Sr. Director: El Reglamento Sanitario Internacional (2005) exponía que las amenazas para la salud pública internacional en el siglo XXI se centraban en 7 campos: enfermedades epidemiógenas, enfermedades transmitidas por los alimentos, brotes accidentales, brotes intencionados, accidentes por sustancias químicas tóxicas, accidentes radio nucleares y desastres ambientales.1 La pandemia por Covid-19 ha puesto de manifiesto que este tipo de situaciones de riesgo para la salud de la población tienen un carácter multifactorial y que es necesario identificar nuevas fuentes de información y proponer distintos abordes metodológicos para su gestión.
La futura Agencia Estatal de Salud Pública (AESP), independientemente de que disponga finalmente de competencias ejecutivas o no, presumiblemente desarrollará una serie de funciones2 y entre ellas también se hallarán las funciones del actual Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES).
Le corresponden al CCAES la detección de eventos y señales, verificación, análisis a través de la conocida como Inteligencia Epidemiológica (Epidemic Intelligence) que se define como el proceso de detección, cribado/filtrado, verificación, análisis, evaluación e investigación de la información de aquellos eventos o situaciones que puedan representar una amenaza para la salud pública.3
Existe otra opción conocida como inteligencia sanitaria (medical intelligence o “MEDINT”), con menos difusión en el ámbito sanitario civil ya que suele estar encuadrada y liderada por ministerios de defensa de los diferentes países.
La inteligencia sanitaria es un concepto definido y establecido en el AJMedP-3 “Allied Joint Doctrine for Medical Intelligence” de la OTAN y se define como la “inteligencia derivada de información sanitaria, bio–científica, epidemiológica, medioambiental y cualquier otra información relacionada con la salud humana o animal.4 Existen diferencias entre ambos modelos (ver Figura 1).
Los sistemas de información conforman la materia prima que facilita la toma de decisiones y como se ha podido comprobar durante la pandemia, estos sistemas de información también están tradicionalmente muy relacionados con las estructuras encargadas de la seguridad nacional en los países. Esto se da, entre otras razones, debido a que alguna de estas informaciones trata de obtenerse al margen de los canales oficiales porque a pesar de que se haya mejorado en la detección de brotes a nivel local, los gobiernos de las diferentes naciones valoran negativamente su notificación a nivel internacional debido al prejuicio económico y político a los que se pueden enfrentar.
Cambiar por un modelo basado en la inteligencia sanitaria nos daría muchas más capacidades a la hora de gestionar eventos de interés sanitario, pero precisaría de reforzar la coordinación con otras estructuras del Estado y de la inclusión en la estructura de la AESP de personal con perfil de analista de inteligencia (Real Instituto Elcano, Centro Nacional de Inteligencia. El analista de inteligencia en la era digital) y formación complementaria en disciplinas como ciencias de la información, inteligencia artificial e investigación operativa que facilite la toma decisiones en este tipo de eventos.
Sera necesario contar en la organización de la AESP con profesionales del campo de conocimiento enfermero por el papel primordial que tiene este personal en la gestión y organización hospitalaria, el conocimiento de su comunidad en atención primaria o las diversas competencias que se tienen en salud pública tanto en territorio nacional como las relacionadas con la salud internacional.