INTRODUCCIÓN
Las diferencias socioeconómicas condicionan desigualdades alimentarias y nutricionales que a su vez contribuyen a la inequidad en términos de salud (1). La dietas más saludables, con mejor calidad nutricional, suelen ser más costosas y, por lo tanto, tienden a ser menos consumidas por la población de nivel socioeconómico (NSE) más bajo (2).
La vulnerabilidad social se asocia a mayores tasas de obesidad, diabetes de tipo 2 y enfermedad cardiovascular, mientras que las poblaciones de mayor NSE presentan mejores indicadores de salud y mayor expectativa de vida (2). Esto no solo se asocia a que consumen más frutas, verduras, pescado y fibra, sino también a que tienden a ser menos sedentarias y a consumir menos tabaco y alcohol (3, 4, 5).
Conocer la influencia de las disparidades socioeconómicas en la dieta de una población puede ayudar a explicar el impacto que el NSE tiene sobre la mortalidad y la morbilidad relacionadas con las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) (6). La dieta es un factor de riesgo modificable para estos desenlaces (1,7,8) y, por lo tanto, comprender la influencia del contexto socioeconómico sobre la dieta de un país es relevante para implementar acciones de salud pública (1).
La Argentina no es ajena al escenario que comparten los países en vías de desarrollo, con una alta prevalencia de sobrepeso y obesidad que coexiste con malnutrición oculta (9,10). Desafortunadamente, la información disponible en Argentina sobre la ingesta poblacional es limitada y generalmente se basa en medidas indirectas como hojas de balance (11).
El objetivo del presente estudio es determinar la calidad de la ingesta de la población argentina de acuerdo con su condición económica y social, analizando el consumo de distintos grupos de alimentos de interés para la salud pública.
Como objetivo secundario se propone determinar si las eventuales diferencias en el patrón alimentario en función del NSE varían según la región del país.
MATERIAL Y MÉTODOS
El Estudio Argentino de Nutrición y Salud (EANS) corresponde al capítulo argentino del Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (ELANS), cuyo diseño se centró en evaluar la ingesta alimentaria y la actividad física en ocho países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Chile, Perú y Venezuela) a través de una encuesta multinacional transversal de hogares, realizada entre marzo de 2014 y diciembre de 2015.
El ELANS ha sido aprobado por el Western Institutional Review Board (#20140605) y registrado en Clinical Trials (#NCT02226627). Para los datos locales, el EANS ha sumado la aprobación del comité de ética de la Asociación Médica Argentina. El total de individuos participantes en el estudio completó un consentimiento informado previo a su participación, y un consentimiento más asentimiento para los casos de 15,0 a 17,9 años.
Se invitó a participar en el estudio a todas aquellas personas que de manera aleatoria se sortearon, incluyéndose las que acordaron participar. Se excluyó a quienes no firmaron el consentimiento, no estaban en condiciones de salud física o mental para responder a las preguntas por sí mismos o tenían una afección de salud que comprometía de manera aguda o crónica su estado nutricional o su ingesta. Tampoco formaron parte del estudio los individuos incapacitados para leer y las mujeres embarazadas o lactantes hasta cumplidos los 6 meses posparto. El diseño general corresponde a una muestra compleja, polietápica, estratificada por conglomerados (ciudades o aglomerado de ciudades), con selección aleatoria. Más información puede obtenerse de Fisberg y cols. (12). La muestra final para Argentina quedó constituida por 1266 individuos y se estratificó por género (femenino y masculino), nivel socioeconómico (alto, medio y bajo) y región geográfica (Pampa, Patagonia, Cuyo, Noreste (NEA), Noroeste (NOA) y Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)). Para la clasificación por NSE se aplicó un cuestionario de amplio uso local, propuesto por la Comisión de Enlace Institucional AAM-SAIMO-CEIM, que clasifica el NSE en 7 categorías que se reagruparon en tres (alto, medio y bajo) (13). La muestra final es representativa de cada región y se ponderó basándose en la información disponible del Censo Poblacional de 2010 y de la Encuesta Permanente de Hogares 2015, ajustada a las proyecciones de la población para el año 2015 (14,15).
RECOLECCIÓN Y CARGA DE INGESTA
Se realizaron dos recordatorios de 24 horas (R24) en días no consecutivos (3-5 días) con una técnica estandarizada de recolección de la ingesta (técnica de pasos múltiples) (16). La entrevista se realizó en el domicilio, de forma presencial, por un entrevistador entrenado para tal fin. Se usó una guía visual local con fotos para identificar las porciones y los alimentos (diseñada especialmente para este estudio) con el fin de ayudar al participante a referir con mayor precisión sus cantidades de ingesta (17). Un equipo de nutricionistas capacitados registró los alimentos y las bebidas en medidas domésticas para luego convertirlas en gramos y mililitros. Las inconsistencias o los datos faltantes fueron verificados por teléfono por un nutricionista asistente del equipo de investigación. Luego, la información obtenida fue cargada en el software NDS (Nutrition Data System for Research Software, versión 2013, NDS-R, Minnesota University, MN, EUA), a través del cual se obtiene la composición en energía, macronutrientes y micronutrientes del total de alimentos y bebidas.
La información completa de la metodología de evaluación y estandarización de la ingesta del estudio puede encontrarse en Kovalskys y cols. (18).
METODOLOGÍA DEL ANÁLISIS DE INGESTA
Para este trabajo se han considerado los grupos de alimentos consumidos por más del 19 % de la población, debido a que los alimentos con menor frecuencia de consumo pierden peso estadístico a medida que se van estratificando por género, región o NSE, requiriendo una muestra mayor para su análisis. Entre estos grupos se encuentran los pescados y mariscos, y el cerdo dentro del grupo de las carnes (consumidos por menos del 6 % y 9 % de la población, respectivamente), todas las legumbres y el yogur (consumidos por el por el 15 % y 13 %, respectivamente).
Para este análisis, los grupos de alimentos y bebidas seleccionados se clasificaron en 11 categorías que a su vez se abrieron en 22 subgrupos de acuerdo con sus similitudes nutricionales. Los grupos son: frutas y vegetales, donde se incluyen todas las frutas y verduras crudas, cocidas, congeladas o enlatadas, excluyendo los vegetales feculentos. Los cereales, que incluyen las pastas frescas y secas y el arroz. Los vegetales feculentos, la pizza y las empanadas se han analizado de forma independiente de los cereales por ser muy consumidos por la población argentina. En lácteos se incluyeron la leche y el queso, tanto los enteros como los descremados. Dentro del grupo carnes se analizaron la vacuna, el pollo y las carnes procesadas (incluyendo hamburguesas, salchichas, embutidos, etc.). También se consideraron los aceites, la manteca, la margarina y la grasa vacuna como parte constituyente del grupo grasas. Los frutos secos y las aceitunas se excluyeron, siendo que el consumo es muy escaso en esta población. Los productos de panadería y bollería constituyen un grupo aparte ya que son también alimentos culturales argentinos. Finalmente, las bebidas se clasificaron en agua, infusiones azucaradas, bebidas comerciales azucaradas y bebidas alcohólicas.
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
Se han realizado diferentes análisis estadísticos para cada alimento según el NSE, con el fin de disminuir la variabilidad de los datos y optimizar el número aceptable de casos para cada agrupación. Algunos resultados del estudio se informan en el texto (y no en las tablas) y corresponden al análisis por región y NSE. La ponderación a nivel individual se ajustó de acuerdo con el NSE para reducir el potencial sesgo de muestreo. Se calcularon los valores de ingesta medios y se analizaron las diferencias significativas, con intervalo de confianza del 95 %, correspondientes a 11 grupos de alimentos, por NSE, para el total de la muestra. Para construir el modelo de análisis por región se agruparon el NSE alto y el medio, permitiendo la comparación con el NSE bajo, siendo que este último corresponde al 45,6 % de la muestra del total del país. Adicionalmente, las regiones del país se concentraron en cuatro grupos: Norte (NOA y NEA), Pampeana, AMBA y Suroeste (Sur + Cuyo). Para determinar las diferencias significativas entre los tres NSE en todo el país se aplicó una prueba ANOVA de un solo factor (ANOVA ONEWAY), con una prueba de Levene sobre la homogeneidad de las varianzas y comparaciones múltiples con pruebas de Tukey y Games-Howell a posteriori. Para la comparación del consumo de los diferentes grupos de alimentos de acuerdo con los dos grupos de NSE por región se realizó una prueba T para la igualdad de las medias de muestras independientes (Sig. bilateral - % del intervalo de confianza del 95 %) y se complementó con la prueba de Levene sobre la homogeneidad de las varianzas. Los estadísticos se calcularon con el software IBM SPSS Statistics Version 20. Los valores menores de 0,05 se consideraron significativos.
RESULTADOS
La Tabla I muestra las características generales de la muestra en función del NSE de la población. En la misma puede observarse que la distribución de la población argentina de 15 a 65 años de acuerdo con el NSE es: alto: 7,5 %; medio: 46,9 %; bajo: 45,6 %.
AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires): Capital Federal y áreas urbanas de Buenos Aires. Pampeana: provincias de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y Santa Fe. Cuyo: provincias de San Luis, San Juan y Mendoza. NOA (Noroeste Argentino): provincias de Jujuy, Catamarca, Tucumán, La Rioja, Salta y Santiago del Estero. NEA (Noreste Argentino): provincias de Misiones, Formosa, Chaco, Entre Ríos y Corrientes. Sur: provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.IMC: índice de masa corporal.
En relación al consumo de acuerdo con el NSE de la población, en la Tabla II se representan los 11 grupos de alimentos más frecuentemente consumidos, expresados en gramos por día (media) de acuerdo con el NSE de los individuos del EANS.
Infusiones con azúcar: té, café, mate. Agua: mineral, mineralizada o de la canilla. Refrescos con azúcar: jugos en polvo, líquidos listos para consumir o naturales con agregado de azúcar, gaseosas, aguas saborizadas. Bebidas alcohólicas: todas. Frutas: todas excepto jugos naturales. Verduras: todas excepto papa y tubérculos. Arroz: todo tipo de arroz blanco e integral. Pastas: pastas frescas y secas: fideos, ravioles, ñoquis, etc. Pizzas: todas, compradas y hechas en casa. Empanadas: todas, compradas y hechas en casa. Leche: todas, enteras o descremadas. Quesos: todos, enteros o descremados. Carnes rojas: todos los cortes. Carnes procesadas: hamburguesas, salchichas, panceta, fiambres, etc. Aceites: todos los aceites: oliva, maíz, girasol, etc. Otras grasas: margarina y otras grasas animales. Pan: blanco e integral, francés, de hamburguesa, árabe, baguette, comercial, etc. Galletitas saladas: comerciales. Galletas dulces: simples y rellenas. Facturas: todas con o sin relleno: medialunas, vigilantes, churros, etc. Tortas y budines: todas las tortas, budines, bizcochuelos, magdalenas, etc., caseros o comerciales. Productos de panadería salados: bizcochitos, libritos, chipa, pan relleno, cremona, etc .
*Diferencias significativas entre grupos de alimentos: prueba T para muestras independientes (sig. bilateral - intervalo de confianza del 95 %) con prueba de Levene sobre homogeneidad de las varianzas. Diferencias significativas entre NSE según ANOVA de un solo factor con significación en p < 0,05 y pruebas de Tukey y Games-Howell a posteriori para las varianzas desiguales.
En un análisis complementario por grupos de alimentos se agruparon el NSE alto y medio, comparándose con el NSE bajo: al analizar el consumo de carnes, se observó que la población más pobre consume un 16 % más de carne de pollo (p = 0,038), un 15 % más de pan (p = 0,006) y un 55 % más de bollería (p = 0,005). Esto representa el % de variación en gramos del consumo del NSE bajo en comparacion con el resto de la población (NSE medio + alto).
En relación con la bollería, vale la pena destacar que, en la región pampeana, la diferencia de consumo es notable (37,5 g/d en el NSE bajo frente a 14,8 g/d en el resto de la población), representando un 154 % más (p = 0,000).
No se observan diferencias estadísticamente significativas en el consumo de carne vacuna, pizzas, empanadas, papas, otros tubérculos y cereales.
En cuanto a los dulces, golosinas y grasas, si bien hay una tendencia hacia un mayor consumo en el NSE bajo, estas diferencias no son significativas, con excepción del aceite de cocina, que es más consumido por la población de bajo NSE.
La comparación del consumo de los grupos de alimentos por NSE en función de las regiones del país se grafica en la figura 1.
La figura 1A expone el consumo bebidas azucaradas (refrescos e infusiones con azúcar). El consumo de agua y el de bebidas alcohólicas no se ha graficado, siendo que no mostró diferencias estadísticamente significativas en el analisis por NSE y región (p = 0,611 y 0,555, respectivamente).
De todas las regiones del país, la AMBA y Pampeana son las que presentan diferencias significativas en el consumo de bebidas azucaradas (refrescos y zumos), siendo la población más vulnerable la que consume un 17 % y un 60 % más, respectivamente. Lo mismo ocurre con las infusiones azucaradas, donde la clase baja consume, en la AMBA y en la región pampeana, un 58 y un 74 % más.
En la figura 1B se aprecia el consumo de frutas y verduras por NSE y región del país. Para las frutas, la única diferencia significativa se aprecia en la región metropolitana, donde la clase baja consume un 38 % menos. En todas las regiones del país, con excepción del norte, se observa un consumo significativamente menor de verduras en la clase baja: 29 % menos en la AMBA, 27 % menos en la región pampeana y 36 % menos en la región suroeste.
En la figura 1C se observa el análisis correspondiente a los lácteos. Con excepción de la región metropolitana, donde la clase baja consume un 20 % menos de queso, no se aprecian diferencias significativas en el resto de las regiones del país en el consumo de este alimento. Por su parte, en las regiones metropolitana y pampena se aprecia un consumo significativamente menor de leche en las clases populares (NSE bajo): 23 % y 62 % menos, respectivamente.
DISCUSIÓN
Los principales hallazgos que surgen del presente trabajo demuestran que, en Argentina, la población con mayor vulnerabilidad social evaluada por NSE presenta un menor consumo de frutas, vegetales y lácteos, y un mayor consumo de bebidas con azúcar, pan y productos de bollería en comparación con los individuos de nivel social más privilegiado (medio y alto).
En este estudio se aprecia un consumo superior de bebidas azucaradas (ml/d), de origen comercial o casero (infusiones con azúcar: té, café y mate), en la población de menor NSE. En la literatura se han descripto varios factores que pueden estar asociados a estos resultados: educacionales, culturales y de acceso económico (19).
En Argentina, este alto consumo de bebidas con azúcar puede explicarse por una concepción muy arraigada en los sectores de bajos ingresos, que tiene como hábito incorporar energía en forma de azúcares agregados en contraposición a otras fuentes de energía de mejor calidad nutricional y menos accesibles económicamente. Por el contrario, los individuos de NSE alto consumen casi un 25 % más de agua, pero también cerca de un 80 % más de bebidas alcohólicas. En el caso del consumo de agua como fuente de hidratación, que es la recomendación universal, este podría estar asociado a la mayor educación del NSE más alto. En cuanto a las bebidas alcohólicas, los hallazgos de nuestro estudio se contraponen a los publicados recientemente en una revisión sistemática que señala que los grupos socioeconómicos más bajos tienen una mayor prevalencia de consumo de alcohol que los grupos socioeconómicos altos (3). Argentina es un país productor y consumidor de vino (19 litros por persona por año) y la cultura de consumo entre las clases de mayor poder adquisitivo puede explicar el hallazgo (20). Datos de un reciente estudio que analiza la relación entre consumo de alcohol y riesgo cardiovascular señalan que, en Argentina, el vino es la bebida alcohólica más frecuentemente consumida (51,7 %), seguido de la cerveza (34,7 %) y de las bebidas espirituosas (19,7 %) (21).
El menor consumo de frutas y vegetales en las poblaciones de menores recursos ha sido descripto también por otros autores en países como Alemania, Países Bajos y Reino Unido, entre otros (1, 22, 23 24). Esta situación se ha vinculado al costo y a la dificultad de acceso para las poblaciones de escasos recursos (2). Cabe destacar que Argentina es un país agroproductor que tiene condiciones para garantizar un adecuado y asequible acceso a frutas y verduras, pero los aspectos logísticos de costo del transporte en un país de distancias amplias impactan en el valor y podrían explicar algunas de las limitaciones al acceso para determinados grupos sociales.
La apreciación de que una dieta rica en frutas y verduras tiene un costo elevado por caloría no solo es patrimonio de los países en vías de desarrollo sino también de países desarrollados como Suecia, España y Estados Unidos (25,26).
Los lácteos en general y la leche en particular muestran un patrón de consumo inverso al de las bebidas con azúcar, siendo menos consumida por la clase baja en todo el país, con diferencias que se observan principalmente en las regiones metropolitana y pampeana, centrándose el consumo en la clase media. Si bien por el tipo de estudio no podemos afirmar que se deba al costo, Argentina es un país con una histórica conciencia social respecto del valor nutricional de este grupo de alimentos (27). Este estudio centra sus hallazgos en una población mayoritariamente adulta y, considerando que las clases sociales más bajas priorizan los lácteos para el consumo infantil, asumimos que el costo podría ocupar una parte importante entre los motivos que explican el menor consumo por la clase adulta más vulnerable socialmente (6). A diferencia de la clase media, en la clase alta se observa en todo el mundo una tendencia creciente a consumir otro tipo de bebidas vegetales (a base de soja, almendras, etc.) en desmedro de la leche de vaca (28).
Al analizar el total del país, se aprecia que el consumo de queso se incrementa a medida que aumenta el NSE de la población, lo cual podría explicarse considerando que se trata de un producto relativamente costoso dentro de la canasta familiar.
Por su parte, al agrupar los NSE alto y medio para ver cómo es el consumo en la población más vulnerable en las distintas regiones de Argentina, si bien sería esperable que aquellas personas de menor condición social consumieran menor cantidad de queso, esto se aprecia solamente en la región metropolitana (29). Es importante destacar que este análisis no contempló la eventual diferencia en la calidad del queso consumido, por lo que es probable que se deba mayoritariamente al queso utilizado en la preparación de pizza. En Latinoamérica, Argentina lidera el consumo de pizza (comunicación del autor). Se calcula que el 47 % de la población argentina es descendiente de italianos, por lo que la pizza es de tipo casero (hecha en casa o comprada en pizzerías con recetas tradicionales), a diferencia de lo que ocurre en los países anglosajones, donde se consume pizza industrializada (30).
En relación con los panificados, a medida que disminuye el NSE se observa un mayor consumo de pan y productos de bollería (29). En la Argentina, las panaderías producen y venden pan de estilo francés (tipo baguette, que se produce con harina de trigo, agua y sin grasa) así como pan con alto contenido en grasa, que suele consumirse acompañando las comidas o con mate, en ocasiones reemplazando la cena, particularmente en las clases más populares. El mate es una infusión que se hace con la yerba mate y es muy popular en países de Sudamérica como Argentina, Uruguay y Paraguay. El alto consumo de pan podría justificarse tanto por un comportamiento de impronta cultural como por la capacidad de saciedad de este producto, que además suele ser asequible.
Existe una tendencia que indica que la población de menores recursos consume más arroz, tubérculos y carne de pollo, mientras que la población socialmente más privilegiada consume más carne vacuna, hallazgo que no se reproduce en este estudio. Reportes de algunos autores han señalado que, si bien los grupos de menores ingresos no compran menos carne, compran cortes más económicos y menos magros (2,31).
Las empanadas, que consisten en una masa fina, quebrada o de hojaldre, rellena de carne y especias, se consumen ampliamente en Argentina. Si bien inicialmente eran productos típicos de algunas regiones del país (noroeste y Cuyo), la globalización hizo que actualmente se consuman en todo el territorio a precios asequibles y de manufactura casera, tal como ocurre con la pizza. No se han hallado en este estudio diferencias significativas de consumo ni por NSE ni por región. Publicaciones recientes sugieren que para aquellos alimentos que están muy arraigados culturalmente en la población (tal como es el caso de la carne vacuna, la pizza y las empanadas en Argentina), las diferencias sociales y económicas parecen desdibujarse (32).
La disparidad socioeconómica en la calidad de la dieta se puede explicar por el mayor costo de alimentos como frutas, verduras, carnes magras y pescado, siendo el factor económico una de las principales barreras para adoptar una dieta más saludable (1). No obstante, el costo del alimento no es la única limitante de la calidad de la dieta en las poblaciones más vulnerables: el nivel educativo de la población, sus costumbres y tradiciones, y el acceso físico a los alimentos más saludables son factores determinantes.
En relación con este último, se ha descripto que las tiendas de alimentos frescos como frutas, verduras y pescado son menos comunes en los vecindarios más pobres (4,33,34). En el caso de Argentina, y especificamente en el caso de las frutas y verduras, no hay estudios que demuestren la densidad de comercios con alimentos saludables en relacion al NSE del barrio o la región. Sin embargo, nos permitimos ensayar una explicacion de orden observacional donde otros factores, como la disponibilidad de agua para el lavado, el tiempo de preparación y el costo de la energía para su cocción, entre otros, podrían jugar un rol importante en el bajo consumo por parte de la población más vulnerable (35, 36, 37).
Por otra parte, existe una relación directa entre el nivel de estudios y el nivel de ingresos y, a su vez, una relación inversa entre estos y la adherencia a una dieta saludable: se aprecian dietas más saludables en las personas de mayores ingresos o de mayor nivel educativo.
La principal limitación de este estudio radica en que, si bien la muestra es representativa por región, edad y NSE, se ha obtenido la información sobre la ingesta con dos R24, por lo que aquellos alimentos de menor frecuencia de consumo podrían verse subrepresentados a diferencia de lo que ocurriría con una metodología de relevamiento que incluyera la frecuencia de consumo (de tipo semicuantitativa). A su vez, para los alimentos de bajo consumo poblacional como el pescado, los mariscos, el yogur o los frutos secos, la muestra de este estudio resulta insuficiente para conseguir poder estadístico en función de los tres NSE y, especialmente, al estratificarlos por región del país.
Este estudio, que ha tenido como objetivo determinar la calidad de la ingesta de la población de acuerdo con su condición económica y social, abre la puerta para ser complementado con otros que ayuden a comprender mejor el comportamiento de la cultura, la educación y los costos como determinantes de la calidad de la dieta.
Finalmente, las costumbres también influyen. Como señalan Darmon y Drewnowski, una dieta de estilo mediterráneo -reconocida como modelo de dieta saludable- puede incluir pescados y mariscos y tener un elevado costo, pero también puede incluir arroz, lentejas y frijoles, y ser más económica (2). Por lo tanto, no solo se deben identificar los patrones alimentarios que sean ricos en nutrientes y accesibles desde el punto de vista económico, sino también desde los hábitos y las costumbres.
No está claro, en Latinoamérica en general y en Argentina en particular, cuáles serían los principales factores que intervienen en la calidad de la dieta, pero este estudio revela que la vulnerabilidad social es un determinante de peso.
Es muy importante alinear la ingesta dietética de la población con los objetivos de salud pública, para lo que se requieren intervenciones diseñadas para reducir las desigualdades sociales vinculadas a la nutrición y la salud.