Sr. Editor:
Leímos la publicación realizada por Muros y colaboradores en el año 2016 (1), donde se señala que los niveles de sobrepeso y obesidad en los niños son alarmantes en Chile. Han pasado ya cinco años y la situación claramente no ha mejorado. En Chile, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), responsable de los programas de alimentación escolar en los colegios dependientes del Estado, publica cada año el Mapa Nutricional, que da un reporte estadístico del estado nutricional de la población escolar (2). El aumento casi constante de la obesidad y de la obesidad severa entre 2009 y 2019 (Tabla I) nos indicaba claramente que estábamos perdiendo la batalla contra la obesidad.
Fuente: creación propia a partir de los datos disponibles en https://www.junaeb.cl/mapa-nutricional.
El sobrepeso y obesidad infantil en Chile se han asociado a una amplia gama de complicaciones graves para la salud, como la hipertensión y la sensibilidad insulínica en edad temprana (3-5). La baja condición física que presentan los estudiantes se asocia a un mayor riesgo de tener enfermedades cardiovasculares (5). En el informe del año 2019 del Mapa Nutricional se había llegado a un 52,2 % de niños con malnutrición por exceso, lo cual ya era alarmante. Durante el año 2020, que fue el primero de confinamiento en Chile, se cerraron colegios, se estableció el trabajo remoto entre otras medidas y se llegó al nivel más alto de obesidad severa con un 7,6 % (un 1,2 % por sobre el año anterior). Este aumento era esperable, pero el aumento de los niños con desnutrición con respecto al año anterior, de un 0,6 %, no lo era. Para explicar este aumento podríamos hacer varios supuestos, como la suspensión por varios meses de los programas de alimentación que entregaba la JUNAEB a los niños de los quintiles más bajos. Muchas familias perdieron su fuente de trabajo y, en otras, los adultos tuvieron que concentrar toda su atención en el teletrabajo; en ambos casos, procurar una buena alimentación a los niños pasó a segundo plano. El estrés por el confinamiento entre los niños también pudo jugar un papel en sus hábitos de alimentación, pues en vez de estimular la ingesta los llevó a cuadros de inapetencia. Estos supuestos, lógicamente, deben ser corroborados o refutados a partir de investigaciones en profundidad.
El manejo preventivo de las alteraciones de los hábitos de alimentación en los niños no solo debe vincular a los colegios sino que debe integrar al sector productivo para crear ambientes de comida saludable, siendo el gobierno el responsable de crear políticas que tengan como fin último disminuir las inequidades sociales para así favorecer hábitos de vida saludables, todo esto apoyado por los medios de comunicación (6). La pandemia nos está dejando una nueva realidad en cuanto a los hábitos y estados nutricionales de los niños y es necesaria una pronta intervención que se concrete en la creación de programas de promoción de estilos de vida saludables a largo y corto plazo que no solo se centren en la obesidad sino en la salud nutricional integral.