En febrero de este año la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV) recibió la donación de un manuscrito de D. Tomás Alonso Massó (Fig. 1) que recoge diferentes aspectos relacionados con la biografía y las actuaciones de D. Fernando Martorell Otzet y de sus discípulos, así como un relato descriptivo de las primeras jornadas angiológicas, entre los años 1955 y 1975, sus primeras asambleas anuales y la creación de la propia revista Angiología, en 1949. La donación de este documento a la SEACV por parte de su hijo, D. Tomás Alonso Carrasco, es una joya histórica y documental que muestra cómo fue gestándose a lo largo de los años lo que hoy es nuestra especialidad. Sus reseñas principales las intentaremos reproducir como notas históricas en esta revista, pero este documento refleja el proceso fundacional de lo que somos y quedará en depósito en la sede actual de la calle Alcántara de Madrid como testimonio histórico de la creación de nuestra especialidad.
Todo el manuscrito, esencialmente, gira en torno a un personaje visionario, el Dr. Fernando Martorell, con gran relevancia internacional en el contexto histórico de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, y que realmente fue el fundador de lo que hoy día es nuestra SEACV. Un gran médico y humanista, fundador de la revista Angiología en 1949, y que presidió en 1951 en Atlanta (EE. UU.) el primer congreso de la International Society of Angiology, en el que hizo el discurso fundacional (Fig. 2), dando comienzo a lo que sería el estudio de las enfermedades circulatorias, que por entonces eran ignoradas y constituían un peregrinaje para los pacientes de una clínica a otra sin que nadie les diera una solución. Fue el espíritu de conocimiento y de difusión de esta nueva disciplina lo que llevó al Dr. Fernando Martorell a la organización de unos cursos de angiología en el Instituto Policlínico de Barcelona, que comenzaron a formalizarse a partir del curso 1955-1956. Sorprende comprobar los numerosos alumnos nacionales y extranjeros que acudieron allá por los años cincuenta y sesenta a Barcelona a esos cursos que él y sus discípulos organizaban, lo que es representativo del interés que esta patología generaba.
A lo largo de las páginas, escritas pulcramente a mano, el Dr. D. Tomás Alonso relata anécdotas, episodios y la incorporación progresiva de socios a esa primigenia Asociación de Amigos de la Angiología, antiguos alumnos de los cursos cuyo objetivo, cuando decidieron hacer esas reuniones anuales, que se llamarían Jornadas, era difundir la especialidad y estrechar los lazos de amistad entre ellos. De hecho, el requisito inicial era que el organizador de esas jornadas debía invitar a cenar a los socios y a las esposas que acudiesen al evento. Fue así cómo el 10 y el 11 de junio de 1955 se organizaron en Valencia las I-Jornadas Angiológicas, y esa tradición de celebrar la amistad y de acoger a los nuevos socios se convirtió con los años en la denominada Jornada de Confraternización, que los más antiguos recordarán y que tristemente los requerimientos comerciales y de la industria farmacéutica hicieron desaparecer.
En sus páginas aparecen los nombres de los socios que progresivamente fueron incorporándose a la Asociación de Amigos de la Angiología, muchos ya desaparecidos; otros, con el paso de los años, llegaron a ser presidentes de la sociedad o jefes de las principales unidades y servicios de nuestro país. Meticulosamente, el autor reproduce los títulos de las mesas redondas, de las ponencias y de las comunicaciones de entonces con sus autores; ilustres cirujanos que ya murieron y que ayer como hoy presentaban sus trabajos científicos con ilusión y ganas “de comerse el mundo”. Aparecen las primeras becas y premios, los receptores, los solicitantes, esos jóvenes (como Capdevila y Sobregrau) que solicitaban ayuda (becas y apoyos de la sociedad) para los cursos que entonces comenzaban a organizar para promocionar y difundir lo que con el tiempo llegaría a ser una especialidad.
Verdaderamente, es un documento de gran valor. Queremos rendir nuestro homenaje, el de la SEACV, a D. Tomás Alonso por su extraordinario trabajo y a sus familiares por hacérnoslo llegar. Pero en esta pequeña reseña editorial quisiera dar un profundo agradecimiento a todos los olvidados, a todos los que nos precedieron, a esos jóvenes que con ilusión compartían conocimientos y amistades, a todos esos altruistas que ayer como hoy dedicaron parte de su tiempo libre a ser vocales, tesoreros, secretarios, vicepresidentes, miembros de comités y que luego no serán recordados, pero que, gracias a la labor que cada uno desempeñó en su momento, fue pasándose el testigo y creándose los pilares en los que se fundamenta nuestra SEACV. No seríamos lo que somos sin ninguno de ellos. El tiempo en reuniones, en viajes y en la organización de congresos es una extraordinaria labor altruista de mucha gente, de muchos que pasan silenciosos y cuyo trabajo nunca es reconocido. A todos ellos, a los olvidados, quisiera trasladar un homenaje por el servicio impagable que han hecho y hacen a la sociedad, a nuestra sociedad, como el que hizo D. Tomás Alonso Massó, del que nos deja testimonio en su legado.