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Index de Enfermería
versão On-line ISSN 1699-5988versão impressa ISSN 1132-1296
Index Enferm vol.16 no.58 Granada Out. 2007
MISCELÁNEA
LA MIRADA
Desafío al contagio. La amistad ofrecida por el enfermo tísico
Defy to contagion. The friendship offered by the consumptive patient
Susana Borge Dafonte, Ana Fernández Conde, Evangelina Vázquez Sánchez
Enfermeras. Complejo Hospitalario de Ourense (CHOU), España. malofe@yahoo.es
En principio parece una fotografía sin interés, excepto para los protagonistas. Luis y Odila rodeados de amigos posan para inmortalizar un día muy señalado: el bautizo de su pequeña, su hija Celia. Sin embargo las dos columnas de piedra que encuadran a los protagonistas de la foto encierran también al fondo un amplio y sobrio edificio de piedra: el Sanatorio Tuberculoso Santo Cristo de Piñor ubicado en el pueblo de Parada de Piñor a 3 km. de la ciudad de Ourense.
Corría el año 1949. El 17 de septiembre el Caudillo inaugura este sanatorio y el 25 de octubre empieza a funcionar; ese mismo día entraron a trabajar en él como cocinero y costurera Luis y Odila. Allí se hicieron novios y finalmente se casaron. En tiempos de tanta miseria y necesidad suscitaban la envidia de los vecinos del pueblo por un lado y el rechazo por el otro. El régimen interno suponía abundancia de comida y un sueldo a final de mes pero esto no era aliciente suficiente para aquellos que pensaban que podrían pagar un alto precio por ello. El miedo al contagio de la enfermedad superaba al hambre que padecían, así que sólo los más valientes (visión de los trabajadores) o los más insensatos (visión del vecindario) aceptaban trabajar allí.
La actitud reinante y generalizada del pueblo era de miedo y rechazo a todo lo relacionado con el sanatorio. Odila recuerda tristemente el aislamiento al que los sometían excluyéndolos de toda vida social fuera de aquel recinto. En especial le dolía la infancia que le ofrecieron a su hija. Celia, sin embargo, recuerda que pasaba horas y horas jugando en esos preciosos jardines rodeada de enfermos: fueron los mejores años de mi vida, tenía que seguir las instrucciones de mis padres al pie de la letra para que no pasara nada (no chupar objetos ajenos, alejarme cuando tosían y estornudaban, tener cuidado con algún paciente deseoso de sexo, etc). Luis relató como a pesar de los avances en el tratamiento de la enfermedad, muchos no la superaban y la muerte seguía cobrándose víctimas: morían enfermos todos los días. Reconoce que sus mejores amigos fueron enfermos tuberculosos, de hecho alguno de ellos figura en esta foto, por lo que afirmó tajantemente: el enfermo tuberculoso hacía muy buen amigo.