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Ene

versão On-line ISSN 1988-348X

Ene. vol.11 no.2 Santa Cruz de La Palma Ago. 2017

 

EDITORIAL

 

Por qué su imagen profesional puede afectar seriamente a la salud de las personas que atiende (y a la suya propia)

 

 

Domingo Ángel Fernández Gutiérrez

Enfermero. Unidad de Formación e Investigación en Cuidados. Gerencia de Atención Primaria. Tenerife. Servicio Canario de la Salud.

 

 


RESUMEN

La imagen de una profesión se construye desde la perspectiva del conocimiento que la sociedad y otras disciplinas tienen de ella, según las señales de identidad que sus profesionales transmiten. La idea que la sociedad posee de las enfermeras está llena de roles de género, estereotipos, heterogeneidad y en general, de un profundo desconocimiento de la profesión. Lo que en un análisis superficial podría considerarse un problema "interno" de las enfermeras, cobra especial importancia cuando aparecen evidencias relacionando esta imagen profesional con la seguridad de los pacientes y con un aumento del riesgo para la salud de las personas a las que cuidamos.

Pablaras clave: Enfermeros; Salud pública; Seguridad del paciente; Autonomía profesional; Gestión de la práctica profesional; Riesgo sanitario; Comunicación; Atención de enfermería.


ABSTRACT

The image of a profession is built from the perspective of the knowledge that society and other disciplines have of it, according to the signs of identity that its professionals transmit. The publics ‘notion of nurse profession is full of gender roles, stereotypes, heterogeneity and in general, a profound ignorance. What in a first analysis might seem an internal; nurses ‘problem, becomes especially important when evidence appears linking this professional image with the safety of the patients and with an increase in the risk for the health of the people that we take care of.

Key words: Nurses; Public health; Patient safety; Professional Autonomy; Practice Management; Health Risk; Communication; Nursing care.


 

La imagen de una profesión se construye desde la perspectiva del conocimiento que la sociedad y otras disciplinas tienen de ella, según las señales de identidad que sus profesionales transmiten. La idea que la sociedad posee de las enfermeras está llena de roles de género, estereotipos, heterogeneidad y en general, de un profundo desconocimiento de la profesión (Bernalte-Martí, 2015; Calvo-Calvo, 2014; Ebasteri-Ibarrondo et al. 2012). Lo que en un análisis superficial podría considerarse un problema "interno" de las enfermeras, cobra especial importancia cuando aparecen evidencias relacionando esta imagen profesional con la seguridad de los pacientes y con un aumento del riesgo para la salud de las personas a las que cuidamos (Buresh y Gordon, 2013). Los orígenes y evolución históricos de nuestra profesión son en buena parte, la raíz de nuestra imagen actual. No obstante, de las múltiples razones discutidas hasta la fecha, la perspectiva de las desigualdades de poder por razones de género subyace de manera muy amplia a todas ellas (Alberdi, 1999; Vázquez-Vega, 2010).

Los estereotipos

La enfermería, como cualquier otra disciplina, no se libra de los estereotipos. Bridges (1990) identifica un número importante de ellos con connotaciones negativas para las enfermeras y expone además cómo los medios de comunicación contribuyen representando una enfermera a pie de cama que realiza actividades repetitivas y rutinarias. Buresh, Gordon y Bell (1991) han estudiado qué profesionales son los que aparecen en la cobertura de noticias sanitarias en EEUU y han descubierto que las enfermeras sólo lo hacen en un 10 % de las mismas y en muchas ocasiones, cuando aparecen, lo hacen sólo por causas negativas. Summers y Summers (2009) afirman además que los medios de comunicación más serios y respetados, infravaloran a las enfermeras de tal forma que el público no percibe la sensación de que las enfermeras sean profesionales altamente cualificados con formación universitaria y que salvan vidas, utilizando el razonamiento clínico. Si bien hay que ser prudentes cuando trasladamos experiencias y resultados entre países, y a pesar de las diferencias existentes tanto en la formación como en las funciones, en el contexto español, existen publicaciones que apuntan hacia escenarios convergentes con los que acabamos de describir (García-Moreno et al. 2015; Ramos Santana et al. 2015; Montesinos-Arteaga et.al. 2015; Galardo-Bonet, 2013).

No sólo los periodistas juegan un papel al respecto. En un análisis de campañas publicitarias Gordon encontró que la imagen de las enfermeras seguía basándose en el concepto de "ángeles", lo que sugiere que estos profesionales siguen siendo valorados más por sus virtudes que por sus conocimientos clínicos (Buresh y Gordon, 2013).

Kelly et al. (2012) en un análisis de la imagen de las enfermeras en la plataforma de vídeos Youtube han estudiaron los 10 vídeos más vistos que representaban a enfermeras o a la enfermería y obtuvieron como resultado tres narrativas diferentes: la enfermera como "experta conocedora y realizadora", la enfermera como "juguete sexual" y la enfermera como "tonta incompetente".

En España además, tenemos un gran problema de marca que confunde, si cabe más, al público respecto a nuestra denominación. En términos de marketing nuestro problema se denomina dispersión y se refiere a un crecimiento sin control diseminando un mensaje que desdibuja nuestra marca. Practicantes, "ateses", "dues" o graduados conviviendo simultáneamente sin importar el tiempo que haya pasado desde que se derogaron algunos de esos títulos, hace que disminuya nuestro valor y que exista una sensación de marca compleja y poco nítida. Desde el punto de vista psicológico, las personas huyen de todo aquello que les cuesta entender. Por tanto, para que se nos pueda entender como profesión hay que comenzar por tomar las medidas necesarias para abordar nuestra dispersión de marca. Debemos aplicar las leyes del marketing unificando nuestra denominación tanto dentro de nuestras organizaciones (colegios profesionales, sindicatos, frente a otras disciplinas, con el personal de la administración...) como de cara a la población. Cada día que permanecemos impasibles, es una oportunidad perdida hacia el fortalecimiento de nuestra profesión y nuestra diferenciación con el resto de las disciplinas sanitarias.

Los intentos por mejorar

A principios de la década de 2000 basándose en su estudio realizado unos años antes sobre la nula o escasa presencia de las enfermeras en los medios de comunicación, Buresh y Gordon (2013) intentan superar el nivel de desconocimiento que los medios de comunicación tienen sobre el trabajo y las funciones reales de las enfermeras. Diseño una estrategia de comunicación aportando a los periodistas biografías de enfermeras destacadas, temas de salud en los que las enfermeras estaban implicadas e historias potenciales que pudieran interesar al público. El resultado fue desalentador porque las cosas no cambiaron. No había enfermeras dispuestas a responder a los periodistas; ni siquiera cuando estos preguntaban por temas de su trabajo cotidiano. En general, no aceptaban participar en las entrevistas y derivaban a los redactores hacia otros profesionales que sí que estaban dispuestos a hablar. Parece por tanto que hay algún aspecto cultural entre las enfermeras que nos hace dar un paso atrás cuando se trata de hablar de nuestra profesión, frente a los medios de comunicación. No estamos dispuestos a hablar en público en escenarios que no sean el entorno clínico estricto. Esto supone que hasta cuando se trata de su propio campo de expertez, la comunicación de los logros y resultados obtenidos por las enfermeras, sean asumidos por otros profesionales. Se difunde de esta manera una imagen de "estar en un segundo plano" o de "ser un complemento". Como consecuencia de esta actitud, alimentamos el estereotipo de que nuestro trabajo se basa en ser ayudantes de otros y que consiste en el desarrollo de actividades mecánicas y repetitivas sin autonomía y dirigidas por otros en todo momento.

Las implicaciones para la profesión

La Profesora Laura Morgan Roberts experta en organización y liderazgo y en la restauración identidades positivas afirma: "La gente está constantemente observando tu comportamiento y creando teorías sobre tu competencia, carácter y compromiso. Como no manejes tu mismo tu propia imagen profesional, otros lo harán por ti."

Las enfermeras trabajan para cuidar de las personas sanas o enfermeras de manera individual o colectiva, sin embargo el hecho de que la población no conozca sus funciones y competencias o no las perciba como profesionales capaces de realizar una atención autónoma que beneficie a su salud, puede estar haciendo que no recurran directamente ellas para solicitar sus servicios.

Aunque tanto profesionales como el público asocian a las enfermeras con el cuidado, es posible que éste concepto se interprete de distinta manera en unos y otros, pues si bien las enfermeras lo relacionan íntimamente con las bases de su profesión, para el público lleva aparejado cualidades femeninas y no profesionales (ten Hoeve et al. 2014).

Valorar a las enfermeras por sus virtudes y el "saber hacer" en lugar de por el conocimiento y razonamiento clínico, desvirtúa nuestro trabajo puesto que sugiere que puede ser realizado por cualquier persona con una serie de habilidades o "dotes" que no necesitan de una formación compleja y exigente y específica. Y todo ello a su vez, pone en tela de juicio tanto la necesidad de formación actual como las necesidades de recursos enfermeros y el valor de sus servicios en términos económicos.

Un ejemplo interesante que podría ser explicado como consecuencia de nuestro gran problema de comunicación como profesión con la sociedad y con otras disciplinas, es el Real Decreto 954/2015, de 23 de octubre. A través de esta disposición se regula la indicación, uso y autorización de dispensación de medicamentos y productos sanitarios de uso humano por parte de los enfermeros. Tras la publicación de esta norma, muchas de las actividades que las enfermeras venían realizando hasta entonces dejan de ser legales transfiriendo la responsabilidad sobre la prescripción de medicamentos y productos sanitarios tradicionalmente manejados por las enfermeras, y que se encuentran dentro de su campo de competencias, en manos de otros profesionales.

Las decisiones políticas en los países democráticos, rara vez se toman en contra de la opinión mayoritaria de la sociedad. Desde este punto de vista, la sociedad no ha creído en la necesidad de que las enfermeras utilicen la prescripción de medicamentos y productos sanitarios dentro de su campo de competencias y le otorgan una vez más la gestión de este recurso a profesionales de los que conocen más y cuya efectiva comunicación sobre la importancia de su trabajo, está fuera de toda duda. La población, por tanto, no es consciente que negar a las enfermeras la posibilidad de prescribir puede perjudicar su salud puesto que si así fuera, jamás habría permitido que un administración tomara esta decisión ¿Alguna ley se atrevería a impedir a un bombero que usara el agua para apagar un fuego o negar a un cirujano la utilización de un bisturí para realizar una intervención quirúrgica?

Cuando preguntamos por la valoración que les merecen las enfermeras a la sociedad española actual, es llamativo descubrir cómo ésta ocupa uno de los primeros puestos en la lista de respuestas. Sorprendentemente, sin embargo, entre los mismos encuestados, la mayoría preferirían que sus hijos estudiaran muchísimas otras carreras antes que enfermería (Centro de Investigaciones sociológicas, 2013). Si sumamos que para muchos, se trata de una carrera con limitadas posibilidades de desarrollo profesional, el dibujo de la situación es bastante preocupante.

A los estudios de enfermería acceden alumnos que han realizado un gran esfuerzo para obtener la nota necesaria. Son personas que entienden que el sacrificio y la constancia son necesarios para poder alcanzar un objetivo. Necesitan, como todas las profesiones, respeto por su trabajo, reconocimiento de sus logros por parte de la sociedad, de sus compañeros y de sus colegas, recursos económicos para la adquisición de medios técnicos y para la dotación de plantillas que les permitan desarrollar su trabajo en las mejores condiciones posibles y recompensa, en forma de reducción de su incertidumbre y estabilidad laboral, al principio y en forma de perspectivas de desarrollo profesional, más tarde. Se sabe además, que este grupo de factores, conforman los criterios básicos de satisfacción profesional y que estos a su vez predicen su fidelidad, su motivación y su productividad en su puesto de trabajo. (Caricati et al. 2014). En lo que a las enfermeras se refiere, aquellas situaciones mantenidas en el tiempo en las que no hay satisfacción profesional llevan a tres salidas posibles: tomar la decisión de no estudiar enfermería al considerar que no reúne las condiciones de una carrera ideal (Ben-Natan y Becker, 2010), abandonar la profesión o sufrir el síndrome de burnout (Portero de la Cruz y Vaquero-Avellán, 2015). Tedron Adhanom (2017) el actual director de la Organización Mundial de la Salud, afirma que las enfermeras son el eje clave para ofrecer una cobertura universal de atención sanitaria. A pesar de ello, el número de personas que eligen la enfermería como profesión, está cayendo en todo el mundo y el abandono de la profesión en muchos países es preocupante. Parece que los datos apuntan hacia un futuro problema de salud pública global a medio plazo (Nardi y Gyurco, 2013; Oulton, 2006; Watson, 2005).

Las consecuencias para la salud de los pacientes

Linda Aiken menciona: "la ignorancia que el público tiene sobre el trabajo de las enfermeras, no sólo afecta a su trabajo sino que deriva en consecuencias negativas para la seguridad de los pacientes." La evidencia confirma que la existencia de un ratio adecuado de enfermera/pacientes en los hospitales, disminuye las cifras de mortalidad, mejora el éxito en las situaciones de parada cardiorrespiratoria, aumenta la supervivencia en los pacientes críticos, reduce los errores en la administración y prescripción de la medicación o aumenta la supervivencia de los pacientes tras la cirugía, entre otros (Aiken et al. 2014; Duffin, 2014; Hertel, 2012; Frith et al. 2012; Nicely et al. 2012; National Institutes of Health, 2014). Siendo los hospitales lugares creados fundamentalmente para proveer de cuidados de enfermería a los pacientes en situaciones especiales, se suceden constantemente noticias denunciando plantillas infradotadas y precariedad e inestabilidad laboral respecto a las enfermeras, tanto en centros hospitalarios como en los centros de salud. En las decisiones sobre contratación de las plantillas, muchas veces no se tienen en cuenta los criterios enfermeros para determinar los ratios más adecuados para las diferentes situaciones clínicas y necesidades de cuidados de los usuarios. Por si fuera poco, esas decisiones sobre provisión de recursos humanos, las toman otros profesionales ajenos a nuestra disciplina incurriendo, probablemente sin advertirlo, en un aumento del riesgo para la salud de muchas personas.

El sistema sanitario está sufriendo una importante revisión ante el imparable avance de las enfermedades crónicas que según las previsiones, se convertirá en la mayor causa de muerte y discapacidad prevenible en el mundo (Kruk et al. 2015). Las cifras son tan elevadas que pueden poner en entredicho la sostenibilidad del sistema. Nuevas propuestas trabajan con las acciones de continuidad de los cuidados a lo largo de la vida, llevadas a cabo por equipos multidisciplinares. Las enfermeras ocupan un puesto destacado en esta estrategia a través de la práctica básica, avanzada y la gestión de casos, procurando equiparar la trascendencia del cuidar con la del curar, con el fin de intentar disminuir el número potencial de hospitalizaciones y obtener una reducción de los costes asociados. Con todo, las dotaciones presupuestarias y las políticas públicas al respecto parecen continuar la inercia del pasado. Invertir en las enfermeras aparenta seguir siendo "arriesgado" para los que toman las decisiones. Es nuestra responsabilidad, conseguir el apoyo de la sociedad de todas las formas posibles, e invertir en comunicación destacando el valor de nuestro trabajo a través de los resultados en salud para las personas, puede ser un buen comienzo. Si esta comunicación resulta efectiva, no hay razón alguna para que la población no apoye el cambio necesario por el interés social que conllevará. Ganarnos esta confianza para la participación en puestos de decisión de la gestión con capacidad de resolución real, significaría poder disponer de recursos propios que nos permitan hacer elecciones, dentro de nuestro campo de competencias, para poder desarrollar en nuestro trabajo en plenas facultades.

 

Conclusiones

Reconocer que tenemos un problema de comunicación sería un buen comienzo. La imagen distorsionada de nuestro rol dentro del sistema sanitario y respecto a la población, es la consecuencia de nuestras propias acciones o inacciones. Mientras no tomemos partido para corregirlas, nuestra invisibilidad y las consecuencias de la misma para las personas a las que cuidamos, permanecerán invariables.

Desde la perspectiva colectiva, la misión consiste en transferir nuestro conocimiento a la sociedad con el fin de hacerla partícipe de los efectos de nuestro trabajo diario, de los resultados de nuestras investigaciones y de los beneficios directos para su salud. Debemos construir mensajes que transmitan al público la dimensión y complejidad de aquello a lo que nos dedicamos. Es preciso, por ejemplo, explicar con detalle que cuando alguien nos agradece nuestro trato en un hospital y para ello utiliza conceptos como el cariño de la enfermera o de su sonrisa permanente están hablando de lo que - según argumenta Duarte-Climents (2013) para nosotros es, empatía avanzada o estrategia de comunicación asertiva. La primera es un procedimiento clínico a través de la cual se obtienen datos necesarios por parte del paciente que permiten llegar al fondo de su problemática permitiendo la optimización y mejora de la adherencia al tratamiento y no se trata de un "don" innato sino que se requiere de un importante entrenamiento. Y la segunda es una estrategia que nos permite mejorar seguimiento del tratamiento más adecuado para el usuario sin herir sus sentimientos, reduciendo su posible resistencia y mejorando el índice de adherencia. Éste último es otro procedimiento para cuya práctica exitosa, la preparación y el entrenamiento, son imprescindibles.

Nuestra forma de comunicarnos y de "no-comunicarnos" con la sociedad debe seguir nuevos cauces. Las asociaciones profesionales, sindicatos, colegios profesionales y en especial las universidades deben transmitir un mensaje único capaz de invadir y penetrar en todos los estratos de la sociedad y la política. Hay que considerar dejar atrás las reivindicaciones victimistas que sólo han conseguido reforzar nuestro estatus actual. Nos corresponde comunicar nuestra profesionalidad y sus beneficios para la sociedad basándonos en la evidencia científica, destacando los valores de nuestra historia como profesión pero difundiendo los beneficios de los resultados de nuestra formación, trabajo actual y criterio clínico. Es primordial hacer entender a la población cómo por ejemplo, el trabajo de un neurocirujano en la sala de operaciones es igual de vital que el de una enfermera en la planta de neurocirugía durante su postoperatorio, en términos de supervivencia del paciente. Por otro lado tantos años de inacción, hacen necesario recobrar la confianza en creernos capaces y valorar la importancia y utilidad social de lo que hacemos. Tal y como apunta Rosa María Alberdi, ser capaces y creernos capaces hará que parezcamos capaces; condición imprescindible para poder transmitirlo.

Muchas veces las acciones de cambio a nivel colectivo se vislumbran lejanas poco ágiles desde el punto de vista de nuestro quehacer cotidiano. En consecuencia, es una buena noticia saber que existen actuaciones individuales que podemos poner en práctica desde este mismo instante. Para ello no necesitamos esperar a la redacción de nuevas leyes, ni normas, ni cambios complejos en la estructura de las organizaciones públicas o privadas. No requieren más esfuerzo que nuestra propia voluntad y disposición para llevarlas a cabo.

Unificar "nuestra marca" es una acción fundamental abordable tanto colectiva como individualmente. Es nuestra responsabilidad modificar la forma en que nos identificamos frente a otros profesionales, la administración sanitaria, las entidades para las que trabajamos y la población en general. La forma en la que nos presentamos a nosotros mismos cotidianamente tiene una lectura muy importante puesto que la evidencia confirma que las primeras impresiones cuentan. Solomon Asch, uno de los padres de la psicología moderna, afirma: "Miramos a una persona e inmediatamente, determinadas impresiones sobre su personalidad se forman en nosotros." Estas impresiones están además más cerca de la percepción que de la razón (Todorov, 2017). El cerebro es una máquina de saltar hacia conclusiones, aprovechar este conocimiento para transmitir a los compañeros, instituciones y a los pacientes la confianza, pericia, competencia y compromiso que buscan en un profesional es una oportunidad que no debemos dejar pasar por alto.

Los primeros encuentros son importantes a la hora de encuadrar nuestras creencias sobre los demás. Buresh y Gordon (2013) ofrecen en su hoja de ruta, entre otras, una solución que llama mucho la atención por su simplicidad extrema. Recomiendan adoptar un estilo profesional de presentación ante nuestros colegas, las instituciones, nuestros pacientes y sus familias, que consiste en mantener una imagen física que inspire confianza y presentarnos utilizando nuestro nombre y apellido, seguido de nuestra identificación profesional (enfermera/o) y en aquellos casos en los que no esté contraindicado, estrechar la mano. Este tipo de presentación, combinación de comunicación verbal y no verbal, es una potente herramienta que crea impresiones duraderas y beneficia nuestra imagen profesional. Su ejecución sumamente simple y sin coste económico y su potencial influencia en la sociedad es inimaginable. Tan sólo con calcular la cantidad de pacientes a los que trata una enfermera por primera vez cada día y multiplicándolo por cada enfermera que está trabajando, podemos hacernos una idea de las dimensiones, en término de impacto por persona, que puede llegar a alcanzar. El argumento en contra, suele ser que corremos el riesgo de distanciamiento de nuestros pacientes al actuar de una manera más "seria" frente a ellos. Lo cierto es que contrariamente a esta creencia, las presentaciones profesionales pueden reafirmar la confianza en las enfermeras como expertas clínicas mejorando de esta manera la sensación de seguridad que el paciente percibe.

Las acciones descritas son muy básicas y probablemente no van a solucionar nuestros múltiples problemas de comunicación y sus consecuencias pero en su simplicidad radica también su tremendo valor potencia y viabilidad. Debemos atrevernos a aprovechar esta oportunidad para mejorar nuestro perfil competencial en favor de nuestros pacientes y de la sociedad. La palabras construyen las realidades y quizás la clave de la enfermería que necesitamos para proteger la seguridad de los pacientes la tenga cada enfermera en cada planta, consulta o lugar de trabajo de cada lugar del mundo, cada día.

 

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