Durante años, la educación médica en ciencias básicas se caracterizó por seguir un patrón intensivo de clases magistrales, pero se ha demostrado la ineficiencia de este proceso. En 1969, la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad McMaster respondió a esta necesidad y reestructuró su currículo con una propuesta educacional innovadora que actualmente se conoce en todo el mundo como aprendizaje basado en problemas (ABP) [1].
Los primeros países en aplicar el ABP fueron Estados Unidos y Canadá, y en Latinoamérica, Brasil, México, Colombia y Chile [2,3]. En Perú se usa el ABP como sistema ‘híbrido’ (ABP aunado a clases magistrales) con el objetivo de demostrar la correcta captación de conocimientos y mejorar el trabajo en equipo; se usa una hoja de reporte o bitácora en la que se plasman los conocimientos obtenidos en las diversas áreas de estudio.
En una revisión sistemática, Al-Azri y Ratnapalan [4] hallaron que, para pregrado y posgrado, el ABP online, al compararlo con estrategias de educación en tiempo real, fue más eficaz en relación a calificaciones, habilidades comunicativas y desempeño en el trabajo diario, siendo esto uno de los factores que permite una mejor atención en salud.
En otra revisión sistemática, Batt-Rawden et al [5] encontraron una asociación entre la mejora en las relaciones interpersonales y los conocimientos obtenidos en estudiantes de pregrado; el uso de reportes semanales de los estudiantes permitía a los docentes verificar el conocimiento de forma objetiva.
En China, Lian y He [6] hallaron que los estudiantes de pregrado preferían la metodología de ABP híbrido en relación al sistema tradicional; un 87,1% mencionaba que les brindaba mejor soporte para afrontar problemas reales, reforzaba conocimientos aprendidos en la clase y mejoraba sus habilidades de comunicación.
El ABP es un método efectivo y didáctico. Lamentablemente, no existen estudios de ámbito nacional, por lo que se recomienda realizar estudios locales y multicéntricos para evaluar la eficacia en nuestra realidad. La efectividad de la metodología no necesariamente puede aplicarse en nuestro contexto, y deben evaluarse las actitudes y opiniones de los actores. La metodología cualitativa permite un afrontamiento.
Otro grupo de interés son los egresados: conocer su percepción en relación al ABP, su utilidad en la resolución de problemas, en investigación y en el trabajo diario; esta es una tarea pendiente.
Los docentes que enseñan ABP deben estar certificados. ¿Bastaría un curso o se requeriría una diplomatura o maestría en educación superior? Esta pregunta permanece sin respuesta y debe ser objeto de atención. En las instituciones donde se aplica la metodología deberían realizarse evaluaciones continuas en docentes (conocimientos) y alumnos (satisfacción).
El objetivo final es mejorar la salud de la población, y ello depende en gran parte del uso correcto de las metodologías de enseñanza-aprendizaje. El hecho de salir del esquema de la clase magistral es un esfuerzo que deberían compartir docentes, alumnos y autoridades.