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Temperamentvm

versão On-line ISSN 1699-6011

Temperamentvm vol.18  Granada  2022  Epub 17-Abr-2023

https://dx.doi.org/10.58807/tmptvm20225129 

ARTÍCULOS

El nuevo patronazgo de san José: reflejo artístico y espiritual de la enfermedad y la muerte en la Edad Moderna

Saint Joseph's new patronage: artistic and spiritual reflection of disease and death during the Early Modern Age

Irene Madroñal-López1 

1Programa de Doctorado en Historia del Arte. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, España

Resumen

Objetivo principal:

Identificar la evolución devocional de san José entre los siglos XVI y XVIII en relación con la proliferación de su imagen artística en los espacios hospitalarios y asistenciales, tomando incluso su nombre en algunos casos.

Metodología:

Realización de un estudio bibliográfico y documental revisando fuentes (literatura, hagiográficas, tratados y literatura crítica) seguido de un trabajo de campo y rastreo de ejemplos de imágenes y advocaciones vinculadas al santo en los ambientes hospitalarios.

Resultados principales:

San José fue sustituyendo progresivamente a los tradicionales patrones de enfermos y moribundos, llegando a protagonizar una gran cantidad de escenas e imágenes presenten en capillas hospitalarias y vinculadas a casas de beneficencia congregacionales y gremiales.

Conclusión principal:

Identificación de un paralelismo entre el desarrollo del arte y la actividad hospitalaria. En el ámbito artístico, se vincularon tipos iconográficos concretos a asociaciones asistenciales, en particular la muerte de san José, como ejemplo de serenidad para agonizantes y modelo caritativo para asistentes.

Palabras clave: Iconografía josefina; Mentalidad barroca; Asistencia médica; Asistencia religiosa

Abstract

Objective:

To identify the devotional evolution of st. Joseph between the 16th and 18th centuries in relation to the expansion of his artistic image in hospitals and healthcare spaces, which even in some cases took his name.

Methods:

A bibliographical review of sources (literature, hagiographies, treatises and secondary sources) and the search for examples of images and dedications linked to the saint in hospitals.

Results:

St. Joseph gradually replaced the traditional patron saints of the sick and dying, and came to be the protagonist of a large number of scenes and images present in hospital chapels and charity houses supported by fraternities and guilds.

Conclusions:

It has been identified a parallel between the development of art and care activities. For instance, specific iconographic types were assigned to care societies, in particular the death of st. Joseph, as an example of serenity for the dying and a charitable model for the caretakers.

Keywords: Josephine iconography; Baroque misndset; Medical assistance; Spiritual assistance

Introducción

Alrededor del siglo XV se produjeron en Europa una serie de cambios sociales, demográficos y económicos que fundamentaron un nuevo modelo social, sin embargo mantuvo una gran significación histórica de la religión y la espiritualidad que vertebraron la mentalidad de la época, así como la organización de la actividad asistencial, que en la actualidad ha quedado unida indisolublemente a los hospitales, instituciones todavía en desarrollo por aquel entonces (García Oro y Portela Silva, 2000).

A través de una revisión metodológica de bibliografía y documentación y la recopilación y estudio de casos se evidencia el ascenso de la importancia de san José hasta su punto álgido entre los siglos XVI y XVIII, cuando su imagen artística queda vinculada a hospitales, capillas, órdenes religiosas hospitalarias y congregaciones asistenciales, en una época en la que sobrevinieron continuas e impetuosas epidemias, concentradas en los centros urbanos en desarrollo, ante todo de peste y tifus. El santo pasará a ser considerado protector de los más vulnerables y a partir del siglo XVII alcanzará una gran significación para enfermos y moribundos como patrono de la buena muerte (Sánchez Reyes, 2009; Adeva Martín, 2002; Grams, 2002), lo cual, unido a sus descripciones hagiográficas como personaje caritativo y custodio de Cristo, también lo convertirá en modelo a seguir para médicos, cuidadores y acompañantes espirituales de enfermos y agonizantes.

Metodología

El presente trabajo resume uno de los aspectos observados durante de la investigación sobre la evolución tipológica de la imagen de san José en el arte, centrados en el impacto que tuvo en las representaciones plásticas del santo su implicación espiritual y social en el ámbito de las instituciones hospitalarias entre los siglos XVI y XVIII. De esta manera se subrayan los aspectos de mayor relevancia extraídos a partir de un estudio bibliográfico y documental sobre la concepción de la muerte y la enfermedad, y la apreciación del papel del padre de Cristo en la Edad Moderna, además de una extensa revisión de fuentes priMarías, tanto obras literarias como hagiografías y tratados, y un trabajo de campo en relación a la existencia de imágenes del santo y la onomástica en ambientes religiosos vinculados con los hospitales o en relación a cofradías asistencias y la práctica médica.

Un nuevo patronazgo

En la Edad Media san José no aparece como protector contra las enfermedades, ya que los principales santos vinculados con la peste eran san Roque, santo que según la tradición se habría dedicado a sepultar a los fallecidos a causa de la peste por lo que desde época medieval se consideraba patrón de los que sufrían esta enfermedad, o san Sebastián, uno de los primeros mártires y protector frente a las plagas (José de Jesús María, 1977). San José tampoco aparece en las tradiciones medievales relativas al patronazgo de los agonizantes, papel que desempeñaban la Magdalena o san Miguel (Arriba Cantero, 2013) ya que se fomentaba una actitud valiente frente a la ultima batalla contra las tentaciones previas a alcanzar la salvación espiritual definitiva tras la muerte. Estos santos se erigían patrones de los moribundos ya que eran los encargados de acompañar a las almas hacia Dios Padre, fundamentalmente en la tradición judeocristiana los que cumplían el papel de psicopompos eran los ángeles, con un mayor protagonismo en el arte de san Miguel (García Mahíques, 2016).

En el siglo XV aparecieron, potenciados por el Concilio de Constanza (1414-1418), los Ars Morendi, una especie de manuales para preparar a los creyentes para el buen morir, es decir, morir en paz, con confianza en la salvación. La función de estos tratados era similar a las Danzas Macabras, tan representadas en el arte medieval, pero mientras estas representaban la muerte como un fenómeno colectivo, subrayando la igualdad de los diferentes grupos sociales frente a su inevitabilidad, en los Ars predomina un sentido individualizado y personal más propio del Renacimiento (Haindl Ugarte, 2013). En ellos la actitud serena ante la muerte, así como la satisfacción del paraíso o el castigo del infierno, dependen de la moral y la preparación espiritual del individuo.

De manera similar, los médicos, como representantes laicos del ámbito asistencial, habían tenido como patrones a Cosme y Damián (médicos y mártires según la tradición) o a san Lucas desde el siglo XIII, momento en que la profesión comienza a estar reconocida ya que dejó de ser una práctica exclusiva del clero (Schmitz-Cliever, 1967).

Uno de los principales precursores de los Ars Morendi durante el Concilio de Constanza fue Jean Gerson, sacerdote francés que también marcó el inicio del impulso devocional a san José, en particular en el momento de su desposorio con María y como patrón de la buena muerte (Adeva Martín, 2002; Grams, 2002). De esta manera empezó a aparecer en sermones y tratados. Especialmente relevante fue la traducción realizada en 1522 por Isolano de un apócrifo oriental La historia de José el carpintero, que narra detenidamente su muerte. Jerónimo Gracián se inspiró en ella para compilar su Sumario de las excelencias del glorioso san José (1597), donde además de narrarse las escenas de la vida y la muerte del santo, los textos se acompañaron de algunos de los primeros grabados que representaron escenas protagonizadas por san José y que inspirarían las obras de arte religioso de los siglos siguientes. De esta manera, entre los siglos XV y XVI san José comienza a aparecer en imágenes asociadas a santos de los que heredará el patronazgo, por ejemplo, Gracián narra la escena que convertirá a san José en patrón de los moribundos, acompañado de los tradicionales psicopompos:

“Vinieron [dice Cristo] dos Angeles, san Miguel y san Gabriel a mi padre Ioseph, y así con gran paciencia y alegría espiró. (…) Entretanto hize yo oración a mi padre, y acabada la oración vino multitud de Angeles, y mande a dos dellos que vistiessen el cuerpo, y ellos vistieron con una vestidura blanca el cuerpo del viejo bendito” (Gracián de la Madre de Dios, Libro 5, capítulo 3, 1555).

O, en las primeras representaciones de la muerte de san José, que aparecen en la primera mitad del XVI en Alemania, se puede ver representados a Cosme y Damián como médicos (Schmitz-Cliever, 1967). Igualmente, con posterioridad se darán casos que no son paradójicos, sino que seguramente intentasen subrayar la relación de un mismo patronazgo para diferentes santos, como fueron las comisiones a comienzos del XVII de pinturas que representan la muerte de san José en la iglesia de Cosme y Damián y la iglesia de San Roque, ambas en Génova (Bocchini, 1991).

Isolano, Gracián y otros predicadores, como Vicente Ferrer o Francisco de Sales ponen a san José como modelo de conducta, tanto en la vida como en la muerte, convirtiéndolo en “abogado y protector” de las almas (Roca, 2017), intercesor y realizador de milagros con sus devotos, como se representaba en los nuevos Tratados de la Buena Muerte, herederos de los Ars Morendi.

“Yo bendecire y favorecere [dice Cristo] aquel hombre de la Yglesia de los justos, que en el dia de tu memoria (Ioseph) ofreciere sacrificio a Dios, y que meditare tu vida, y tus trabajos, y transito deste mundo” (Gracián de la Madre de Dios, Libro 5, capítulo 3, 1555).

En este ambiente teológico santa Teresa de Ávila generó su obra, fundamental para la expansión del culto al patriarca. En su Libro de la Vida, confiesa que san José la curó de una enfermedad mortal, permitiéndole consagrar su vida a la reforma de su orden y la efusión del culto al santo (José de Jesús María, 1977).

La influencia de santa Teresa y la potenciación del culto a los santos que se dispuso para la Iglesia católica durante el Concilio de Trento (1545-1563) permitió la expansión del culto a san José, la relevancia de los sacramentos y la realización de obras de caridad, por lo que a las hermandades y cofradías que ya existían, en algunos casos con advocación a san José, se sumaron otras dedicadas a la asistencia de enfermos y el entierro de fallecidos sin recursos, instituciones que en muchos casos habrían sido el germen de hospitales y hospicios. Esta tendencia tuvo un gran éxito fundamentalmente en Italia y en España, desde donde se exportó a América, aunque se pueden encontrar casos en otros muchos territorios. Fundamentalmente se desarrollaron en entornos urbanos ya que eran los más proclives a la propagación de enfermedades infecciosas, dado el hacinamiento poblacional y la falta de higiene. Además, era en estos ambientes donde las medidas anti-propagación como cierres perimetrales afectaban a los más pobres y vulnerables, marginados que no disponían de recursos para huir de las ciudades y estaban sometidos a las peores condiciones de salubridad (Vilar Devis, 1992).

Las nuevas entidades sociales asistenciales comenzaron a realizar encargos artísticos, dedicados a su patrón, dando lugar así a originales tipos iconográficos que quedaron ligados a estas instituciones benéficas nacientes, dato que junto a las documentadas fundaciones de hospitales bajo la advocación del santo denotan su transformación devocional. Por ejemplo, muchas de estas escenas innovadoras representarán momentos como la muerte de san José, donde el protagonismo lo tienen las figuras asistentes que le acompañan: María y Jesús, modelos a seguir para los cofrades y médicos (Ramadori, 2012). A partir de entonces será considerado patrono universal, sin limitaciones, intercesor de los desamparados, pobres y necesitados, un desarrollo acorde a los miedos cada vez más comunes hacia la enfermedad y la muerte en una sociedad en proceso de exaltación del individualismo (Black, 2016). Además, dado que san José pasará a considerarse el modelo de hombre justo en las obras literarias se le describirá ejerciendo obras de caridad: visitando cárceles, hospitales, ofreciendo limosnas y sufragando sepulcros (Herrán, 2001).

Presencia de san José en hospitales

Existe todavía una gran cantidad de centros de caridad bajo la advocación de san José, y en muchos casos, aunque la entidad no hubiera recogido su nombre, la capilla o los espacios de oración están protagonizados por su figura, o al menos esta está presente. En esta categoría no entraban únicamente los hospitales sino también los orfanatos, o casas cuna, así como los hospicios o albergues para mendigos, ya que por aquel entonces todos los lugares dedicados a la asistencia se consideraban al mismo nivel. En muchos de estos casos estas entidades se habrían originado en relación a cofradías o conventos hospitalarios, fenómeno que no se dio únicamente en la Península Ibérica sino también en Italia e Hispanoamérica, como los Hospitales de San José de Aguascalientes y de Ciudad de México, entre otros (Black, 2006).

Siguiendo un recorrido onomástico entre las diferentes ciudades de España podemos encontrar hospitales dedicados a este santo, como el Hospital de San José o los Convalecientes fundado en el XVII en Benavente (Granada) o en Valladolid el Hospital de San José o los Expósitos, como se llamaba a los huérfanos. La común asociación del padre putativo de Cristo como patrón de los niños abandonados tiene una base religiosa evidente (García Luque, 2016), y en el ámbito artístico a los orfanatos se vinculaban las representaciones de la Huida a Egipto, como mostraba un relieve en la fachada de este edificio (Arriba Cantero, 2006). Este episodio está normalmente protagonizado por san José ejerciendo las labores de padre y protector de la Sagrada Familia, pero además tiene que ver con la leyenda del “milagro del trigo” narrada en los Evangelios Apócrifos, cuando tras recoger milagrosamente grandes cantidades de grano san José señala “Llamad a los pobres, huérfanos y viudas, y repártaseles el trigo de mi cosecha.(…) Los pobres que con él fueron aliviados bendecían al Señor con todo su corazón” (Vergara Jiménez y Fraile Gil, 1984) volviendo a mostrar sus continuas obras de caridad, pero esta vez mencionando específicamente a los huérfanos, a los que asiste. Otro espacio similar fue la Casa Cuna de Sevilla, fundada en el siglo XVI gracias a una cofradía que en XVII se refundó bajo la advocación de san José y contaba con una capilla dedicada al santo, protagonizado por su escultura (García Luque, 2016).

Los gremios también tuvieron un relevante papel en el desarrollo de organismos benéficos y de caridad, así como en el mecenazgo de obras de arte para decorar las capillas dedicadas a sus patrones. En el caso de Sevilla, los carpinteros fundaron la Casa de San José, su santo patrono, como entidad asistencial propia, pero también existieron otros muchos casos como la Casa de San Andrés de los albañiles o de San Roque para los lanceros (García Oro y Portela Silva, 2000). Otro caso sevillano es la Capilla de San José, levantada por el gremio de carpinteros en el siglo XVIII y donde se puede encontrar un conjunto escultórico policromado, datado en el mismo siglo, que muestra La muerte de san José, que sigue el relato apócrifo en cuanto al consuelo que Cristo intenta darle a su padre adoptivo en los últimos momentos de agonía, poniéndolo en relación con el patronazgo que ya por aquel entonces habría alcanzado una gran importancia.

Otra manera en la que vieron la luz hospitales durante la Edad Moderna, además de los fundados a partir de la actividad de hermandades o religiosas y religiosos regulares, como el Convento-Hospital de San José de Alcalá de Henares, fundado en el XVII por los Hospitalarios de San Juan de Dios; fueron los financiados a partir de disposiciones testamentarias, como el famoso Hospital de San José de Getafe. Inicialmente, a comienzos del siglo XVI, esta institución contendría únicamente una enfermería para pobres, levantada siguiendo las instrucciones del testamento de Alonso de Mendoza, Mayordomo del obispo de Ávila, pero que a finales del siglo cambió de nombre pasando a llamarse de san José, ampliándose y pasando a estar controlado íntegramente por la administración eclesiástica, en concordancia con el nuevo espíritu tridentino (Cabrera Granizo, 2015). En el siglo XVIII se levantó la capilla barroca que se conserva en la actualidad y cuenta con un retablo barroco protagonizado por el santo patrón. La estructura se divide en tres calles y cuenta con decorados de estofado dorado y columnas salomónicas que enmarcan las diferentes esculturas dispuestas, la que ocupa el espacio central es la de san José, que sostiene al Niño Jesús en brazos, a quien contempla. Esta postura remarca la ternura propia de las representaciones artísticas barrocas y no se puede dar por descontada en un espacio dedicado al cuidado de los enfermos y moribundos, porque representa al santo en su rol de padre, como nutricio y cuidador de una expresión vulnerable de la divinidad, como imagen de la humanidad protegida por san José.

También se puede encontrar, como evidencia de este nuevo culto a san José relacionado con la enfermedad, efigies u otro tipo de imágenes de san José en capillas y hospitales que tienen diferentes advocaciones, como, por ejemplo, las tablillas del XVIII dedicadas al santo del retablo de la iglesia Hospital Simón Ruiz en Medina del Campo (Arriba Cantero, 2013). Otro caso conocido es el del Hospital de Jesús Nazareno de Luque (Córdoba), levantado en la segunda mitad del siglo XVIII, cuya capilla cuenta con un retablo donde aparece una imagen de san José con el Niño (Luque Carrillo, 2017).

De hecho, la actividad llevada a cabo en estas capillas era de gran consideración en la época, ya que se tenía como parte de la actividad asistencial el acompañamiento espiritual al enfermo. Los capellanes, que en muchos casos a partir del XVI disponían de libros y tratados con instrucciones, debían ofrecer sacramentos a los enfermos, consolarles y llegado el caso ayudarles a prepararse para un “bien morir”, por ejemplo, Práctica de ayudar al bien morir, de Juan Bautista Poza y publicada en 1619, Instrucción de enfermeros para aplicar los remedios a todo genero de enfermedades y acudir a muchos accidentes que sobreuienen en ausencia de los medicos (Imprenta Real, 1625) o Instrucción de curas de Pedro Mártir Coma (Rueda Martínez, 2005). Otros muchos tratados se centrarían en los deberes de un buen cristiano, teniendo como referente a san José, ya que el problema es constante: por un lado, se debía estar preparado para una muerte imprevista y por otro, según la espiritualidad barroca, la muerte se daría acorde al modo de vida mantenido por el fiel. Por tanto, se buscaba promocionar las meditaciones y reflexiones individuales, en muchas ocasiones movidas por obras de arte, sobre la propia muerte antes incluso de perder la salud (Schocchera, 2014).

La consideración que el ser humano tiene de la muerte es muy descriptiva de cada momento histórico. En la actualidad el miedo o la voluntad de alargar la vida se identifica con las camillas de hospital, pero durante el siglo XVII todavía quedaba en el imaginario colectivo una idea personificada de la muerte (Sánchez Reyes, 2009), a la que se esperaba y frente a la que se mostraría serenidad o pavor. En un ambiente donde el ser humano se concibe cada vez más de manera individualizada y donde el final de la vida significa el término de oportunidades que ofrece la naturaleza para alcanzar el éxito, la espiritualidad religiosa tridentina potencia la figura de los santos, y en particular la de san José, que aparece no sólo como refugio de los agonizantes o protector, sino como aquel que aporta consuelo. Se intenta insistir en la noción de la muerte como tránsito hacia una vida mejor, el paraíso o la cercanía a Dios. De esta manera, proliferaron las imágenes de la muerte, o el Tránsito, de san José, muy novedosas en el siglo XVI. Algunos exponentes de esta imagen, que se expandió hasta alcanzar un gran protagonismo en el Nuevo Mundo, se realizaron durante el siglo XVII, como el óleo situado en una de las naves de la Iglesia del Carmen de Écija (Sevilla), otro que forma parte del retablo de san José de la iglesia parroquial de Algemesí (Valencia) realizado por Ribalta, o la escultura, del mismo tema, que se puede ver en la capilla del Hospital de la Piedad de Benavente (Imagen 1).

Autor: Fran Rebordinos Hernando. Disponible en http://www.ssantabenavente.com [acceso: 26/06/2021].

Imagen 1. La muerte de san José, capilla del Hospital de la Piedad de Benavente (1685). 

Esta talla en madera policromada destaca por su sencillez, eliminándose todos los personajes secundarios mencionados en los relatos apócrifos o que las diferentes tradiciones habían ido añadiendo, y por la serenidad con la que se presenta a san José, quien oculta el dolor y espera, con la mirada elevada, el momento de la expiración. No obstante, las figuras principales de María y Jesús se mantienen al lado del protagonista. Puede que la figura más consoladora sea María, quien con una mano sostiene la cabeza de su esposo, mientras que su Hijo no muestra tristeza alguna, sino que señala hacia Dios Padre, instruyendo a José sobre lo que encontrará una vez acabe su vida y los designios que Dios tiene preparados para su Pasión. Es necesario subrayar el aspecto rejuvenecido con el que se representa ya en el XVII a san José, imagen completamente alejada de sus representaciones como anciano de los siglos anteriores. Fue en este siglo cuando en España se alcanza una devoción y consideración tal por el santo, en relación a su papel de protector y padre, que incluso en el momento de su defunción, cuando quizá hubiera tenido más sentido representarle con los cabellos canos, se mantiene en muchos casos, como el que nos ocupa, un semblante no sólo equiparable en edad al de la Virgen, sino que incluso con un cierto parecido a Cristo.

Conclusiones

A partir de este trabajo se puede ver el evidente paralelismo entre el desarrollo del arte y la actividad hospitalaria y asistencial, ya que a partir del crecimiento económico, demográfico y urbano a partir del siglo XV se evidencia la necesidad de una nueva respuesta humana y práctica, así como espiritual, para dar consuelo y confrontar la muerte, a partir de entonces más comúnmente causada por la enfermedad, de manera menos violenta que en épocas anteriores, por lo que proliferaron los hospitales y las diferentes casas de beneficencia, dado que gran parte de los afectados eran personas sin recursos.

Desde el punto de vista religioso, durante la Edad Media habían sido los santos psicopompos o tradicionales en protagonizar las plegarias y las artes en relación a la enfermedad y la muerte, pero a partir del Renacimiento comienza a estar más presente san José, primero acompañando y dando continuidad a las tradiciones protagonizadas por los tradicionales protectores de los moribundos en sus representaciones artísticas y literarias, pero a partir del XVI su gran éxito le convierte en patrón por excelencia de los vulnerables y agonizantes. Como consecuencia se expandieron los hospitales y orfanatos bajo su advocación, práctica que se mantuvo durante los siglos posteriores, así como las fundaciones benéficas de ricos testamentarios, como por ejemplo el Hospital de San José de la Isla de León (Cádiz), fundado en 1767, o el Hospital central de la Cruz Roja San José y Santa Adela, fundado en 1887 a partir de fondos donados por Adela Balboa Gómez en su testamento.

Otra consecuencia plástica fue la creación de tipos iconográficos concretos asociados a lugares o asociaciones asistenciales, como la vinculación de la escena de la Huida a Egipto con los hospicios. Esto, sumado a la creciente preocupación espiritual por la muerte propia de la devoción moderna propició la expansión y relevancia de la representación de la escena de la muerte de san José, como imagen de la actividad asistencial dispensada en los hospitales de los siglos XVII y XVIII. De esta manera, se mostraba el ejemplo ideal a seguir tanto para los enfermos y sufrientes, teniendo como modelo la serenidad y la esperanza del santo, así como para los médicos, cofrades y religiosos asistentes, a los que se invitaba a cuidar amorosamente a los pacientes acompañándoles como lo hicieran María y Jesús con José.

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Recibido: 30 de Junio de 2021; Aprobado: 27 de Abril de 2022

Correspondencia: imadronall@gmail.com (Irene Madroñal López)

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