INTRODUCCIÓN
La dieta mediterránea (DM) es por excelencia el patrón dietático considerado saludable en España. No es solo una forma de alimentarse, sino que representa un estilo de vida, un patrón sociocultural que propone un consumo de alimentos locales, frescos y de temporada (1). Se fundamenta en una ingesta elevada de vegetales (frutas, verduras y hortalizas a diario) y frecuente de frutos secos y legumbres acompañadas de productos de origen animal de calidad, entre los que destaca el pescado, tanto blanco como azul. En este patrón se incluyen los huevos y los lácteos sin azúcar y se recomienda un consumo moderado de carne, especialmente roja y procesada con mayor contenido lipídico (2). En una revisión sistemática, efectuada entre 2014 y 2019 (3) a partir de estudios transversales en estudiantes españoles de Educación Primaria (entre seis y 12 años), se constató que el 69,20 % de ellos, más de la mitad de los participantes, debe mejorar para cumplir con los requerimientos de la DM.
En la misma línea, el último informe del estudio ALADINO 2019, en población infantil española de seis a nueve años, concluye que el 76,20 % de los escolares necesita incrementar la calidad de su dieta, siendo el bajo consumo de vegetales (fruta, verdura y hortalizas, legumbres y frutos secos) y el elevado consumo de azúcares, dulces, o bollería los principales puntos dábiles (4). En la actualidad, existe una sólida evidencia acerca de los beneficios de la DM sobre la salud. Una mayor adherencia a este modelo alimentario previene la mayor parte de las enfermedades no transmisibles asociadas a la edad (cardiometabólicas, neurodegenerativas, respiratorias, cáncer). Además, tambián presenta efectos positivos sobre la depresión y otras alteraciones de la salud mental (5).
Una asociación menos investigada es la interacción entre el comportamiento alimentario y el grado de adhesión a la DM, si bien en los últimos años este tema está siendo foco de interás por su potencial papel en la adquisición de hábitos alimentarios saludables desde la primera infancia. Las conductas que estimulan o inhiben la ingesta y las que se relacionan con la respuesta y el disfrute de los alimentos podrían estar asociadas con la calidad y la variedad de la dieta y, en particular, con el consumo de ciertos productos como la fruta, la verdura o los alimentos altamente palatables, que habitualmente son procesados de baja calidad nutricional (6).
En los últimos años, diversas investigaciones han mostrado cómo los niños, niñas y adolescentes que son definidos por sus progenitores como más conflictivos, selectivos y caprichosos a la hora de comer presentan conductas que frenan el consumo o “antiingesta”, rechazan más alimentos y, en tárminos generales, presentan menor adhesión a un patrón de alimentación saludable (7,8). Este grupo de escolares parece, a su vez, tener una mayor preferencia por productos insanos de alto valor calórico y baja calidad nutricional (9), además de menor aceptación de alimentos básicos de la DM como verduras, frutas, pescado o legumbres (10,11).
Por otro lado, conductas consideradas como estimuladoras del apetito o “proingesta”, como la menor capacidad de respuesta a la saciedad, tambián se han relacionado con la elección y el consumo de alimentos más palatables, lo que se traduce en mayor ingesta calórica y de procesados de baja calidad (12). Además, otros comportamientos proingesta como un mayor disfrute por la comida o respuesta favorable a los alimentos (entendida como mayor aceptación y placer por ingerir distintos productos), así como la mayor velocidad al comer, parecen relacionarse de nuevo con un consumo más elevado de productos procesados de baja calidad (13). Asimismo, otros factores como la alimentación emocional pueden influir en el nivel de adherencia a la DM. Como se demostró en un reciente estudio efectuado sobre una muestra de escolares italianos de ocho y nueve años, aquellos que presentan subalimentación emocional (por estrás, tristeza, ansiedad, etc.) presentan un menor apego a la DM (14).
Hallazgos previos indican la utilidad de identificar fenotipos de comportamiento alimentario en la infancia y adolescencia mediante la aplicación de cuestionarios validados como el Children’s Eating Behaviour Questionnaire (CEBQ) (15), empleado en el presente estudio. El conocimiento de los mecanismos que subyacen a los hábitos de alimentación, destacando las conductas alimentarias que predisponen a unas u otras elecciones alimentarias o relacionadas con el riesgo de obesidad, podría ser de gran ayuda para el abordaje de los estados de malnutrición en edad pediátrica (16).
En este contexto, el objetivo del presente estudio es investigar la asociación entre el comportamiento alimentario (evaluado a travás del CEBQ y focalizando en las conductas proingesta y antiingesta) y la calidad de la dieta, medida por el grado de adherencia a la DM.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se trata de un estudio transversal descriptivo y analítico en una muestra de 283 escolares madrileños de entre seis y 16 años (189 varones [66,79 %) y 94 mujeres [33,21 %]). La selección fue por muestreo de conveniencia y la recogida de datos se llevó a cabo entre 2019 y 2021 en centros escolares y polideportivos de la Comunidad de Madrid, España.
Los datos fueron anonimizados y desagregados, de tal manera que la información recabada no permite la identificación de ningún sujeto. El estudio fue aprobado por el Comitá de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid (CEI-91-1699). Además, se trabajó respetando los principios bioáticos de la Declaración de Helsinki en su versión más actualizada (17) y se consideró como requisito indispensable disponer del consentimiento informado de las madres, padres y/o tutores de los escolares.
Para evaluar el comportamiento alimentario, los progenitores o tutores respondieron al cuestionario CEBQ (15). Tambián respondieron a la encuesta de adherencia a la dieta mediterránea KIDMED (18).
Se evaluó el perfil antropomátrico completo de los escolares diagnosticando su condición nutricional. Este aspecto no es objeto del presente trabajo, si bien se ofrecen los datos como material suplementario. Se aplicaron los puntos de corte propuestos por Cole y cols. 2007 (19) para el índice de masa corporal (IMC) y las referencias de Marrodán y cols. (20) para el índice de cintura-talla (ICT).
EVALUACIÓN DE LA CALIDAD DE LA DIETA O HÁBITOS ALIMENTARIOS
La calidad de la dieta fue evaluada a partir del cuestionario KIDMED (18). Esta herramienta fue validada por Serra-Majem y cols. en el año 2004 y se define como una encuesta de adherencia a la dieta mediterránea infantil y adolescente. El cuestionario se construye a partir de 16 ítems o preguntas que se responden con “sí” o “no” y que puntúan con +1 cuando se cumple un hábito saludable o -1 cuando no sucede así. A partir del sumatorio de las diversas cuestiones y siguiendo las pautas de los autores del trabajo original, se establecieron las siguientes categorías referentes al grado de adherencia a la DM: bajo nivel de adhesión (≤ 3 puntos), medio nivel de adhesión (4-7 puntos) y elevado nivel de adhesión (≥ 8 puntos).
EVALUACIÓN DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO
El comportamiento alimentario se analizó a partir del CEBQ (15). Se trata de un test psicomátrico validado que permite conocer la conducta alimentaria de niños y adolescentes evaluando distintas dimensiones del estilo de alimentación como la respuesta a la saciedad, el gusto por la comida, la velocidad de la ingesta y el consumo emocional de alimentos, entre otros. Consta de 35 ítems que evalúan ocho subescalas de conducta alimentaria y cuyas preguntas se responden con una escala tipo Likert con opción a puntuar del 1 al 5 según la intensidad de la conducta: nunca = 1, casi nunca = 2, a veces = 3, a menudo = 4, siempre = 5. Un total de cinco ítems marcados en el cuestionario se puntúan a la inversa (cuestiones 3, 4, 10, 16 y 32).
Los diversos ítems se clasifican en ocho subescalas: respuesta a los alimentos (RA; cinco ítems), disfrute de los alimentos (DA; cuatro ítems), comer en exceso emocional (SOA; cuatro ítems), deseo de beber (DD; tres ítems), lentitud para comer (LC; cuatro ítems), capacidad de respuesta a la saciedad (SR; cinco ítems), exigencia a los alimentos (EA; seis ítems) y subalimentación emocional (SUA; cuatro ítems). Las cuatro primeras subescalas tienen un enfoque positivo o relacionado con una mayor ingesta alimentaria (“dimensión proingesta”), mientras que las últimas cuatro subescalas se relacionan con la evitación de alimentos o respuestas negativas relacionadas con la alimentación (“dimensión antiingesta”). Se ha empleado la versión traducida al español del CEBQ previamente validada (21).
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
La consistencia interna de las ocho subescalas del cuestionario CEBQ y las estimaciones de fiabilidad se determinaron mediante el alfa de Cronbach, por encima de 0,70 para todos los factores, excepto para la subescala 1.
Como todas las variables siguieron una distribución no normal, se realizaron las pruebas de contraste de medias U de Mann-Whitney y H de Kruskal-Wallis para comparar el grado de adherencia a la DM en función de las puntuaciones medias de cada subescala del CEBQ.
Con el propósito de cuantificar el peso o la influencia de las conductas alimentarias sobre la calidad de la dieta, se construyeron diferentes modelos de regresión logística binaria en los que la variable independiente fue el promedio en cada subescala del CEBQ, categorizado en función de presentar una puntuación inferior o superior a la mediana (p50) para cada una de las subescalas. Las variables dependientes fueron o bien la puntuación global del KIDMED (categorizada en función de la p50, que fue una puntuación de 6) o las diferentes preguntas de adherencia a la DM por separado, categorizadas dicotómicamente en función de si se cumplía o no cada ítem.
El análisis estadístico se realizó combinando los softwares IBM SPSS V.24 y R 4.1.2.
RESULTADOS
La descripción de las características antropomátricas de la muestra de escolares se presenta en la tabla I.
n: número de escolares.
*Referencias para el índice de masa corporal (IMC) de Cole y cols. (19).
†Referencias para el índice de cintura-talla (ICT) de Marrodán y cols. (20).
Un 13,10 % (37) de los participantes presentaron baja adherencia a la DM, un 59,00 % (167) presentó adherencia media o mejorable y un 27,90 % (79), alta adherencia. No se encontraron diferencias significativas entre sexo y edad, aunque en general la serie femenina y el grupo de edad de 11-16 años obtuvieron mejores puntuaciones.
Analizando los ítems de calidad de dieta por separado, cabe destacar que tan solo el 20,90 % (59) de la muestra incluye al menos las dos raciones diarias de verdura recomendadas y tan solo el 41,30 % (117) consume más de una fruta diaria. Dicho de otra forma, el 79,10 % (224) y 58,70 % (166) no incluye a diario suficiente verdura y fruta. Por otra parte, un 75,90 % (215) consume dos o más raciones de pescado a la semana, un 73,10 % (207) incluye dos o más raciones semanales de legumbre y tan solo un 32,20 % (91) cubre las recomendaciones de ingesta de frutos secos. En contraposición, un 36,70 % (104) de los escolares consume bollería industrial o similar habitualmente en el desayuno, un 13,70 % (39) incluye dulces y golosinas aparte de los del desayuno y un 15,80 % (45) no acostumbra a desayunar a diario (Fig. 1).
En la figura 2 se comparan las puntuaciones promedio de las dimensiones proingesta y antiingesta del cuestionario CEBQ en relación con la calidad de la dieta. Se observan diferencias significativas en la subescala proingesta de disfrute de alimentos, entre escolares con baja, media y alta adherencia a la DM (CEBQ-DA 3,57, 3,91 y 4,01, respectivamente; p = 0,001); las puntuaciones más altas son las de los participantes con mejor nivel de adhesión al modelo mediterráneo. Asimismo, aquellos participantes con menor grado de adhesión tenían puntuaciones más altas en las subescalas antiingesta de capacidad de respuesta a la saciedad (CEBQ-RS 2,54, 2,42 y 2,35; p = 0,032), de exigencia a los alimentos (CEBQ-EA 3,07, 2,70 y 2,50; p = 0,012) y de subalimentación emocional (CEBQ-SUA 2,42, 2,37 y 2,55; p = 0,045). Las demás subescalas del CEBQ no revelaron asociaciones significativas con la calidad de la dieta evaluada por KIDMED.
Si se analizan los diferentes ítems del cuestionario KIDMED por separado y su asociación con las puntuaciones promedio de las subescalas proingesta y antiingesta del CEBQ tambián se encuentran asociaciones significativas (Figs. 3 y 4). Los escolares que consumían más verduras tenían mayor puntuación en la subescala proingesta de disfrute de los alimentos (CEBQ-DA 3,83 vs. 3,67; p = 0,005). Asimismo, presentaban menos lentitud para comer, o comían de media más deprisa (CEBQ-LC 1,42 vs. 1,70; p = 0,002). Tambián los que más consumían verduras, hortalizas y frutos secos eran menos exigentes con los alimentos (verduras: CEBQ-EA 2,58 vs. 2,75, p = 0,020; frutos secos: CEBQ-EA 2,62 vs. 2,83, p = 0,044).
Por su parte, los mayores consumidores de pescado tenían menor puntuación en la subescala antiingesta lentitud para comer (CEBQ-LC 2,34 vs. 2,54; p = 0,05) y los que consumían más legumbre tenían menor deseo o susceptibilidad a los alimentos más sabrosos o palatables (CEBQ-RA 2,32 vs. 2,48; p = 0,042).
Los escolares que ingerían cereales en el desayuno presentaban más disfrute por los alimentos que los que no (CEBQ-DA 3,98 vs. 3,67; p < 0,001), menor capacidad de respuesta a la saciedad (CEBQ-RS 2,36 vs. 2,45; p = 0,007) y menor exigencia por los alimentos (CEBQ-EA 2,51 vs. 2,77; p = 0,050).
Además, aquellos que desayunaban a diario tenían menos puntuación en la exigencia a los alimentos o eran menos quisquillosos con la comida (CEBQ-EA 2,48 vs. 2,73; p = 0,047).
Por último, los consumidores habituales de bollería y galletas tenían más velocidad para comer o menor puntuación en lentitud para comer, traducido en probable mayor ingesta (CEBQ-LC 2,39 vs. 2,57; p = 0,049). Los consumidores habituales de golosinas y caramelos tenían menor disfrute por los alimentos (CEBQ-DA 3,67 vs. 3,92; p = 0,028) y eran más exigentes con la comida (CEBQ-EA 3,00 vs. 2,65; p = 0,050).
Los análisis de regresión encontraron asociaciones significativas entre las puntuaciones obtenidas por los escolares en las subescalas de conducta alimentaria y la adherencia a la DM, cuando se controlaron por sexo y edad.
Como queda patente en la tabla II, al relacionar el comportamiento alimentario con la puntuación global de calidad de dieta KIDMED encontramos que un mayor disfrute por los alimentos se asoció a 2,03 veces más probabilidad de mejor calidad de dieta. Por el contrario, un alto deseo de beber se asoció a 1,58 veces más riesgo de tener peor adherencia a la dieta y una mayor exigencia a los alimentos, con peor adherencia a la DM en 1,86 veces.
CEBQ: Children’s Eating Behaviour Questionnaire.
El análisis se ajustó por sexo, edad e índice de masa corporal (IMC).
La variable independiente en la relación son las categorías del CEBQ (en función de la puntuación p50).
Grupo de referencia = categoría referida a menos puntuación en las subescalas CEBQ (puntuación menor de p50).
Variable dependiente: puntuación KIDMED (adherencia baja + mejorable y adherencia alta).
Diferencias significativas; *p < 0,05.
Por otro lado, identificamos asociaciones entre el comportamiento alimentario según CEBQ y los distintos ítems de DM por separado (Tabla III). Los escolares con alto disfrute por los alimentos tenían 1,91 más probabilidades de cubrir el consumo diario de verduras, 2,43 más probabilidades de consumir cereales diariamente de desayuno y 2,04 veces menos riesgo de consumir golosinas y dulces habitualmente. Por su parte, los escolares con alta respuesta a los alimentos, o alto deseo por alimentos con características organolápticas más fuertes, consumían 1,74 veces menos legumbres.
CEBQ: Children’s Eating Behaviour Questionnaire; OR: razón de probabilidades; IC: intervalo de confianza.
El análisis se ajustó por sexo y edad.
La variable independiente fue la puntuación en las subescalas de CEBQ.
Grupo de referencia = puntuación menor en subescalas CEBQ (dos categorías a partir de la p50 de cada puntuación en cada subescala).
*Diferencias significativas; *p < 0,05.
Respecto a las conductas antiingesta, los escolares con menor capacidad de saciedad consumían más cereales de desayuno (2,14 veces más) y más golosinas (2,31 veces más). Tambián se observa que los escolares que tendían a comer más deprisa o con menos lentitud para comer eran los que más consumían verduras (1,92 veces más) y pescado (1,73 veces más). Por último, los escolares más exigentes o quisquillosos con la comida consumían menos alimentos del patrón mediterráneo: 2,03 veces menos fruta a diario, 2,75 menos verduras, 2,05 menos frutos secos y 1,65 menos aceite de oliva. Además, acostumbraban a desayunar a diario 2,37 veces menos.
DISCUSIÓN
La calidad de la dieta de los escolares que participaron en el presente estudio se categorizó como intermedia o mejorable. Como ha puesto de relieve la literatura científica, una mayor adherencia a la DM se relaciona con menor riesgo de obesidad (22). El estudio ALADINO 2019 identifica cómo los escolares con niveles de baja o mejorable adherencia a la DM (valorada mediante el cuestionario KIDMED) se encuentran en las categorías ponderales más altas (4). El reciente estudio PASOS (Actividad Física, Sedentarismo y Obesidad en la Juventud Española), en el que se incluyeron 3.607 escolares de entre ocho y 16 años, mostró resultados similares ya que tan solo un 39,10 % de las niñas y un 41,40 % de los niños tenían dieta de alta calidad, que se asociaba a un menor riesgo de obesidad (23).
Focalizando en uno de los principales rasgos de la DM, el consumo de frutas, verduras y hortalizas, cabe destacar que un 38,60 % de los participantes en el estudio ALADINO y un 50,70 % del PASOS consumía dos frutas a diario. En el presente estudio, la cifra es intermedia, del 41,30 %. Sin embrago, en lo que respecta a las verduras y hortalizas, el porcentaje de sujetos que alcanzaba dos raciones diarias en la muestra aquí analizada (20,70 %) fue inferior al reportado en ALADINO (46,10 %) y PASOS (32,50 %).
Estas cifras no son de extrañar ya que se estima que la población española general consume de media 2-3 raciones diarias de frutas, verduras y hortalizas, la mitad de lo que indica la recomendación, que son cinco al día (24).
Por su parte, el estudio de Seguimiento del Niño para un Desarrollo Óptimo (SENDO) en población pediátrica española concluyó que por cada dos puntos adicionales en el cuestionario KIDMED, la ingesta de energía proveniente de ultraprocesados fue un 3,10 % menor. Además, concluyeron que el 71,60 % de la ingesta de azúcares libres provenía de dichos ultraprocesados, por lo que la buena adherencia a la DM contribuye a reducir el consumo excesivo de azúcares (25).
Las conductas alimentarias influyen en la calidad de la dieta y las elecciones alimentarias del día a día. La asociación entre las puntuaciones en el CEBQ y la calidad de la dieta evaluada por KIDMED arroja resultados destacables. En el presente estudio, se observa cómo aquellos escolares con más disfrute por los alimentos, entendido como placer experimentado al comer, presentan mayor adherencia a la DM porque suelen consumir más alimentos vegetales y pescados. Este resultado coincide con el obtenido en un estudio en 3.879 escolares portugueses de siete a diez años de edad que evaluó la relación bidireccional entre el CEBQ y la calidad de dieta, encontrando una asociación significativa entre esta última y un mayor disfrute por comer (26). Otro hallazgo destacado en dicho estudio fue la asociación inversa entre la exigencia a los alimentos y la calidad de la dieta. Los escolares más exigentes o quisquillosos con la comida presentaban peor adherencia a la DM, en línea con nuestros resultados, posiblemente debido a un mayor rechazo por alimentos “menos aceptados”, como vegetales, y mayor consumo de procesados de baja calidad, pero más palatables.
Siguiendo en la misma línea, un estudio efectuado sobre una amplia muestra de 4.537 escolares portugueses concluyó que, a los siete años, aquellos con una dieta más variada puntuaban más bajo en exigencia a los alimentos y más alto en el ítem de disfrute por la comida (27). Una investigación similar en 1.175 ni- ños de siete a diez años de edad reflejó un mayor consumo de ultraprocesados, o lo que sería lo mismo, peor calidad de la dieta, en los escolares que puntuaban más alto en las subescalas de respuesta y de exigencia por alimentos y más bajo en capacidad de respuesta a la saciedad (28).
En el presente estudio tambián se han analizado de forma independiente distintos hábitos alimentarios recogidos en el cuestionario KIDMED y su posible relación con conductas alimentarias. De nuevo, los resultados se presentan prometedores, aunque apenas existen estudios previos que relacionen CEBQ con preguntas del KIDMED o con aspectos nutricionales específicos que permitan establecer comparaciones. A grandes rasgos, se detecta que los escolares con mayores puntuaciones en la subescala proingesta de disfrute por los alimentos y menores en la subescala relacionada con la exigencia a los alimentos tenían un mayor consumo de alimentos básicos de la DM (verduras y hortalizas, pescado, fruta, frutos secos o aceite de oliva) y menor ingesta de golosinas o productos procesados. Algunos estudios previos corroboran estos resultados y concluyen que un mayor disfrute por los alimentos se relaciona con mayor ingesta de verduras y frutas, porque suelen ser niños menos quisquillosos con la comida y que aceptan una alimentación más variada (29). Tambián existe evidencia de que un menor consumo de verduras, hortalizas y frutas es más probable en los escolares más exigentes con la comida y con más pronta respuesta a la saciedad (29).
Por otra parte, se ha constatado una asociación entre una respuesta favorable y una actitud de disfrute al comer, con un mayor gusto y consumo de productos palatables, grasos o dulces, como bocadillos, tentempiás y bollería (30). En la muestra de escolares aquí analizada, los niños y niñas que disfrutaban más con la comida eran justamente los que menos dulces y golosinas consumían, posiblemente porque son al mismo tiempo los menos exigentes y los que aceptan una mayor variedad de alimentos.
Respecto a la alimentación emocional tanto por exceso como por defecto, no se ha encontrado ninguna asociación con la puntación KIDMED ni con hábitos alimentarios específicos. Sin embargo, cabe mencionar que la tendencia fue de mayores puntuaciones de sobrealimentación emocional en los consumidores habituales de bollería y galletas (2,21 vs. 2,09) y de golosinas y caramelos (2,24 vs. 2,13). Otros estudios, como el publicado por Jääskeläinen y cols. (31), reportaron mayor consumo de productos insanos y de procesados de peor calidad en niños con mayores puntuaciones de sobrealimentación emocional. En general, la mayor probabilidad de comer por impulsos y por ansiedad, o de hacer ingestas más frecuentes, puede ser la explicación que lleve a un mayor consumo de productos con la base común de ser ricos en carbohidratos como almidón y azúcares simples, además de ser altamente palatables (32,33). Dicha tendencia no se encuentra asociada al consumo de otros alimentos como legumbres, verduras, frutas, pescado o frutos secos. Por el contrario, los sujetos que consumen estos productos saludables en mayor cantidad puntúan más bajo en las subescalas de alimentación emocional.
Cabe mencionar que los estudios de asociación entre calidad de dieta y comportamiento alimentario presentan limitaciones e incluso ciertas contradicciones. Ello se debe a que las conductas alimentarias pueden influir en la calidad de la dieta o en la frecuencia de consumo de algunos grupos de alimentos en particular de manera diferente en cada escolar. Por ejemplo, un escolar con mayor exigencia a los alimentos puede consumir menor energía total al día e ingerir menos vegetales de media, por el rechazo que le producen, pero tambián consumir más aporte calórico porque solamente acepta productos procesados altos en calorías, azúcar, harinas y grasas de peor calidad.
El estudio presenta limitaciones. La tácnica empleada para el muestreo no asegura la representatividad del grupo poblacional estudiado. Sería conveniente incrementar el efectivo muestral siguiendo un mátodo probabilístico para asegurar la potencia de las asociaciones observadas. El estudio tambián tiene fortalezas, destacando que actualmente la evidencia que asocia las conductas alimentarias sobre la alimentación es muy limitada y normalmente se centra en población adulta o en escolares de menor edad, siendo reseñable el amplio rango de edad incluido y, específicamente, la población adolescente.
En conclusión, las conductas alimentarias pueden tener un importante papel en la calidad de la dieta de los escolares, destacando el mayor disfrute por los alimentos y la menor exigencia por los alimentos, asociadas en ambos casos al doble de probabilidad de tener un mayor grado de adherencia a la DM, gracias fundamentalmente a un consumo de entre el doble y el triple de vegetales y casi el doble de frutos secos o pescado, y aproximadamente la mitad de ingesta de procesados de baja calidad, como golosinas y dulces. Otras conductas relacionadas con la saciedad y la velocidad de ingesta tambián influyen notablemente en las elecciones dietáticas que condicionan la calidad del patrón alimentario.
Dada la naturaleza bidireccional de los efectos entre las conductas alimentarias y la calidad de la dieta, el análisis conjunto de los hábitos y las conductas alimentarias puede ser la base de futuras intervenciones personalizadas en los primeros años de vida. Es importante una mayor investigación sobre las elecciones alimentarias y la calidad de dieta en relación con las conductas alimentarias para establecer patrones más definidos de dieta que permitan un mejor abordaje por parte de los profesionales de la salud en la mejora de los hábitos alimentarios y la prevención de la obesidad desde la etapa escolar.