RIESGOS SANITARIOS ASOCIADOS AL CONSUMO DE TABACO
El hábito de fumar se asocia a una elevada morbilidad y mortalidad. A nivel mundial, alrededor de 7 millones de personas mueren cada año debido a alguna enfermedad relacionada con el tabaquismo, y se estima que la morbilidad es unas 30 veces mayor (1). En Europa, > 16 % de las muertes de adultos de ≥ 30 años se atribuyen al tabaco, siendo esta la principal causa evitable de mortalidad (2).
La exposición al humo ajeno también se ha visto implicada en los resultados adversos para la salud, causando 1,2 millones de muertes al año. Casi la mitad de los niños respiran aire contaminado por el humo del tabaco y 65.000 niños mueren cada año por enfermedades relacionadas con el humo de otros fumadores (2). También la exposición prenatal al humo del tabaco durante el embarazo es la causa prevenible más común de morbilidad y mortalidad infantil (3).
PORCENTAJE DE FUMADORES Y FUMADORES PASIVOS
Aunque la cifra de fumadores ha disminuido en los últimos años, el porcentaje sigue siendo importante (un 22,1 % declaran ser fumadores habituales en España) (4). El número de fumadores pasivos es más impreciso pero claramente superior. En este sentido, estudios realizados en EE UU (en niños de 3-17 años) ponen de relieve un 9 % de fumadores activos entre los 10 y 17 años, pero destacamos que un 42 % de los estudiados son fumadores pasivos, considerando las cifras de cotinina en orina como indicador medible de la exposición a la nicotina (5).
MODIFICACIONES DE HÁBITOS ALIMENTARIOS OBSERVADAS EN FUMADORES Y FUMADORES PASIVOS
Se ha constatado que en los fumadores es más frecuente encontrar dietas imprudentes y alejadas del ideal teórico, junto con el seguimiento de otras conductas poco saludables (como un alto consumo de alcohol, inactividad física, sedentarismo) (6).
El tabaco, por otra parte, modifica el sentido del gusto, las preferencias alimentarias y los hábitos alimentarios (7). Es muy característico en los fumadores el menor consumo de frutas, verduras, hortalizas, cereales, pescados y lácteos en proporción al número de cigarrillos fumados por día. Sin embargo, en los fumadores aumenta el consumo de cárnicos, fast-foods, grasas, sal, café y alcohol. En este sentido, el consumo de alcohol potencia los cambios de los hábitos alimentarios asociados al hábito de fumar (6-8).
ENERGÍA Y CONTROL DEL PESO
Los fumadores realizan menos actividad física y son más sedentarios que los no fumadores pero presentan una reducción de la ingesta energética y un descenso del peso corporal que, en ocasiones, es la razón que lleva a iniciar el consumo de tabaco y a resistirse a abandonar el hábito (8,9).
MACRONUTRIENTES Y FIBRA
Los fumadores muestran apetencia y mayor consumo de alimentos ricos en grasa y grasa saturada, hidratos de carbono sencillos y proteínas de origen animal, siendo menor su consumo de hidratos de carbono complejos, ácidos grasos poliinsaturados y fibra, así como el de proteínas vegetales (7,8,10).
MICRONUTRIENTES
Como consecuencia del cambio que se produce en sus hábitos alimentarios, especialmente por el menor consumo de vegetales, cereales, lácteos y fruta, los fumadores tienen una menor ingesta de diversos micronutrientes (tiamina, vitamina C, vitamina E, vitamina A, β-caroteno, α-caroteno y calcio) en comparación con los no fumadores y exfumadores (7,8,11).
Pero incluso a igualdad de ingesta, los niveles séricos de diversos micronutrientes suelen ser inferiores a los de los no fumadores por la existencia de cambios metabólicos y oxidativos, lo que hace que la situación nutricional del fumador y del fumador pasivo sea peor y las deficiencias nutricionales más frecuentes que en los no fumadores. Esto puede favorecer la progresión de algunas de las enfermedades que se observan con mayor frecuencia en los fumadores (7,12).
En concreto, la ingesta de vitamina C es menor en los fumadores y fumadores pasivos que en los no fumadores (12). Pero además, también son mayores la demanda metabólica y el estrés oxidativo, lo que contribuye a reducir en mayor medida las concentraciones séricas de ácido ascórbico. Por ello, el IOM (11) marcó que las ingestas recomendadas de vitamina C debían incrementarse en los fumadores hasta 110 mg/día en las mujeres y hasta 125 mg/día en los varones, para intentar mantener la misma situación nutricional que en los no fumadores.
Otros organismos marcan como convenientes ingestas de 135 mg/día de vitamina C en las mujeres y de 155 mg/día en los varones fumadores para que el riesgo de hipovitaminosis sea similar al de los no fumadores con una ingesta diaria de 60 mg/día (13).
Alcanzar estos aportes es muy difícil en los fumadores, especialmente por su menor consumo de frutas y vegetales (6,8).
También se observa en los fumadores una concentración un 25 % inferior de α-caroteno, β-caroteno y criptoxantina al compararlos con los no fumadores. Este efecto puede deberse a un descenso de la ingesta pero, además, el humo del tabaco contribuye a reducir todavía más los niveles de carotenoides en el plasma (11). En los fumadores pasivos se observan resultados similares (12).
La situación de la vitamina D también es peor en los fumadores, por presentar una menor ingesta y un descenso de la producción cutánea de esta vitamina y de calcitriol, especialmente en las personas mayores (14).
El perjuicio se observa de manera similar en los fumadores pasivos. Concretamente, en una muestra representativa de niños de EE UU de 3-17 años (NHANES) se encontró deficiencia de vitamina D (25(OH)D < 20 ng/ml) en el 15,1 % de los niños no expuestos al humo del tabaco y en el 20,9 % de los expuestos al tabaco, siendo una de las conclusiones del estudio que la exposición al humo del tabaco es un predictor independiente del déficit de vitamina D en los niños (5).
Otros estudios indican que fumar se asocia con un descenso de las concentraciones de ácidos grasos omega-3 en las membranas de los eritrocitos (10), y de las cifras de vitamina E en el suero (11), independientemente de la ingesta.
En relación con el ácido fólico se ha observado que la ingesta es menor en las mujeres fumadoras, y el fólico sérico es inferior en las fumadoras y fumadoras pasivas, en comparación con las no fumadoras (15).
Por otra parte, el cadmio, presente de manera natural en el tabaco, disminuye la biodisponibilidad del selenio y actúa antagónicamente con respecto al zinc, por lo que la deficiencia de estos micronutrientes es más frecuente en los fumadores (7,11,16).
INTERVENCIONES NUTRICIONALES CON BENEFICIOS SANITARIOS PARA LOS FUMADORES
Diversos estudios ponen de relieve el papel protector del aumento del consumo de vegetales en relación con las enfermedades cardiovasculares, tanto en fumadores como en no fumadores. Mientras tanto, las dietas ricas en cereales refinados, carnes y bebidas dulces son peligrosas, especialmente en los fumadores (17), y estas conductas de riesgo son más frecuentes precisamente en ellos.
El incremento en las cifras de homocisteína sérica es otro factor de riesgo cardiovascular que es más frecuente en los fumadores, por su menor consumo de frutas y verduras, y su menor aporte de ácido fólico y vitaminas del grupo B (18).
Corregir las deficiencias, especialmente las de los nutrientes antioxidantes y los ácidos grasos omega-3, mejorando la dieta o con suplementación, puede ayudar a mejorar la protección cardiovascular del fumador (19).
El hábito de fumar y la exposición al humo del tabaco causan un incremento en la incidencia de problemas respiratorios (20), pero la situación nutricional puede ayudar a evitar algunos síntomas. Concretamente, la bronquitis crónica y el broncoespasmo presentan una relación inversa con los niveles séricos de vitamina C (7,21). También la vitamina E y la β-criptoxantina parecen tener una fuerte correlación con la función pulmonar en comparación con otras vitaminas antioxidantes (21), por lo que la mejora nutricional puede ser de ayuda para evitar, o frenar, diversas complicaciones.
El riesgo de padecer cáncer de pulmón asociado al hábito de fumar disminuye cuando se evitan las bajas concentraciones de folatos y vitamina B6 (16), cuando se incrementa el consumo de fruta y de verdura, y cuando son más altas las concentraciones de carotenoides y retinol (22).
Sin embargo, algunas investigaciones pusieron de relieve que suplementar con dosis altas de β-caroteno (≥ 20 mg/día) (durante 5-8 años) a los fumadores de un alto número de cigarrillos se asociaba a una mayor incidencia de cáncer. Por ello se recomienda a los fumadores incrementar la ingesta de carotenoides a partir de alimentos, mejor que utilizando suplementos, y evitar las dosis excesivas de los mismos (11).
La situación en antioxidantes, que se deteriora en los fumadores, también modula la salud ocular. El cadmio aportado por el tabaco se asocia a un mayor riesgo de cataratas por inducir estrés oxidativo, como lo demuestra la reducción de los niveles de algunos antioxidantes (como las vitaminas E, C y β-caroteno) (7). Fumar también se asocia a un mayor riesgo de padecer la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). En estos casos, incrementar el consumo de frutas y vegetales (por su contenido en antioxidantes) puede tener un efecto protector (8).
En lo que se refiere a la gestación, es conocido que las gestantes fumadoras tienen niños de menor peso, existiendo una asociación inversa entre el peso de los neonatos y el número de cigarrillos consumidos por la madre (23). Pero además, estas gestantes tienen una peor situación nutricional y un incremento de los indicadores de estrés oxidativo, factores que pueden perjudicar su salud y la del niño (3).
Algunos estudios han señalado que mejorar la situación de la vitamina C en las gestantes fumadoras puede ayudar a antagonizar el daño inducido por la nicotina. Concretamente, en un ensayo aleatorizado y controlado con placebo, al suministrar vitamina C a mujeres embarazadas fumadoras se observó una mejora, estadísticamente significativa, de la función pulmonar del descendiente a los 3 meses (24) y 12 meses de edad (25).
CONSIDERACIONES FINALES
La OMS (26) señala que el mejor modo de luchar contra las enfermedades no comunicables, que son las principales causas de muerte en las sociedades desarrolladas, consiste en reducir el uso del tabaco y el consumo excesivo de alcohol, y en evitar las dietas poco saludables y la inactividad física.
Teniendo en cuenta que en los fumadores se suelen observar un mayor consumo de alcohol, una mayor inactividad y dietas menos adecuadas, todas estas influencias pueden sumarse para perjudicar la salud presente y futura.
Es cierto que la pauta más acertada es dejar de fumar, pero la mejora nutricional de los fumadores y fumadores pasivos puede tener interés para conseguir una cierta protección sanitaria en los individuos que no quieren, o no pueden, dejar de fumar.