Ante los cambios en las condiciones sociales, económicas, políticas, culturales y tecnológicas mundiales, la educación médica ha tenido que adaptarse rápidamente para satisfacer las necesidades de la sociedad [1].
El proceso de formación de profesionales en la actualidad exige una conducción que considere como requisito esencial su carácter contextualizado, un enfoque sistémico y dinámico, y valorar como componente curricular rector los problemas profesionales que deben ser resueltos por el futuro egresado. Esta realidad impone un reto a la dirección del proceso de enseñanza-aprendizaje y, por tanto, a sus actores principales, profesores y estudiantes, ya que la asimilación de los contenidos por quien aprende debe permitir el desarrollo de las competencias necesarias y suficientes que faciliten el desempeño esperado en la solución de los problemas que afrontará en su práctica profesional [2].
La microbiología y parasitología médicas aporta las herramientas necesarias para el abordaje de los problemas de salud de la población en los que intervienen agentes biológicos; forma parte de las disciplinas preclínicas en diversos currículos de las carreras de las ciencias de la salud y su objetivo principal es contribuir a la interpretación de los procesos infecciosos como fenómenos sociobiológicos en función del diagnóstico, tratamiento, promoción y prevención de las enfermedades infecciosas [3 4-5].
La situación epidemiológica mundial, regional, nacional y local debe ser uno de los centros de atención por parte de los profesionales y estudiantes de ciencias de la salud, en función de brindar una atención médica de excelencia con un enfoque epidemiológico.
En este sentido, la preparación y superación profesionales se sustenta en la teoría del conocimiento al concebirse a partir de los principales problemas de salud de la población, por lo que la búsqueda de vías de solución, su aplicación y validación constituyen prioridades en su preparación mediante la superación, investigación y el trabajo metodológico.
No podemos pretender cambiar los planes de estudios cada año, sino flexibilizarlos y asumir el aprendizaje con responsabilidad y pertinencia. Por ejemplo, ante la situación emergente que enfrenta los países latinoamericanos con las arbovirosis –favorecidas por la universalidad de su vector [6]–, podrían desarrollarse, de forma presencial o virtual, cursos, conferencias, paneles y eventos científicos, con el fin de integrar y movilizar sistemas de conocimientos, habilidades, hábitos, actitudes y valores para la solución exitosa de la situación epidemiológica imperante.
De esta manera estaríamos garantizando que los egresados tengan la capacidad de desempeñarse tanto en lo local como en lo regional e internacional, haciendo uso de las nuevas herramientas tecnológicas que han modificado la forma como adquirimos, procesamos y generamos el conocimiento.