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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología
versão impressa ISSN 0365-6691
Arch Soc Esp Oftalmol vol.77 no.11 Nov. 2002
SECCIÓN ICONOGRÁFICA
OJO CON LOS INSECTOS
ASCASO PUYUELO FJ1, CRISTÓBAL BESCÓS JA1
La mirada de un insecto encierra un mundo de fascinantes imágenes propias de la ciencia ficción. Es un misterio comprender qué esconden esos enigmáticos ojos y de qué manera contemplan el mundo. Reza el refrán que «dos ojos son mejor que uno». Los insectos, en su concentrada perfección, fueron más allá, y a sus dos enormes ojos compuestos, añadieron varios ojos simples u ocelos.
Fig. 1. La voraz mantis (Mantis religiosa).
Los ojos compuestos, cual hermosos brillantes tallados, funcionan como si miles de ellos estuvieran concentrados en uno, proporcionando una visión en mosaico. Con aspecto de panal, constan de numerosas celdillas llamadas omatidios. Su número, del cual depende el poder resolutivo del ojo, es mayor en aquellos insectos que son diestros voladores y persiguen sus presas guiados por la vista. Por ejemplo, las libélulas, que pueden alcanzar los 28.000 omatidios, cazan mosquitos en vuelo al anochecer, cuando está tan oscuro que nosotros sólo sentiríamos su zumbido. Cada omatidio, unidad visual provista de córnea, cono cristaliniano y retícula sensitiva, posee su propio campo visual, completamente diferente al de los elementos vecinos. Así, el insecto reticula el cielo y el terreno que sobrevuela, manteniendo una dirección concreta según la respectiva posición del sol.
Fig. 2. El llamativo colorido de los ojos de un tábano (Hybomitra micans).
Gracias a los ocelos u ojos simples, sensibles a la luminosidad ambiental, determinan exactamente el momento del primer despegue matutino y el último vuelo posible al anochecer.
Fig. 3. Caballito del diablo (Platycnemis pennipis).
Aunque su percepción de las formas es mucho menos precisa que la nuestra, algunos insectos pueden distinguir hasta 250 imágenes por segundo, frente a las 16 del ser humano. También distinguen colores, pero su espectro visible difiere del humano, siendo poco sensibles al rojo, pero sí a infrarrojos y ultravioletas, imperceptibles para el hombre.
Fig. 4. Mosca cernícalo.
Olvidando el aspecto más o menos desagradable de un insecto, si apreciamos la inusitada y oculta belleza que encierran algunos de sus ojos, comprenderemos que estamos ante hermosas creaciones de la Naturaleza, que a modo de escultor, se ha esmerado en el modelado de órganos tan perfectos.
1 Doctor en Medicina. Servicio de Oftalmología. Hospital Clínico Universitario de Zaragoza. España.
Correspondencia:
Fco. Javier Ascaso Puyuelo
Servicio de Oftalmología. Hospital Clínico Universitario
Avda. San Juan Bosco, 15
50009 Zaragoza
España
E-mail: adileza@comz.org