Introducción
En los últimos 30 años, la proporción de mujeres que estudian medicina ha crecido de forma constante en numerosos países, incluido Estados Unidos [ 1 ], Canadá [ 2 , 3 ], Reino Unido [ 4 ], Francia [ 5 ], Japón [ 6 ], Israel [ 7 ] y Australia [ 8 ]. En Argentina también se evidencia un proceso de feminización de la profesión médica que comienza en la universidad y se extiende al ámbito del ejercicio profesional [ 9 ]. Este fenómeno refleja sin duda el interés y la capacidad de la mujer para ejercer la medicina y, por lo menos en nuestro país, desenmascara un espacio laboral perdido por los varones, a consecuencia del deterioro de las expectativas económicas en la profesión [ 10 , 11 ]. En la actualidad, la proporción de estudiantes mujeres en la mayoría de las facultades de medicina de Argentina alcanza el 70% [ 12 , 13 ]. Basados en la tendencia de los últimos años, se puede proyectar la situación futura en torno al tema de la feminización en la medicina. En la figura 1 se representa una simulación que muestra la evolución a 15 años de la matriculación médica femenina en Argentina. A partir de los datos basales obtenidos de la Red Federal de Registros de Profesionales de la Salud [ 9 ], y manteniendo la misma proporción de matriculación femenina anual, se espera que en 2027 todos los grupos de edad de médicos en actividad estén compuestos por una mayoría de mujeres. Mientras que en 2012 sólo por debajo de los 39 años las mujeres constituían más de la mitad de los profesionales médicos, al final del período proyectado todos los estratos de edad podrían contener un 60-70% de médicas. Si se acepta que en general, entre los 40 y 65 años, se ocupan los cargos profesionales más importantes, es esperable que los puestos de conducción y decisión en los servicios médicos estén en manos de una mayoría femenina dentro de una década. Idéntica perspectiva sería esperable en el ámbito académico y de la investigación biomédica. Este tema es objeto de debate en el mundo desarrollado y debería considerarse su discusión también en Argentina.
El impacto que podría tener este fenómeno sobre la calidad de atención y las características de la práctica profesional futura se basa en los siguientes supuestos:
–Las mujeres tienden a elegir especialidades ‘familiarmente amigables' ( family friendly ) [ 14 ].
–Prefieren trabajar a tiempo parcial [ 15 ].
–Están más dispuestas a aceptar salarios más bajos que a trabajar de forma independiente [ 16 ].
–Suelen retirarse antes de la actividad [ 17 ].
–Lógicamente, están biológicamente más comprometidas con el cuidado de los hijos y necesariamente menos con su profesión [ 18 ].
Aunque la mayoría de esta afirmaciones se basan en la evidencia obtenida en países de ingresos altos, la situación local podría ser similar. En el siguiente estudio se evaluó la situación de la feminización de la medicina en Argentina, según datos públicos locales y varios subanálisis de investigaciones previas realizadas en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Austral. Estas instituciones figuraban en el primer y segundo lugar del ranking de universidades en Argentina, según el QS World University Rankings 2015-16 [ 19 ], por lo que constituía una muestra representativa de la situación local.
Perfil laboral de la mujer médica en Argentina
Aunque también parece ser una tendencia actual en los varones más jóvenes, la mayoría de las mujeres optan por especialidades no quirúrgicas y con un estilo de vida más controlable; eso significa que priorizan los horarios fijos, sin guardias y con un mínimo de urgencias [ 14 , 20 ]. En un estudio local previo observamos que casi el 19% de las estudiantes mujeres elegían la pediatría como especialidad (frente a un 3,1% de los varones) a pesar de considerarla la peor remunerada, y sólo el 5,4% elegía cirugía (frente a un 15,6% de los varones) a pesar de considerarla una de las mejor remuneradas y con mayor prestigio [ 21 ]. Dado que en este estudio previo se había identificado únicamente la intención de seguir cierta especialidad por parte de los estudiantes, realizamos un nuevo análisis en el que se evaluó la elección de la especialidad de 566 graduados de la Universidad Austral ( Fig. 2 ). Los resultados corroboraron la tendencia por parte de las mujeres de elegir especialidades no quirúrgicas, con un predominio de pediatría y ginecología. Además, el 15,1% de las mujeres eligieron alguna de las siguientes especialidades con un estilo de vida más controlable: imágenes, dermatología, medicina familiar, anatomía patológica o endocrinología (frente al 4,6% de los varones; p < 0,001).
Para corroborar los supuestos relacionados con las condiciones de trabajo de las mujeres médicas, realizamos también un subanálisis retrospectivo de una publicación previa sobre las expectativas de estudiantes de medicina próximos a graduarse sobre su práctica profesional futura [ 12 ]. Los datos desagregados por sexo revelaron que las mujeres esperaban ganar un 57% menos que los varones (mediana de 8.000 frente a 20.000 pesos en valores de 2008; p < 0,001). Sin embargo, en esta misma cohorte, no se hallaron diferencias entre mujeres y varones en las horas semanales que esperaban trabajar (48,5 ± 14,1 frente a 47,1 ± 13,6 h; p = 0,623) ni en la edad de un eventual retiro (67,6 ± 6,9 frente a 67,1 ± 4,14 años; p = 0,628). Nuevamente, el análisis precedente midió sólo las expectativas de estudiantes próximos a graduarse. En otro subanálisis por sexo de una publicación previa [ 22 ], estudiamos la situación real de 729 cardiólogos argentinos con respecto a su práctica laboral. En la figura 3 se observa la diferencia en las horas trabajadas, y en la figura 4 , la variación del ingreso económico entre mujeres y varones. Se comprobó que la carga horaria semanal fue menor en las mujeres que en los varones ( p = 0,029) y que, además, los ingresos mensuales fueron inferiores en las mujeres ( p < 0,001). Esta diferencia en los ingresos se mantuvo constante aun cuando se ajustó por la carga horaria ( p < 0,001). En el mismo análisis, una menor carga horaria (< 48 h semanales) en la mujer se asoció a la presencia de por lo menos un hijo ( p = 0,023). Este hallazgo coincide con otros estudios que observaron que tener hijos reducía en un 20% las horas laborales entre las mujeres médicas [ 23 ]. También existe evidencia de que las mujeres médicas mayores de 50 años cuyos hijos ya dependen menos de sus cuidados, continúan trabajando a tiempo parcial [ 24 ]. Un aspecto poco explorado es que, en esta etapa más tardía, las mujeres suelen comprometerse con el cuidado de sus familiares adultos mayores, lo que justificaría una vez más la preferencia por el trabajo a tiempo parcial. Desde el punto de vista administrativo, el trabajo a tiempo parcial aumenta la complejidad de la organización laboral y sería más costosa su financiación [ 25 ]. Otras características laborales de las mujeres médicas es que suelen atender menos pacientes que los varones, incluso trabajando a tiempo completo [ 26 , 27 ], aunque esto parece deberse a que dedican más tiempo a cada paciente [ 28 , 29 ]. También acostumbran a recetar menos prescripciones y consultan más frecuentemente a otros especialistas [ 10 , 30 ].
Las habilidades comunicacionales y la empatía son herramientas esenciales para el cuidado de los pacientes, y las mujeres médicas superan a los varones en estos dos aspectos [ 31 , 32 ]. En una revisión sistemática se demostró que las mujeres hacen consultas más prolongadas y más centradas en el paciente individual, plantean más preguntas psicosociales y dan más consejos en estas áreas; se preocupan más de las emociones y hacen que sus pacientes hablen más en la consulta [ 33 ]. Estas habilidades comunicacionales y de la personalidad mejoran la interacción afectiva y la relación con el paciente, lo que probablemente origine menos quejas y litigios [ 34 ]. En una investigación local se demostró que las cardiólogas argentinas eran más empáticas que sus colegas varones, en particular en dos de las dimensiones de la escala de Jefferson que evalúa la ‘toma de perspectiva' y el ‘cuidado compasivo' [ 35 ]. Algunas investigaciones en países de bajos ingresos constataron que las mujeres eran menos proclives a trabajar en zonas rurales [ 36 ]. Sin embargo, una encuesta local en estudiantes de medicina demostró que las mujeres tenían una motivación altruista más fuerte que los varones a la hora de manifestar su intención de practicar la medicina en áreas de bajos recursos de Argentina [ 37 ]. Nuevamente, esto se trata sólo de una intención y no contamos con datos locales sobre la situación real.
La mujer en el ámbito académico
El desempeño de las mujeres en los exámenes de admisión y egreso en las universidades del Reino Unido es mejor que el de los varones [ 38 ], aunque esta diferencia desaparece cuando se evalúan las habilidades técnicas [ 39 ]. El primer punto ha servido de argumento para justificar el creciente número de mujeres en la carrera. En un trabajo previo, analizamos las diferencias por sexo de los mejores estudiantes que se graduaban con honores [ 40 ]. El 66,9% de los acreedores al premio eran mujeres, mientras que el porcentaje esperado era del 73% de acuerdo a la población de estudiantes. Según datos de 2015 ( n = 114), en la Universidad Austral, el ranking de ingreso fue moderadamente mejor en las mujeres que en los varones (media de 54 frente a 65; p = 0,08; índice d de Cohen: 0,34). Por su lado, el porcentaje de mujeres graduadas entre 2001 y 2011 (54%) fue proporcional al porcentaje de ingresantes del mismo sexo (61,4%; p = 0,141), aunque existe una tendencia a graduarse a favor de los varones ( odds ratio : 0,73; intervalo de confianza al 95%: 0,49-1,11).
A pesar del aumento de la matriculación femenina, algunas áreas como las del ámbito académico tienen aún pocas mujeres. En 2007, sólo el 11% del plantel profesional de las escuelas de medicina del Reino Unido eran mujeres [ 41 ]. En Estados Unidos, sólo el 15% de los profesores y el 11% de los directores de departamentos son mujeres [ 42 ]. En el sector académico, la mujer médica en Argentina también se halla representada en menor cantidad en los cargos más altos. En el último censo docente de medicina de la Universidad de Buenos Aires, los cargos auxiliares docentes estaban ocupados por un 52,8% de mujeres; sin embargo, sólo el 36,5% de los cargos de profesores estaban desempeñados por mujeres [ 43 ]. En el caso de la Universidad Austral, de 101 profesores titulares, adjuntos o adjuntos a cargo, el 45,5% de los cargos están ocupados por mujeres; sin embargo, en los cargos de profesor titular, la relación varón/mujer es de 2,6 a 1.
Aunque las mujeres están en minoría en posiciones de liderazgo en medicina, queda claro que no existe evidencia que sugiera una falta de interés o competencia para desempeñar esos roles. Varios estudios sobre liderazgo demostraron que las mujeres son buenas líderes de equipo y facilitan el empoderamiento de sus miembros [ 44 ]. Tampoco existen datos sobre si el perfil innovador necesario para desarrollar y adoptar nuevas tecnologías en medicina se da más en varones que en mujeres. De todas formas, en un sistema no regulado, la adopción de innovaciones parece estar más asociada a la injerencia de los líderes de opinión que influyen sobre las redes sociales de comunicación entre los médicos, que a la elección individual [ 45 ]. Sin duda, este aspecto se vincula en gran medida con la industria farmacéutica y de insumos médicos, y es posible que la mujer médica sea más honesta que el varón y menos proclive a tener conflictos de interés relacionados con la industria [ 46 ]. De todas formas, todavía existe poca evidencia en este delicado tema. Por ejemplo, en varios estudios se demostró que la mujer médica originaba menos conflictos éticos y legales, indisciplinas o quejas de los pacientes [ 34 , 47 ].
La opción por la investigación científica como especialidad se presentó sólo en el 2,1% de 566 graduados de la Universidad Austral, sin diferencia entre sexos. Sin embargo, la productividad científica de la mujer médica también puede verse influida por los compromisos familiares. Un estudio demostró que las mujeres con hijos tenían menos publicaciones que los varones, pero que no había diferencia entre los sexos cuando las mujeres no tenían hijos [ 48 ]. Este punto es crucial si se considera que, en nuestro estudio, dos tercios de las mujeres médicas tenían por lo menos un hijo [ 21 ]. Según los datos de 2015 del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, el 30,3% de 9.236 investigadores pertenecían al área de la salud y las ciencias biológicas, de los cuales el 60,5% eran mujeres [ 49 ]. Aunque no hay datos desagregados por área de investigación, sólo el 37,4% de las mujeres tienen cargos de investigador principal o superior, a pesar de ser mayoría en el número total. Es importante destacar que todas estas inequidades pueden ser favorecidas por la perspectiva general de nuestra cultura, con una visión androcéntrica de la sociedad y de asignación de roles sociales según el sexo.
Perspectivas y conclusiones
La feminización de la profesión médica ya muestra una mayor representación de la mujer en los grupos de edad más joven, e independientemente de sus causas, la proyección a sólo 10 años indica que la mujer abarcará el 60-70% de toda la fuerza laboral médica en todos los estratos de edad. Esta transición generará una fuerza médica laboral predominantemente femenina con distintas exigencias de trabajo. La adaptación a las características laborales de las mujeres en la medicina requerirá aceptar la flexibilidad del trabajo a tiempo parcial y discontinuo, y las interrupciones de la carrera originadas por la maternidad u otras actividades domésticas o familiares. La preferencia por una práctica laboral asalariada podría depender de la necesidad, por parte de la mujer, de tener una cobertura social y salarial durante su maternidad, y que contemple su inversión en la familia. Un interrogante sobre esta propuesta laboral femenina es si el trabajo a tiempo parcial y la discontinuidad podrían afectar el entrenamiento profesional y la calidad de la atención médica. Por su lado, una escasez relativa de profesionales entrenados en las especialidades quirúrgicas podría mantenerse cubierta por una mayoría de médicos varones, con un perfil psicológico más acorde con estas prácticas [ 50 , 51 ]. De todas formas, deberá explorarse si el supuesto desinterés de las mujeres hacia las especialidades quirúrgicas podría depender del fuerte condicionamiento del modelo masculino en estos espacios.
El liderazgo exige capacidades, deberes y responsabilidades más allá de aquellas necesarias para la práctica médica general. Probablemente, la menor presencia de la mujer en el ámbito académico origina a su vez una menor representación en el liderazgo médico. Sólo será cuestión de tiempo que las mujeres estén representadas proporcionalmente en los cargos académicos más altos y en las posiciones de liderazgo profesional. La mujer en la medicina parece ser más humanitaria y empática que los varones, y tal vez sea más honesta, menos propensa a tener conflictos de intereses y más inclinada al ‘juego limpio'. En este aspecto, el aporte de la mujer a la medicina podría ser muy significativo cuando alcance un equitativo liderazgo de opinión con los varones.
Potencialmente hay importantes diferencias entre el perfil laboral femenino y el masculino, y con seguridad esto influirá en la organización y la economía de los futuros servicios médicos, que serán probablemente más complejos, comparativamente más costosos y mejor socializados.