La prescripción de un medicamento se considera apropiada cuando se basa en datos científicos sólidos, la relación riesgo-beneficio es favorable, el tiempo y las dosis son adecuadas, y es coste-eficaz1. Las personas mayores son especialmente vulnerables a sufrir los efectos adversos de la prescripción inapropiada por muchas razones, entre las que destacan los cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos relacionados con el envejecimiento, la multimorbilidad, la polifarmacia, la escasa formación de los profesionales en farmacología geriátrica y, muy especialmente, la exclusión de los pacientes mayores complejos de los ensayos clínicos. Las consecuencias de todo ello son un aumento del número y la gravedad de las reacciones adversas en este grupo poblacional, que empeora su salud y su calidad de vida, aumentando en consecuencia el uso de recursos sanitarios y los costes de la atención2,3. La prescripción inapropiada en personas mayores se ha convertido en un problema sanitario de primer orden.
El primer paso para poder afrontar este grave problema es determinar qué prescripciones son claramente inapropiadas y cuantificar su prevalencia. Los criterios explícitos de prescripción inapropiada están demostrando ser una de las maneras más eficientes de hacerlo, siendo superiores en ello a la intervención farmacéutica tradicional4. Desde que aparecieron los primeros criterios (publicados por Beers en 19915) la investigación en este campo avanzó muy lentamente, si bien en los últimos años, a raíz de la publicación de los criterios STOPP-START6, promovidos por la European Union Geriatric Medicine Society, y la decisión de la American Geriatrics Society de asumir como propios y renovar periódicamente los criterios de Beers, la investigación en este campo está creciendo rápidamente7. España se está mostrando especialmente activa en este campo8.
Los criterios de Beers y los criterios STOPP pueden usarse, al menos parcialmente, en grandes bases de datos, como se demuestra en un estudio reciente publicado en Farmacia Hospitalaria(9, aunque los resultados de ambos criterios no son superponibles10. Generalmente, aunque no siempre, los criterios STOPP detectan un mayor número de prescripciones inapropiadas que los criterios de Beers. Una de las razones es que los segundos están desarrollados para el sistema sanitario de EEUU, donde los medicamentos aprobados y más utilizados no coinciden siempre con las pautas europeas, algo que se señala con acierto en la carta al director publicada en éste ejemplar de la revista11.
En todo caso, no debe olvidarse que el objetivo final de los criterios explícitos que buscan detectar medicamentos inapropiados no es sólo la cuantificación del problema, ni siquiera la reducción del número de fármacos inapropiados por sí misma, sino la mejora de los problemas de salud causados por la prescripción inapropiada. Los criterios de Beers aún no han demostrado mejorar las reacciones adversas y los criterios STOPP sólo lo han hecho, por el momento, en algunos estudios pequeños de intervención. El proyecto europeo SENATOR (Development and clinical trials of a new Software ENgine for the Assessment & optimization of drug and non-drug Therapy in Older persons, www.senator-project.eu), un estudio multicéntrico de intervención actualmente en curso, será sin duda un importante paso adelante.
Los farmacéuticos y los médicos son cada vez más conscientes de la necesidad de mejorar la prescripción en los pacientes mayores. Todos los esfuerzos por hacer visible y abordable este problema son bienvenidos, ya que uno de los principales compromisos de la asistencia sanitaria aún no ha cambiado: primum non nocere.