001:94) En la misma línea, tenemos el ejemplo comentado por Anna María Moreno Beltrán, quien pone el acento en el uso ambiguo o poco claro de los términos. Por ejemplo, en el caso de la obtención de gametos de terceras personas en el marco de su investigación sobre las familias españolas creadas por gestación subrogada en distintas partes del mundo. Allí expresa que, cuando los óvulos no pertenecen a la "madre de intención", éstos acaban siendo comprados de la misma manera en que sucede con el esperma. Por ello, la autora opta por el término "proveedores" y no "donantes" de gametos (2018:13) para nombrar a quienes se someten a una extracción ovárica a cambio de dinero. Prestar más atención nos permite arrojar luz sobre una práctica usual en las técnicas reproductivas, que consiste en presentarlas con un aura de solidaridad y altruismo cuando, en sentido estricto, son realizadas la mayoría de las veces con fines pecuniarios.
Considero que en la práctica de subrogación ocurre un asunto análogo tanto en cómo se elige denominarla, así como en su inclusión sin reparos a la lista de técnicas de reproducción médicamente asistida. Pues, por ejemplo, la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (2018)6 propone a la "gestación subrogada" como una opción de tratamiento para mujeres con imposibilidad (o contraindicación) de gestar, así como a parejas de hombres u hombres solos; en esta afirmación se apoyan generalmente quienes no presentan objeciones mayores a esta práctica. En esta línea, es muy frecuente encontrar que la "gestación por sustitución" es definida como una técnica de reproducción asistida de alta complejidad. De hecho, en muchos centros de fertilidad, se la ofrece como una alternativa entre otras. Y si bien estas técnicas son actualmente condición de posibilidad para permitir la subrogación, que por este motivo la última sea incluida a la lista de técnicas de reproducción asistida juega como un ambage para mitigar posibles cuestionamientos éticos7. Entonces, si bien los debates sobre las técnicas reproductivas aún no están zanjados, éstas gozan de una aceptación casi general que se utiliza de envoltorio para camuflar la subrogación del embarazo de manera que quepa en un mismo conjunto de posibilidades u opciones reproductivas.
Desde el discurso biomédico, entonces, se presenta a la relación de subrogación como una alternativa reproductiva que "se indica" a las personas solas o parejas que, o bien presentan problemas uterinos; o bien que, por motivos de sexo, género u orientación sexual, no puedan acceder a la reproducción a través de relaciones sexuales (Miguens y Papier, 2018). Por lo tanto, cuando el problema es la incapacidad estructural para la reproducción coital, aparece como una opción médica que, en algunos casos, precisa la utilización de los gametos de una pareja o de una persona sola (y material provisto) para formar un embrión que se transferirá a un útero sano.
En las técnicas reproductivas se pueden llegar a distinguir distintos tipos de vínculos en función de los/as diferentes aportes y roles: el genético (quienes aportan gametos), el gestacional (la mujer sin vínculo genético y que lleva adelante el embarazo), y el social (de crianza) (Santi, 2012). Notemos, por ejemplo, cómo en las técnicas de reproducción asistida de alta complejidad el vínculo biológico (de gestación) y el social (de crianza) coinciden; por el contrario, en el vínculo de la subrogación no ocurre de ese modo. Asimismo, en este caso podrían diferenciarse todas las posibles vincularidades: ambos gametos de proveedores (genética), persona que gesta (biológico), persona/s que criarán al futuro bebé (social). Resulta claro que el cambio de mirada hacia una visión más diversa e inclusiva de la familia impactó en quienes se dedican a la medicina reproductiva de un modo significativo8; no sólo desde lo discursivo sino en la ampliación de usuarios/as posibles.
En lo que sigue me focalizaré, en primer lugar, en la importancia de analizar críticamente los significantes utilizados para denominar al vínculo que se establece entre quien gesta para otras personas y quienes solicitan la gestación. Se ha dicho que los términos empleados suponen valoraciones, que a su vez ponen en relieve u opacan otros sentidos. Y, en segundo lugar, propondré un significante a mi entender más adecuado: relación de alquiler/sustitución del embarazo.
3. Sobre cómo los nombres no son inocentes. Del alquiler de vientre a la gestación solidaria por la maternidad sustituta
Las denominaciones que figuran en el título son sólo algunas de las que se utilizan para referir al objeto de este trabajo. Resulta, paradójicamente, un primer obstáculo epistemológico porque de sus posibilidades nominales se desprenden los primeros inconvenientes, gestar para otra persona puede decirse de muchas maneras y con cada manera se busca definir aquello que se nombra. Esas definiciones no son neutras, aun cuando así se las presente. El obstáculo aparece, entonces, en la acción de nombrar, que anticipa o predispone una mirada no siempre explícita, pero cargada ya con significados. Por ello, vale la pena detenerse en este paso previo pero fundamental en el análisis de una temática. A menudo quienes nos dedicamos a hacer filosofía, es decir, a realizar preguntas y buscar respuestas siguiendo metodologías filosóficas, nos detenemos en cuestiones incómodas pero que precisan respuesta. Los nombres funcionan como etiquetas que entrañan concepciones, perspectivas y valoraciones. De acuerdo con los términos empleados para tal objetivo, se pondrá acento en un aspecto de especial relevancia. Volóshinov (2018: 29-30) sostiene:
[E]l signo no sólo existe como parte de la naturaleza, sino que refleja y refracta esta otra realidad, y por lo mismo puede distorsionarla o serle fiel, percibirla bajo un determinado ángulo de visión, etc. A todo signo pueden aplicársele criterios de una valoración ideológica (mentira, verdad, corrección, justicia, bien, etc.).
Siguiendo esta línea de análisis, por ejemplo, la utilización del término "maternidad" o "gestación" como sustantivo seguido del adjetivo "subrogada" nos da una pista de cómo se está pensando la relación, de qué rol o estatus se le está otorgando a la persona que lleva adelante el embarazo. Algunas de las nomenclaturas más usuales en la literatura especializada y en las que conviene detenerse, son:
maternidad sustituta
maternidad subrogada
útero/vientre subrogado
gestación por sustitución
gestación altruista
gestación solidaria
renta de útero
alquiler de vientre y/o vientre en alquiler
Se podrían agregar algunas variantes con sutiles diferencias, muchas ligadas a los usos de cada idioma y/o país. Me ocuparé de las más frecuentes en la lengua castellana. Considero que en estos ocho términos se pueden hallar los distintos sentidos que conlleva la práctica9. Seguiré dos criterios para agruparlos. Primero, el lugar otorgado a la persona gestante, presente en el sustantivo de cada uno. Y segundo, al carácter o a la cualidad que tiene, de acuerdo a cómo se la enuncia y se la define, la relación entre quien gesta y quien/es quiere/n ser madre/s y/o padre/s.
El primer criterio nos permite distinguir tres grupos: maternidad, gestación y vientre/útero. A través del segundo, podemos distinguir: sustituta/subrogada, altruista/solidaria y alquiler/renta. Para una vista más simple, presento el siguiente cuadro:
Criterio 1: rol de la persona gestante
De acuerdo con el primer criterio, podemos notar que en las primeras tres nomenclaturas de la lista (maternidad sustituta, maternidad subrogada, útero/vientre subrogado) se destaca a la persona que lleva adelante el embarazo. En las primeras dos se evidencia que la capacidad de maternar se delega ya que, por algún motivo, una persona o una pareja no pueden procrear10. En maternidad sustituta (en algunos casos aparece como "madre" sustituta) y maternidad subrogada se reconoce a una persona "completa" (más allá del lugar que se le otorgue en el acuerdo/contrato), mientras que la tercera, útero/vientre subrogado, ya nos permite intuir un alejamiento de la integridad corporal como un todo, destacándose solo un órgano: el útero. Aquel lugar específico (al menos desde la enunciación) del cuerpo de una mujer en el que se desarrolla el embarazo. Los dos últimos nombres serán retomados al abordar el segundo criterio. Ya que con la utilización de los sustantivos renta y alquiler (de útero) se busca poner en relieve el vínculo comercial desde una perspectiva crítica.
Las denominaciones que utilizan el sustantivo "gestación" (altruista, solidaria, por sustitución) parecen dejar de lado a la persona que lleva adelante un embarazo, a la vez que hacen hincapié sólo en la capacidad; notemos que ya no se alude de manera directa a la persona (ni completa ni parcialmente) sino que se destaca un proceso reproductivo exclusivo del sexo femenino. No es la "maternidad" lo que se sustituye o subroga, sino la capacidad de gestar y parir. Si bien "gestar" significa, según la Real Academia Española "llevar o sustentar la madre en sus entrañas el fruto vivo de la concepción hasta el momento del parto"11, este es uno de los términos que se utiliza actualmente desde las concepciones favorables la práctica, atendiendo a diferentes tipos de argumentos para justificar ese nombre, lo que explicaría que se retire la palabra "maternidad" (o sus equivalentes).
Criterio 2: tipo de relación entre quien gesta y quien/es quieren ser madre/s y/o padre/s
El segundo criterio, el carácter de la relación que se establece entre las partes, permite identificar tres posibles vínculos: sustitución/subrogación, altruismo/solidaridad y renta/alquiler. A simple vista, podría parecer que dichas partes son, solamente, la persona que desarrolla el embarazo y la persona o pareja que quiera, a través suyo, tener un/a hijo/a. No obstante, hay otros actores protagónicos en estos acuerdos. En primer lugar, los Estados que otorgan marcos regulatorios diversos que pueden oscilar entre la prohibición total hasta la permisión absoluta pasando por la falta de regulación y el vacío legal oportunamente aprovechado por los centros de fertilidad para realizar estos acuerdos12. En segundo lugar, dichos centros y agencias intermediarias que no sólo ofrecen el servicio, sino que contribuyen a la construcción de un discurso que estimula e incorpora esta práctica al listado de técnicas reproductivas; elaborando estrategias publicitarias que venden la posibilidad de cumplir el sueño y satisfacer el deseo de formar una familia. Y, en tercer lugar, los medios de comunicación que juegan un papel fundamental en cómo dan a conocer al público general estos acuerdos13. Resulta claro que la relación entre los actores es fluida y constante.
Sustituir y subrogar implican el "reemplazo" de algo o de alguien por otra cosa o persona. Según se enuncie la fórmula, la reemplazada es o la maternidad o la gestación. Mientras que en el caso del altruismo/solidaridad el foco se pone en el acto de "ayuda" de la persona con posibilidad de gestar hacia otra/s. A diferencia del caso anterior, con el uso de las palabras altruismo o solidaridad ya no se hace hincapié en el reemplazo de la gestación (alguien que puede gestar sustituye a alguien que no puede). Aquí se pone en relieve el acto de colaboración. Podría parecer, a simple vista, una sutileza; sin embargo, desde mi perspectiva, entraña importantes diferencias simbólicas en cómo se comprende y se da a conocer la práctica. La relación renta/alquiler pone en primer plano, desde su enunciación, la existencia de un "intercambio monetario" en el que una persona o pareja contrata un servicio.
Por lo tanto, en sintonía con lo tratado, las denominaciones estipuladas no sólo no son ingenuas, sino que son la cara visible de las concepciones y de las intenciones de quienes las promueven y las presentan como definiciones neutrales; al mismo tiempo, funcionan como límite o frontera de otros signos utilizados para referir, en este caso, a la misma práctica. Merece la pena recordar una frase de Bajtin para pensar lo anterior (2011:55): [A] menudo la expresividad de nuestro enunciado no es definida sólo por el objeto y el sentido de tal enunciado sino también por los enunciados ajenos respecto del mismo tema.
Me permito, siguiendo esta lógica, darle una vuelta de tuerca más a las categorías formuladas de acuerdo con el segundo criterio. Si pensamos los acuerdos entre las partes como relaciones de poder asimétricas (Foucault, 1987: 113 y ss.), por definición, en las cuales ambas ejercen poder sobre la otra, pero con algún grado (mayor o menor) de concentración, podemos vislumbrar diversas concepciones, al menos, desde el planteamiento. En el caso de sustitución/subrogación (es decir, maternidad sustituta, maternidad subrogada, útero subrogado y gestación por sustitución) se puede observar la intención de neutralidad que busca imprimirse en los nombres al no utilizar términos con una valoración evidente. No obstante, esa aparente objetividad busca una aceptación sin cuestionamientos, por ejemplo, de índole moral14.
Sin embargo, la categoría altruismo/solidaridad parece enfocarse en algo diferente. En este caso, con el afán de ayudar a otra/s personas, una mujer gestante llevaría adelante el embarazo a priori, o independientemente, de cualquier otra condición pactada. Se pueden distinguir dos clases de gestaciones solidarias o altruistas. Una, en la que se colabora con un/a familiar, amigo/a, etc. Y otra, en la cual no se tiene vínculo cercano o previo. Resulta insoslayable considerar el aspecto simbólico en las narraciones sobre esta práctica. Se encuentran frecuentemente frases ligadas a la donación o colaboración desinteresadas hacia personas con algún obstáculo para procrear. Hay una intención de cubrir con un manto de abnegación el imaginario que comprende estos acuerdos ignorando el resto de los factores en juego. Se pueden vislumbrar, al menos, dos elementos que se solapan, entrecruzan y que son interdependientes. Uno es la intención de legitimar estos acuerdos como una opción disponible al tratarse de técnicas reproductivas. De ahí que esta práctica sea presentada como un procedimiento técnicamente sencillo, que necesita de alguien más que se implique de un modo más profundo que las personas que proveen gametos. Aquí aparece el discurso de los centros de fertilidad, cuando se refieren a la "indicación médica", despojando la práctica de aspectos externos. Se añade así en la narrativa esa pieza tan indispensable y que, en el discurso, es definida como "colaboradora": la gestante. Otro, es el compromiso afectivo solicitado; reconociéndose así en su persona un rol central de "ayuda" o "colaboración" aun cuando no se trate de una relación con lazos previos. Se busca generar un relato de empoderamiento y altruismo que dé cuenta del involucramiento en la causa (Robertson, 1995, 2016). Resulta claro que se pretende que la persona gestante se comprometa con sus contratantes y con el cuidado del embarazo, es decir, que se alimente correctamente, que cumpla con los estudios médicos, etc. No obstante, se espera que escinda sus emociones hacia el feto15. De algún modo, una persona que puede algo que otra/s no, lo "brinda".
Parece lícito plantear algunos interrogantes que, si bien no serán abordados en este escrito, nos interpelan indefectiblemente: ¿de qué manera las personas comitentes consiguen a alguien que geste para ellas por altruismo?, ¿puede una persona gestar para alguien desconocido sin esperar absolutamente nada a cambio? Seguramente puede haber casos en los que la única motivación sea ayudar desinteresadamente a personas desconocidas; sin embargo, cabría para una porción muy minoritaria que no debería ser, en todo caso, la que se utilice como paradigma. Recordemos que se estima que en el 98% de los casos se trataría de acuerdos comerciales.16
A diferencia de las anteriores, la categoría alquiler/renta de vientres/úteros enfatiza una relación profundamente desigual entre las partes. La asimetría ubica en el lugar menos privilegiado a la persona que gesta respecto de quienes, a cambio de dinero, contratan su servicio de gestación y adquieren un bebé. Los enfoques que utilizan nombres dentro de esta categoría buscan denunciar una práctica que consideran, entre otras cosas, injusta y fundada en la explotación. Cuando se revisan los argumentos a favor y en contra, se observa cómo estas categorías entran en juego en las diferentes posiciones: las que utilizan las dos primeras (de ambos criterios) argumentan en favor17; mientras que las posturas que la denominan con la última argumentan en contra18. Sin embargo, también se pueden encontrar posturas con fuertes objeciones pero que escogen algunos de los nombres utilizados por los enfoques que defienden esta práctica19. Resulta paradójico, por ello se me ha despertado el interés en volver sobre la cuestión de los significantes.
Es claro que no es posible pensar en un objeto de análisis unívoco; al recorrer literatura sobre el tema se encuentra, por ejemplo, que, desde algunas posiciones se sobrevuela rápidamente la definición, en general rescatando sus aspectos contractuales y médicos, para luego hacer énfasis en la descripción, condiciones o requisitos para su desarrollo, etc. Por ello, me detuve un poco allí, en el "cómo" se elige denominar al "qué", al objeto de estudio que, sabemos, es un objeto construido.20
4. Hacia una conceptualización más integral
En el apartado anterior me dediqué a indagar críticamente las denominaciones usuales del vínculo que se establece entre quienes buscan un/a hijo/a y quien gesta y sostuve que dichas nomenclaturas no son ingenuas ni carentes de valoraciones. Intenté mostrar que se busca alumbrar algunos aspectos al tiempo que ocultar o mitigar otros.
Por ello, me interesa proponer aquí un significante que dé cuenta de la complejidad de los vínculos que se forjan con el desarrollo de esta práctica y que permita, asimismo, expresarse sin caer en falsos automatismos. De este modo, si en la exposición sobre algún aspecto de la temática se escoge un sólo término o se utilizan varios de modo intercambiable, se podría caer en el error de contribuir a cristalizarlos e identificarlos con el hecho. Se estaría implícitamente sosteniendo que el término X es o refiere a la práctica Y. Entonces, se impone la pregunta: ¿qué denominación utilizar? Una opción sería adoptar aquellos significantes que den cuenta del intercambio mercantil y de la asimetría entre las personas en cuestión: alquiler/renta de vientre/útero. Sin embargo, así como resulta una incorrección utilizar indistintamente términos que sugieren neutralidad, también, se estaría cayendo en una incorrección si en una explicación o alusión general de una postura que acepta o justifica la relación de subrogación se utiliza una denominación cuyo significado exprese una relación comercial. Recurriré, entonces, a los dos criterios que formulé para analizar los nombres vigentes y seguiré al primero, el rol de la persona que gesta, para escoger la palabra embarazo. Considero que esta palabra, por su uso tanto coloquial como técnico, da cuenta de la persona en su integridad atravesando un proceso vital a la vez que social; y no meramente de la "capacidad" de gestar. Pues, en esta última se resaltan justamente aquellos aspectos de orden biológico que acontecen en el aparato reproductor de una hembra. En este sentido, el útero de quien gesta es comprendido y asumido atómica y descarnadamente. No obstante, cuando alguien transita un embarazo es todo su ser el que está involucrado y afectado; a nivel emocional, psíquico, corporal. Lo que ocurra en su útero no queda limitado a un órgano afectado; también lo serán sus emociones, gustos o apetencias, su postura corporal, sus vinculaciones con otras personas en las dimensiones afectiva, sexual o laboral, por enumerar sólo algunos aspectos. Se puede objetar que esta significancia estaría presente en "maternidad"; sin embargo, este término está cargado de esencialismos asociados a lo femenino, como si la maternidad fuera parte efectivamente de la ontología de la mujer. En todo caso, refiero al embarazo como un momento transitorio de la vida de una persona cuya intensidad e inmanencia la invaden por completo durante el período que abarque la gestación. Y cuya proyección puede extenderse por más tiempo, incluso, buena parte de su vida. A pesar de que, en apariencia, la persona le dedique sólo un tiempo limitado, sus efectos (psíquicos, físicos, sociales) no culminan con el parto y la entrega del/a bebé. Elixabete Imaz Martínez (2001: 97) ofrece una metáfora del período del embarazo en tanto "fronterizo", en el que el cuerpo gestante se convierte:
En un territorio ambiguo, donde es difícil discernir los límites entre lo uno y lo otro [...] es, también, el proceso fisiológico que, públicamente perceptible, conduce a la persona de un estado social a otro, es el tiempo en que se produce el tránsito a la nueva posición de madre. El cuerpo embarazado deviene, tanto para la portadora/dueña [...] como para los que lo contemplan, un tiempo y un espacio fronterizo, un cuerpo liminal donde se funde el ahora y el devenir, lo natural y lo cultural, el yo y el otro.
Es claro que la autora no hace referencia aquí a al alquiler de vientres o a la práctica de subrogación, sin embargo, abre vías para pensarla; mientras ese espacio fronterizo, liminal, se desarrolla, el "tránsito" hacia la nueva posición es lo que se quiebra a través de una instancia contractual. No obstante, se torna fundamental recuperar la palabra embarazo de su insistente eliminación de los discursos bioéticos. Esto permite tener constantemente presente que por debajo de la realidad contractual21 subyacen relaciones sociales de poder, construidas, reproducidas y cristalizadas. Una perspectiva filosófica puede permitirnos el abordaje de una práctica que no se limite a la coyuntura para nominarla. Pensar en esto me motiva a valerme de este término para reestablecer y no perder de vista el involucramiento de una persona en su integridad y trabajar, por consiguiente, en torno de diversas perspectivas, con connotaciones y posicionamientos políticos, ideológicos y económicos, de la relación respecto del embarazo. Relación que podrá ser caracterizada como alquiler, renta, subrogación o sustitución. Ciertamente el significante podría resultar extenso para ser repetido constantemente en producciones escritas, disertaciones o conferencias. Sin embargo, lejos de ser un obstáculo que implique retornar a los existentes, puede combinarse con formatos acotados como alquiler del embarazo, renta del embarazo, subrogación del embarazo, sustitución del embarazo; siempre que se tome como punto de partida la estructura relacional.
Estos términos jugarán como punto de pivote para restablecer no solamente la estructura vincular sino el proceso gestacional encarnado.
5. Conclusiones
En este artículo me interesó, en primer lugar, señalar el uso no neutral del lenguaje en las técnicas de reproducción asistida. En segundo lugar, analicé los términos más usuales para referir al vínculo entre la persona que gesta para otras y quienes requieren esa gestación con la intención de proponer como punto de pivote el término "relación" como parte del significante completado con "embarazo" para restablecer dicha vincularidad entre las personas en juego y evidenciar al proceso gestacional encarnado. La proyección del significante propuesto no es otra que brindar soltura al trabajo de escritura para no caer en reduccionismos, incorrecciones ni admisiones implícitas al tiempo que intensificar la idea de que, toma de posición mediante, lo alquilado o sustituido es la persona en su integridad. En virtud de ello, propongo el significante relación de alquiler/renta/ sustitución/subrogación del embarazo. El término que medie entre relación y embarazo será el que quien escriba escoja de acuerdo con su posicionamiento o al planteo que esté refiriendo. Como he señalado, se dan tres casos: los enfoques que utilizan "alquiler de vientre" o alguna variante exponen en la enunciación su denuncia a la práctica de modo transparente. No así los que utilizan "gestación por sustitución" o "útero subrogado", que buscan neutralizar el sentido. Mientras aquellos que recurren a palabras como "altruismo" o "solidaridad" subrayan un aspecto de ayuda o colaboración desinteresada que no se ajusta a los acontecimientos. Por ello, mi intención es, en cualquiera de los casos, pero fundamentalmente en los dos últimos, enfatizar y señalar el aspecto vincular y sacar de las penumbras a la persona que en su integridad transita un embarazo para luego entregar al bebé. Pues, aunque pudiera resultar una obviedad que los términos denotan significación, la repetición constante imprime de un automatismo el vínculo dialéctico entre el significante y su referencia en el cual el término es aquello que se nombra y lo nombrado es su denominación. Alumbrar la estructura relacional hace posible identificar el problema, visibilizar dicho automatismo y, en efecto, optar por un significante que se adecue mejor a la complejidad de la realidad que se busca referir.