INTRODUCCIÓN
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad es la forma óptima de alimentación infantil (AI), pues aporta los nutrientes necesarios para un correcto crecimiento (1,2). A partir de esta edad, la OMS recomienda introducir alimentos que sean seguros y apropiados para la edad (alimentación complementaria, AC), manteniéndose simultáneamente la lactancia materna (LM) hasta los 2 años o más (2,3). La AC debe tener una frecuencia y cantidad suficientes, y una consistencia, textura y variedad adecuadas que, junto con la LM, permitan cubrir las necesidades nutricionales de los niños en este periodo de crecimiento (1-3).
En las últimas décadas, en todo el mundo, incluyendo España, los alimentos triturados han sido la opción más habitual para iniciar la AC (4), si bien en los últimos años se ha puesto en valor la AC a base de trozos sólidos de alimentos, práctica conocida como baby-led weaning (BLW) (3).
La forma de preparar los alimentos y su presentación determinará la adecuación de estos para la AI (3). Por eso, educar a los cuidadores en temas relacionados resulta fundamental ya que, según la OMS, las prácticas alimentarias inadecuadas son un determinante de ingesta insuficiente de mayor importancia que la disponibilidad de alimentos en el hogar (3). Además, la AI recibe cada vez más atención debido a la alta prevalencia de enfermedades relacionadas con los hábitos de alimentación inadecuados durante etapas tempranas del desarrollo, como son la obesidad y la diabetes de tipo 2 (5-7). En los dos primeros años de vida y durante la AC se instauran las bases de unos hábitos alimentarios que perdurarán toda la vida (8,9), por lo que atender a esta etapa desde el punto de vista nutricional y dietético es un tema de salud pública que requiere mayor atención (10-12).
Siendo así, y ante la falta de estudios en España, el objetivo de este proyecto fue describir las prácticas alimentarias relacionadas con la preparación y elaboración de la AC destinada a niños/as hasta los 2 años de edad en los hogares españoles. Ello permitirá conocer el grado de conocimiento de esta población a la hora de preparar los alimentos infantiles, valorar la calidad de la dieta infantil y detectar posibles mejoras en la elaboración de estos alimentos.
METODOLOGÍA
DISEÑO DEL ESTUDIO
Se realizó un estudio transversal que recogió información autorreportada mediante una encuesta online diseñada ad-hoc sobre las opiniones, aptitudes y comportamientos de la población española en relación con la preparación de la alimentación complementaria infantil. Previamente al inicio del estudio se creó un protocolo de investigación siguiendo las guías STROBE-nut (STrengthening the Reporting of OBservational studies in Epidemiology-nutritional epidemiology) y se registró en el portal ClinicalTrials.gov con el código identificador NCT03675607.
POBLACIÓN DE ESTUDIO
Los potenciales participantes fueron personas incluidas en una base de datos privada española (Netquest Iberia) que cuenta con más de 100.000 sujetos del territorio español disponibles, de todos los rangos de edad entre los 18 y los 65 años, de ambos sexos, incluyendo todas las comunidades autónomas, con diferentes niveles de estudios (no universitarios y universitarios) y diferentes niveles de ingresos. Esta base de datos está constituida como un panel cerrado a partir del cual se invita, mediante selección aleatoria simple, a los participantes de forma individualizada y concreta para realizar una encuesta, que se seleccionan en función de sus características y representatividad idónea para el objetivo de la evaluación. El panel de participantes cuenta con la certificación ISO 26362, que representa el nivel de calidad contrastado en métodos de captación, panelización y trato del panelista y de sus datos.
Para alcanzar el objetivo de este estudio, el cálculo de la muestra mínima representativa de la población española correspondió a la cumplimentación de 385 encuestas en el territorio nacional para tener un nivel de confianza del 95 % de que el valor real está dentro del ± 5 % (margen de error) del valor registrado. Sin embargo, para asegurar la diversidad geográfica de los participantes, y sobre la base de las características del panel utilizado, se marcó el objetivo de alcanzar el máximo de encuestas posibles en el período de 10 días en que estuvo abierta la encuesta, realizando una selección aleatoria simple entre todos los sujetos disponibles en el panel y asegurando llegar al cálculo de muestra mínima anteriormente indicada.
Los criterios de elegibilidad fueron: adultos residentes en España, de entre 18 y 65 años de edad, no institucionalizados y que preparasen alimentos a niños/as menores de 2 años al menos una vez por semana en la actualidad o en el pasado. Para participar no se consideró discriminatorio el hecho de no tener hijos, dado que la opinión, conocimientos y prácticas de las personas que, por profesión, elaboran purés caseros (como, por ejemplo, los trabajadores de guarderías), así como de quienes se encargan de su cuidado y alimentación (como los abuelos), es de interés para el objetivo principal del estudio. El reclutamiento de los participantes se llevó a cabo a través de la misma encuesta, que incluyó preguntas de cribado discriminatorias entre aquellos panelistas que cumplían los criterios de elegibilidad frente a los que incumplían dichos criterios.
INSTRUMENTO DE RECOGIDA DE DATOS Y VARIABLES DE ESTUDIO
Se creó una encuesta ad hoc, online y autoadministrada. La encuesta (Anexo 1) consistió en tres bloques de preguntas organizadas de la siguiente forma: Bloque 1: datos sociodemográficos de los participantes (edad, sexo, estado civil, nivel de estudios, ocupación actual, comunidad autónoma, número de habitantes de la población de residencia y las preguntas de cribado); Bloque 2: sobre la preparación de la alimentación infantil, que incluye las principales características de selección y cantidad de ingredientes, los tiempos y técnicas de cocción, la higiene, las formas de procesado y conservación de los alimentos; Bloque 3: sobre las opiniones alrededor de las papillas comerciales. El cuestionario se diseñó, en su mayoría, con preguntas cerradas de respuesta múltiple y algunas de ellas con escalas de Likert de cuatro puntos.
Así, las variables principales del estudio fueron: el tipo o textura de la alimentación complementaria; la selección y las cantidades de los distintos ingredientes para la preparación de la AC, incluyendo verduras, tubérculos, carnes, pescados, huevo, arroz, pasta, sémola, pan, frutas, aceite de oliva, sal y otros ingredientes usados en combinación, como las legumbres; las técnicas culinarias y de higiene y conservación utilizadas.
DESARROLLO DEL ESTUDIO
Entre abril y mayo de 2018 se creó la encuesta descrita y se realizó un pilotaje interno para valorar su funcionalidad y operatividad, lo que permitió evaluar si seguía las rutas marcadas (saltos entre preguntas) y ajustar el tiempo requerido para completarla a no más de 15 minutos. Tras optimizar el cuestionario online, se envió una invitación a los sujetos preseleccionados mediante selección aleatoria simple en el mes de junio de 2018, que estuvo abierta durante 10 días. Los sujetos que aceptaron participar tuvieron que realizar un registro web donde se recopilaron los datos sociodemográficos, y luego respondieron unas preguntas de cribado que permitieron incluir tan solo a aquellas personas que cumplían con los criterios de elegibilidad. Cada participante podía acceder mediante un código de acceso único, personalizado y anónimo.
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
Los datos fueron analizados con el software estadístico Stata 14 (Stata Corp., College Station, TX, EUA). Se realizó un análisis descriptivo de las variables recogidas en la encuesta. Las variables categóricas se presentan en forma de frecuencias relativas o porcentajes y las cuantitativas se presentan como media y desviación estándar (DE). Se realizó una comparación de proporciones con la prueba del chi cuadrado, considerando un nivel de significancia del 5 %.
RESULTADOS
DESCRIPCIÓN DE LA POBLACIÓN DEL ESTUDIO
La encuesta fue respondida por 1944 personas (edad media, 37,4 ± 6; 65,5 % mujeres) de las comunidades autónomas de Madrid (19.9 %), Cataluña (20.1 %), Galicia (19.9 %), Comunidad Valenciana (20.2 %) y Andalucía (20 %). Las características de la población encuestada se presentan en la tabla I.
PRÁCTICAS HABITUALES EN LA PREPARACIÓN DE ALIMENTOS INFANTILES
El 72 % de los encuestados declararon preparar la AI principalmente en forma de triturados, mientras que el 28 % lo hacen al estilo BLW. Las mujeres emplean el método BLW en mayor proporción que los hombres (p = 0,01), siendo las de 36 a 40 años las que más utilizan este método (p = 0,021).
Entre aquellos que practican el BLW, el 86 % creen que la técnica o forma de cortar los ingredientes afecta a la capacidad que tendrá el niño/a para gestionar los alimentos (cogerlos, llevarlos a la boca, riesgo de atragantamiento). Más de la mitad (55 %) presentan los alimentos en forma de cuadrados; el 30 % lo hacen en forma de rectángulos alargados; el 20 % los aplastan con el tenedor, y el 10 % apenas los cortan. El 54 % creen que la forma de preparar los ingredientes afecta al contenido nutricional del plato. Así pues, el 15 % de los participantes que trituran los alimentos piensan que esta técnica culinaria afecta al contenido nutricional del puré.
Para el 91 % de los participantes, los purés elaborados en casa son mejores que las papillas comerciales. Sin embargo, el 73 % dijeron utilizarlas en ocasiones especiales y el 30 % indicaron que nunca compran papillas comerciales. Uno de cada tres participantes dijo utilizar estos preparados porque no tiene tiempo y un 21 % los utiliza de forma habitual.
Para conseguir la textura deseada de los alimentos triturados, la mayor parte de los encuestados utilizan técnicas que consiguen una textura fina mediante batidora tipo Minipimer® (55 %), robot de cocina tipo Thermomix® (26 %) o batidora tipo vaso americano (13,5 %), mientras que el pasapurés lo utilizan solo un 4 % de los encuestados y únicamente el 2 % aplastan los ingredientes con el tenedor. Los participantes más jóvenes (31-25 años) usan con más frecuencia el robot de cocina (p < 0,001).
Las figuras 1 y 2 presentan las diferentes formas de preparación de carnes, verduras y pescados y el uso de condimentos como el aceite y la sal en la preparación de los alimentos dirigidos a la población infantil.
ALIMENTOS MÁS UTILIZADOS
En la figura 3 se muestran los alimentos más empleados por los encuestados de entre los grupos de verduras y tubérculos, carnes, pescados y frutas para elaborar los platos destinados a la AI. Además de estos, otros alimentos utilizados en menor medida son las espinacas, el emperador, el atún y el cazón.
Además, el 71 % de los participantes utilizan el huevo para preparar los alimentos infantiles, pero solo el 64 % lo utilizan entero. Las mujeres (p < 0,001) y el grupo de edad entre 36 y 40 años (p = 0.001) suelen utilizar huevo en las preparaciones con mayor frecuencia.
Por otro lado, el 93 % de los participantes indicaron utilizar otro tipo de alimentos, como el arroz (81 %), la pasta (62 %), el pan (53 %) o la sémola (20 %).
Las combinaciones de ingredientes empleadas con una incidencia superior al 5 % se muestran en la figura 4. Otras combinaciones de ingredientes empleadas con menor incidencia son la de verduras, carne y huevo (3,23 %) o la de legumbres y pescado (3,09 %).
CANTIDADES DE INGREDIENTES EMPLEADOS Y DE ALIMENTO QUE EL NIÑO CONSUME
El 82 % de los encuestados no pesan los ingredientes que emplean en la preparación de la AI. De aquellos que sí los pesan, el 86 % lo hacen en su forma cruda y el 14 % una vez cocidos. Los encuestados consideraron como cantidades adecuadas para un niño/a de 1 año: 63 g de verduras (incluyendo las patatas) y 40 g de pollo o merluza.
El 51 % de los encuestados indicaron que dejan que el niño/a decida la cantidad de alimento que quiere comer; el 32 % de los participantes se aseguran de que el niño/a se termine todo lo que se le ha preparado; y el 17 % pactan con el niño/a la cantidad que este tiene que comer de lo que le han preparado. Las mujeres (54 %) dejan que el niño/a decida cuánto comer (p = 0,001) y los adultos más jóvenes (18-25 años) se aseguran de que el niño/a coma todo lo que han preparado (46 %, p < 0,001).
TIEMPOS Y TÉCNICAS DE COCCIÓN
El tiempo de cocción de los alimentos resultó ser un factor importante para el 92 % de los encuestados, aunque el 18 % no suelen tenerlo en cuenta y el 76 % de los participantes los cuecen hasta que estiman visualmente que los ingredientes están bien cocidos.
El orden de cocción de los distintos ingredientes se tiene en consideración por un 68 % de los encuestados, que ponen a cocer primero aquellos alimentos que tardan más, mientras que el 32 % los pone a cocer todos a la vez. El 62 % de los encuestados utilizan el agua de cocción para la elaboración del puré final. Muchos de ellos creen, además, que hervir, cocinar al vapor o a la plancha un alimento puede afectar a su contenido nutricional (62 %). Las técnicas más utilizadas para cocer las verduras fueron el hervido (63,2 %), el vapor (30 %), el robot de cocina (26,3 %), la olla exprés (23,9 %), el horno (15,4 %) y por último el microondas (5,9 %). Sin embargo, en el caso de la preparación de las carnes o pescados se utiliza más la plancha (57,9 %), el hervido (36,4 %), el horno (23,6 %), el robot de cocina (22,7 %), la olla exprés (16 %), la fritura (8 %) y por último el microondas (5 %).
En relación con la cantidad de agua utilizada para hervir los ingredientes y su asociación con el contenido nutricional del plato, un 76 % piensan que sí influye. El 63 % de los encuestados añaden la cantidad de agua justa para cubrir los ingredientes, mientras que un 6 % declaran no tenerlo en cuenta. De forma similar, el 62 % de los encuestados creen que es importante el tipo de agua con la que se cocinan los ingredientes en relación con el contenido nutricional final del plato. El agua más utilizada es la del grifo (52 %), seguida del agua mineral natural de mineralización débil (19 %), el agua osmotizada o filtrada del grifo (17 %) y el agua mineral natural de mineralización normal (12 %).
FORMAS DE CONSERVACIÓN E HIGIENE
En relación con la higiene, el 97 % de los participantes indicaron que siempre se lavan las manos antes de preparar los alimentos destinados a la AI; el 96 % dijeron lavar siempre los ingredientes antes de ser preparados para su cocinado o consumo; y el 93 % indicaron que lavan siempre la superficie en la que manipulan los alimentos para preparar la comida del niño/a.
El 69 % de los encuestados dijeron preparar alimentos para más de un día. En este sentido, más de la mitad de los encuestados (53 %) creen que la técnica de conservación de los alimentos, como puede ser la congelación, el vacío o la conservación en la nevera, afecta al contenido nutricional de la preparación final, siendo esta creencia más frecuente entre las mujeres (p = 0,007).
Por otro lado, en relación con la conservación de las preparaciones, el 83 % de los participantes indicaron que guardan la preparación final tal como será consumida (triturada o cortada), y el 17 % guardan los ingredientes cocinados pero sin triturar o cortar. La técnica más empleada para la conservación de los alimentos fue la congelación (59 %) seguida de la refrigeración (37 %). Aquellos que emplean la congelación como técnica de conservación indicaron que dejan los alimentos en el congelador una media de 12 días, mientras que los que utilizan la refrigeración los dejan una media de 2,5 días.
El 88 % de los que congelan los alimentos lo hacen el mismo día de su preparación; el 6 % los congelan recién hechos, aunque todavía estén calientes; y el 6 % restante los congelan después de permanecer en refrigeración durante un día. Además, el 2 % indicaron que a veces vuelven a congelar los alimentos una vez descongelados.
CREENCIAS SOBRE LA PREPARACIÓN DE LA ALIMENTACIÓN INFANTIL
A la hora de escoger los ingredientes de la AI, el 80 % de los participantes indicaron que es mejor la carne magra o con poca grasa, aunque el 51 % creen que es bueno que la carne tenga algo de grasa. Por otro lado, el 77 % no creen que la carne roja alimente más que la carne blanca, y el 74 % no creen que el pescado alimente más que la carne; sin embargo, casi el 59 % creen que es más nutritivo el pescado fresco que el congelado. Finalmente, más de la mitad de los participantes (54 %) indicaron que son mejores las frutas maduras para elaborar los triturados, y el 59 % indicaron estar de acuerdo en que los ingredientes procedentes de la agricultura ecológica son de mayor calidad que aquellos que no lo son.
DISCUSIÓN
Se realizó un estudio transversal mediante una encuesta online destinada a recoger datos sobre las prácticas y creencias habituales en la preparación de la AI en España. La mayor parte de la población encuestada sigue preparando los alimentos en forma de triturados. No obstante, uno de cada cuatro ofrece los alimentos al estilo BLW. Hasta la fecha no se tenían datos del seguimiento porcentual de la población española en la práctica del BLW, por lo que estos suponen una referencia de cara a nuevas evaluaciones futuras en las que presumiblemente podrían cambiar, dada su repercusión social y mediática (13,14). En el Reino Unido, un estudio realizado en 655 madres con hijos de entre 6 y 12 meses encontró que el 57 % practicaban el BLW (15), un porcentaje muy superior al descrito en este estudio. Mientras el BLW gana protagonismo, el uso de papillas comerciales lo pierde, lo cual puede deberse a que la población cada vez conoce mejor la composición nutricional de estos preparados (altos en azúcares y sal) (16). En este estudio se ha visto que, aunque la mayoría piensa que es mejor ofrecer purés caseros, el 21 % utiliza papillas comerciales habitualmente. En esta línea, el estudio de Theurich y cols. (2019) describió que el uso de preparados comerciales en la infancia es habitual y supera a menudo la preparación casera (16).
Los resultados de esta investigación muestran que la mitad de la población no añade aceite, pero sí sal a los alimentos para los niños/as menores de 2 años. Sin embargo, en esta población se recomienda el uso de aceite de oliva virgen extra con moderación (17) y evitar la adición de sal (18). La cantidad máxima orientativa de consumo de sal para este grupo de edad es de 1-2 g/día (19), una cantidad fácil de superar. Además, teniendo en cuenta que se ha descrito un estatus de déficit de yodo en la población infantil europea (20), se debería recomendar, además de la cantidad máxima, que la sal empleada en la AI sea yodada.
Por otro lado, se observó el uso extendido de acelgas y espinacas en la AI. Las recomendaciones indican que se debería evitar el uso de estos alimentos antes de los 12 meses (y, si se utilizan, no deben suponer más del 20 % del plato) por su contenido en nitratos y el riesgo de metahemoglobinemia que ello supone (19). En los niños de 1 a 3 años, estas hortalizas no deben suponer más de una ración al día (19). Por lo tanto, sería conveniente evaluar a qué edad los españoles comienzan a usar estas hortalizas y en qué cantidad.
En relación con el uso de pescados, se recomienda que los niños/as menores de 10 años eviten el consumo de pez espada o emperador, cazón, tintorera, lucio y atún (algunos de ellos utilizados por los encuestados de este estudio) debido a su elevado contenido en metilmercurio (21,22).
En cuanto al empleo del huevo en la AI, se ha identificado que una parte de la población podría estar evitando innecesariamente su uso entero a pesar de ser un alimento seguro y nutritivo, rico en proteínas y hierro. Este hecho puede estar relacionado con la creencia de que el huevo puede aumentar el colesterol sérico y que es potencialmente alergénico. No obstante, el uso del huevo entero en la población infantil podría llegar a ser diario (17).
Las combinaciones de ingredientes reportadas en este estudio demuestran que, cualitativamente, estas son nutricionalmente equilibradas ya que incluyen los tres grupos de alimentos que conforman el plato equilibrado y que contemplan las verduras, los cereales o los alimentos ricos en hidratos de carbono complejos como los tubérculos o las legumbres, y las proteínas en forma de carne, pescado, huevo y legumbres. Con el fin de establecer la adecuación nutricional de los platos preparados para los niños, es esencial conocer la cantidad de alimentos que se emplean. Sin embargo, en este estudio observamos que es poco frecuente pesar los ingredientes. Esta práctica puede tener implicaciones en la introducción a la AC, ya que es un proceso gradual en el que la cantidad (peso o volumen) de alimento varía en función de su densidad energética y composición, con el fin de asegurar un aporte suficiente de hierro, zinc y otros micronutrientes (18). En este sentido, la Generalitat de Catalunya (España) estableció en 2016 las cantidades máximas recomendadas de los diferentes alimentos para niños de 6 meses a 3 años (17). Sin embargo, la estrategia para asegurar estos aportes debe adaptarse a las señales de hambre-saciedad del niño, ofreciendo primero los alimentos más nutritivos sin tener que llegar a obligar a comer. De hecho, la OMS recomienda seguir los principios de la alimentación perceptiva, sin forzar a comer o distraer (2,3) ya que el apetito es diferente en cada niño. Por ello, es importante, además de la cantidad, el orden y la frecuencia con la que se ofrecen los alimentos.
La forma de preparar los alimentos afecta a su valor nutricional tal y como cree la mayoría de la población. El calor de la cocción, el tiempo y la técnica utilizada reducen el contenido de ciertas vitaminas y minerales, algunos aminoácidos y ácidos grasos, reduciéndose así el valor nutritivo de los alimentos (23). Aunque la técnica más empleada es el hervido, todas las técnicas culinarias son adecuadas si se usa la cantidad de agua óptima, se evitan tiempos excesivos de cocción y los alimentos se añaden al agua una vez está hirviendo (23). En cuanto al uso del microondas, la mayoría parecen no emplearlo. Sin embargo, esta técnica es segura si se utiliza con recipientes aptos y el alimento se cocina de forma homogénea (24). Además, la cocción con microondas suele preservar mejor el contenido de nutrientes de los alimentos que otros tipos de cocción, debido a que los tiempos son más cortos y el contacto con el agua es menor (23).
Por otro lado, el agua del grifo es la más empleada para elaborar la AI. Esta práctica es correcta ya que el agua del grifo potable, procedente de una red de distribución pública, pasa los correspondientes controles para garantizar que sea apta y saludable para su consumo (25). Sin embargo, en zonas de ganadería y agricultura intensiva, el nivel de nitratos del agua del grifo puede ser eventualmente alto para los más pequeños (hasta 50 mg/l) (26). En estos casos estaría justificado el uso de agua mineral para preparar los alimentos infantiles. No obstante, el nivel de nitratos de la mayoría de las aguas de consumo público que abastecen los municipios donde habitan casi la mitad de la población española tiene niveles inferiores a 15 mg/l (26) y el agua del grifo puede utilizarse para beber y cocinar los alimentos de toda la familia.
La seguridad e higiene en la preparación de los alimentos infantiles también es un aspecto importante al tratarse de un grupo de población especialmente sensible. Además, los alimentos triturados o troceados son más susceptibles de contaminación, por lo que se deben preparar y manipular con especial cuidado y condiciones de higiene estrictas (17). En este sentido, prácticamente la totalidad de los participantes indicaron que siempre se lavan las manos antes de preparar la AI. Una vez preparados, los alimentos deben consumirse durante las 2 horas posteriores o en un máximo de 1 hora si la temperatura ambiente supera los 30 °C. En el caso de que esto no sea posible, se deben conservar en refrigeración o congelación (17). También es importante no descongelar los alimentos a temperatura ambiente sino hacerlo de forma segura en la nevera y nunca volver a congelarlos (27). Sin embargo, una práctica reportada en este estudio es la congelación de alimentos que previamente se han descongelado, práctica que no está recomendada a fin de garantizar la seguridad de los alimentos (27).
Por último, los participantes indicaron de forma acertada que es mejor utilizar carne magra o con poca grasa y que el pescado no alimenta más que la carne. Junto con las legumbres y los huevos, estos deben ofrecerse diariamente en la dieta infantil, excluyendo los pescados grandes, las cabezas de gambas, langostinos y cigalas, y el cuerpo de los crustáceos, por la presencia de cadmio (17). Además, dos de cada tres participantes indicaron estar de acuerdo en que los ingredientes procedentes de la agricultura ecológica son de mayor calidad. Sin embargo, hasta el momento no hay suficiente evidencia que permita hacer tal afirmación (28).
Entre las limitaciones de este estudio cabe mencionar la imposibilidad de generalizar sus resultados a la población española debido a que, durante el reclutamiento de los participantes, no se estratificó la selección aleatoria para que cumpliera con las características sociodemográficas de España. Sin embargo, tiene que tenerse en consideración que este estudio se planteó con fines exploratorios (para empezar a conocer el tema, no para que los resultados fueran generalizables a toda la población) y que el tamaño muestral superó con creces el número de participantes mínimo calculado para obtener resultados con un error muestral < 5 %. En cuanto al diseño de la encuesta empleada en este estudio, esta no ha permitido calcular los indicadores propuestos por la OMS para evaluar las prácticas de alimentación del niño pequeño, como son la introducción de alimentación complementaria, la diversidad alimentaria mínima, la frecuencia mínima de comidas diarias, la dieta mínima aceptable y el consumo de alimentos ricos en hierro (29) a fin de identificar poblaciones de riesgo y planificar intervenciones destinadas a mejorar la AI. Sin embargo, el estudio responde a las recomendaciones de la OMS, en su estrategia de Atención Integrada a las Enfermedades Prevalentes de la Infancia (30), para mejorar la AC de la población infantil. Así, la descripción de las prácticas alimentarias de una muestra representativa de la población española permitirá identificar los problemas frecuentes relacionados con la alimentación y los alimentos dirigidos a los menores de 2 años.
CONCLUSIONES
Este estudio permite conocer las prácticas habituales de la población española en relación con la preparación y elaboración de la AI. Los españoles siguen prefiriendo los alimentos triturados y, aunque son conscientes de que los preparados caseros son nutricionalmente mejores, en algunas ocasiones emplean papillas comerciales. Parecen necesarias políticas de educación nutricional para los responsables de la elaboración de estos alimentos, pues se han detectado algunas prácticas no recomendadas como el uso de la sal o de alimentos poco seguros a esas edades. Se necesitan más estudios para identificar los principales aspectos de mejora en la elaboración de estos alimentos.