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Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría

versión On-line ISSN 2340-2733versión impresa ISSN 0211-5735

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. vol.35 no.128 Madrid oct./dic. 2015

https://dx.doi.org/10.4321/S0211-57352015000400008 

ORIGINALES Y REVISIONES

 

La cuestión de la inteligencia emocional

The problem of emotional intelligence

 

 

Rafael Manrique Solanaa

a Psiquiatra. Práctica Privada. Santander, España.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

La inteligencia emocional, como concepto y como práctica, es revisada en este artículo de forma crítica. Las bases de este concepto no parecen cumplir las exigencias de cientificidad y precisión que cabe exigir. Por un lado se sitúan en el positivismo y por otro en el innatismo. Eso las hace contradictorias y ambivalentes. Con frecuencia están teñidas de un emocionalismo que poco tiene que ver con la emoción como elemento de valoración del estado actual de una persona o de motivación para una acción critica en su mundo interior y exterior. La formación que propone y los conceptos que aplica acaban por depender por completo de la personalidad y el interés de los que la aplican. Asimismo su vinculación con la capacitación de trabajadores y directivos la convierte en un instrumento sesgado de selección de personal. No hay imbricación en sus textos con variables culturales como diferencias de clase, de país, de sexo, de edad o de formación previa, lo cual tiene implicaciones políticas muy importantes al promover un desarrollo acrítico de los actuales sistemas neoliberales. Aceptando que la inteligencia y la emoción son variables fundamentales de la existencia humana se propone otra forma de concebir y aplicar estas importantes nociones.

Palabras clave: Inteligencia emocional, neoliberalismo, crítica, psicoterapia, formación.


ABSTRACT

Emotional intelligence as a concept and practice is revised in this article in a critical way. This concept does not seem to fulfill the required demands of accuracy and scientificity approach. On the one hand it derives from positivism and, on the other, from innatism. This makes it contradictory and ambivalent. Frequently it is tinged with emotionalism which is not related to emotions as elements of assessment of the real state of a person or their motivation for a critical action in their inner and outer world. The training it proposes and the concepts it applies eventually depend completely on the personality and the interest of those who apply it. Likewise its link to the training of workers and managers converts it into a biased instrument of personnel selection. There is no interconnection in its texts with cultural variables such as differences of class, country, gender, age and previous training, and this has very important political implications in so far as it promotes an uncritical view of the current neoliberal practices. Accepting the fact that intelligence and emotion are basic variables of human existence, another way of conceiving and applying these important notions is proposed.

Key words: Emotional intelligence, neoliberalism, criticism, psychotherapy, training.


 

La cuestión de la inteligencia emocional

En la pared de un edificio en Santander hay un graffiti enorme que pide: "Piensa con el corazón". Al fondo, más lejano, se lee: All you need is love..., la famosa sentencia hippie y posterior canción de los Beatles. Eso es todo lo necesario, nada de derechos humanos, nada de justicia social, nada de igualdad de oportunidades, etc., un beso y mucho amor. All you need...

Como toda actividad humana, la psicología y su derivada práctica, la intervención psicológica, pasan por modas. Una de ellas es la inteligencia emocional (IE). Asumo que es un tema conocido por cualquier lector interesado en el mundo de la psicología y las relaciones personales. Asumo asimismo que ese lector está familiarizado con el libro de Daniel Goleman (1) que popularizó estas ideas y prácticas gracias al apoyo que le dio la popular y prestigiosa revista Time. Y, por último, asumo que lo importante en una teoría sobre la mente humana no es lo que se dice, sino lo que se hace, cómo se hace y a dónde conduce. En este trabajo quiero examinar de forma crítica y básica, aunque no exhaustiva, los referentes y sobre todo los efectos de este concepto.

Las propuestas de la llamada IE son una mezcla de las ideas rogerianas (2) y del pensamiento budista, tal y como llegó a Occidente a finales de los años sesenta: desarrollar la capacidad de motivarse, perseverar, soportar las frustraciones y controlar los impulsos, diferir las gratificaciones, tener empatia y confiar en los demás, etc. Un conjunto de proposiciones inespecíficas de corte moral que se ofrecen de una forma acrítica y acontextual. Propone el desarrollo del conocimiento de uno mismo (como el frontispicio del oráculo de Apolo en Delfos), de las propias emociones y de las de los demás, así como aumentar la capacidad de trabajar en equipo. Se podrá entonces llegar a un mayor desarrollo personal, social y económico, a sentirse a gusto con uno mismo, con los semejantes y con el universo social en el que uno vive. Estas son algunas de las propuestas más frecuentemente citadas. Pero hay más: agradecer las cosas a los demás, hablar con el niño interior, colgar deseos de un árbol, o decirse por la mañana qué valioso y capaz es uno, etc. A pesar de que esas descripciones pueden sonar caricaturescas, se encuentran en la práctica totalidad de los libros sobre IE.

Y es que de eso trata: Pensar con el corazón. Metáforas irracionales o vacías de contenido. El corazón no sirve para pensar, ni el hígado, ni los pulmones, etc. Están hechos para otras cosas, igualmente importantes, pero no para pensar. Es una afirmación metafórica y publicitaria. Y eso es peor aún. Las emociones no son poéticas. Son el conjunto de percepciones, interpretaciones y respuestas fisiológicas a una situación dada (sea esta real o imaginada). Es el lugar donde lo biológico y lo cultural entran en contacto (3), donde una alteración físico-psicológica adquiere un nombre y se convierte en amor, deseo, miedo o enfermedad según los códigos culturales en los que la persona que la sienta esté inscrita. Después, el conjunto nombrado se valora, se pule y se comunica a los otros también según códigos culturales. Con mucha frecuencia, las emociones nos sobrevienen o no las entendemos o no nos parecen adecuadas o no tenemos otras. No disponemos de ellas libre e individualmente. Conceptos como cultura, sociedad, clases sociales, pobreza, dispositivos, alienación, etc., están en su misma base; sin embargo, no se encuentran fácilmente en los textos y programas de EI.

Con frecuencia, las diferentes escuelas psiquiátricas y psicopatológicas sostienen ideas no sólo opuestas, sino incompatibles. En el manual estadístico y mercantil norteamericano conocido como DSM aparecen o desaparecen nuevas enfermedades mentales que hoy, en su quinta edición, ya son cientos. Pero las nuevas clasificaciones, las diferentes escuelas, parecen tener un denominador común en el que convergen: la salud mental se entiende como el producto final de un adecuado cauce de las emociones (4-5). No solo ellos. Desde hace años, movimientos feministas, psicólogos, compañías de seguros, ejércitos, academias, trabajadores sociales y compañías farmacéuticas han llegado a esa misma conclusión, asumiéndola como garante de sus intereses. Tal presión no podía sino afectar al pensamiento de los usuarios que ahora comparten el mismo lenguaje e ideal (6). El de IE tiene la particularidad de estar apoyado por poderosas instituciones y grupos financieros, que nunca han sido particularmente dados a interesarse en las vicisitudes del alma, lo que le hace especialmente sospechoso y atractivo para el análisis crítico.

Sostendré aquí que el auge de este concepto está relacionado con el hecho evidente de que la globalización está alcanzando una dimensión universal. Se necesitan seres humanos homogéneos que tengan la impresión de libertad, autenticidad y expresividad. El neoliberalismo ha abandonado -en Occidente- las estrategias represoras y violentas. Pensadores como Michel Foucault (7), y más recientemente Byung Chul-Han (8), han insistido en la naturaleza seductora y amable del sistema neoliberal de explotación. Y en este juego entra la IE, que sostiene que uno ha de expresarse de manera tal que obtenga beneficios personales y hasta económicos de ello. La lógica del mercado llegó hasta donde nadie pensó que llegaría.

 

La emoción y la inteligencia, esa pareja malavenida

Unos de los problemas más básicos de este concepto es que no sostiene una versión científica ni precisa de lo que es la I (Inteligencia) ni de lo que es la E (Emoción). En sus textos y cursos se observa una versión vulgar y coloquial de estas ideas: La emoción es lo que uno siente, es el corazón; la inteligencia, la capacidad de comprender y moverse en el mundo. Hablan de factores que son calificables, objetivos, medibles y entrenables. Duro positivismo en tiempos en los que esa forma de entender la ciencia se ha demostrado falsa. Se olvidan de la noción de emoción e inteligencia como procesos lábiles, un tanto misteriosos, indeterminados, interpretables y culturalmente determinados (9-10).

Por ello, aún de manera rápida, convendrá precisar estos conceptos. Todo ser vivo tiene conocimiento, esto es, desarrolla una conducta que parece adecuada a un observador para una situación específica. La inteligencia, por su parte, puede comprenderse como la aptitud para resolver situaciones problemáticas, así como para aprender de los errores y de la experiencia. Pero, en realidad, la "inteligencia" como tal no existe. No es algo objetivo, ni observable, ni aislable. Puede ocurrir que una persona sea inteligente, es decir, desarrolle una conducta apropiada en un medio, y a la vez no lo sea en otros medios (11). Lo que existen son acciones inteligentes. Pero tal y como la concebimos y medimos, es un artificio creado con afanes de discriminación y clasificación. Poco tiene que ver con la capacidad de manejarse en el mundo y menos aún con el pensamiento. Lo que ocurre, más bien, es que se da en llamar a cierta habilidad "inteligencia" y luego se diseña un instrumento para medirla. Es lo que se hacía con el cociente intelectual, hoy ampliamente cuestionado. Recuérdese que ha subido sin cesar desde principios del siglo XX en todos los países en los que se ha venido midiendo. ¿Somos todos más listos que Aristóteles?

Quizá lo primero que podamos saber acerca de nosotros mismos sea que siempre tenemos algún sentimiento: aburrimiento, tristeza, ira, ansiedad, alegría, etc. Tener emociones y vivir en estados sentimentales hacen posible la vida. No existen porque permitan conocimiento, relaciones o placer, sino por su utilidad para la supervivencia. Están relacionados con la satisfacción o insatisfacción de necesidades y deseos. "Me gusta/no me gusta" es la distinción básica. Tienen un carácter circunstancial; se sitúan en un momento dado. Los sentimientos se relacionan con necesidades, deseos y valores que se han desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad y de cada persona, y pueden ser comprendidos como disposiciones para la acción y como evaluación de un estado (10). Pero eso no es pensar. Pensar es reflexionar, es conectar unas cosas con otras, es extraer conclusiones, es preparar proyectos más duraderos y profundos.

 

¿Y si la inteligencia emocional fuera un concepto vacío?

Las emociones, según se deduce de este modelo, se presentan como un fenómeno individual, transparente, intenso e inmediato. No tienen una base aprendida, histórica, cultural, de clase o económica que sea relevante. Son igualmente definidas para todos los seres humanos. Esta abstracta y acrítica definición oculta que el efecto final de la IE no es comprender las propias emociones, sino hacer que el individuo se sienta aceptado, auténtico y perteneciente al grupo. Algo que tiene más que ver con la domesticación y la estandarización y que adquiere su fuerza, no de la potencia del concepto, sino de una vinculación no consciente con lo sagrado. Aquello que es inefable, discriminador y diferente de las demás realidades humanas. De esta manera un tanto sacra, las emociones, en esta versión, se convierten en simulacro, como decía Jean Baudrillard (12). Esto es, una copia de un original inexistente. Y no sólo eso. A base de ser generales y entrenables, se convierten en banales y alejan a las personas, paradójicamente, de su mundo emocional significativo y crítico. ¿Será ese el objetivo?

Fue Sigmund Freud (13) quien nos convenció de que era importante el examen de la propia sentimentalidad que para él se anclaba en la cuestión sexual. Ya los confesores cristianos habían opinado lo mismo, pero tras la revolución industrial habían perdido capacidad de convicción. El psicoanálisis tomó el relevo y, como Wilhem Reich (14) o Michel Foucault (15) señalan, trató de convertir el mundo interior inconsciente y no domado en un Yo capaz de ser suave, blando y aceptable. Buen padre o madre y buen trabajador. La IE hereda esa parte domesticadora, y sus razonamientos se hacen meramente instrumentales y no comunicativos, utilizando la diferencia que realiza Jürgen Habermas (16). Lo que conduce a una nueva forma de suave alienación.

La IE es una de las múltiples evoluciones de la teorías New Age que florecieron a partir de los años setenta en EE. UU. Las teorías de la resiliencia, la autosanación, la bioenergética o el mindfulness son otros de los derivados. Posteriormente, se expandieron por todo el mundo. Hay varias razones para su éxito. Citaré algunas de ellas (17-18):

- Proporcionan un marco de comprensión de uno mismo ajeno a la clase social, al sistema capitalista, a las posiciones políticas feministas, críticas o anticolonialistas.

- Ofrecen una clara y simple teoría, una forma clara de acción y una forma operativa de enseñarse.

- No necesitan capacitación especial para ser implementadas ni seguidas (de hecho, una de las más populares en los EE.UU. fue desarrollada por un vendedor de coches usados... experto en elaborar narrativas convincentes).

- Se ofrecen como "pensamiento positivo". Ya no tratan de conseguir una IE al estilo de aquel ingenuo y manipulador "Método Carnegie". Van más allá. Ofrecen formas de obtener una felicidad personalizada a través de un programa de entrenamiento que algunas universidades y centros de enseñanza para élites ya venden.

- No implican que uno tenga que comprender el sentido u origen de las emociones. Se trata de saber utilizarlas de forma eficaz para generar respuestas de similar IE en el grupo o relación en que esa persona esté inmersa.

Se trata de métodos y conceptos ingenuos muy útiles para llenar fácilmente los suplementos de los magazines y poder llegar, de ese modo, a miles de personas. Desde luego, no se puede dudar de la importancia de lo emocional y de su implantación en la mente humana desde muy temprano, aún antes de la aparición de la palabra, pero es notable señalar que una buena parte de estos conceptos que hoy se ofrecen se basan en nociones que actualmente sabemos falsas y simplistas. Se suelen apoyar en las clasificaciones del cerebro en áreas funcionales discretas que tanto se popularizaron a partir del siglo XIX. Asimismo, utilizan unas teorías genéticas que tampoco se sostienen en la actualidad. Si ese sistema emocional poderoso, automático y rápido sigue presente en la mente humana es por razones evolutivas, es decir, porque tiene importancia que así sea. No porque a la evolución se le haya olvidado cambiarlo. Eso no implica, como tradicionalmente se dice, que tengamos inteligencia y corazón y que haya que armonizar ambos. Es más probable que, en realidad, el pensamiento racional dé cobertura al sistema emocional: ante el miedo a un examen, la razón proporciona cómo hacer lo mejor para evitarlo (19).

Conscientes de que sus bases teóricas son pobres recurren a esencialismos. Afirman que lo positivo, lo expresivo, las capacidades, etc., ya están en uno, sólo que, como en la Bella Durmiente, la IE está dormida a la espera de que un príncipe azul (o rojo, que el color del logo ha cambiado mucho) la despierte. Sólo que este cobra por horas.

 

La inteligencia emocional te ayudará a "ser tu mejor versión de ti mismo"

La psicología en la que se apoya sostiene, dentro de un optimismo un tanto ingenuo, que la autorrealización es posible y deseable. Sostiene que, como Abraham Maslow (21) y Carl Rogers (2) decían, existe un impulso natural hacia ella, una tendencia casi mística hacia la felicidad. No parece importar mucho a sus creadores que esa autorrealización de la que hablan esté definida sólo con palabras altisonantes o tautológicas: alcanzar la libertad, la felicidad o la armonía.

El caso es que esa realización se propone como el ideal que hay que alcanzar. Obviamente, eso no es posible. Es como la santidad, que sólo Dios y algunos elegidos obtienen. ¿Y los demás? Se conciben como enfermos, alienados, cobardes, neuróticos o pobres de espíritu. Eso significa que necesitan terapia (siglos antes era cárcel y castigo, ya es algo).

Tras la riña social que dice "debes cambiar", se propone un método. La terapia de realización personal, el mindfulness, el psicoanálisis o el counselling se conciben como técnicas con las que desarrollar una adecuada IE. Se postula que si uno no llega a ser comunicativo, libre, armónico o realizado es que no lo desea a causa de alguna necesidad, debilidad o deseo que hay que descubrir y contrarrestar. Y si no lo consigue se convierte en un rebelde, antisocial y egoísta que no se comunica bien y no tiene la apropiada IE. En ese caso, o se reeduca o será despedido, con pena, eso sí, de su empresa y/o de su hogar.

En realidad, ofrece una narrativa que se apoya en la creencia de la existencia de un ser humano defectuoso, posiblemente por traumas ocurridos en la infancia. Es eso lo que le impide ser "él mismo" y compartir sus sentimientos. Pero es lo contrario. Es esa narrativa de liberación que predica la que en realidad ancla a las personas en una estructura de defecto personal que siempre habrá que vigilar con las técnicas apropiadas. Sólo así logrará vivir por encima de ese déficit (¿no suena al pecado original y a la enorme tarea necesaria para superar esa mancha?). Hace que las personas descubran sufrimientos psicológicos o abusos que desconocían o, como a veces se ha demostrado, que se los inventen. El trabajo de Ian Hacking (22) argumenta convincentemente sobre estos procesos de creación de patologías. Para quitar hierro a este planteamiento se suele añadir que las personas no son responsables de ello. Fueron los padres, el ambiente, el desconocimiento, la crianza, la suerte o el destino. Es la tentación de la inocencia de la que nos habla Pascal Bruckner (23). La IE participa de esa ética actual basada en la inocencia, en el victimismo y en la reivindicación de los propios derechos, etc., no en la responsabilidad, la consciencia y los deberes, etc. La cultura cristiana hacía a todos los seres humanos reos de una conducta de Adán y Eva que desagradó a Dios. Pareciera quedar sólo el consuelo de pedir, como hizo el príncipe Hamlet al morir, que alguien, al menos, contara nuestra historia de dolor (24).

 

La inteligencia emocional o los peligros de querer ser transparentes

En la actualidad, las formas y el contenido de la experiencia están siendo guiadas hacia dos posiciones. Por un lado, hacia una irracionalidad de la expresión emocional; y por otro, hacia la racionalidad lineal de la inteligencia. Racionalidad e irracionalidad que, al ser lógicamente incompatibles, desencadenan una nueva situación de equilibrio (muchos no conseguíamos entender a qué se refería aquello tan hegeliano de tesis, antítesis y síntesis, etc.; pues a esto). Una emoción entendida como la libre expresión de lo que se siente y una inteligencia que abandona su capacidad de innovación para hacerse sistemática y predecible cristalizan en una comunicación, una relación y una vida estereotipada y estandarizada. Tal vez por eso los grandes think-tank del pensamiento conservador lo proponen como su técnica más querida en la domesticación de niños y empleados.

Las clases medias se someten voluntariamente a este proceso de control para poder progresar socialmente. Los menos formados, de clase social más baja, serán excluidos y se convertirán en no necesarios. Destinados a ser carne de cañón, como siempre fueron, excepto en este paréntesis de estado del bienestar de la posguerra que ya se ha acabado. Pero esta vez lo serán de forma obediente y hasta contentos.

Toda crítica al contenido, objetivos y resultados de la IE probablemente empezará por señalar la "acultura" de este concepto. Aceptemos que la cultura, como decía Clifford Geertz (25), es una red de significados. Y, por lo tanto, el lenguaje, el arte, la música, el cine, el software, etc., son los instrumentos para codificar, entender, transmitir esa cultura. Sin embargo, como he mencionado, lo cultural está prácticamente ausente de su análisis. Y es lógico, ya que no le interesa más que la creación de individuos desprovistos de relaciones de clase e inconscientes de su posición en el proceso de explotación neoliberal. La IE no busca un espacio de representación, sino un espacio de compraventa e intercambio. Es un mercado. Yo me desvelo, yo te cuento, yo te comunico..., yo..., yo... Y luego tú me desvelas, me cuentas... me ofreces, me..., me... Es una exposición narcisista que, cuando se hace carente de toda narrativa, cuando sólo se exhibe, se convierte en pornografía inútil. Es significativa la petición que hace a favor del desnudo, en este caso, emocional. Que a su vez fue inventado por San Ignacio para sus ejercicios espirituales: desnudarse en fe. Los adictos a este modelo dicen en público, a los otros o a su pareja, todo lo que piensan o sienten, ya que, si lo sienten, es que es verdad. Y la verdad debe prevalecer, mientras esperan que el otro haga lo mismo.

Pide el control de las propias emociones y las del otro para que puedan ser canalizadas de forma eficaz y previsible y puedan ser usadas como sistema de intercambio y de valor. Es interesante recordar que este sistema que ahora está extendido no nace del campo de la industria o las empresas multinacionales, sino de los intentos de obtener un acercamiento a los pacientes con esquizofrenia. Como ellos mostraban una labilidad emocional muy intensa, parecía lógico pensar que vivir en ambientes muy "cargados" desequilibraría su situación mental. Se les trataba con una gran contención relacional, con amable distancia, y se pensaba que eso tenía la virtud de domesticar a la psicosis. El procedimiento se denominaba "Expresión de Emociones" (26). Constaba de un entrenamiento conductual al que eran sometidos terapeutas, pacientes y familiares y que, como variante, ahora se ha extendido a toda la población bajo una nueva forma rotulada IE. El objetivo sigue siendo el mismo: obtener una domesticación, manejabilidad y predictibilidad de las personas. Paz social.

Pero para que ese proceso funcione se necesita que el otro y uno mismo sean transparentes, que no haya nada oculto que distorsione la comunicación. De esa forma, las personas serían capaces de insertarse con facilidad tanto en los requerimientos de la industria del nuevo capitalismo como en las nuevas relaciones amorosas. Se harían, como decían Zygmunt Bauman (27) o Kenneth Gergen (28), líquidos, inciertos y moldeables. Esa doma personal que realiza la IE permite moverse con eficacia en esos ambientes sin que la personalidad le juegue a uno una mala pasada.

Las prácticas y actitudes basadas en la IE hacen que una persona se relacione con muchas otras de forma rápida y superficial. Funciona como la vaselina. Ayuda a entrar. Así, la comunicación y el conocimiento apenas son posibles con profundidad. Pero ¿quién quiere eso? No hace más feliz, más comunicativo o más auténtico, como prometía. Hace personas más conectadas, más flexibles, más fáciles, más dependientes de la lógica de las redes sociales, más capaces. Y más explotables (21).

Karl Marx hablaba ya en el tomo I de El Capital (29) del fetichismo de las mercancías. Para él, el consumo de mercancías hacía que se olvidara el proceso y las relaciones de producción que habían llevado a la existencia de ellas. Es como si crecieran de los árboles y no hubiera que explicarlas en función de un trabajo humano con frecuencia explotador. En el modelo de IE, donde las emociones son también mercancías, se puede aplicar el mismo análisis marxista: un modelo que genera alienación. Y que, a la postre, se suele abandonar pronto (a no ser que se viva de él), ya que no produce un genuino y satisfactorio encuentro con el otro.

La izquierda y el feminismo, los dos movimientos sociales más eficaces de los siglos pasados, se han visto muy afectados por estos procesos. El radicalismo militante, o simplemente crítico, del feminismo y de la contracultura sesentayochista se ha agotado debido al éxito que ha tenido. Hoy hacen falta nuevas formas de masculinidad y de feminidad, así como de pensamiento progresista, que no se hayan pasado inadvertidamente al "enemigo", inteligentemente expresivo. Si nos fijamos bien, en realidad la IE va más allá, ya que trata de borrar las diferencias entre las personas considerando a todos como individuos. Ser hombre o mujer, blanco o negro, rico o pobre, educado o no, carece de importancia. Todo se anula, todo se iguala, lo que al principio sedujo a los movimientos proigualdad. Parecían haber dado con una teoría que superaba las desigualdades. Pero era lo contrario, ya que las desigualdades no hay que ocultarlas, sino reconocerlas, nombrarlas y explicarlas para poder superarlas.

La expresión sentimental, tal y como se practica y aconseja en los manuales y cursos de IE, tiende a borrar las diferencias entre los espacios íntimos, privados y los públicos. Sin embargo, es muy importante que esas tres dimensiones de la existencia humana estén claramente diferenciadas En esa división está una parte importante de nuestra libertad y autonomía. Pero en la construcción de la IE lo íntimo es visto con recelo. Se entiende como un acto de egoísmo, como una petición de aislamiento. Obligan a permanecer siempre en un mundo público en el que curiosamente ellos serán los más poderosos. Tal vez se trata de eso. George Orwell lo anticipó (30).

la IE, al afirmar que lo importante es la comunicación, se une a un concepto muy noble (¡quién puede estar en contra de la comunicación!), pero se desvincula de cualquier análisis político y crítico de las relaciones humanas. el planteamiento final es que el sufrimiento y la opresión no existen, es solo una problema de bloqueo personal que se superará con el entrenamiento que se propone.

 

La inteligencia emocional como una capacidad que se entrena

Desde hace unos años, un numeroso grupo de profesionales de lo "psi" han ido creando, en conexión con grandes grupos empresariales, un lenguaje propio, un sistema de entrenamiento y una propaganda acerca de la IE que tienen sus estrictas reglas y códigos de aplicación. Si observamos el conjunto de los procesos mencionados no es difícil comprender que el fin último de este concepto es construir un sistema de definición y control emocional canalizado por las corporaciones financiero-empresariales privadas y los sistemas estatales a su servicio. A través de este entrenamiento, se reordena y se narra de nuevo la biografía personal, que queda adaptada a sus presupuestos. Su aparente neutralidad supone una patologización psiquiátrica de la existencia. Sigmund Freud (31) nos pedía una privacidad, contención y normalidad que nos hacía neuróticos. La IE nos pide expansión, conexión y narcisismo... lo que nos hace psicópatas. En todas su explicaciones y cursos aparecen de una forma u otra dos ideas. Una es la de que uno puede ser el agente completo de su cambio (un narcisismo individualista muy del gusto norteamericano), y la otra, una conceptualización personal como víctima de algún tipo de abuso (no necesariamente físico) en la infancia del que uno muchas veces no se acuerda, pero que sigue teniendo efectos en el presente.

Los estudios sobre los resultados de este entrenamiento muestran que los empleados que han seguido cursos y másteres al respecto son más eficaces, venden más, cambian menos de empresa y generan pocos problemas. Por tanto, este entrenamiento se convierte en un recurso económico importante. Por eso las corporaciones financieras financian estas prácticas en sus organizaciones, en las universidades y escuelas. Los destinatarios más importantes son los trabajadores de grado medio, cualificados, sin grandes cuotas de poder, pero con elevada importancia en el funcionamiento cotidiano de sus empresas o instituciones, y que han de trabajar hacia "abajo" con los trabajadores manuales y hacia "arriba" con los propietarios o grandes directivos, así como realizar trabajo en equipo.

Los cursos de IE presentan sus criterios y mediciones sobre la personalidad como algo derivado de la lógica científica, pero en la actualidad hay más de 3000 tipos de test de personalidad, señal de que no saben bien ni cómo ni qué están midiendo. Pero en todos ellos hay un supuesto no comprobado: que las personas son clasificables alrededor de polos de personalidad estables y medibles que siguen un patrón, y, más aún, que algunas de ellas son más apropiadas que otras para tener éxito como trabajador o en la relaciones privadas. La narrativa que se acaba por producir con estas técnicas puede tener la fuerza de las convicciones religiosas, ya que es sencilla, eficaz e inconmovible, gracias a ese enorme interés en el mundo propio e íntimo, en la vinculación al presente, en la definición del pasado como una herida a sanar. Con el tiempo estas prácticas y cursos cansan, agotan e inducen un difuso estado depresivo derivado de una tarea obligatoria: ¡Sé libre!, ¡tú puedes! ¿No se parece eso a la esclavitud? (32).

 

Efectos neocapitalistas de la inteligencia emocional

Lo que para el Yo es importante, lo que construye la propia identidad ha variado a lo largo de los años. En la Edad Media lo importante eran los valores eternos de los cuales uno era portador e imitador. Los nuevos desarrollos económicos trajeron otros énfasis: la creatividad, el ser uno mismo, etc., y así hasta llegar al último producto de la ingeniería social, la emocionalidad que se expresa y se muestra: la inteligencia emocional. Es ese el valor del Yo. Eso por lo que se le mide, y que resulta clave para vivir en un mundo como el que el capitalismo global propone. De ahí que las potencias financieras y sus instrumentos educativos, como el sistema escolar y universitario que financian, se están encargando de esta labor muy rentable.

Las formas de control social han cambiado. En un tiempo fueron las llamas del infierno las que mantenían a la población controlada. Ahora es la blanda y espumosa autorrealización personal quien se encarga de ello. Eva Illouz (33) y Marta Nussbaum (34) han realizado magníficas descripciones sobre las emociones y la terapia psicológica. La lectura de sus libros resulta imprescindible. Muestran la implacable presión amable hacia la autodisciplina. Para tener éxito en el amor o en los negocios hace falta ser una persona amable, fácil y predecible para los demás. También implica asumir que el otro se comportará de la misma forma al quedar obligado por nuestra conducta. Una reciprocidad que exige reconocer que el cónyuge, amante, amigo, compañero de trabajo, empleado o jefe tiene necesidades y hay que estar preparado para satisfacerlas. Un mundo de estilo hogareño en el que hay que reducir al mínimo la diferencia entre las personas. ¿Hay algo que anestesie más o que sea menos interesante que aquello que es predecible?

Todos deben saber comunicar, desvelarse ante los otros, desde el gerente hasta el personal de limpieza. La comunicación es una nueva episteme que crea nuevos conceptos y prácticas. Entre ellos el trabajo en equipo, noble actividad donde las haya, pero que oculta en su lado oscuro una profunda desconfianza sobre la capacidad creativa y "animal" del individuo. Nada hay que justifique científicamente que el grupo sea superior al individuo y viceversa. Son opciones y desarrollos distintos. Ambos valiosos. Pero el grupo sí tiene algo que el individuo no tiene: una tendencia a generar uniformidad. Por eso suele ser preferido. Elias Canetti (35) lo había advertido. El grupo puede devorar a las personas, y sin luchar, que no es de buena educación emocional.

 

Una inteligencia y una emoción deseables

Lo que nació como una justificada y necesaria búsqueda de igualdad política y legal, de lucha por la emancipación, ha desembocado en una anulación de diferencias que ancla el deseo y la creatividad. Ambos necesitan del contraste, de la separación, de la atracción de lo que no se es, de lo que no se tiene.

El sentimiento de igualdad obtenido gracias al intercambio emocional crea muchas relaciones objetivas y racionales que, sin negar los aspectos positivos que eso tiene, también destrozan el placer, la crítica y el deseo. No hay manera de generar fuerza atractiva en la relación de individuos convertidos en piezas predecibles, intercambiables y usables en el cambiante mundo de capitalismo postmoderno. Las emociones no predisponen a nuevas acciones, ni informan del estado actual de una persona. No hay comunicación, no hay libertad, no hay creatividad. Sólo teatro más o menos bien ensayado.

Las diferencias de estilo, personalidad, ideas, proyectos, reacciones entre los amantes o los compañeros de empresa se diluyen en una comunicación similar para todos, entrenada en las decenas de talleres y cursos. ¡Comunícate y muere!

Las emociones así entendidas se actúan, fluyen y se ofrecen a los otros o a uno mismo de forma estereotipada y entrenada. Así, en vez de poder decir a tu pareja "que te den", se pretende que se diga: "en este momento yo me estoy sintiendo furioso contigo debido a que la relación que tenemos me está dañando. Espero y deseo que podamos negociar una forma menos tóxica de relación". Esa petición así expresada ya sería razón suficiente -casi hasta lo haría necesario- para separarse.

Pero poco a poco, aunque apenas se escribe sobre ello, va cundiendo la idea de que es una trivialidad de la que se aprovechan las grandes corporaciones para amaestrar a su trabajadores. Eso va desprestigiándola, y va apareciendo la necesidad de una sustitución. La propuesta de un mindfulness no ha podido ser ese relevo, ya que era demasiado evidente la venta de un budismo bucodispersable en comprimidos flas en la que se basaba. Algo rápido, fácil de asimilar sin esfuerzo. Así que un posible heredero es la psicología positiva. Lo "positivo", como concepto, aún está bien situado en el ranking de noble palabras. Claro, suena mejor que lo "negativo", pero ¡donde esté la elegancia del Conde Drácula, la maldad de baquelita a toda prueba de Darth Vader o el viaje al Infierno de Dante, tan atractivo él (el infierno, me refiero), comparado con la sosería del Paraíso!

No se puede olvidar que las emociones son hijas del deseo, la gran capacidad humana. Tanto es así, que para autores como Gilles Deleuze (36), y antes Baruch Spinoza (37), la más acabada definición del ser humano es la de "ser deseante". Si hubiera que apoyar, entrenar algo, no sería la IE, sino la ID-eseante. Una las características de la madurez humana es la capacidad de gestionar de manera creativa, actual y eficaz los propios deseos. Y eso no es nunca fácil. Nada que ver con la expresividad o transparencia de la que nos habla la IE. La gestión del deseo, de la pasión, es lo que nos hace seres cultos. Es la cultura un proceso de ocultación, de marginación de elementos naturales, de simbolización, etc., eso es lo propio de los humanos. Las emociones no, esas las compartimos con las bestias, esas sí que actúan emocionalmente.

Los seres deseantes que somos vivimos en un magma de múltiples experiencias y relaciones. Más aún en estos tiempos de vida en red. Como ha señalado Kenneth Gergen (28), el concepto coherente y unificado del yo está dando paso a capacidades personales múltiples, incompletas, cambiantes y contradictorias. Para lo bueno y para lo malo. No podemos seguir sosteniendo una idea lineal unificada y previsible del sujeto humano. Heráclito estaría desesperado. Ya no hay un solo río en el que bañarse: nadamos en las múltiples corrientes de nuestro ser, concatenadas, a veces enfrentadas y siempre cambiantes. Ciertamente, puede ser una realidad que nos rompa y desconcierte. Puede fácilmente hacernos sentir aislados, deprimidos o narcisistas. Pero también, derivado de esa incertidumbre y desconcierto, se empuja la creatividad, la originalidad y la desobediencia. Tal vez sea malvado pensar que para impedir esos meandros de libertad nació el entrenamiento y condicionamiento operante emocional. Tal vez se rotuló como IE para así disimular su contenido altamente pauloviano.

Los diversos modelos de comprensión psicológica basados en la aceptación y el compromiso con el inevitable sufrimiento y renuncia de la existencia son, sin duda, un procedimiento de crecimiento personal mucho más rico. La fenomenología existencialista en la que se basan estos modelos no trata de eliminar lo desagradable, temible o angustioso que nos sucede, como se pretende en el pensamiento positivo típico de la IE, de tal manera que si uno no es feliz es por su culpa o por falta de empeño. Puede uno imaginarse a donde puede llevar esta posición: a desgraciados o sumisos esclavos. Es una forma moderna del viejo problema de la evitación de lo desagradable sin asumirlo. Y como alguna vez dijo Jean-Paul Sartre, lo importante no es lo que nos pasa (eso muchas veces es, desgraciadamente, inevitable) sino lo que hacemos con lo que nos pasa.

No hemos de entregarnos a las emociones, sino elaborar proyectos de vida a los que después podamos entregarnos con la necesaria distancia crítica. Pero la inteligencia, la emoción, la elaboración de proyectos han de tener en cuenta también la ya conocida sentencia de Samuel Beckett (38): "Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.". O en términos de Homer Simpson: "Intentar algo es el primer paso hacia el fracaso".

 

Agradecimiento

A Teresa Susinos, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria.

 

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Dirección para correspondencia:
Rafael Manrique Solana
(rmanriquesolana@gmail.com)

Recibido: 11/11/2014
Aceptado: 21/06/2015

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