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FEM: Revista de la Fundación Educación Médica

versão On-line ISSN 2014-9840versão impressa ISSN 2014-9832

FEM (Ed. impresa) vol.21 no.2 Barcelona Abr. 2018

https://dx.doi.org/10.33588/fem.212.943 

EDITORIAL

Ética e integridad en la docencia universitaria

Ethics and integrity in university teaching

Miquel Martínez-Martín1 

1Catedrático de Teoría de la Educación y miembro del grupo de investigación GREM. Universitat de Barcelona

Existe una concepción sobre lo que significa ser una universidad de calidad con aquella que es intensiva en investigación y que prepara bien a sus estudiantes para su incorporación al mundo del trabajo. Estos dos indicadores son importantes, pero no pueden ser los únicos. Es una concepción que desatiende una de las principales dimensiones de la misión de la universidad. La universidad es un espacio de aprendizaje y de ciencia, de creación de conocimiento, pero también debe ser un espacio de formación integral de las personas que acuden como estudiantes.

El impacto de la universidad en la sociedad no es sólo fruto de la investigación o de la formación de excelentes profesionales. El impacto de la universidad en la sociedad también tiene que ver con las maneras de ser y pensar de sus graduados y no solamente con lo que sepan o no sepan hacer. La universidad debe responder ante la sociedad cumpliendo adecuadamente con la formación personal e integral de los estudiantes. Y en el logro de esta misión son determinantes: la cultura docente, que regula las relaciones entre profesorado y estudiantes; la manera como se tratan los temas más controvertidos éticamente en las distintas asignaturas, y la ejemplaridad en el comportamiento del personal docente e investigador en el ejercicio de sus tareas. Por todo ello interesa preguntarse sobre ética e integridad en la docencia universitaria.

La universidad es una institución de educación superior y como tal debe orientar la formación de los futuros graduados precisamente hacia ese nivel 'superior' que comporta alcanzar el bien específico que la sociedad espera de cada profesional, pero también formarlos para que esa práctica profesional esté basada en unos principios y valores. Principios y valores que impliquen compromiso con las personas -usuarios y beneficiarios directos de su ejercicio profesional-, con las instituciones, con los colegas que forman su comunidad profesional y con la sociedad, desde una perspectiva ética de respeto activo a la dignidad de las personas, reconocimiento de solidaridad y pluralismo. Ejercer una profesión no es una cuestión neutral. Ejercer una profesión del más alto nivel de formación como el que corresponde a la universidad consiste no sólo en el desempeño excelente de un oficio, sino también compromiso y ética. Es responsabilidad social y ética de la universidad hacerlo posible y de los profesionales que egresan hacerlo realidad.

La universidad es un espacio de aprendizaje de valores y contravalores, de formas de estar y de ser, y no únicamente un espacio de aprendizaje de los contenidos propios de cada titulación. Esta función, que inevitablemente desempeña la universidad, se da de manera no formal e informal y sólo en algunas ocasiones de manera explícita, intencional por parte de la institución y consciente por parte de los estudiantes. Con frecuencia, en los documentos fundacionales, estatutos o constituciones de las universidades aparecen referencias a estas cuestiones, pero suelen hacerlo en términos declarativos y muy escasamente propositivos. Son declaraciones de buenas intenciones que, a lo sumo, pretenden lograr una buena formación deontológica en sus estudiantes para un buen ejercicio profesional y con frecuencia ignoran la relevancia de la formación ciudadana y ética de sus futuros graduados, cuando precisamente estos graduados serán con probabilidad lideres culturales, empresariales, políticos y sociales cuando se incorporen como profesionales a una sociedad que es cada vez más plural, compleja e incierta.

No se trata de proponer la integración de asignaturas sobre ética o de formar éticamente a los estudiantes en función de un determinado sistema de valores más o menos afín a la institución de la que se trate. Se trata de formar a los estudiantes para que sean competentes éticamente y sepan abordar de forma satisfactoria las situaciones social y éticamente controvertidas que caracterizan nuestro mundo diverso, hipercomplejo, rico en desigualdades, con niveles de incertidumbre notables.

Por esta razón, la cátedra Unesco de Bioética y Derecho de la Universitat de Barcelona en colaboración con la Universidad de Oporto, que ya había elaborado la declaración sobre integridad científica en la investigación universitaria el año 2016, ha presentado recientemente su declaración sobre ética e integridad en la docencia universitaria, reuniendo en el documento un conjunto de reflexiones y recomendaciones fruto de los debates de un grupo de opinión integrado por profesorado de diferentes ámbitos de conocimiento y universidades.

En el documento se ponen de manifiesto algunas de las dificultades que atraviesa la universidad para acometer adecuadamente su tarea; se analizan sus funciones, su ethos y su telos ; ante quién y de qué debe ser responsable; las notas características de lo que se entiende por integridad en la docencia universitaria y, en especial, cómo la actividad relacional que supone la docencia está trufada de situaciones que demandan un aprendizaje ético y en las que el docente desempeña un papel relevante y es un referente, lo quiera o no, para fijar y estimar determinados valores y contravalores mediante su ejemplo o a través de las prácticas y análisis que propicia.

En la declaración se analizan las diferentes dimensiones de la integridad en la docencia universitaria: la relación con los estudiantes; el tratamiento de los contenidos académicos; los escenarios de enseñanza, aprendizaje y evaluación; la relación con colegas y otros miembros de la comunidad universitaria; la relación con la propia institución universitaria y la relación con la sociedad. El texto concluye con un conjunto de recomendaciones sobre la libertad de cátedra y sus limites, los mecanismos de financiación a que deben recurrir las universidades, la vida universitaria, el fomento del esfuerzo, el rigor científico, la curiosidad intelectual y participación en la vida académica de los estudiantes, las malas praxis educativas y el necesario fomento de la cultura de rendición de cuentas y de la evaluación docente e investigadora. En definitiva, analiza las condiciones que debe reunir la docencia en la universidad en términos de ética e integridad.

Con esta declaración, la cátedra que dirige María Casado en la Universitat de Barcelona muestra de nuevo la perseverancia, continuidad y dedicación que la caracteriza y que después de su creación, hace veinticinco años, se ha convertido en un referente europeo y mundial sobre el tema.

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