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Angiología

versão On-line ISSN 1695-2987versão impressa ISSN 0003-3170

Angiología vol.74 no.2 Madrid Mar./Abr. 2022  Epub 25-Abr-2022

https://dx.doi.org/10.20960/angiologia.00379 

Carta al Director

Sobre el intrusismo y la información falsa en internet

About intrusion and fake information on the internet

Miguel Ángel González Arranz1 

1Servicio de Angiología, Cirugía Vascular y Endovascular. Hospital San Pedro. Logroño

Sr. director:

No sorprendo a nadie si digo que vivimos una realidad dual. El mundo real que todos pisamos, donde desempeñamos nuestro trabajo y realizamos nuestra asistencia a los pacientes y nuestras intervenciones quirúrgicas, y el mundo virtual, sostenido en la galaxia de internet con la misma fuerza, si no más, que nuestra propia realidad tangible.

Internet es la llave que nos ha abierto la gran puerta de la comunicación en mayúsculas. Entramos a internet para informarnos, para trabajar, para comprar, para hacer publicidad, para presentarnos y para ofrecer nuestros servicios médicos, sobre todo cuando realizamos actividad privada.

Sin embargo, internet, en contraposición al mundo real, carece de cualquier mecanismo de control. Del mismo modo que para abrir una consulta o desarrollar un tratamiento en ella requerimos pasar múltiples filtros (desde nuestra titulación hasta controles de Sanidad o fiscales), internet nos permite comunicar, anunciarnos o publicitar cualquier información sin ningún tipo de inspección o comprobación inicial.

Es frecuente navegar por la web y encontrar publicidad sobre cualquier tema de salud en el que supuestos médicos expertos, con “amplios y reconocidos” currículums, hablan de cualquier tema y ofrecen tratamientos milagrosos. Posiblemente, cuando los profesionales lo leemos, lo pasamos por alto, incluso en ocasiones puede producirnos una carcajada. Sin embargo, son muchos los pacientes que “pican” el cebo. No solo eso, sino que en ocasiones desaconsejan tratamientos necesarios en contra de cualquier evidencia científica y advierten a los pacientes de riesgos inexistentes, atemorizándolos para no seguir un tratamiento correcto.

En múltiples ocasiones, en la actividad pública, y sobre todo en la privada, en la que nuestra especialidad gira en torno a la flebología, todos nosotros nos hemos encontrado con pacientes que han sufrido tratamientos desafortunados, con mala técnica de ejecución, errores diagnósticos, mala praxis e incluso auténticas imprudencias y negligencias médicas.

Cuando preguntamos a los pacientes por los facultativos que han planteado estos tratamientos no es infrecuente encontrar médicos que se han atribuido cualidades que no tienen o titulaciones que no les corresponden y que han engañado al paciente y han indicado tratamientos con mala ejecución y, por ende, mal resultado.

Poner el cascabel al gato sobre quién debe o no debe realizar un tratamiento no es el objetivo de este artículo, máxime en un país en el que el intrusismo, tal y como lo entendemos, no existe dentro del desarrollo de la medicina más allá del título de médico y lo que nuestra ley exige es la capacitación de los profesionales para la realización de los actos propios de la medicina.

Respecto a lo que nosotros como especialistas en angiología y cirugía vascular nos afecta, la patología venosa es la que se lleva “el premio gordo”, porque se produce la tormenta perfecta: se trata de una enfermedad prevalente que genera preocupación en el paciente, tanto por el componente estético como por el miedo a sus complicaciones, y, por el lado técnico del médico, la sencillez inicial de los recursos y de los requerimientos que se precisan para ofrecer (y digo ofrecer y no realizar adecuadamente) ciertos tratamientos, como la escleroterapia o la fleboextracción, hace que florezcan múltiples terapeutas de todos los ámbitos en busca del beneficio económico. Desde esteticistas hasta expertos con frecuentes atribuciones de “flebólogos” que carecen de títulos oficiales nutren numerosas páginas web y anuncios sobre tratamientos de varices de cualquier tipo: pomadas, cremas, comprimidos o diferentes procedimientos e intervenciones milagrosas.

A pesar de que siempre he considerado que el hábito no hace al monje y que puede haber excelentes profesionales de todos los ámbitos que desarrollen y realicen cualquier acto médico a la perfección, la realidad por desgracia es bien distinta. Con mucha frecuencia nos encontramos con estos facultativos que no cumplen la lex artis, el acto médico correcto, que no siguen guías clínicas ni patrones de tratamiento médico avalados por la evidencia y que son auténticos chamanes que se aprovechan para su enriquecimiento con el sufrimiento de los pacientes.

La pregunta es: ¿podríamos hacer algo desde las diferentes sociedades científicas para conseguir un control sobre los médicos que actúan en este campo? ¿Podemos denunciar ciertos comportamientos ilícitos o exentos de cualquier código deontológico? ¿Por qué los colegios de médicos conocedores en muchas ocasiones de profesionales que incumplen las exigencias sanitarias no actúan? Todas son cuestiones fáciles de plantear, pero de gran envergadura a la hora de poder solucionarlas.

Nuestro compromiso médico es luchar para conseguir los mejores resultados en nuestros pacientes de forma directa e indirecta y dotarnos de credibilidad en nuestra comunidad, tanto en nuestro mundo como en el virtual. Quizás ha llegado la hora de intentar parar la ola de la desinformación, por difícil que sea, antes de que se convierta en un tsunami y nos arrastre a todos al mar del descrédito. Tal vez sea un reto para nuestra Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular y para el Capítulo de Flebología y Linfología, pero deberíamos comenzar a plantearlo abiertamente como un tema de interés o intentar dar soluciones innovadoras, como proporcionar credenciales a los socios para publicitarse en internet como sello de garantía ante los pacientes.

Conflicto de intereses: los autores declaran no tener conflicto de interés.

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