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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versão On-line ISSN 2340-2733versão impressa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.35 no.127 Madrid Jul./Set. 2015

 

PÁGINAS DE LA ASOCIACIÓN

 

En memoria de Begoña Mazagatos Uriarte (Vocal de la Junta Directiva de OME-AEN). Textos nacidos en la amistad compartida

 

 

1. "Un beso... y una mano"

Recuerdo cuando me contaste por primera vez lo que padecías, que no había cura y que te quedaban unos meses de vida: ¡como mucho un año! Tu determinación de dejar todo ordenado para tus hijos, era rotunda.

En estos meses, en los momentos que he estado contigo, después de contarme como iba el proceso de la enfermedad, hemos hablado mucho de la muerte, era común nombrarla. Un día, con fuerza, dijiste: "sólo se muere una vez". Y que por eso nos impone el miedo, como todas las primeras veces de todo. El miedo máximo en este caso, alguien dijo: "La muerte es la soledad absoluta".

Un día, ante tu preocupación, hicimos bromas, sobre lo que otro alguien había dicho (siempre hay "un listo" que dice antes lo que uno intuye) y es que "para morirse no hay que ir a la Universidad", todo el mundo aprueba, no hay suspensos. Habías comentado tu miedo de morir ahogada. Y entones también yo conté los miedos que pasé en mi año y medio de Médico Rural, recién terminada la carrera. Te describí la anécdota: de un anciano de 95 años al que frecuentemente visitaba y le tomaba la tensión arterial y me hablaba de su vida, que, como todas, había sido dura; un día me avisan que había fallecido, de noche, dormido y las hijas se dieron cuenta al ir a despertarle para desayunar; y cuando estaba haciendo el certificado e iba a poner "parada cardiorrespiratoria", entra una vecina y me dice: "Doctor se ha muerto con toda la salud", cenó normal y se acostó como siempre...(puse en el certificado...). Sonreiste y te dije que así íbamos a morir todos, con toda la salud. Todo es vida hasta el suspiro final.

Begoña no murió el 28 de Abril, día de San Prudencio, como aquel anciano, "con toda la salud", murió como nos vamos a morir todos, por la misma causa, y "otro listo" lo dijo: "porque estamos vivos". "Y hasta el final, muy viva". Verbalizando unas horas antes, lo triste que estaba, el miedo que sentía, con lágrimas, al mismo tiempo seguía controlando el tratamiento con sus enormes ganas de vivir.

En ese momento, recordé otro día, en su casa, su respuesta ante mi comentario de ¡cómo te cuidas!, y me sorprendió su convicción al decirme: "He prometido a mis hijos que voy a vivir lo más posible". Origen de su fuerza en todos estos meses.

Citando a "uno de los listos habituales en nuestras charlas" (Freud): quien dijo "Sin amor no hay cura". Begoña gozó de tener a su lado gente que la quería, cuidaban y mimaban, además de su familia. Para la "enfermedad de vivir" no hay cura, (o si, que es la muerte), siempre hay alivio: "yo sostengo, que el único objetivo de la ciencia es aliviar las fatigas de la existencia humana". Por esto siempre un beso y nos dábamos la mano y muchas veces, ingresada, estábamos dos personas, una a cada lado de la cama, agarradas las manos. Me gusta, dijiste, un día. ¡Y es que un beso y unas manos alivian! ¡No te han faltado!

Aquí voy a poner dos versos de la poeta E. Dickinson:

"Que el amor es todo lo que hay
es todo lo que del amor sabemos".

En otro momento al percibir mi preocupación ¡No se te escapaba una! Me preguntaste y te dije que sí, que también tenía mucho miedo, y, que en parte era por su culpa.. ¿Yo? Le recordé cómo hacía tiempo habíamos acordado que nosotros no nos podíamos morir, por nuestra situación familiar (los dos viudos y con un hijo discapacitado). Empezaste a protestar y me miraste fijamente, por si estaba de broma, antes de que te enfadaras, dije: ¡Bueno, ya te he perdonado! Nos reímos.

Begoña, además, ha sido una gran profesional. La única Psicoanalista de la APM (Asociación Psicoanalítica de Madrid) y de la APN (Asociación Psicoanalítica del Norte). Gracias a ella hemos conocido a grandes profesionales que nos han estimulado y enriquecido.

Pero no quiero idealizarla, éramos amigos con nuestros defectos.

Nos morimos desde que nacemos y nuestra ignorancia de qué es lo que hay después es absoluta. Lo que sentimos y pensamos lo hacemos desde este lado, forma parte de la vida. Lo hacemos con nuestro cerebro, que es lo que es. Sin más. No sabemos si existe otra vida, si existe Dios y aquí me acuerdo de la famosa apuesta de Pascal, que él la resuelve diciendo que creyendo siempre se acierta, y la eternidad. Añadiré que creer es: hacer una vida digna, ética, ser buena gente, familia, trabajo, amigos...

Para terminar, quiero expresar desde aquí, ese sentido de Begoña de haber sido "buena gente" y, allí donde todavía vive, buena persona.

Finalmente señalar que:

Además, ¡si no sabemos nada, podemos esperarlo todo! ¡Y siempre nos quedará soñar!

Un beso fuerte para Iker y Erika, sus hijos.

 

Un beso Begoña. Nos veremos.

 

Emilio Gallego Gallego

 

2. Recordando A Begoña

Conocí a Begoña recién llegada a Vitoria a finales de los años ochenta. Terminaba mi estancia de varios años en Francia y comenzaba una nueva etapa en mi vida, de la que siempre ha guardado un recuerdo imborrable, por la secuencia de acontecimientos vividos. Todo resultaba nuevo e incierto para mí y no voy a negar mis miedos, zozobras e incertidumbres.

En este contexto, se inició mi relación con Begoña. Éramos jóvenes y empezábamos nuestra andadura profesional. No compartíamos espacios de trabajo, pero sí algunos lugares de encuentro, relacionados con nuestra profesión.

La continuidad de los encuentros, la reconozco en las imágenes que guardo de ella: pelo corto, media melena, coleta. de que eso indica algo compartido en el tiempo, no hay duda.

Su mirada azul, viva, fija, chispeante, acompañaba todos los encuentros en los que no faltaba tema de conversación.

Sentía interés por lo aprendido en mi etapa francesa, por la adaptación en mi nuevo destino; manteníamos discusiones apasionadas sobre el trabajo de una y otra y sobre la psiquiatría en general; intercambiábamos preocupaciones personales -salud de los padres, crecimiento de los niños-nuestra propia salud y disfrutábamos de la risa, de la despreocupación, en los momentos compartidos alrededor de una mesa con nuestros compañeros.

Además, tuve también la suerte de poder compartir con ella, la curiosidad sobre los objetos encantados que su marido cuidaba con mimo, y que más de una vez han alegrado las Navidades a mis sobrinos.

Estos encuentros, gota a gota, impregnaron el curso de mi vida vitoriana de un tono amable, fresco e inolvidable.

Recientemente, en Vitoria, con motivo de su recuerdo religioso, su hijo Iker me recibió con un abrazo en el que reconocí intensamente, la presencia de mi muy querida Begoña.

Una caja de música suena entre sombreros
y una bailarina enroscada
con su precioso vestido verde
baila hasta quedarse dormida (Ana Sánchez Serrano)

 

Pilar Oronoz Badiola

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