En educación médica, el proceso de enseñanza-aprendizaje se desarrolla en etapas en las que alternan la experiencia, la reflexión y la conceptualización. Además, cada individuo tiene un estilo y velocidad diferente de aprender y de percibir la realidad; no todos aprenden de la misma manera ni a la misma velocidad [1].
Este proceso no está libre de errores. Con el paso de los años hemos sido testigos de los cambios necesarios que han ocurrido en la forma de enseñar y evaluar lo aprendido en medicina. Del claustro universitario a las salas de hospitalización hay un abismo considerable que las clases magistrales no son capaces de llenar. Los sólidos conocimientos que los alumnos deben recibir en ciencias básicas, como química, ciencias morfológicas (anatomía, embriología y fisiología) y biología, deberían servir de soporte para solucionar problemas en la práctica diaria. De esta forma, los pacientes recibirían el máximo beneficio. Justamente, este es el punto de intersección entre el aprendizaje basado en la solución de problemas [2] y la medicina basada en la evidencia [3].
Algunos estudios demuestran que la adquisición de conocimientos a través de clases magistrales no promueve ni estimula el aprendizaje. Se ha demostrado que, una semana después de dictarse una clase magistral, sólo se recuerda el 20% de lo vertido en la teoría, y tras 20 minutos de una sesión, el nivel de atención decrece considerablemente. Además, debido a su familiarización con las tecnologías de la información, los estudiantes están acostumbrados al rápido proceso de datos, por lo cual les resulta difícil seguir el ritmo lento de las ponencias [4].
Por otra parte, numerosos especialistas encargados de la explicación teórica en clases magistrales sobrecargan de información a los estudiantes con la implementación de materias no establecidas en el temario, tratando de hacer aprender a los estudiantes, en una sola sesión teórica, todos los conocimientos que ellos han adquirido durante años [5].
En un estudio realizado durante las sesiones teóricas de anatomía humana en la Universidad Cayetano Heredia en Perú, se demostró que las clases magistrales no fueron eficientes en la preparación de las actividades prácticas de los estudiantes, como evidenció el bajo rendimiento académico que presentaron tras la evaluación [6].
Consideramos importante que se mantenga un continuo entre lo aprendido en clase y lo que debe ser objeto de práctica en los hospitales. El uso de la metodología basada en problemas, las sesiones con casos clínicos reales, la enseñanza de las materias de pregrado por médicos con experiencia clínica y una fidelidad al temario son herramientas que pueden mejorar la relación entre la teoría y la práctica.