INTRODUCCIÓN
El síndrome de Ogilvie fue descrito por primera vez en 1948 en el British Medical Journal por William Heneage Ogilvie, de ahí su nombre. Consiste en una seudobs-trucción aguda del colon sin una causa orgánica que lo justifique. Su etiología es desconocida, pero se ha asociado a trastornos neurológicos, procedimientos quirúrgicos, insuficiencia cardíaca, infecciones graves, enfermedades metabólicas y enfermedades hidroelectrolíticas1,2.
Actualmente, su fisiopatología no se conoce bien, pero se sospecha que es por afectación indirecta del plexo parasimpático del colon, que provoca una pérdida del tono muscular que conduce a una distensión que genera la obstrucción del intestino. Sería, por tanto, un desequilibrio entre la inervación simpática y parasimpática del colon3,4.
Este concepto de que la pared del colon y el recto puede relajarse en respuesta a estímulos fisiológicos y farmacológicos explica un desequilibrio autonómico del control intrínseco como base del síndrome. Esta hipótesis se ha comprobado al obtener un alivio sintomático por medio de un bloqueo adrenérgico, conseguido por la estimulación colinérgica o por el uso de neostigmina5,6.
Entre sus síntomas, destaca la distensión abdominal moderada-grave, disnea, dolor abdominal, presencia de abdomen timpánico, dolor tipo cólico en hipogastrio, náuseas, fiebre y estreñimiento. En casos raros puede cursar con diarrea7.
Afecta principalmente a individuos mayores de 30 años de edad, siendo más frecuente después de los 60 años y en el sexo masculino8. Se trata de una enfermedad rara, poco habitual en la población (afecta a 1 de cada 2.000 personas), con un rango de mortalidad del 35-70%. Cuanto más temprano se inicie el tratamiento, mayor es el porcentaje de curación9.
CASO CLÍNICO
Hombre de 62 años de edad, de origen español, con antecedentes personales de estreñimiento crónico y depresión. En tratamiento con antidepresivos tricíclicos y laxantes orales. Acude a la consulta de Atención Primaria por distensión abdominal moderada y estreñimiento de 4 días de evolución. También presenta náuseas, pero no ha tenido ningún vómito ni fiebre.
En la exploración, el paciente está consciente, se muestra colaborador, con una leve disnea, bien hidratado y perfundido. El pulso, la saturación de oxígeno, la presión arterial y su temperatura se encuentran dentro de los límites de la normalidad. Se le hace un examen físico, donde se observa una grave distensión del abdomen, con dolor difuso a su palpación, abdomen timpánico y globuloso y carencia de ruidos intestinales hidroaéreos. También se le realiza un tacto rectal y no se aprecian masas ni impactación fecal.
En el diagnóstico diferencial se puede sospechar una neoplasia de colon, enfermedad de Chagas íleo mecánico, hernias, vólvulo de sigmoides, enfermedad de Hirschsprung, síndrome adherencial, apendicitis aguda, síndrome de Chilaiditi y síndrome de Ogilvie.
Para hacer el diagnostico, se le hace una radiografía. Las características radiográficas que presenta el paciente son: aumento del calibre del colon ascendente y trasverso, y niveles hidroaéreos en distintos niveles. También se le realiza una colonoscopia, y no se observan masas ni obstrucciones que justifiquen la obstrucción clínica. Los hallazgos de la radiografía podrían confundirse con tumores de colon obstructivos, por lo que se recomienda un enema opaco o un escáner. Con el enema opaco, se confirma el diagnóstico de síndrome de Ogilvie.
Se opta por un tratamiento conservador, ya que no hay datos de gravedad ni riesgo de complicaciones. Se mantiene al paciente en ayunas, se hace una reposición hidroelectrolítica por vía intravenosa, se le retiran los antidepresivos tricíclicos y se le coloca una sonda rectal con enema.
Tras 48 horas con el tratamiento conservador, no se observa mejoría importante, por lo que se opta por la administración de neostigmina en bolo intravenoso a única dosis de 2-2,5 mg, administrada en 3-5 minutos. A las 24 horas, el cuadro comienza a remitir y el paciente va mejorando.
DISCUSIÓN
Para el tratamiento de este síndrome, resulta fundamental la detección precoz, excluir la obstrucción mecánica y otras causas de obstrucción, identificar síntomas de peritonitis o síntomas de perforación, iniciar lo antes posible el tratamiento y prevenir recidivas10. El médico de familia debe tener en cuenta que al comienzo del cuadro clínico no hay signos peritoneales y el recuento de leucocitos es normal, especialmente en los casos con una evolución progresiva, hospitalaria secundaria a una cirugía o tratamiento médico. También existe una presentación súbita (24-48 horas), en la que se presenta desequilibrio electrolítico que se acompaña con náuseas y vómitos, y en la que, además, se pueden apreciar signos de irritación peritoneal por perforación, posibilidad de neumoperitoneo y peritonitis11.
En el caso concreto de este paciente, cabe destacar que presenta cuatro síntomas típicos del síndrome de Ogilvie: distensión abdominal moderada, estreñimiento, dolor abdominal y náuseas. Sin embargo, no se observa fiebre, ni disnea grave, ni dolor tipo cólico en hipogastrio.
En Atención Primaria también se ha de tener en cuenta que este síndrome es más frecuente en pacientes con alguna de las siguientes características: estreñimiento crónico, deshidratación, trastornos hidroelectrolíticos, administración de antidepresivos tricíclicos, benzodiacepinas, tratamientos psiquiátricos, traumatismos, encamamiento prolongado, edad de más de 60 años, enfermedad de Parkinson o enfermedad de Alzheimer12.
En este caso clínico en concreto, se encontraron los siguientes factores de riesgo: ser hombre de más de 60 años de edad y tener antecedentes de estreñimiento crónico.
En cuanto al tratamiento del síndrome de Ogilvie en individuos sin datos de gravedad ni riesgo de complicaciones como se trata en este caso clínico, se recomienda tratamiento conservador en las primeras 24-48 horas. Este consiste en tener al paciente en ayunas, reposición de líquidos y electrolitos por vía intravenosa, retirada de fármacos que hayan podido desencadenar el cuadro, reposición de iones, colocación de sonda nasogástrica para disminuir la cantidad de aire ingerido y de sonda rectal con la introducción de enemas de limpieza. Son recomendables los cambios posturales frecuentes. Este tratamiento es eficaz en el 85% de las personas que padecen este síndrome13.
No obstante, en este caso, el paciente no responde adecuadamente y se precisa la administración de neostigmina (estimulante del sistema nervioso autónomo parasimpático) para restablecer el peristaltismo. Se usa en bolo intravenoso a única dosis de 2-2,5 mg, administrada en 3-5 minutos. Este fármaco permite descomprimir el colon en el 80-100% de los casos, con un riesgo bajo de reaparición de los síntomas posteriormente. Cabe destacar que, si después de 48 horas la distensión no disminuye, se puede administrar una segunda dosis14. En este caso clínico, a las 24 horas el cuadro comienza a remitir y el paciente va mejorando. La neostigmina no se deberá administrar en el caso de embarazo, perforación intestinal, arritmias incontroladas, obstrucción intestinal mecánica e insuficiencia renal aguda14.
Si el paciente continuara sin mejorar, ha de aplicarse una descompresión por medio de colonoscopia, con colocación de un tubo de drenaje para aspirar el contenido aéreo y fecal, y dejar colocada, si es posible, una sonda colónica15. La última opción terapéutica, si lo anterior falla o si aparece perforación o isquemia, es una cecostomía, que es la comunicación del ciego con la pared abdominal a través de una sonda, por vía endoscópica o radiológica16.
Cabe destacar que el porcentaje de recidiva se sitúa en torno al 6-14%; de estos, solo el 20% llegan a ser casos quirúrgicos.
En esta patología, cuanto más temprano se inicie el tratamiento, más alta es la posibilidad de curación. En Atención Primaria resulta, por tanto, fundamental un diagnóstico precoz mediante una adecuada recogida de antecedentes y una exploración física, para detectar sus signos clínicos y factores de riesgo.
En un futuro se debería investigar más sobre la etiopatogenia de este síndrome, ya que hoy en día no es aún muy clara. De esta manera, se podrían identificar técnicas y estrategias más eficaces tanto para la prevención como para su tratamiento, y administrar cuidados sanitarios más apropiados, basados en la evidencia científica.