INTRODUCCIÓN
Para muchos estudiantes, el paso de la educación secundaria a la universidad supone una transición cargada de exigencia. La competencia y la presión por los resultados académicos (1), los cambios en las cargas de trabajo y en las redes de apoyo, y en ocasiones estar lejos de la familia durante un periodo en el que pueden desencadenarse conductas de riesgo (2) pueden derivar en estados de estrés, ansiedad, depresión o insomnio (3,4).
En estudios anteriores sobre la población general, parece haberse detectado una asociación entre la forma de alimentarse y el estado del ánimo (5). De esta forma, y con independencia de la razón subyacente del trastorno del ánimo, la forma de alimentarse puede afectar a la forma en que se sienten las personas (6) y, probablemente, viceversa (7). La evidencia acerca de la relación entre la salud psicológica y la ingesta de ciertos nutrientes y grupos de alimentos es abundante. Así, se han detectado asociaciones inversas entre la ingesta de ácidos grasos polinsaturados (8), proteínas (9) y ciertos micronutrientes (10 11-12) con la sintomatología depresiva. Por el contrario, la ingesta de alimentos procesados y carbohidratos simples se ha asociado de forma directa (9 10 11 12-13). La ingesta baja en ácidos grasos ω-3 (14) y minerales como el manganeso, el cobre o el zinc (15) se ha relacionado con mayores niveles de ansiedad. La calidad del sueño se ha asociado de forma directa con la ingesta de algunos nutrientes como el selenio, la vitamina C o el calcio (16). Sin embargo, la investigación es escasa acerca de la relación existente entre la calidad de la dieta en general y la salud psicológica, especialmente en poblaciones específicas como la adolescente o la adulta joven.
En España, los problemas derivados de una mala alimentación están creciendo en la población infantil, adolescente y adulta joven. Se ha estimado en un 38,6% la prevalencia del sobrepeso/obesidad en la población menor de 17 años (17), y en un 26,8% entre la población universitaria (18). Del mismo modo, los problemas de salud mental son muy prevalentes en la población adolescente y adulta joven española. Dos estudios recientes (19,20) sitúan la prevalencia de los trastornos de tipo ansioso y depresivo en la adolescencia precoz por encima del 11%. En la época universitaria, Balanza y cols. (21) han reportado hasta un 55,6% y un 47,1% de casos probables de depresión y ansiedad, respectivamente. Por todo ello, resulta de interés la investigación acerca de la relación entre la alimentación y el estado de ánimo en diversas poblaciones de estudiantes. La mayoría de los estudiantes universitarios se encuentran al inicio de la edad adulta. En esta época es cuando se forman los estilos de vida y los comportamientos relacionados con la salud, que pueden tener un impacto mantenido a lo largo de sus vidas (9). Bajo este prisma, el objetivo de esta investigación fue evaluar la asociación entre la calidad de la dieta y varios indicadores relativos a la salud psicológica y el sueño de los universitarios de nuestro medio.
METODOLOGÍA
DISEÑO Y POBLACIÓN DE ESTUDIO
Se llevó a cabo un estudio descriptivo transversal. La población de referencia fue la de estudiantes de diferentes titulaciones del campus de la Universidad San Jorge en Zaragoza, España. La captación de los participantes se realizó en el aula durante el periodo lectivo del primer cuatrimestre del curso 2018-19. Todos los estudiantes fueron informados de los objetivos de la investigación al inicio de una de sus clases, y al finalizar la misma se les hizo entrega de los cuestionarios. Durante el periodo de recogida de datos, que se prolongó por 6 semanas, se invitó a participar en el estudio a un total de 1311 estudiantes. De estos, 1055 (744 mujeres y 311 varones) dieron su consentimiento para entrar en esta investigación y cumplimentaron con arreglo a lo solicitado el cuestionario propuesto.
COLECCIÓN DE DATOS
El cuestionario de recogida de datos se compuso de 4 secciones: datos sociodemográficos (incluyendo antropometría y hábitos), alimentación, salud psicológica y sueño.
Se recopiló información sobre la edad, sexo, área de estudio, residencia habitual, situación de pareja, altura, peso, situación económica percibida, tabaquismo, consumo de alcohol, práctica de actividad física y sedentarismo de los participantes. La actividad física desarrollada y el tiempo dedicado a estar sentado o tumbado (no se incluye el sueño) se evaluaron mediante la versión breve del International Physical Activity Questionnaire (IPAQ breve) en su versión en español. Este instrumento se ha validado en la población española (22) y se ha utilizado en repetidas ocasiones en una población joven y universitaria (23,24). El IPAQ breve permite registrar la intensidad, frecuencia y duración de la actividad física desarrollada en los últimos 7 días. A partir de esta información se calcularon los equivalentes metabólicos de tarea (MET) por semana multiplicando el gasto energético medio por minuto y semana por la intensidad de cada actividad física realizada (3,3 MET para caminar, 4,0 MET para las actividades de intensidad moderada y 8,0 MET para las vigorosas). Los resultados de cada categoría de actividad física (caminar + moderada + vigorosa) se sumaron para obtener la actividad física total en MET/semana (25).
La valoración de la alimentación de los participantes se realizó mediante el Índice de Alimentación Saludable (IAS) a partir de la metodología descrita por Norte y cols. (26), que incluyeron ligeras modificaciones en el cuestionario original de Kennedy y cols. (27) con el fin de adaptarlo a los alimentos más habitualmente ingeridos por la población española. El IAS consta de 10 variables puntuables de 0 a 10 puntos cada una. De este modo, la puntuación final del cuestionario oscila entre 0 y 100 puntos. La clasificación por categorías se realiza en base a los siguientes criterios: puntuación > 80, alimentación saludable; entre 50 y 80 puntos, necesita cambios; menor de 50 puntos, poco saludable.
Además, se comparó la frecuencia de la ingesta de cada grupo de alimentos de los participantes con las recomendaciones recogidas en la Guía de la Alimentación Saludable de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) (28).
La sintomatología relativa a la ansiedad, el estrés y la depresión de los participantes se evaluó mediante el cuestionario DASS-21, versión corta del DASS-42. El DASS-21 está conformado por las subescalas DASS-A (ansiedad), DASS-E (estrés) y DASS-D (depresión). El DASS-21 es un instrumento compuesto de 21 ítems, 7 para cada subescala, con evaluación de tipo Likert de 0 a 3 puntos (0 significa “no me es aplicable en absoluto” y 3 “me es aplicable mucho o la mayoría del tiempo”). La suma de las puntuaciones obtenidas en cada subescala se multiplica por 2 al objeto de hacer comparables los resultados del DASS-21 y el DASS-42. A partir de las puntuaciones obtenidas se clasifica a los participantes en cada una de las 3 subescalas de la siguiente manera:
– Ansiedad: normal (0-7 puntos), leve (8-9), moderada (10 11 12 13-14), severa (15 16 17 18-19) y extremadamente severa (> 19)
– Depresión: normal (0-9 puntos), leve (10 11 12-13), moderada (14 15 16 17 18 19-20), severa (21 22 23 24 25 26-27) y extremadamente severa (> 27).
– Estrés: normal (0-14 puntos), leve (15 16 17-18), moderado (19 20 21 22 23 24-25), severo (26 27 28 29 30 31 32-33) y extremadamente severo (> 33).
El cuestionario DASS-21 fue validado con anterioridad en la población universitaria española con unos valores de consistencia interna para las tres subescalas que oscilaron entre α = 0,73 y α = 0,81 (29).
La calidad del sueño y el insomnio de los participantes se evaluaron mediante el Índice de Severidad del Insomnio (ISI). Este cuestionario consta de 7 ítems que estudian la naturaleza, severidad e impacto del insomnio. Cada ítem se puntúa mediante una escala de tipo Likert de 0 a 4 puntos. La puntuación total se obtiene sumando las respuestas de los 7 ítems, pudiendo obtenerse un mínimo de 0 y un máximo de 28 puntos. A partir de esta puntuación puede establecerse la siguiente clasificación:
– De 0 a 7 puntos: ausencia de insomnio clínico
– De 8 a 14 puntos: insomnio subclínico
– De 15 a 21 puntos: insomnio clínico (moderado)
– De 22 a 28 puntos: insomnio clínico (grave).
La validación del ISI en la población española obtuvo un valor de consistencia interna de α = 0,91 (30). Además, este cuestionario se ha utilizado en repetidas ocasiones en muestras de estudiantes universitarios (31 32-33).
ANÁLISIS DE LOS DATOS
Las características de la muestra se resumieron usando la media y la desviación estándar para las variables continuas, y el número y el porcentaje para las cualitativas.
El test de Kolmogorov-Smirnov se usó para comprobar la normalidad de las distribuciones de cada variable. El análisis bivariante se ejecutó mediante las pruebas Chi-cuadrado, t de Student y ANOVA, según correspondiera. El análisis de la correlación bivariada entre variables cuantitativas se efectuó mediante el test de Pearson. Además se realizó un análisis multivariante con objeto de determinar el impacto de la calidad de la alimentación y la adherencia a las recomendaciones de ingesta semanal de diferentes grupos de alimentos sobre el sueño y la salud psicológica de los participantes (presencia de ansiedad, estrés, depresión o insomnio). Para ello se construyeron diferentes modelos de regresión logística binaria (método Intro) ajustados por posibles factores de confusión como el género, la edad, el peso (IMC), la titulación, la actividad física desarrollada, la situación económica percibida, el tiempo dedicado a patrones sedentarios, el tabaquismo o la situación de pareja.
El análisis estadístico de los datos se realizó con el paquete estadístico SPSS para Windows (versión 21, Chicago, IL, EE.UU.), aceptando un nivel de significación de p < 0,05.
RESULTADOS
CARACTERÍSTICAS DE LA MUESTRA
En total, 1055 estudiantes (70,5% mujeres y 29,5% varones) participaron en el estudio. El rango de edad osciló entre los 18 y los 42 años, con una media de 21,74 ± 5,15 años. La mayoría de ellos cursaba una titulación sanitaria (58,3%), no fumaba (75,3%), refería un consumo ocasional de alcohol (67,7%), no mantenía una relación estable (53,2%) y vivía con su familia (66,4%) (Tabla I).
CALIDAD DE LA DIETA
La puntuación media en el IAS fue de 68,57 ± 12,17. El 82,3% de los participantes presentaron una alimentación poco saludable o necesitada de cambios. En el análisis por géneros, las mujeres mostraron una alimentación significativamente menos saludable que los varones (Tabla II).
Los criterios del cuestionario en los que se evidenció un menor nivel de adherencia fueron los relativos al consumo de carnes magras, pescados y huevos, y al de embutidos y fiambres. En sentido opuesto, la mayor adherencia se observó en el consumo de legumbres y lácteos (Tabla III).
La puntuación del cuestionario IAS fue significativamente superior en los no fumadores, en los alumnos sin pareja estable y en las personas que vivían acompañadas ya sea por compañeros o por familiares. Por categorías de IMC, los participantes con bajo peso y con exceso de peso mostraron puntuaciones medias más elevadas que las de aquellos con normopeso. La titulación cursada y el nivel económico percibido no se asociaron significativamente a la puntuación del IAS (Tabla IV).
SALUD PSICOLÓGICA Y SUEÑO
El 23,5%, 18,6% y 33,9% de los participantes mostraron, en mayor o menor medida, niveles de ansiedad, depresión y estrés, respectivamente. Además, hasta un 43,1% presentaban insomnio en alguna de sus categorías. Por géneros, las mujeres obtuvieron peores puntuaciones en las escalas de estrés, ansiedad e insomnio (p < 0,05) (Tabla II).
ASOCIACIÓN ENTRE CALIDAD DE LA DIETA, SALUD PSICOLÓGICA E INSOMNIO
El análisis de la correlación bivariada mostró una asociación significativa e inversa entre las puntuaciones del IAS y las del DASS-A, DASS-E e ISI (Tabla V).
En el análisis de regresión logística binaria, ajustado por posibles factores de confusión, la alimentación no saludable se relacionó de forma significativa con la presencia de depresión, ansiedad y estrés. Por grupos alimentarios, la falta de adherencia a las recomendaciones de ingesta de verduras y hortalizas se asoció a la presencia de ansiedad, depresión e insomnio. Además, el consumo deficitario de productos lácteos y el excesivo de dulces se asociaron a un mayor riesgo de sufrir ansiedad, estrés, depresión e insomnio (Tabla VI).
DISCUSIÓN
Según nuestro conocimiento, el presente estudio es el primero que evalúa la relación entre calidad general de la dieta y múltiples dimensiones de la salud psicológica y el sueño en una población universitaria. Nuestros hallazgos evidencian una elevada prevalencia de estrés (33,9%), ansiedad (23,5%), depresión (18,6%) e insomnio (43,1%) entre los universitarios de nuestro medio, mayor en las mujeres que en los varones (a excepción de la sintomatología depresiva). Aizpurua y cols. (34), utilizando también el cuestionario DASS-21, hallaron en universitarios españoles prevalencias aún mayores de depresión, ansiedad y estrés, con valores del 38,2%, 45,4% y 42,5%, respectivamente. A nivel mundial, una revisión sistemática de 24 estudios estimó una prevalencia media de depresión entre los universitarios del 30,5%, con un rango que oscilaba entre el 10,4% y el 80,5% (35).
Estudios previos sobre universitarios españoles, empleando el IAS como instrumento de medida de la calidad de la dieta, evidenciaron un elevado número de universitarios con patrones alimentarios no saludables (18,36,37). En este estudio, hasta el 82,3% de los participantes presentaban una alimentación no saludable o necesitada de cambios. Por grupos de alimentos, el consumo más alejado de las recomendaciones fue el de carnes magras, pescados y huevos (por defecto), y el de embutidos y fiambres (por exceso). La calidad general de la dieta se asoció de forma significativa e inversa a la presencia de algún nivel de ansiedad, estrés o depresión, no así con el insomnio. Por grupos de alimentos, encontramos que la prevalencia de las alteraciones del bienestar psicológico y el sueño se asocia esencialmente con la falta de adherencia a las recomendaciones de ingesta de verduras y hortalizas, lácteos y dulces.
La discusión de los resultados relativos a la calidad general de la dieta es compleja ya que únicamente un estudio previo ha analizado la relación entre esta dimensión y la prevalencia de síntomas depresivos en una población universitaria, concretamente femenina. En ese estudio, Quehl y cols. (38) detectaron una relación lineal inversa y significativa entre la puntuación del IAS (versión canadiense) y la puntuación de la Center for Epidemiologic Studies Depression Scale. Existe mayor evidencia en relación al consumo de diferentes grupos de alimentos y su relación con la salud psicológica. Mikolajczyk y cols. (9) observaron, solo en universitarias, una relación significativa entre el estrés percibido, por un lado, y el consumo elevado de dulces y comida rápida, y bajo de frutas y verduras, por el otro. Otros estudios (7,40) hacen extensiva la asociación a los estudiantes varones. Lazarevich y cols. (13) y Liu y cols. (39) detectaron mayores niveles de depresión en los universitarios con consumo más elevado de comida rápida y dulces. A diferencia de los resultados obtenidos en nuestro estudio, ninguno de estos estudios reporta relaciones significativas entre el estrés, la ansiedad o la depresión y el consumo de lácteos.
Este estudio presenta varias limitaciones. No analiza el tamaño de las raciones ni cuantifica la ingesta total de calorías, proteínas, grasas y carbohidratos. Además, su naturaleza transversal permite establecer asociaciones pero no relaciones de causalidad. En este sentido, futuras investigaciones deberán aclarar la relación temporal entre la alimentación y las alteraciones de la salud mental. Pese a estas limitaciones, nuestros hallazgos sugieren una alta prevalencia de universitarios con alimentación inadecuada, que además se relaciona con la salud psicológica. Estos datos manifiestan la necesidad de aplicar estrategias de prevención y promoción de la salud en el ámbito universitario. En este sentido, cualquier intervención dirigida a minimizar los niveles de ansiedad, depresión o estrés en esta población debe incluir contenidos dirigidos a mantener una alimentación saludable.