Niña pequeña con las flores de la inocencia. Retrato de Nancy Graham. Sir Henry Raeburn, 1798
Sir Henry Raeburn (1756-1823), siendo quinceañero, fue aprendiz de orfebre. Quizá de allí le viene su devoción por el brillo, su gusto por la claridad, su buen tino a la hora de retratar la joya de la luz.
Este retrato, con un cierto aire cursi, anuncia la inminente llegada del simbolismo. El observador puede ver plasmado aquello que decía Eugenio d‘Ors: el blanco es el color más difícil de representar. Grises, amarillos, rosas, marrones conviven en una compleja armonía en el vestido de la niña protagonista. Llama la atención, por cierto –aunque eso sea otro cantar– el pelo corto de la susodicha, impropio de aquella época. ¿Por qué? Especulen, que de eso se trata...